La Jornada Semanal, 26 de marzo del 2000



Judith Moreno

el estado de las cosas

De los locos veinte al Love Parade

México y Berlín pertenecen a un programa llamado Ciudades hermanas. Actualmente se realiza el encuentro tecno Alemania-México, y el próximo 26 de marzo, en el marco del Festival del Centro Histórico, habrá un desfile de música tecno del Angel de la Independencia al Zócalo, inspirado en el Love Parade. Lo organizan el Instituto Goethe, el gobierno de la Ciudad de México y Conaculta. Judith Moreno nos recuerda a dos autores fundamentales para entender la sexualidad humana: Reich y Marcuse. Gracias a ellos y a la inteligencia ciudadana, ``en Berlín, las fronteras entre homosexualidad y heterosexualidad se diluyen. Nada se descarta''.

Para celebrar la llegada del año 2000 el ayuntamiento de Berlín eligió un espacio salomónico: los casi tres kilómetros que hay desde el monumento a la victoria Siegessaule hasta la Alexanderplatz, entre Berlín Este y Berlín Oeste, y a medio camino la puerta de Brandeburgo. Mientras la algarabía juvenil se desbordaba por la avenida Unter den Linden, miles de fiestas privadas tenían lugar en la capital alemana. Desde la modestia de los bares de barrio, amparo de los solitarios, hasta la nostalgia de los veinte con la cantante Ute Lemper en el hotel Adlon. Al otro lado del parque Tiergarten, artistas, universitarios e intelectuales se reunían en torno al Kunst Forum, un foro cultural donde había comida y música de los distintos grupos étnicos que habitan la ciudad.

Por su parte, los bares gay, lésbicos, bi y clubes swinger prepararon celebraciones espectaculares con un derroche de lentejuelas, brocados, ligueros y bragas alusivos al fin del milenio. Había mujeres de torso desnudo que lucían en las nalgasÊuna cifra alquímica en el Berlín que cada verano, en el segundo sábado de julio, a ritmo tecno, sale a las calles a celebrar el amor libre en el Love Parade a lo largo del Tiergarten, y que esa noche huyó de los casi cero grados gracias al calor y el furor de clubes y discotecas. En el hangar II del aeropuerto Tempelhof, la comunidad gay festejó la llegada del 2000 con chicas y chicos en monokini, dj's, láser, fuegos artificiales y un love lounge para recibir el año en medio de caricias orgiásticas.

La pintura de los locos veinte

Un hombre de sombrero negro y mirada elusiva es flanqueado por dos mujeres; la única mano que se ve en el grabado se posa sobre el pecho de la mujer a la derecha, y pertenece a un hombre sentado a la altura de sus rodillas, del que sólo se intuye el sombrero. Todo es inquietante en este dibujo, en especial las tres figuras de traje oscuro en el fondo, observando al cuarteto en primer plano. Este grabado, que lleva el nombre de Bar Edén y fue hecho por Max Beckmann en 1923, pertenece a la exposición Rostros de los tiempos, una de las seis exhibiciones de Una centuria de arte en Alemania. Con esta panorámica, Berlín concluyó el pasado 9 de enero sus exposiciones sobre el siglo XX. Rostros de los tiempos, otra exposición, se componía de 150 retratos y autorretratos que demostraban cómo el pintor se vio a sí mismo y a los otros, incluyendo al cuerpo y a la sexualidad. Max Beckmann, Otto Dix y George Grosz son tres de los pintores más frecuentes en Una centuria de arte en Alemania. Su obra, realizada entre la primera y la segunda guerras mundiales, entre la República de Weimar y el triunfo del nacionalsocialismo, es un retrato del frenesí.

Berlín crece a expensas de la guerra: proliferan los salones de baile, bares, cabarets y centros nocturnos. Cines, automóviles, fonógrafos y teléfonos marcan el ritmo de la metrópoli en expansión. El comercio sexual prolifera en todas sus variantes. Dix, uno de los pocos artistas que sobrevivió a la Gran Guerra, deja ver la influencia del psicoanálisis en cuadros como Sifilítico (1920), en el que pintó la cabeza de un hombre poblada de mujeres desnudas. Bajo el expresionismo de Autorretrato (que pintó en 1919 y después regaló a Charles Chaplin), George Grosz conjuga tres elementos de la época: el creciente individualismo, la prolijidad sexual y la ciudad como un animal vivo. A través de Beckmann, Dix y Grosz, se pueden rastrear las raíces de la vida sexual del Berlín actual. Desde entonces y hasta la actualidad, inmigrantes de Europa del Este, Asia, Africa y América Latina, tanto mujeres como hombres, al llegar a Berlín encuentran en el sexo una forma inmediata de ganarse la vida. En los años veinte existían cabarets con ``veinticuatro mujeres desnudas'', que ahora se han convertido en table dance internacionales. Antes, mientras la burguesía se solazaba en juegos cortesanos de adulterio y en los salones literarios se leía y seducía por igual, en un paupérrimo salón de suburbio las miradas se encendían ante el espectáculo de un hombre y una mujer semidesnudos luchando. Ahora hay luchas en lodo, gelatina y chocolate.

Del erotismo en Berlín plasmado por Grosz, Beckmann y Dix a una floreciente industria sexual y cuerpos gozosos entrelazados en un erotismo multicultural, hay de por medio una guerra que fomentó la prostitución, reprimió la homosexualidad, exaltó la función reproductiva y propició la revolución sexual y la pandemia del sida.

La industria del sexo

El aeropuerto Tempelhof es el edificio más largo de Europa. Concebido durante los sueños de dominio mundial del nacionalsocialismo, el Tempelhof hizo posible contrarrestar el bloqueo terrestre de Berlín ordenado por Stalin entre 1948 y 1949. Al ser rodeado por la mancha urbana, las pistas del viejo aeropuerto resultaron obsoletas para los grandes aviones de los años setenta, y ahora es un elefante blanco destinado a vuelos domésticos. Sus espacios vacíos, como el mencionado hangar ii, se alquilan para actividades no convencionales como la Erotik-Messe, una de las muchas ferias eróticas de Berlín, que se celebra del 14 al 16 de enero, donde se vende ropa interior y una amplia gama de juguetes made in China; dildos con estimulador simultáneo de clítoris; vibradores de forma circular para uso masculino; afrodisiacos, revistas y videos. También hay servicios in situ, incluyendo masajes sexuales y piercing (una infinita variedad de argollas para los labios vaginales internos y externos, para los pezones femeninos y masculinos, para la base del pene y para el glande). Las vendedoras de un puesto de ropa sexy para obesos hacen honor a las tallas que allí se consiguen. También hay objetos sadomasoquistas elaborados en piel, hechos a la medida, que pueden llevar estoperoles o puntas metálicas e ir complementados por látigos, mordazas y toda suerte de aparatos, sillas, potros y cadenas. Debajo de la escalera hacia el bar, una pareja de apariencia inofensiva vende videos hard core; en una esquina, un monitor muestra mujeres en leather, amordazadas y listas para una sesión maso. Este floreciente mercado S/M es resultado de un creciente grupo que desea someter o ser sometido. Otra de las nuevas corrientes está concebida por mujeres para mujeres: todo lo que siempre quiso que un hombre hiciera... Y ya en el rubro que supera las tres equis abundan la escatología, la zoofilia y las orgías.

En el escenario de los stripers hay lo mismo mulatos que rubias. El performance es igual al de cualquier strip, salvo el acto S/M de aire futurista, en el que un hombre de capa negra carga a una mujer como si fuera bulto y, mientras se escuchan cantos gregorianos, él la jala, la tira, la amarra y ella hace gestos de dolor y placer. El hombre tira del brasier y deja caer cera derretida en medio de los pechos. Mezcla de actuación y acrobacia, este número mantuvo en silencio a más de un centenar de espectadores.

Berlín, ciudad abierta

La capital alemana es famosa por su tolerancia a la muy activa comunidad gay. Aun antes de la revolución de los sesenta, cuando alguien quería llevar una vida distinta a la de su pueblo o ciudad se iba a Berlín Oeste, cuya fuerza política y económica es bien reconocida. Paralelamente al Festival Internacional de Cine de Berlín, la revista gratuita Siegessaule (llamada así por las reminiscencias fálicas del monumento a la victoria) organiza el premio de cine Oso Teddy a lo mejor de la Berlinale sobre temas gay.

Tras casi dos décadas de luchar contra el VIH, y cuando la Organización Mundial de la Salud anuncia la disminución de la pandemia en el primer mundo, un nuevo divertimento se practica en los darkrooms de los clubes gay: el barebacking (montar a pelo), es decir, el contacto sexual sin condón y la inclusión de una persona seropositiva con negativas, una verdadera ruleta rusa.

Unisex, multisex y plurisex

En Berlín, las fronteras entre homosexualidad y heterosexualidad se diluyen. Nada se descarta. Los anuncios clasificados de Tip -un semanario de actividades en la ciudad-, así como en otras revistas, bajo el título Berlin diskret, muestran las tendencias del momento: un joven busca una pareja hetero para ser su esclavo, una pareja solicita ama de llaves flexible. Abundan solicitudes sadomasoquistas, así como los que buscan parejas para compartir ``el caviar y la champaña'', aludiendo a la escatología. Una medida de los cambios en las relaciones hombre-mujer en Alemania son los recuadros de hombres en búsqueda de mujeres que acepten el rol tradicional y el sexo a la antiguita, y no faltan las preferencias étnicas y raciales.

Paz, amor y swing

Entre Este y Oeste, a medio camino entre París y Moscú, Berlín compartió con estas capitales la creatividad y locura de los veinte, las vanguardias, el psicoanálisis y los salones literarios. En este periodo aparece un par de obras que serán redescubiertas tres décadas después: La revolución sexual de los jóvenes (1922) y La función social del orgasmo (1927), de Whilhelm Reich, que promovió en Berlín la educación e higiene sexual entre los obreros y los jóvenes. Otro autor fundamental en el estante del buen liberado fue el berlinés Herbert Marcuse -autor de Eros y civilización (1955)-, que anticipó los valores y cuestionamientos de la rebeldía de los sesenta. Cuando se agotó la revolución sexual surgieron lugares dedicados al intercambio de parejas: los swinger clubs. En el céntrico barrio Charlottenburg se encuentra uno de los de mayor tradición, el Zwielicht (medialuz), donde parejas, tríos y cuartetos celebraron gozosamente el arribo del 2000. En el recibidor del local, un letrero advierte que ``todo puede ser, nada tiene que ser''. Del vestidor se pasa al bar para socializar, ver y ser visto. Alguna pareja toma la iniciativa y se deja ver en una cama central. La comunicación es básicamente visual. Las reglas de urbanidad son básicas, así como ciertas reglas no escritas, que incluyen no insistir, no besar en la boca, siempre usar condón. Un sistema cerrado exhibe videos porno. Frente a la cama central hay un cuarto de espejos, y en un rincón aguarda un sillón de ginecólogo. Del techo cuelgan correas y elásticos. Otro cuarto simula la cabina de un barco y por las claraboyas se agolpan los voyeurs. Esta cara del Berlín libre no sufre ninguna censuraÊy se anuncia en periódicos, revistas y carteles; es una conquista de los cambios producidos en la segunda mitad del siglo XX y, al mismo tiempo, el legado de una metrópoli donde históricamente han existido todas las expresiones eróticas.

Swingers a fin de milenio

Los clubes swingers tradicionales son casas de té comparados con las disco-partys. Bajo ritmos tecno e iluminación estroboscópica, jóvenes de las más diversas tendencias y oficios se encuentran para bailar, flirtear y lo que resulte. Al contrario de lo que harían suponer sus ropas austeras de calle, en el club salen a relucir el glamour y la fantasía que mezclan todas las modas de ropa interior. Estos clubes no se anuncian como swingers sino como discotecas especializadas. Cada día de la semana está destinado a cierta preferencia o género; hay partys para fetichistas, dominatrix, S/M, transexuales, bisexuales, transgénero, naked partys, leather partys y tantas variantes como vayan naciendo. Uno de sus puntos fuertes son los horarios matutinos, favorecidos por el hecho de que, desde hace cincuenta y dos años, en Berlín se puede comprar alcohol a cualquier hora. Esto es lo in en la nueva capital alemana. Por su parte, los salones literarios y el ambiente bohemio renacen en el histórico teatro Volksbuhne: en el salón verde se realizan veladas literarias y en el rojo hay bailes con un día especial para cada ritmo.

Un museo fuera del canon

Para volver a ser La Capital alemana con mayúsculas, Berlín apuesta a los negocios, las universidades, el arte y la cultura. El traslado de los poderes federales a Berlín en 1999 se dio en el marco de una intensa actividad cultural sustentada en la infraestructura doble que le dejó la reunificación: hay dos galerías nacionales, decenas de museos, tres casas de ópera, muchos teatros, cines, etcétera. Concebidas bajo criterios historicistas y al margen de toda polémica, las exposiciones de Una centuria de arte en Alemania omitieron la pintura de la Alemania comunista y ciertas obras polémicas. Por ejemplo, la obra ``académica'' de George Grosz estuvo presente en casi todas las muestras, pero sus secuencias hard de dibujos alusivos a la vida sexual de sacerdotes, monjas y militares, a la pedofilia y la homosexualidad, se exhiben en el autoproclamado ``museo erótico más grande del mundo''. Situado a una cuadra de la estación de trenes Zoo, el museo fundado por Beate Uhse expone diversos testimonios de la historia del erotismo y la sexualidad. La pintura estrella es La estufa tapada de Heinri Zille (1858-1929). Precursor del expresionismo, Zille ganó simpatía popular por sus dibujos al carbón, litografías y fotografías de Berlín. Sus cuadros van más allá de la ``estética de la pobreza'' y muestran el jolgorio y el erotismo. En La estufa tapada, una mujer de rodillas, con medias de lana, atiza el fuego de la estufa mientras ofrece a las miradas su rotundo trasero desnudo. Además de la obra de Zille y Grosz, hay singularidades como la escultura en cristal de una joven montando un falo, que, asegura la ficha respectiva, perteneció al escritor Alberto Moravia. También hay dibujos chinos y japoneses, y piezas auténticas de ritos sexuales de todo el mundo se exhiben junto a chucherías para turistas, como las censuradas figurillas de barro procedentes de México.

Una de las personas que propició la democracia sexual en Alemania fue Beate Uhse, fundadora del Museo Erótico, una cadena de tiendas, cabinas de videos y diversas revistas. Impresionada por el alto índice de abortos y las penurias de las mujeres con muchos hijos después de la guerra, en 1947, esta piloto de aviación concibió un folleto explicativo sobre el método del biorritmo, que vendía de casa en casa junto con productos domésticos. La demanda generó varias reediciones y el nacimiento de una revista sexual por correo, registrada en 1950. Fue tanto su éxito que, doce años después, abrió en Berlín la que asegura ser la primera tienda de artículos sexuales del mundo. El negocio prosperó y se expandió al cine. Con el récord de dos mil demandas legales, Beate Uhse nunca fue condenada. Actualmente la empresa es dirigida por su hijo, y desde mayo de 1999 la cadena Uhse cotiza en la bolsa de valores de Francfort.

La industria sexual en Berlín es diversificada y flexible a las modas y tendencias. Cuando los grandes cines porno cayeron en desuso, aparecieron pequeñas cabinas de video individuales, con puerta y seguro. Ante las protestas feministas que lograron la prohibición de los peep shows, surgieron los table dance.

El nuevo siglo viejo

Las seis exposiciones de Una centuria de arte en Alemania concluyeron con expresiones posmodernas y finiseculares, arte fragmentado y fragmentario, y cuerpos cosificados. Bajo la estructura Belle Epoque de la estación de trenes Hamburger se encuentra ahora el Museo de Arte contemporáneo de Berlín, en el que se exhiben las obras más heterodoxas en cine, video, multimedia, instalación y performance. Esta fue la sede de muchas de las controvertidas instalaciones de John Beuys, una de ellas titulada El final de las veinte centurias: desperdigados en el piso, veinte bloques de piedra gris del tamaño de una persona, con un círculo a manera de marca. En medio de los bloques un montacargas. El denominador común de los videos de performance es el juego con el cuerpo humano, tratado de manera violenta o esperpéntica: sangre, mutilaciones figuradas, sutura de la boca o los ojos, cosificación. En su libro Spharen i, (Esfera I), Peter Sloterdijk usa el término ``desretrato'' en oposición a portarretrato, para describir el resultado de ciertas obras plásticas contemporáneas. Un acto de deconstrucción o desmembramiento. Esta fragmentación ha llegado al erotismo neosecular, cuya parte ligera son las orgías, las fiestas sadomasoquistas y la escatología, mientras la pesada se compone por el éxtasis, la pedofilia y la leyenda negra de las snuff movies o películas de violencia real.

Berlín es una erótica ciudad abierta, un laboratorio de donde han surgido nuevas formas de relacionarse en pareja, trío y cuarteto, en el que se vive una muy civilizada forma de ver, dejarse ver y hacer el amor o simplemente coger.