Lunes en la Ciencia, 8 de mayo del 2000



ƑA quién le importan los tarahumaras?

Victoriano Garza Almanza

El hambre y la desnutrición que afectan a los pequeños indígenas de la etnia tarahumara han sido recurrentes y mortales durante los últimos años.

Una investigación reciente, realizada por Monárrez y Martínez en el municipio de Guachochi y publicada en la Revista de Salud Pública de México (volumen 42, número 1, 2000), muestra un panorama de desnutrición, pobreza e insalubridad entre los presuntos dueños de bosques y cañadas de la Sierra Tarahumara.

PORTADA El estudio abarcó una muestra de 450 niños rarámuri menores de cinco años. Grosso modo, se detectó desnutrición leve en 53.1 por ciento (239 niños); moderada, en 23.8 (107 infantes); y grave en 1.3 por ciento (seis menores). Es decir, casi 80 por ciento de la población infantil estudiada sufría de algún grado de malnutrición.

Otro hallazgo, por cierto extraño, pues generalmente sucede al revés en las poblaciones del mundo, es que fueron más los niños detectados con problemas de desnutrición que las niñas.

El estudio mencionado es tal vez el primero en su tipo que se hace de una manera tan acuciosa en la Sierra Tarahumara y, a pesar de las dificultades encontradas, arroja suficiente luz sobre la problemática existencial del rarámuri.

Los resultados son reflejo de lo que de siempre ha pasado y sigue sucediendo en esa región de Chihuahua. Si bien, como decía Fernando Benítez, los bosques son propiedad legítima de los indígenas tarahumaras, otorgada por el rey de España durante la Colonia, en verdad quienes explotan y negocian esos recursos son los chabochis (blancos).

La rapazón, como llaman los rarámuris a la secular e ilegal tala inmoderada, ha cambiado el escenario natu-ral de muchas regiones serranas. A raíz de la incontrolada explotación forestal, que deja peladas y expuestas a la erosión grandes extensiones de terreno, las lluvias y la nieve han ido disminuyendo en los últimos 50 años. Las poblaciones de peces, aves y mamíferos, muchos de los cuales servían de alimento a los indios, han reducido su número a unos cuantos o han desaparecido de la zona.

La agricultura de los indígenas es subsistencial, no comercial; y sus cultivos y crías de animales han decaído ante la falta de agua. Además, para complementar su dieta, muchos de ellos cazaban, pescaban y recogían frutos silvestres, lo cual cada día es más difícil. La falta de sustentabilidad que por décadas han adolecido los pro-yectos forestales, ha impactado doblemente la base de la alimentación tarahumara.

El daño ecológico producido por la rapazón en la sierra de Chihuahua ya es motivo de preocupación internacional, pues está incidiendo en el cambio climático regional, que no sólo afecta al noroeste de México sino también a Nuevo México y Arizona.

"ƑY qué va a pasar cuando no haya árboles?", pregunta una indígena a J. Gil Olmos. Debido a la percepción del riesgo que la rapazón representa para su comunidad, están pidiendo a gritos "ser capacitados para manejar y administrar sus propios recursos naturales".

Según Olmos, existe una acendrada desconfianza de los indígenas hacia todo lo relacionado con el gobierno, al que identifican como cómplice de los chabochis. Dicen estar cansados de que los traten como retardados mentales y no les consulten en las decisiones que afectan a sus intereses, como es el caso del desarrollo de empresas ecoturísticas o de papeleras.

Para evitar situaciones como esas, el quinto Congreso Tarahumara, organizado en 1958, denunció ante el entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos: "Seguimos sufriendo el despojo de nuestras tierras. Se nos roban nuestros escasos bienes y ganado. Muchas autoridades regionales, lejos de hacernos justicia, protegen a los que nos desalojan, nos maltratan, nos engañan y nos roban. No se cumple con la obligación de pagar el salario mínimo, ni con la jornada de ocho horas. Solamente pedimos justicia".

Nada cambió. Lo cierto es que se les ve y se les trata como a Rita, aquella indígena tarahumara que detuvieron en Kansas City allá por los años ochenta, cuando buscaba restos de comida en un basurero. Los expertos la sometieron a pruebas sicológicas, aplicándole un cuestionario en inglés de 750 preguntas, y, por supuesto, no contestó ninguna. Debido a que hablaba un lenguaje extraterrenal, y no el universal y obligatorio inglés, le diagnosticaron algún tipo de diablomanía y la recluyeron 12 años en un manicomio. El encierro y los tratamientos acabaron por convertirla en una demente.

El racista trato a los indígenas existe en todo el continente. Después de 501 años del descubrimiento de América, esto es, en 1993, las autoridades de salud del hemisferio se reunieron y definieron un esquema común para la protección de la salud de los 43 millones de indígenas americanos. ƑTomarán otros 501 años para implementarlo?

No será de extrañar que, con los calores del verano que se aproxima, se hagan más evidentes los estragos de la crónica hambruna que padecen los niños tarahumaras, la cual se hace más letal cuando se combina con enfermedades gastrointestinales.

El autor es coordinador del Centro de Estudios del Medio Ambiente de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

[email protected]


Inicio