La Jornada Semanal, 19 de marzo del 2000
En mi patria no viera
Ni viera la perfidia
Ni viera hombres malvados,
Ni con feroz despecho
Y el luto y exterminio,
Feliz, mi caro amigo,
Dichoso tú, que vives
Y no sientes el yugo
Cuando el mundo habitabas,
Sangre correr por la ciudad y llanos.
Y
que entre rabia fiera
Hermanos con hermanos
Hasta hundirse el
puñal pugnan insanos
De nación, que risueña nos abraza,
Y
bramando de envidia
Luego nos amenaza
Y en su mente infernal nos
despedaza
Que sin temer de Dios el alto
juicio.
De la ambición guiados
Y el deshonroso
vicio,
Despeñan mi nación al precipicio.
La miseria, elevándose espantosa,
Cerrar
contra su pecho
La humanidad quejosa
Y devorar sus lágrimas
ansiosa.
En pos del hambre descarnada y
yerta.
Extender su dominio
Sobre la tierra muerta,
Y a la
peste letal abrir la puerta.
Feliz mil veces tú, que ya en el mundo
El
dolor enemigo
Con brazo furibundo
No rompe tus entrañas
iracundo.
Entre el gozo, la paz, la bienandanza;
Y
no, cual yo, recibes
De amor sin esperanza
Zozobras y martirios
sin mudanza.
De la suerte pesar sobre tu cuello,
Ni el
hombre es tu verdugo,
Ni con ansia un destello
Buscas de la
verdad, sin poder vello.
Con la voz de amistad consoladora
Las
penas aliviabas
De tu amigo, que ahora
Hundido en el pesar tu
ausencia llora.