Lunes en la Ciencia, 3 de abril del 2000



Horario de verano

Cortometraje interno

Fabio A. García García

Si bien es cierto que del horario de verano se obtienen varios beneficios -entre ellos menores situaciones de riesgo y accidentes asociados a la oscuridad, reducción en el uso de combustibles para la generación de energía y en la emisión de contaminantes, así como la adquisición de una conciencia orientada a la eficiencia, la productividad y la competitividad-, también lo es que genera cambios en la secreción de varias hormonas que están directamente relacionadas con los periodos de actividad y reposo en nuestra vida cotidiana.

Durante el horario de verano, que dura aproximadamente seis meses, nuestro organismo debe acostumbrarse a periodos más largos de luz y, como consecuencia, de actividad. Las evidencias experimentales muestran que factores exógenos, como la luz, juegan un papel muy importante en la regulación de las secreciones endocrinas.

Feggo-horario verano Tal es el caso de la melatonina, una hormona que se sintetiza en la glándula pineal durante la noche. En animales de reproducción anual, produce involución gonadal transitoria, que ocurre en invierno, cuando las noches son largas. En primavera y verano, cuando los días son largos, la síntesis de melatonina desciende y las gónadas se vuelven fértiles. La actividad sexual y la función gonadal disminuyen durante las estaciones con poca luminosidad.

Efectos similares se han reportado en mujeres que viven en regiones donde los periodos de luminosidad son muy cortos. Ello sugiere que los días largos originados por el horario de verano tienen un efecto positivo sobre la tasa de copulación de las parejas, aunque no está del todo documentado.

Por otra parte, al comienzo de ese horario no sólo tenemos que despertarnos una hora antes de lo habitual, sino que además tenemos que enseñarle a nuestro cerebro que así debe ser. Ese método de enseñanza, determinado por un despertador en la mayoría de los casos, necesita una a dos semanas aproximadamente, lo cual depende mucho de los hábitos personales.

Pero, Ƒqué pasa en nuestro cerebro durante ese momento crucial de aprender a despertarnos más temprano? ƑCómo sabe que debe ser así? Para nosotros es una respuesta difícil, para nuestro cerebro parece ser más sencillo. Las evidencias recientes señalan que tenemos una manera de programar nuestro despertador interno, que le dice al cerebro que debemos levantarnos y comenzar nuestra actividad. Según pruebas experimentales, una hormona parece indicarnos cuándo concluir nuestro sueño y despertar. La hormona adecorticotrópica (ACTH), que se sintetiza y secreta en una porción del cerebro llamada hipófisis, es un candidato ideal. Es la responsable de incluir la secreción de glucocorticoides (cortisol) de la médula suprarrenal, y éstos son importantes porque participan en el catabolismo proteínico, en la síntesis de glucosa y procesos calorigénicos, que permiten al cuerpo rendir durante el resto del periodo de actividad.

La ACTH es secretada en descargas irregulares durante todo el día. Sin embargo, hay un pico máximo de secreción entre las 4 y las 10 de la mañana, y casi siempre una hora antes de que nos despertemos. Eso quiere decir que si nos despertamos a las 6:00, nuestro pico máximo de ACTH estará entre las 5 y las 5:30, aproximadamente. Con el horario de verano, ese pico de secreción se adelanta una hora, es decir a las 4 de la mañana. Por ejemplo, si a las personas se les dice que se les va a despertar a las 6:00, una hora antes sus niveles plasmáticos de ACTH comienzan a elevarse, de tal suerte que a las 6:00 tienen su nivel máximo. Ello sugiere que internamente podemos regular el momento de despertamos, y aun con un horario de verano tenemos la capacidad de programar nuestro tiempo de sueño, independientemente del uso o no de un reloj externo.

La siguiente vez que comience el horario de verano tome en cuenta que su ACTH tendrá que acoplarse a una nueva hora, y seguramente esa hormona le dirá en qué momento debe despertar.

fabioa@servidor. unam.mx


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