Bazar de asombros

SCALFARI, SîCRATES Y UN MOMENTO HORROROSO

La lectura de la colección de ensayos de Eugenio Scalfari titulada Encuentro conmigo me ha obligado a repensar y pensar muchas cosas. Confieso que el título me asustó un poco, pues temí el encuentro con varias toneladas de pensamiento abstracto o con una serie de arrobadas introspecciones. Nada de eso. Se trata de ensayos burlones y de un conjunto de maneras de pensar el mundo desde la edad, ``desde la terraza de la casa paterna'' y con las ``vagas estrellas de la Osa mayor'' sobre la cabeza, como dice el canto de Leopardi.

Scalfari me lleva diez años. Su vida ha estado dedicada al periodismo y a la acción política. Fue colaborador de Il Mondo, el combativo periódico dirigido por Pannunzio; trabajó en L'Espresso y lo dirigió de 1963 a 1968. Fue diputado socialista de 1968 a 1972 y en 1976 fundó La Repubblica que todavía dirige. Recuerdo sus libros: El otoño de la República, Raza de patrones y Por la noche íbamos a la Vía Veneto.

Lo conocí hace años en la casa romana de Rafael Alberti. Hablamos largo en la sobremesa de una comida andaluza preparada por María Teresa León y Aitana: ajo blanco con almendras tostadas de tropezones y rajas de pescadito (diga usted ``pejcaito'' y el recuerdo será más exacto) frito. Hablamos de política italiana, de los cuadros medios de la burocracia (gracias a ellos se mantiene la estabilidad gubernativa en las crisis de los temblequeantes aparatos parlamentarios), de la corrupción, de las manos enjoyadas de cardenales, obispos y ``monsiñorinos'' metidos por entero en la olla democristiana y de las figuras paradigmáticas (con los debidos matices exigidos por todo lo ejemplarizante) del pensamiento político italiano de los tiempos modernos: De Sanctis, Croce, Gramsci, Dom Sturzo, De Gasperi, Togliatli, Nenni, Giolitti... Pasamos con menor detenimiento por las ideas de Fanfani, Scelba, Amendola, Saragat, Moro, Leone, Pajetta, y nos detuvimos un rato largo en los terrenos de Papini, quien fue senador fascista y cargaba con ese desprestigio. El análisis del comportamiento de los intelectuales italianos en la época del payaso trágico era demasiado complejo, pues iba de D'Annunzio a Primo Levi pasando por Pirandello, Marinetti, Ungaretti, Montale y Croce. Todos ellos adoptaron distintas posturas frente al fenómeno del fascismo. Algunos lo apoyaron al principio y luego, ya clarificados los horribles propósitos y establecida la alianza con el monstruo de Berlín, se pasaron a la oposición; otros fueron contrarios desde el primer momento y otros más, muy pocos por cierto, se quedaron en el engaño hasta los últimos estertores de la pavorosa ``República de Saló'' (Pasolini, de la mano de Sade, nos entregó una visión sobrecogedora de ese decline and fall, en su Saló. Recuerdo la finca refinadísima decorada con murales de Fernand Leger, quien por cierto era comunista, las hermosas madrotas bocaccianas y la tortura final, girando en el vórtice de la total deshumanización). Dejamos, pues, un tema que nunca se debe abordar con ligereza o con el talante maniqueo que elimina todos los matices. Hasta la fecha, los cultivadores del estereotipo (holgazanes sin remedio), se sacuden el problema de Ezra Pound, afirmando tajantemente que era fascista. Es cierto que el miglior fabbro participó en varias emisiones radiofónicas de apoyo al Duce (Eliot hizo declaraciones antisemitas y Yeats manifestó su entusiasmo por la retórica provocadora que se agitaba en el balcón del Palazzo Venezia), pero lo hizo llevado por un disgusto mortal por la usura y, en particular, por la usura institucional representada por bancos y banqueros. Se equivocó y pagó con sangre (manicomio, jaula, baños fríos, química, empastillamiento extremo) sus errores. No hablamos de Céline ni de Heidegger y, llevados por la alegría albertiana, aseguramos que sólo unos cuantos escritores (bastan para contarlos los dedos de la mano) pueden ser considerados cómplices de la barbarie nazi-fascista. Muchos equivocados iniciales rectificaron más tarde y la inmensa mayoría se opuso valientemente y dio el testimonio de su sangre o de su exilio.

En el libro de Scalfari no se tratan los temas a los que ha ido derivando poco a poco este bazar (así he llamado a estos devaneos para justificar mis locuacidades y la ``empanada mental'' que los empeora), pero su preocupación por los temas relacionados con la moral y la política me invitó a entrar en esos territorios, en los momentos de crisis política y de bancarrota moral por los que atraviesa nuestro desventurado país.

Cuando al autoritarismo del Estado y de la academia se opone otro autoritarismo igualmente funesto como es el de los integristas embriagados por un mesianismo de pacotilla, una ideología aún no digerida y ya defecada o, lo que es peor, vomitada, y una ignorancia patente en su odio al raciocinio, su apego a los esquemas y a los lugares comunes y un desasosiego radical que les impide ubicar a sus verdaderos enemigos y los convierte en presa fácil de los pescadores en río revuelto, no podemos ni debemos ensimismarnos o quedarnos callados.

El libro de Scalfari describe una aventura socrática y muestra la inmensa modestia del gran filósofo que decía: ``sólo sé que no sé nada''. Se trata de un largo itinerario para encontrarse con el propio ser (recordemos el viaje de Chesterton, que partió de una isla, recorrió los azarosos caminos del mundo en busca de su lugar de ``perenne certeza'' y, ya al final, vio a lo lejos el perfil del lugar soñado: era la misma isla de la cual partió). Este itinerario es el mundo. Por eso, ahora que ya no sabemos cómo enfrentar la irracionalidad de este momento de México, el libro de Scalfari ha sido un buen refugio y un acicate para acelerar ese encuentro que, en mi caso (parecido al de todos los debiluchos de este mundo), siempre necesita contar con los otros.

Hugo Gutiérrez Vega

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Colección de temas para uso de
escritores inquietos (V)

EL ORIGEN DESCONOCIDO. Este asunto engloba todos los argumentos en los que se ignora por completo o, simplemente, no se sabe bien, de quién es hijo el protagonista. Por ejemplo, Moisés, cuya cuna navegó en el Nilo. O Edipo, tantas veces mencionado. O los casos de concepción no natural, como Buda o Jesucristo. O, con menos grandiosidad, en las novelas de aventuras, cuyo héroe es, por ejemplo, príncipe sin saberlo; o en las románticas, cuando se descubre que la desdichada heroína que trabaja de sirvienta es, en realidad, hija de la marquesa de x. Muy útil, como ves, aunque algo gastado por el uso. Pero vuelvo a decirte, Xime, que los temas más sobados, si los logras repristinar y dotar de novedad, son, sin duda, los mejores y más fecundos.

PICARO. ``Ocupa, dice la doctora Frenzel, un lugar intermedio entre el bromista y el rufián'', sí, pero prefiero otra definición: pícaro es aquel sin oficio ni beneficio que sale al mundo a ganarse el sustento, al azar y como puede. El cuento picaresco narra las peripecias de su trayectoria errabunda de un modo de ganarse la vida a otro. En este deambular, el pícaro se hace listo, astuto, fértil en recursos para sobrevivir. Los villanos del cuento suelen ser los que lo emplean, más poderosos que él, una galería, siempre interesante, de personajes secundarios con defectos notorios. Es un gran tema. Piensa que California, donde estás estudiando, está llena de emigrantes latinoamericanos forzados a llevar una existencia picaresca. Si lees y adaptas una novela picaresca clásica española a la California actual, harás un trabajo memorable.

PRESAGIO, VISION, SUE„O PREMONITOR. El tema recoge el persistente deseo humano de predecir el futuro, de considerarlo, de tratar con él. Los antiguos creyeron con firmeza, parece mentira, que en los sueños podías ver anuncios de lo futuro. Como sea, es muy buen recurso literario, porque si tú anuncias mediante cualquier tipo de presagio, que algo va a suceder, el lector queda enganchado, expectante, hasta no enterarse de cómo va a cumplirse el vaticinio. Tal vez, más que propiamente un tema, este es un recurso literario muy útil al construir tramas.

PRUEBA DE AMISTAD. El argumento se puede desarrollar así: das a un amigo una prueba de amistad, luego tu amigo cae en desgracia, como tú diste esa prueba, te ves obligada a caer en desgracias tú también. Eso sería un drama. Otra manera sería que, en medio de una rivalidad, tu oponente te dé una prueba secreta de amistad, y tú dudes de cómo valorarla. O la prueba de amistad puede ser muy larga y complicada, viajar al centro de la Tierra o al Polo Norte, por ejemplo. Y así, hay muchas maneras de desarrollar el asunto.

PRUEBA DEL PRETENDIENTE. Si quieres casarte con la princesa, tienes que matar antes al dragón. Esa es tu prueba, si no haces x, no obtienes y. Muchos cuentos de hadas tienen esa estructura. Detrás de la hazaña, hay una historia de amor. Amor y hazañas, buena combinación. La prueba puede ser muy variada. Puede ser, por ejemplo, sutil. Podría ser, se me ocurre, que el pretendiente no sabe que tiene que pasar la prueba, y de todas maneras la prueba tiene lugar y él la pasa.

RAPTO, VIOLACION. La guerra de Troya se inició por un rapto, la monarquía romana cayó por una violación, la más famosa, la de Lucrecia. Ahí tienes la ilustre progenie del asunto. Deseo y violencia son buena mezcla en literatura. Este tema está ligado, me parece, al de la Venganza o Desquite, al tema del equilibrio roto que tiene que balancearse de nuevo con acciones. Todo drama puedes verlo así, como una sucesión de esta forma: equilibrio-ruptura-equilibrio otra vez. Pero lo peculiar de este tema es que, cuando la violencia se entromete en el deseo, el amor desaparece y se confunde con el odio. El asunto, sin embargo, puede tener matices: ¿qué sucede, por ejemplo, cuando el novio rapta a la novia a la que ama y de la que es amado? El rapto de la novia por el novio es en algunas culturas ritual de bodas.

REBELDE. Es el humano que se niega a obedecer. ¿Qué? Las leyes, la autoridad (de los padres, por ejemplo), la tradición (en el arte, por ejemplo), muchas cosas. Si despierta en nosotros simpatía, cosa frecuente, el tema está ligado al tema de la Tiranía (que después veremos), esto es, de la sujeción a autoridad y mandatos ilegítimos o irracionales. Pero no siempre es así, Prometeo es rebelde simpático (ligado al tema del Mártir), pero Satanás o Victoriano Huerta, el asesino, son rebeldes odiosos. El asunto es amplio, donde hay autoridad puede haber rebeldía, y autoridad hay en casi todo. El engranaje literario del desarrollo está en la duda de que el Rebelde pueda triunfar en su rebeldía.

En la próxima carta seguimos la exposición de temas.


DE LA POESIA

Víctor Manuel Mendiola

Gabriel Zaid (II)

La claridad que hallamos en los poemas de Gabriel Zaid es de una índole distinta a la claridad característica de una parte de la poesía mexicana.

En la luminosidad de Zaid hay, a pesar de su intenso valor lírico, una negatividad. En cambio, en la llamada poesía solar, si nos fijamos bien, lo que predomina es un entusiasmo espontáneo por la fuerza avasalladora y, al mismo tiempo, germinal de la luz. Para la poesía moderna mexicana, la luz y, en particular, la luz real es el campo, pequeño o grande, de una inesperada unidad bulliciosa en contraste con una equilibrada limpidez ingenua, casi decorativa, de cierta poesía decimonónica. La luz sirve para crear una especie de festejo o, por lo menos, una ceremonia de concatenaciones con una suerte de énfasis en el estado diverso, pero único del mundo. No importa si se trata de un pieza larga o de unas cuantas líneas. El hecho es que el poema muestra un estado de felicidad o, por lo menos, una pujanza que ocurre gracias a un sentido de aceptación y hasta de conformidad. Lo vocablos y la sintaxis del poema buscan la transparencia en la multiplicación.

Por ejemplo, si pensamos en los clásicos poetas mexicanos solares, esto es, en Alfonso Reyes y, sobre todo, en Carlos Pellicer y en Octavio Paz podemos observar que la luz es, en general, un lugar de encuentro con uno mismo, con el otro o con lo otro. La expansión divide, pero tambien concentra. Aumentar el cuerpo del poema representa, en una proporción directa, aumentar el cuerpo de la conciencia. En este caso, fragmentar es clarificar. Encontramos -como dice Antonio Escohotado a propósito de Heráclito- ``una especie de destrucción que a la vez construye''. El mundo aparece en una suma compleja donde lo otro viene de fuera, pero también viene de dentro. Muchos de los poemas de estos autores son, en un operación doble, un reconocimiento, una anagnórisis -para usar los términos de Tomás Segovia-, y a la vez son conocimiento, una gnoseología. En estos poetas lo dado y lo inventado se abrazan y producen una imagen y, a veces, un concepto. Es evidente que cada uno de ellos procede de un modo muy diferente. En Reyes llama la atención la parquedad metafórica de su claridad y el tono de conversación en un jardín, su hedonismo culto. En cambio, en Pellicer sorprende el humor solitario, al principio deportivo, cuasi futurista, y después más verde, biológico y agreste, a campo traviesa, de sus asociaciones. Hasta en los poemas cortos, Pellicer tiene algo abundante y sport. Por el contrario, en Paz destaca el intenso valor asertivo de sus analogías; en él, percepción y pensamiento se articulan, crean un espacio abstracto y concreto. El mundo solar de Paz no ocurre en un jardín ni en una selva; sucede en el espacio limitado y, a la vez, infinito de un cuarto. En Piedra de sol, Paz escribió: ``es el centro del mundo cada cuarto,/es la primera noche, el primer día''. Reyes poesee la templanza de lo intelectual dicho como si nada, en cualquier sitio de descanso; Pellicer es un excursionista, un atleta de la sensibilidad; Paz, en la altura y en la profundidad de una habitación, observa el mundo. En todos, el proceso de aproximación de realidades distantes rehace al mundo y al sujeto que lo mira.

En cambio, la claridad de Zaid presenta, aunque tiene su origen y es usufructuaria de los poetas solares que lo precedieron, un elemento grave. En él, la luz también separa; la luz también es desacuerdo y miedo. En el poema ``Dormidor'' afirma: ``Me ha rechazado el mundo verdadero./Torpe, dando traspiés, sediento, opaco,/me arrastro hasta las puertas de la muerte./¡Qué lejos de vivir me hace sentir el sol!'' Hay una claridad furiosa. El poema que lleva precisamente este rótulo nos hace dudar e introduce una zozobra. Zaid escribe: ``No aceptamos lo dado, de ahí la fantasía''. El poema que le ha dado título a la versión más reciente de todo la obra reunida de Zaid, Reloj de sol, también tiene este ingrediente inquietante. En la segunda parte, la estrofa final de esa composición, señala: ``La realidad,/torre de pisa,/da la hora/a punto de caer.'' En Zaid la claridad es reductiva y temible. El reconocimiento y el conocimiento del mundo eliminan cadenas completas de objetos, de sentimientos, de imágenes, de ideas, de lugares de los cuales asirse. En la poesía de Gabriel Zaid, el sujeto se despoja. Se coloca en una tablita. ƒl está más cerca de la parquedad de Reyes. Quizá por eso podemos encontrar coincidencias muy grandes en la concepción de algunos de los versos, como cuando Reyes escribe ``ya sabes a lo que sabes'' y Zaid dice ``tus besos saben a que sabes''. Pero el gusto por la brevedad, en Zaid es una ascesis, tanto en el sentido de ejercicio como en el de abstinencia, y en Reyes es una manera amable, cómoda, de compartir un conocimiento. Por otro lado, la claridad de Zaid nunca olvida que son precisamente los instantes sucios de la vida de un hombre o de una mujer donde la claridad adquiere una mayor pureza. Este es el papel que desempeñan las referencias físicas y escatólogicas en la poesía de Zaid como cuando dice ``No tengo tiempo que perder/me dijo al amanecer,/y desplazó un volumen de mujer.'' o cuando escribió: ``La urgencia y qué mueveÊla luna,/la memoria,/la vejiga en las sombras.'' La claridad de Zaid no es un festejo; es desmitificadora y puede dar miedo.