La Jornada Semanal, 19 de marzo del 2000



Judith Moreno

Las artes sin musa

EL PRECIO DE SER HOMBRE

La noche del 31 de diciembre de 1993, un par de jóvenes asesinaron a tres personas en una casa rural a las afueras del pequeño poblado de Falls City, en la esquina sureste de Nebraska, un estado de millón y medio de habitantes en el centro geográfico de la Unión Americana. Este crimen levantó protestas de las asociaciones homosexuales y una vez más evidenció el ``puritanismo armado'' de muchas comunidades rurales de Estados Unidos. Más allá de la indignación, la historia de Teena Brandon/Brandon Teena fascinó por la forma en que Teena, transformada en hombre, consiguió la simpatía y la confianza de quienes después la denostarían. Teena, quien recurrentemente es llamada Brandon, tanto por los involucrados como por las realizadoras-guionistas, se convirtió en un ser mítico del imaginario estadunidense porque encarnaba al forastero encantador que llega a una comunidad y trastoca la vida de sus habitantes. Sus ex novias afirmaban, aun en el documental, que Teena era un hombre alegre y gentil.

Es interesante contrastar las dos versiones fílmicas sobre el crimen de Teena Brandon. El filme de ficción Los muchachos no lloran de Kimberly Peirce, y el documental La historia de Teena Brandon de Susan Muska y Greta Olafsdottir, ganador del Oso Teddy al mejor documental en el Festival Internacional de Cine de Berlín en 1998 y presentado en la Cineteca Nacional en1999 con la asistencia de las realizadoras.

La diferencia principal entre ambas cintasÊradica en el punto de vista desde el que se cuenta la historia. En el documental se reconstruye la vida de Teena/Brandon desde la perspectiva de las personas que la conocieron en Lincoln, su ciudad natal, situada a 120 km de Falls City: el deslumbramiento y el posterior desprecio de la gente del pequeño poblado, las justificaciones de los policías que no detuvieron a los violadores de Teena la madrugada del 25 de diciembre y las entrevistas con los presos confesos del asesinato, John Lotter y Marvin Nissen. De esta serie de testimonios fragmentados emerge una larga justificación individual y colectiva: la población de Falls City fue engañada; la policía no podía tomar en serio las acusaciones de violación de una joven de 21 años que se hacía pasar por hombre. Teena pagó la osadía de pertenecer a los grupos de jóvenes del lugar con una violación tumultuaria, vaginal y anal, que la devolvió brutalmente a su condición original de mujer y objeto sexual.

Mientras se ven diversas imágenes de Falls City, un pueblo típico del medio oeste norteamericano, se escucha la grabación del interrogatorio de Teena en la estación de policía, pocas horas después de la violación. Ella no es tratada como víctima sino como culpable; el alguacil hace preguntas del tipo: ¿cómo sabía que la estaban violando si nunca había tenido relaciones sexuales? En este caso la realidad del estereotipo del policía gordo y machín supera la ficción; mientras toma una cerveza bajo su sombrero vaquero y extiende una mirada de propietario a la calle principal de Falls City, el alguacil pontifica sobre la confusión sexual de Teena. Habla de los asesinos como un par de jóvenes un tanto revoltosos, ladrones menores, pero buenos chicos. Interrogados en la cárcel, Lotter y Nissen esgrimen que fueron engañados y provocados e insisten en la doble personalidad de Teena como un atentado a lo que debe ser en la sociedad.(1) Lotter se asume frente a la cámara como paladín de la sexualidad ``normal''.

Por su parte, la película de ficción Los muchachos no lloran se centra en la relación de Teena Brandon con una joven del lugar, Lana, quien a su vez es amiga de la infancia de Lotter. Todo transcurre en un mes, desde la llegada de Brandon hasta su asesinato. Noches de fastidio en la pequeña población, donde el grupo de Lotter y Nissen se entretiene inventando juegos riesgosos para mostrar su masculinidad.

La directora Kimberly Peirce se concentra en la relación de Brandon y Lana. Cómo el chico consigue el amor de una de las jóvenes más codiciadas de la comunidad y cómo, cuando Lana se da cuenta de que él es ella, no le importa y trata de protegerla.

En las dos versiones fílmicas las directoras y coguionistas entrevistaron a la población de Falls City, a Lana, la novia por la que se queda en el poblado, y a los asesinos. Ambas obras, sin proponérselo, resultan complementarias. El documental fue filmado en su mayor parte de día; la historia de ficción, de noche. El documental deriva en una acusación tácita a la sociedad. La ficción, en una historia de amor en contra de todo y de todos.

Si se tiene en mente la complejidad de la situación planteada en el documental, el guión de ficción resulta un excelente ejercicio de síntesis dramática, sin tergiversar los hechos principales. De Los muchachos no lloran fueron excluidos algunos elementos, como el asesinato de Philip DeVine, un joven negro en quien Lisa Lambert, la otra sacrificada, había buscado refugio.

Cada día se puntualiza menos sobre la posición de género de las creadoras mujeres. Sin embargo, tanto en el documental como en la ficción, resulta evidente que la historia cautivó a las directoras-guionistas porque se trataba de una muchacha/muchacho.

Kimberly Peirce trabajó la historia de Brandon para su contometraje de graduación en 1995, en la Facultad de Columbia. Después, depuró el guión en colaboración con Andy Bienen hasta conseguir Los muchachos no lloran. Un guión efectivo en términos cinematográficos y auténtico en su aproximación a la historia real. El trabajo actoral de Hilary Swank, nominada a mejor actriz en la próxima entrega de los óscares, está plenamente justificado. Así como el desempeño del cuadro de actores en secuencias agobiantes; por ejemplo, para comprobar el sexo de Brandon, Lotter y Nissen le bajan a la fuerza los pantalones en el baño de la casa de Lana. Nissen está aterrorizado, no quiere ver. Hay un temor supersticioso al andrógino. Superado el horror, obliga a Lana a ver el pubis de Brandon. Se trata de una toma cerrada del rostro de Lana frente al pubis de Brandon. Casi sin palabras la escena muestra la violencia heterosexual ante el amor entre el mismo sexo, la sanción masculina al amor entre mujeres -cuando no es para satisfacción del hombre- y la humillación de Brandon por ser exhibida de esa manera ante Lana.

Los muchachos no lloran es uno de los quince largometrajes que trae este mes la XXXV Muestra Internacional de Cine. Su temática se inscribe en la serie de críticas al american way of life, con su dosis de violencia y conservadurismo, que se vio en Felicidad, Belleza americana y Magnolia. También coincide con un excelente momento para las directoras mujeres de distintas latitudes y con una reajuste de la percepción femenina de la vida en el cine, que en lugar de reducirse a los temas de mujeres, muestra cómo ellos se entrelazan a las historias con mayúscula y son contadas con igual maestría tanto por directoras como por directores. Tal es el caso de otras cuatro cintas que presenta la XXXVMuestra: Solas de Benito Zambrano, revelación en la sección Panorama del Festival de Berlín en 1999, Luna papá de Bakhtiyar Khudojnazarov, la gran perdedora del pasado festival de Venecia, La niña de tus ojos de Fernando Trueba y Pequeños milagros de Eliseo Subiela.

Luna papá es la historia de una joven que quiere ser actriz en una aldea a orillas de mar Caspio, en Asia Central. Narrada en tono de comedia, la película hace un fresco de los contrastes en una comunidad marginada al fin de siglo. Con hilarantes referencias al teatro de Shakespeare y la convivencia de costumbres ancestrales con los inventos de la modernidad.

Solas es un ejercicio de síntesis: una mujer sola de 35 años cuya vida transcurre en el aislamiento de la gran urbe, redefine su vida a partir de saberse embarazada.

También española, La niña de tus ojos completa la trilogía de Trueba sobre la guerra civil.

En la trigésima quinta edición de la Muestra Internacional de Cine hay para todos los gustos. La Cineteca muestra algunos cambios en sus instalaciones para hacer atractiva su oferta, como la cafetería en el patio y un contacto más cercano con la prensa. Ya como un valor agregado, en su afán por preservar el rito de ir al cine con el deslumbramiento del tiempo de nuestros abuelos, ha conservado también las infaltables pulgas.(1)

(1) No deja de ser paradójico que en países como Estados Unidos, Alemania y España, la elevación de la pena por violación haya conducido a que el atacante, además de abusar de la víctima, la asesine para no ser identificado.

(2) Para ser justos esto ha sucedido sólo en la Sala 2.