La Jornada Semanal, 7 de mayo del 2000



Naief Yehya

La pastilla mágica del deseo (II)

Una estrategia agresiva de mercado

El viagra, la pequeña pastilla (que supuestamente debe su nombre a la fusión de las palabras vital y Niágara) de sildenafil con forma de diamante azul que se ha convertido en un icono pop de fin de siglo, promete dar lugar a una nueva revolución sexual en la que el sexo no sólo será maravilloso sino que estará siempre disponible, será abundante y estará al alcance de casi todos. El viagra incrementa el flujo sanguíneo a los genitales masculinos y femeninos por un periodo de entre tres y cinco horas, ya que bloquea la enzima que se encarga de disminuir la erección. Cuando la empresa farmacéutica Pfizer lanzó el viagra al mercado no lo hizo por la vía tradicional de promoverla entre médicos y especialistas, sino que dirigió su campaña directamente al consumidor. Además, se trató de eliminar el estigma asociado con la impotencia al llamar a ésta por su nombre médico: disfunción eréctil. Inicialmente, la campaña se enfocaba hacia quienes tenían sesenta años o más y querían extender la vida útil de la plomería genital y recuperar algo de la funcionalidad sexual perdida por la edad y diversas enfermedades. Pero poco después la campaña se amplió al dirigirse a todos aquellos que padecían cualquier grado de esta disfunción.

La impotencia de las masas

Tan sólo en Estados Unidos se estima que alrededor de treinta millones de hombres padecen de impotencia, y no es exagerado especular que alrededor de la mitad de los hombres de entre cuarenta y setenta años sufren de cierto grado de disfunción eréctil, un concepto extremadamente ambiguo. Aunque la empresa farmacéutica nunca lo ha asumido y el viagra requiere receta médica para su uso, la percepción popular de esta droga es que se trata de una especie de afrodisiaco infalible, un auxiliar para mejorar el rendimiento y rebasar el nivel de lo considerado como la ``normalidad'' sexual. La enorme y desproporcionada demanda de que ha sido objeto nos habla más de una obsesión con la (re)conquista de la erección perfecta que de un interés por el sexo en sí, ya que no se trata de una búsqueda real de soluciones a los problemas de intimidad, sino de un remedio que no requiere de esfuerzos ni de sacrificios. El problema elemental es que el viagra, como la serie de drogas similares que han aparecido posteriormente, no trata un aspecto vital, ya que nadie se muere por no tener erecciones; por lo tanto, su uso cae en un área gris de la medicina. Medicar la sexualidad implica estandarizarla y, a la vez, es un método para ignorar las posibles causas psicológicas o emocionales del problema, que pueden ir desde la simple ausencia del deseo hasta la fatiga. En muchas ocasiones, al obtener erecciones automáticas lo que se está eliminando es un síntoma y no el origen del problema. Independientemente de su eficiencia, el viagra programa la sexualidad de la pareja al forzarla a sincronizarse con el reloj de su propia química.

La irrechazable promesa de un sexo mejor

El viagra es la droga perfecta para la era de la cultura de la impaciencia, de las soluciones instantáneas y del exceso. Es tecnología ciborgiana con forma de una pastilla mágica que puede poner a funcionar de forma eficiente y maquinal la sexualidad humana. Promete certezas en un territorio donde usualmente domina lo inesperado y lo intangible. Pero lo más importante es que, como la pornografía, es la promesa de una sexualidad mejor que la que practicamos. Por esta razón, miles de hombres perfectamente capaces de alcanzar una erección, incluyendo a adolescentes, están utilizando viagra para garantizar su funcionalidad o para extender de manera sobrenatural su rendimiento. A pesar de que aún estamos en terreno desconocido y no ha pasado suficiente tiempo como para evaluar las posibles secuelas, repercusiones y efectos secundarios del uso del viagra, es fácil imaginar un futuro en donde el sexo sin estas drogas será considerado sexo mediocre o de menor calidad. Hoy en día, el viagra se ha vuelto indispensable entre algunos fisicoculturistas para contrarrestar el efecto de esteroides y drogas anabólicas, así como en la industria del cine porno y en los circuitos subterráneos de clubes que llevan a cabo fiestas orgiásticas y raves sexuales.

Comercializar la intimidad

El inmenso éxito del viagra ha introducido de golpe a las fuerzas del mercado en la intimidad de las relaciones sexuales (uno de los pocos ámbitos de entretenimiento que seguía siendo gratuito) y ha lanzado una vertiginosa carrera tecnológica en pos de la conquista de la sexualidad. En Estados Unidos se escriben cuarenta mil prescripciones diarias para viagra, y las pastillas que inicialmente costaban alrededor de diez dólares cada una, hoy pueden conseguirse hasta por seis dólares, además de que es extremadamente fácil de obtener a través de los más de 600 sitios que la ofrecen por internet, como:

kwikmed.com, drugman.com y mywebdr.com.

Si la década de los noventa comenzó con la transformación de las sociedades opulentas en una especie de gigantesca ``Nación Prozac'', debido al uso masivo de ese célebre antidepresivo, el siglo próximo amenaza con ser la era de la ingeniería del deseo erótico.

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