La Jornada Semanal, 30 de abril del 2000


Bazar de asombros


EL DIVçN DE AL MUTANABBI

En el mediodía invernal de Fez, una niebla ya desgarrada por el sol hacía imprecisos los contornos de las mezquitas y de las casas de la vieja Medina. Estaba por terminar la jornada de la escuelita coránica y la voz de los almuedanos llenaba ya el aire con una de las oraciones del día. Otra vez Alá era Alá y Mahoma su profeta, otra vez el monoteísmo islámico festejaba al Unico y pedía su piedad y su misericordia. Lo que venía más tarde era la guerra santa, las atrocidades con las mujeres (pobres en derechos, ricas en obligaciones) y el pavoroso conjunto de crímenes culturales que liquidaron el formidable caudal del arte islámico en nombre de una atroz ortodoxia casi tan terrible como la de la inquisición católica encabezada por dominicos enfermos de odio fundamentalista.

Un grupo de escritores (iba a decir poetas, pero me detuve por respeto a la lista que lleva con tanta minuciosidad Alvaro Mutis) de poesía y de crítica literaria, participábamos en el homenaje a Al Mutanabbi, el gran poeta del Islam entero. La Universidad Autónoma de Madrid y su catedrático de árabe moderno, Martínez Montávez, nos habían hecho las invitaciones, habían mandado nuestros boletos, y junto con algunos catedráticos de universidades inglesas y egipcias se encargaron de la organización del homenaje. No andaban por los salones del hotel los escritores de Marruecos. Sólo vimos a un joven burócrata del Ministerio de Educación en la ceremonia inaugural. Usaba un hermoso tarbush de película de Curtiz para hacerse más notorio. Dijo unas palabras en el delicado árabe del Magreb, escuchó los discursos de un egipcio y de un joven británico e hizo un mutis un poco aparatoso cuando el discurso de nuestro maestro en todo lo islámico, don Emilio García Gómez, entraba en su recta final. Vimos cómo el vistoso tarbush se perdía al fondo del salón. Don Emilio todavía nos regaló otros veinte minutos. Por mí podía haber seguido hablando toda la tarde, pues su caudalosa sabiduría nos hacía olvidar las limitaciones que ya le imponía la edad. Sus balbuceos eran producto de la recóndita venganza de Abbas Ben Nasili, poeta del Al Andaluz a quien don Emilio (en eso de las calificaciones tan severo e implacable como Mutis) llamó ``poetastro nada brillante''. Martínez Montávez, para nuestra fortuna, le corrigió la plana al maestro y demostró que Nasili había sido un poeta de tan especial refinamiento que sus contemporáneos no habían podido justipreciarlo. Tal vez don Emilio se dejó llevar por esos ninguneos y no profundizó en la obra del poeta relegado. No olvidemos que su gigantesca tarea de reconstrucción de un mundo perdido, cuyo recuerdo había sido desfigurado por los prepotentes triunfadores que estuvieron a punto de borrar de la faz del planeta las maravillas de la arquitectura, la ingeniería y las artes de los tolerantes árabes del Al Andaluz, muy diferentes a los profetas armados y delirantes de los otros países del Islam, no le dejaba mucho tiempo como para ocuparse de la reivindicación de los ``poetastros''. Me pregunto ahora cuántos poetas de mérito han sido víctimas de esos descuidos y de esas intolerancias. Me da vértigo pensar en estas cosas, pues el lugar que ocupo en el suplemento cultural de La Jornada me obliga a veces a juzgar y me pone en riesgo de ningunear y de equivocarme. Por eso evito las listas canónicas y pongo, como dirían los peritos judiciales, todo mi leal saber y entender en la lectura y la selección de los textos no solicitados.

Vuelvo a mis borregos, como decía el Patelin de la farsa medieval francesa. Recordamos al joven Al Mutanabbi; sus cantos sobre los deseos grandes que son pequeños en la juventud y sobre los deseos pequeños que se vuelven enormes conforme avanza la edad. Su alabanza al profeta siempre tuvo un tono intimista y lleno de sinceridad. Se trataba de una aventura personal con el misterio, de una experiencia religiosa intransferible. La protección de Hamdanid Saif el Daula le permitió sobrevivir con cierto decoro, pero la muerte andaba ya por su camino y lo encontró en la polvorienta ruta a la bella ciudad persa de Shiraz.

En torno a Al Mutanabbi y a su ``Diván'' giraron los nombres de Antares, el poeta de las estrellas del desierto y de los bellos caballos, y el de Al Sharif Al Radi, autor de pálidas canciones dedicadas a un amor incestuoso: ``pasaré la noche con el inmenso desierto que hay entre mí y el estar contigo'', dice en una de sus mujtajtas (metro de origen persa muy utilizado por la poesía elegiaca).

Salvo la Universidad de El Cairo, los principales centros de estudios islámicos se encuentran en los ex imperios europeos que se dedicaron, para cobrar los gastos derivados de su tarea ``civilizatoria'', a la piratería y al despojo calificado.

La Oxford University Press ha publicado notables antologías de poesía árabe (tanto islámica como preislámica. Recordemos al poeta del desierto, Antares), y debido al autoritarismo y a la pedantería de algunos académicos arabistas, con frecuencia inventa nociones y les corrige la plana a los subdesarrollados habitantes de sus ex colonias. Los ingleses a veces se dignan hacer algunas preguntas, sobre todo en los trabajos de campo, pero los franceses ni siquiera preguntan. Levantan el dedito admonitorio y les dicen a los árabes quiénes son, de dónde vienen y a dónde van. Todo esto, es ocioso decirlo, se expresa con el impecable amor al orden de lo cartesiano.

Terminado el Congreso, tomamos el ferry en Ceuta y llegamos al puerto de Algeciras. Un autobús con aire refrigerado y con programas de televisión narrados por locutores engoladísimos nos depositó en un hotel situado en las inmediaciones de la mezquita de Córdoba. Esa tarde leímos poemas del eterno Al Andaluz en uno de los apenas reconstruidos patios de Madinat Al Sahara, la ciudad construida en homenaje a la más bella de las favoritas de todos los califatos. Al día siguiente nos recibió la tierra del lloroso Boabdil. En el Generalife leímos el breve poema de nuestro Francisco de Icaza: ``Dale limosna, mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada.''

Hugo Gutiérrez Vega
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Antesala

Doble homenaje a Juan Gelman (acompañado de muchos paréntesis). A estas alturas del partido mucha tinta ha corrido en torno al hombre de izquierda que fue torturado y tuvo que salir al exilio; al padre cuyo hijo, largo tiempo secuestrado por los militares uruguayos, apareció enterrado dentro de un bloque de cemento; al empecinado abuelo que, al enterarse de que su nieta -de quien desconocía incluso el sexo-, secuestrada también por los milicos y dada en adopción, se dio a la tarea de localizarla por todas las vías posibles, apoyado por gran parte de la comunidad literaria e intelectual de México (su segunda patria) y de todo el mundo; del hombre feliz que por fin, a fuerza de perseverar y conservar la fe, le ganó la partida a un presidente Sanguinetti -que siempre negó el hecho y quiso echar polvo de olvido sobre el asunto- y logró localizar a su nieta y reunirse con ella. Sí, Juan Gelman ha estado en boca de muchos debido a esta larga saga de fantasmas y aparecidos que no tiene nada de que ver con el Más Allá y su parafernalia de charlatanes y médiums, sino con un ignominioso Más Acá poblado de verdugos y cómplices promotores del olvido instantáneo que deseaban cubrir con un velo manchado de sangre los horrores de la guerra sucia desatada en los setenta y ochenta en el Cono Sur. Sin embargo, este antesalista duda que al poeta Juan Gelman se le haya leído más o mejor a causa de esta novela sin ficción. Por ello, parece justo y oportuno que el Conaculta, a través del INBA y la Coordinación de Humanidades de la UNAM le dediquen esta semana sendos homenajes, a los cuales está usted invitado(a), lector(a) que cultiva la memoria histórica para no tropezar con la misma piedra.

(doble parentesis rollero que se extendió mas de lo esperado, sorry) (como las autoridades de la UNAM que ponen una y otra vez la piedra y el CGH que vuelve a tropezarse una y otra vez con ella, hasta que se cansen y se vayan a la guerrilla, como pasó con la Universidad de San Marcos en Perú, a mediados de los ochenta, cuando esta casa de estudios pública, de origen popular, fue cerrada tres años, tras unos disturbios estudiantiles, y se volvió el principal semillero del tristemente célebre grupo guerrillero de origen maoísta Sendero Luminoso; después vino Alan García, Vargas Llosa y Fujimori, y mire usted en qué acabó la cosa). (Sinceramente espero que esto no suceda, pero ahí está la aparición de las tales FARP -Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo- que llegaron en trajineras para, también, hacerle el juego al sistema priísta, que medra con el río revuelto y el miedo del electorado -remember la Liga 23 de Septiembre a mediados de los setenta. Cambiará el tono del discurso -del ríspido lenguaje marxista y político-militar de la Resortera, como también se le conocía a la Liga, al seudopoético y jocoso del sup-, pero el Poder caudillista -aunque se niegue- y violento siempre termina, hasta donde yo sé, devorando las buenas intenciones y las mejores utopías. El Poder es como la criatura de la película Alien: no tiene sentimientos, es extremadamente poderoso, vive dentro de cada uno de nosotros y sólo busca reproducirse a sí mismo.)

(volvemos a Gelman y el doble homenaje); decíamos que está usted invitado, primero, al homenaje El compañero mundo, en los setenta años de Juan Gelman, hoy domingo 30 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes a las 12 hrs. Habrá una mesa redonda donde participarán Juan Bañuelos, Evodio Escalante, Hugo Gutiérrez Vega (poeta y, como el propio Gelman, hombre de ideas -en su caso, democráticas y liberales de izquierda-, quien, como lo declaró él mismo en su ``Bazar de asombros'' del número anterior y lo consignaron con lujo de detalles algunos periodistas, entre ellos el republicano Humberto Musacchio, durante largo tiempo ha sido blanco de amenazas para que no vaya a ``pervertir a la juventud queretana'' y deje de publicar en los medios escritos de la levítica Querétaro. La filiación de estas voces cobardemente anónimas es obvia. Hugo, quien se niega a ser mártir de ninguna causa pero cuyas nobleza y generosidad siempre lo meten en problemas, ha decidido ignorar el rastrero ultimátum y regresar a sus actividades en la Levítica. Esta columna y la Redacción de La Jornada Semanal se solidarizan con su director y advierten que cualquier hecho que le suceda caerá sobre las espaldas del gobernador panista de dicha ciudad y su equipo de gobierno, que esperamos no les dé alas a los alacranes), además de Eduardo Hurtado, Carlos Monsiváis (quien algo sabe de estos oscuros y ratoniles enemigos), Víctor Sandoval y el propio Juan Gelman. Aquí invita el INBA (que si se vio mal con la curaduría de la exposición México eterno, peor se verá con la ``nueva'' exposición que se irá a París, renombrada Soles de México y revolcada con la exclusión de los artistas que protestaron por la pésima organización de la primera).

Segunda parte del homenaje. Esta será la presentación del libro En el hoy y mañana y ayer. Antología personal, del Mismísimo, editado por la Coordinación de Humanidades de la UNAM. El presentador será nuestro recién adquirido columnista Marco Antonio Campos y la lectura de poemas correrá a cargo del autor. Así que asista usted, lector(a) que gusta del privilegio de oír los poemas en propia voz de los poetas, a esta lectura privilegiada y compre su ejemplar antes de que desaparezca en la enorme barriga de las bodegas de la Universidad Nacional, o antes de que ésta desaparezca del paisaje defeño, lo que suceda primero. Aquí se acabaron los paréntesis y amén.

Carlos García-Tort
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