La Jornada martes 21 de marzo de 2000

Claudia Sheinbaum Pardo
Mercado petrolero y soberanía

Hace unos días, el subcomité de Energía del Congreso estadunidense planteó que no han sido suficientes los esfuerzos del ministro de Energía de aquel país para aumentar la producción mundial de petróleo y que es necesario intensificar la presión a los países productores, en la víspera de la próxima reunión de la OPEP. A pesar de que Bill Richardson trató de suavizar estas declaraciones, es claro que la presión estadunidense para disminuir los precios internacionales del petróleo está incrementándose.

Algunos analistas han planteado que a diferencia de los años setenta, el precio del petróleo no es ya la principal variable que determina la presión inflacionaria de Estados Unidos (Manzo, Nadal, La Jornada, 03/00). Parece entonces, que el incremento en el precio de los derivados del petróleo, en particular el de la gasolina, más que ser un verdadero elemento de desestabilización de la economía estadunidense, es un eje central del debate electoral de nuestro vecino país.

Es indudable que Estados Unidos es el principal consumidor de petróleo del mundo y que los congresistas estadunidenses están más preocupados por cómo puede influir el alto precio de la gasolina en las futuras elecciones, que en intensificar las medidas de ahorro y uso eficiente de la energía para cumplir con los compromisos internacionales de disminución de quema de combustibles fósiles, responsables del aumento de la temperatura del plantea (Protocolo de Kyoto de la Convención Marco de Cambio Climático de Naciones Unidas). Así, en vez de aprovechar los actuales precios del petróleo para tratar de disminuir la mayor demanda mundial de energía, es más fácil presionar a los países productores y olvidarse de su responsabilidad en el impacto ambiental que su consumo está ocasionando.

Lo que es aún más trágico, es la respuesta de nuestro secretario de Energía ante estas presiones. Hoy que se cumplen 62 años de la expropiación petrolera, es un buen momento para revisar, al menos someramente, la situación internacional del mercado petrolero y el papel que ha estado jugando el gobierno federal.

Para México, cuyas finanzas públicas dependen en cerca de 30 por ciento del ingreso petrolero, es indispensable buscar que éste se mantenga en un nivel alto por el mayor tiempo posible. Por otro lado, en una perspectiva de largo plazo, las reservas nacionales de este recurso no renovable, deben convertirse en un eje de desarrollo nacional, buscando que éstas sirvan como motor de desarrollo interno para suministrar la demanda doméstica y la promoción de una diversificación de fuentes energéticas primarias, manteniendo la exportación en función de una política energética integral de largo plazo.

En el terreno internacional, los aliados estratégicos de nuestro país deberían ser los países productores de petróleo. Tal parece que nuestro secretario de Energía buscó a la OPEP y a Noruega cuando los precios internacionales del crudo estaban por los suelos, pero ahora los presiona para aumentar su plataforma de exportación, ya que los precios están en un nivel alto para Estados Unidos. ƑQué coherencia de política energética exterior es esta?

Así, parece que nuestro gobierno federal no sólo carece de un plan estratégico en materia de energía, sino que además, todo indica que su filosofía ha sido la de una integración energética con Estados Unidos. Ejemplos de ello son: la conformación de México como exportador petrolero por excelencia en la región y principal y seguro surtidor del mercado estadunidense, condicionando peligrosamente el necesario desarrollo de mercados internacionales diversificados para la industria energética mexicana; la circunstancia mediante la cual México se convierte en exportador de crudo y en un creciente importador de derivados del petróleo, plasmado en una mínima inversión en refinerías; el abandono del desarrollo de la industria petroquímica y la pretensión frustrada de venta total de sus activos; el impulso a las tecnologías basadas en gas natural sin la garantía del suministro nacional de este hidrocarburo y la nula exploración de nuevos yacimientos; la descapitalización de las industrias energéticas públicas; y la reciente propuesta de restructuración del sector eléctrico sustentada en la privatización de los principales activos de la Comisión Federal de Electricidad.

En 1980, Heberto Castillo planteaba que "la posibilidad de establecer una relación más justa entre países petroleros subdesarrollados y naciones imperialistas será posible sólo con la organización de las naciones productoras de petróleo, tanto para defender el precio de su producto como para hacerlo durar lo más posible, con objeto de ganar tiempo para encontrarle un sustituto....las naciones que tienen petróleo deben usar los energéticos para crear empleos y riqueza...cada barril que exportan los países atrasados productores de petróleo, son miles de oportunidades de trabajo que quitan a sus nativos y miles de oportunidades que brindan a las naciones poderosas para mantener su hegemonía económica en el mundo (Castillo y Viqueira, La encrucijada energética, 1980).

A 62 años de la expropiación petrolera, es una lástima que nuestro secretario de Energía esté más preocupado por aumentar la plataforma de exportación internacional, que por encontrar un camino soberano y sustentable en materia energética nacional.