La Jornada Semanal, 26 de marzo del 2000



Sergio Colmenero

La confluencia de dos sueños

El maestro Sergio Colmenero analiza la atracción que sentía Buñuel ``por la forma de expresión más irracional que proponía el surrealismo'', y nos habla de las reuniones en el Café Cyrano de la Place Blanche, donde los surrealistas mantenían una sesión abierta. Allí conoció a Ernst, Breton, Eluard, Tzara, Char, Tanguy, Arp, Magritte... Allí concibió el método onírico seguido para construir la trama y las imágenes de Un perro andaluz. Así, Man Ray y Aragon vieron admirados cómo ``una nube desflecada cortaba la luna (unos siglos antes, Li Tai Po se abrazó a ella y murió ahogado en el estanque del Palacio de los sueños) y una cuchilla de barbero hendía un ojo (sueño de Buñuel), mientras las hormigas pululaban por una mano abierta (sueño de Dalí)''. En ese momento se iniciaba la lucha entre el humanismo de Buñuel y ``las buenas conciencias''.

Entre 1925 y 1929 Buñuel viajó varias veces a España. En 1928, por iniciativa de la Sociedad de Cursos y Conferencias de la Residencia, Buñuel fue a Madrid para hablar de cine de vanguardia y presentar varias películas. Sin embargo, como él mismo reconoce, ``yo me sentía más y más atraído por la forma de expresión más irracional que proponía el surrealismo...''. Este, en el cine, podría definirse simplemente como un movimiento o corriente estética que intenta expresar la actividad real del pensamiento, independientemente de toda lógica artística o moral.

``Un perro andaluz nació de la confluencia de dos sueños. Dalí me invitó a pasar unos días en su casa, y al llegar a Figueras, yo le conté un sueño que había tenido poco antes, en el que una nube desflecada cortaba la luna y una cuchilla de afeitar hendía un ojo. El a su vez me dijo que la noche anterior había visto en sueños una mano llena de hormigas. Y añadió: `¿y si partiendo de esto hiciéramos una película?' En un principio me quedé indeciso, pero pronto pusimos manos a la obra... escribimos el guión en menos de una semana; cuando éste estuvo terminado, enseguida advertí que la película sería totalmente insólita y provocativa y que ningún sistema normal de producción la aceptaría. Por eso pedí a mi madre una cantidad de dinero para producirla yo mismo. Ella, convencida gracias a la intervención de un notario, accedió a darme lo que le pedía.''

Buñuel y los surrealistas

Buñuel regresó a París y se puso en contacto con los intérpretes, con Duverger, el operador, y con los estudios Billancourt, donde en unos quince días se rodó la película... ``Una vez terminada y montada había que exhibirla. Un amigo de Cahiers d'art me presentó a Man Ray que había terminado, hacía poco, una película y estaba buscando un complemento al programa. Man Ray, a su vez, me presentó a Louis Aragon. (...) Yo sabía que pertenecían al grupo surrealista... charlamos un rato y yo les dije que, en algunos aspectos, mi película podía considerarse surrealista o así me parecía a mí. Man Ray y Aragon vieron la película al día siguiente en el Studio des Ursulines. A la salida, muy convencidos me dijeron que había que darle vida cuanto antes, exhibirla, organizar una presentación.'' Para Buñuel fue esencial y definitivo el encuentro con el grupo surrealista que tuvo lugar en el café Cyrano de la Place Blanche, donde los surrealistas sesionaban día con día. Allí conoció a Max Ernst, André Breton, Paul Eluard, Tristan Tzara, René Char, Pierre Unik, Tanguy, Jean Arp, Maxime Alexandre, René Magritte. Todos, salvo Benjamin Peret, quien entonces se encontraba en Brasil, le estrecharon la mano y le ofrecieron una copa, prometiéndole no faltar a la presentación de la película, de la cual Aragon y Man Ray se habían expresado con grandes elogios.

Aquella primera proyección pública de Un perro andaluz fue organizada con invitaciones de pago en las Ursulines y reunió a la flor y nata de París, es decir, aristócratas, escritores y pintores célebres (Picasso, Le Courboisier, Cocteau, Christian Berard, el músico Georges Auric) y, por supuesto, el grupo surrealista completo. ``Muy nervioso, como es de suponer, yo me situé detrás de la pantalla con un gramófono y, durante la proyección, alternaba tangos argentinos con Tristán e Isolda. Me había puesto unas piedras en el bolsillo para tirárselas al público si la película era un fracaso. Tiempo atrás, los surrealistas habían abucheado La coquille et le clergyman, película de Germaine Dulac (sobre un guión de Antonin Artaud) que a mí, no obstante, me gustaba. Yo esperaba lo peor. No necesité las piedras. Cuando terminó la película, desde detrás de la pantalla oí grandes aplausos y, discretamente, me deshice de mis proyectiles, dejándolos caer al suelo.'' Después de esa exhibición, Mauclair, de Studio 28, compró la película. Al principio dio a Buñuel mil francos y como la película tenía éxito -duró alrededor de ocho meses en cartelera-, le fueron entregadas otras cantidades, hasta sumar ``siete u ocho mil francos'', a pesar de que hubo aproximadamente ``cuarenta o cincuenta denuncias en la comisaría de policía que pedían `prohibir esa película obscena y cruel'''. Hay que recordar que una constante de la obra de Buñuel es que siempre ha inquietado a las ``buenas conciencias'', razón por la cual el escándalo lo acompañó siempre, desde sus inicios hasta sus últimos filmes.

En 1930, Buñuel dirigió su obra maestra surrealista, La edad de oro, en la que puso los cimientos ideológicos de lo que sería su futuro trabajo. En 1932 filmó Tierra sin pan; poco después, en 1936, estalló la Guerra Civil en España y tres años más tarde, en 1939, la segunda guerra mundial.