La Jornada Semanal, 12 de marzo del 2000


Naief Yehya

Sida y disidencia: el debate sin fin

En la revista Gear de marzo de 2000 apareció publicado un artículo en el que Celia Farber cuestiona la eficiencia de los muy promocionados cocteles de drogas contra el sida. El artículo ha revivido el acalorado debate entre quienes defienden y quienes atacan esta terapia propuesta por el doctor David Ho, que si bien ha sido efectiva en algunos casos también ha acortado vidas. Por lo menos un hospital estadunidense ha documentado que los inhibidores de proteasa pueden causar infartos y otras muertes súbitas. Desde 1987, en la revista Spin, Farber ha venido escribiendo acerca de las teorías disidentes de la causa de este mal. Tanto ella como todos los que hemos escrito sobre estos temas (en lo personal le he dedicado decenas de artículos; uno de los últimos apareció publicado en estas páginas en enero de 1996), nos hemos topado con reacciones violentas (que a veces rayan en la histeria), hemos sido llamados ignorantes, reaccionarios y homófobos; se nos ha acusado de negligencia y de propagar peligrosa desinformación. Para la mayoría de los activistas y científicos que se adhieren a la teoría ``oficial'' del sida/VIH, la oposición se reduce simplemente al doctor Peter Duesberg, quien afirma que el sida es causado por factores relacionados con el estilo de vida, como el consumo de drogas y el sexo en exceso. Duesberg cree que el VIH es inofensivo y se ha ofrecido en numerosas ocasiones a demostrarlo inyectándoselo a sí mismo. Este científico de Berkeley es considerado un apestado que no merece ser mencionado ni mucho menos leído. Pero la disidencia es mucho más que Duesberg, cuyas ideas no son compartidas por todos los opositores de la teoría ``oficial''. Entre las filas de la oposición también se encuentra el Premio Nobel Kary Mullis, quien inventó la tecnología de la reacción en cadena de polimerasa o pcr. Una de las ideas que han ganado terreno es la importancia del virus del herpes humano 6 o HHV-6, el cual existe inactivo en prácticamente todo el mundo hasta que es activado por alguna razón, y que podría ser la causa o por lo menos es un cofactor del sida. Un ejemplo histórico de los niveles de presión y censura ejercida en contra de quienes han dado un foro a las teorías disidentes fue el boicot y acoso que aplicó el grupo Act Up en contra de la publicación gay New York Native (en la cual apareció publicado a, inicios de los ochenta, el primer artículo acerca de los estragos del sida, cuando el síndrome aún no había sido identificado), hasta que en 1996 lograron llevarla a la quiebra. El argumento de los enemigos de estas teorías es que al criticar las ideas dominantes de la relación entre el virus de la inmunodeficiencia humana y sida, lo que en realidad se está haciendo es invitar a que la gente tenga sexo inseguro o que deje de tomar sus medicamentos y por tanto se precipite su colapso. Lo que sorprende sobremanera es que no ha habido posibilidad de un verdadero diálogo entre las partes en disputa. Por eso resultó realmente relevante que el artículo de Farber llamara la atención de algunos de sus enemigos, como Larry Kramer, uno de los cofundadores de Act Up y Gay Men Health Crises, quien por primera vez estuvo de acuerdo con la disidencia.

Disidencia en Sudáfrica

Recientemente comenzaron a correr rumores de que el presidente de Sudáfrica (en donde supuestamente el 12.5 por ciento de los adultos han sido infectados con el VIH), Thabo Mbeki, estaba seriamente interesado en las teorías disidentes del origen del sida. Si bien Mbeki no ha hecho ninguna declaración al respecto, algunos de sus allegados han dicho que quiere organizar un panel internacional amplio para estudiar todo lo relacionado con el sida. La simple insinuación de que los ``disidentes'' serían invitados causó que grupos de activistas, como el Treatment Action Campaign (el equivalente local de Act Up) lanzaran una ofensiva en contra del gobierno de Mbeki acusándolo de crear confusión, de dañar los esfuerzos de prevención y de querer negar la existencia de la epidemia. Mbeki decidió retrasar un programa de uso de la famosa droga AZT a mujeres embarazadas, seguramente influenciado por el estudio Concorde de 1993, en el que se demostró que esta devastadora droga tenía efectos extremadamente nocivos y sus beneficios eran cuando mucho marginales: la tasa de mortandad entre quienes habían tomado AZT era veinticinco por ciento mayor que la de quienes no la habían tomado. Mbeki sabe bien que la gran mayoría de los millones de supuestos casos de sida en el continente africano nunca se ha hecho la prueba correspondiente. De acuerdo con numerosos reportes en muchas áreas de ese continente basta con tener diarrea, vómito y fiebre para que se diagnostique sida. De ninguna manera se quiere decir que no haya sida en Africa, pero sí es un hecho que nadie sabe cuáles son ahí las cifras reales de la epidemia; además, lo que allá se llama sida no es forzosamente lo que definimos con ese nombre en otras partes del mundo. En el furioso artículo ``Flirting with Pseudoscience'' (coqueteando con la seudociencia), publicado en el Village Voice del 21 de marzo de 2000, Mark Schoofs cita las palabras de un médico de Uganda a quien se le preguntó cómo podía saber que sus pacientes tenían sida si no les aplicaban prueba alguna: ``Lo que estamos viendo ahora no es lo que solíamos ver. ¿Qué cree que somos estúpidos?'' Esta insólita afirmación le basta a Schoofs y a muchos otros defensores de la versión oficial como sustituto de una evidencia sólida.

Como aquí no fomentamos la desinformación, le sugerimos leer más respecto de este tema, y la mejor fuente de información acerca de las ideas ortodoxas y contestatarias sobre el sida es internet; aquí van algunas recomendaciones:

http://www.virusmyth.com/aids

http://www.duesberg.com

http://www.nicholasregush.com/

http://www.aidsnews.org

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