Lunes en la Ciencia, 15 de mayo del 2000



Ciencia y tecnología en México

Luis Manuel Villaseñor Cendejas

galeria Continuamos hoy con la exposición iniciada en estas mismas páginas, el pasado 10 de abril (Lunes en la Ciencia 119). Es sorprendente que, de acuerdo con los indicadores publicados por el Conacyt, se destine el 30 por ciento del gasto federal en ciencia y tecnología (CyT) para estudiar el petróleo a través de Pemex y del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). En particular, Pemex depende para su operación de tecnología importada y el número de patentes que genera es sumamente bajo. Irónicamente, el precio de la gasolina en nuestro país es alto, por ejemplo, mayor que el de Estados Unidos, a pesar de que México es una "potencia petrolera". Además, es bien sabido que la situación geográfica de México permite el uso de fuentes alternativas de energías más baratas y ecológicamente limpias. Siendo críticos, cabe preguntarse si el gasto ejercido por Pemex corresponde realmente a CyT; en todo caso, habría ayudado que en el documento mencionado se hubiera incluido la información sobre qué criterios se usaron para la asignación de estos recursos destinados a CyT, y sobre qué conocimientos científicos o tecnológicos nuevos se generaron, tanto en el caso de Pemex como en el del IMP -se menciona únicamente que el IMP solicitó 14 patentes en 1998.

Otro indicador que pone en evidencia el rezago en CyT que sufre México es el relativo a la estructura del financiamiento de esta actividad. De acuerdo con los datos disponibles, en 1997 el gobierno federal financió 71 por ciento de la investigación básica y aplicada que se realizó en México, mientras que el sector productivo invirtió sólo 17 por ciento. Esto contrasta con países como Japón, en el que la situación fue la opuesta: en el mismo año el gobierno japonés financió 19 por ciento, mientras que el sector productivo 73 por ciento. Asimismo, en México es el gobierno federal el que ejecuta el mayor porcentaje de ese gasto: 39 por ciento de los recursos destinados a investigación en 1997 fue ejecutado por el gobierno, contra 20 por ciento ejecutado por el sector productivo y 40 por ciento por el sector de educación superior. En contraste, el gobierno ejecutó sólo 9 por ciento del gasto en CyT erogado en Japón en ese año, contra 72 por ciento ejecutado por el sector productivo y 14 por ciento por el sector de educación superior.

Estos indicadores reflejan la falta de participación del sector productivo en el desarrollo nacional. El empresario en México prefiere comprar el know-how antes que contribuir a crearlo a través de una reinversión parcial de sus ganancias, elige comprar su maquinaria en vez de construirla, consciente o inconscientemente, acepta la dependencia tecnológica de la cual le resulta inverosímil librarse a corto o mediano plazos. Ciertamente, esta falta de cultura por la generación de conocimiento no debe imputarse peyorativamente al empresario mexicano, quien ante todo lucha por sobrevivir a corto plazo frente a inestabilidades económicas recurrentes. Sin embargo, la apatía por generar el conocimiento en CyT en el sector productivo es indicativa de la falta de educación en todos los niveles de nuestra sociedad, y, en particular, en el nivel empresarial: lo que el inversionista pierde de vista es que inyectando capital a CyT, sus ganancias a mediano y largo plazos pueden elevarse hasta niveles no imaginados; esto es lo que ha ocurrido con AT&T, IBM, Sony, Microsoft, etcétera. Aún está por verse el día en que las empresas mexicanas consolidadas, como Telmex, ICA, Vitromex, etcétera, abran sus laboratorios de investigación contratando a científicos de alto nivel, los cuales actualmente ven su ámbito de trabajo restringido al sector académico.

Resulta también interesante comparar la productividad científica con la tecnológica en nuestro país. De acuerdo con la información disponible en el informe de referencia, en México se generaron 0.37 artículos científicos (en revistas registradas en el Institute for Scientific Information) por cada 10 mil mexicanos en 1997, mientras que el número correspondiente a Estados Unidos fue de 9.1. En contraste, en 1998 se solicitaron solamente 453 patentes en México hechas por investigadores nacionales (141 se concedieron), esto equivale a 0.05 patentes solicitadas por cada 10 mil habitantes; en Estados Unidos, el número correspondiente fue de 4.0 (š27 para Japón!). Normalizando con respecto a Estados Unidos, concluimos que la actividad tecnológica en nuestro país está deprimida por un factor de 3.3 con respecto a la actividad científica. Esto es indicativo de la necesidad urgente de incrementar el número y, sobre todo, la calidad de los ingenieros en México.

A la luz de los pocos indicadores mencionados, resultan claras algunas señales de alerta referentes al desarrollo de la CyT en México; esto permite establecer una lista de las acciones que requieren especial atención en el proceso de apoyar efectivamente la CyT en nuestro país. Esa lista debe contener, entre otras acciones, las siguientes: I) Garantizar políticas de apoyo a la CyT de largo plazo, independientes de los periodos sexenales; II) Aumentar el gasto en CyT en México (en un factor de 10) para ponerlo a la par del de los países más industrializados del planeta; III) Estimular efectivamente al sector productivo para que tenga una mayor participación en el gasto nacional en CyT; IV) Impulsar vigorosamente el desarrollo de la CyT en provincia mediante programas especiales de apoyo que garanticen una verdadera descentralización; V) Cuidar que la ejecución del gasto en CyT recaiga en instituciones que controlen efectivamente la calidad de los proyectos a realizar, así como la de sus responsables; VI) intensificar la difusión de la CyT en la sociedad, mediante una participación más activa de la misma comunidad científica; VII) hacer una evaluación crítica de los contenidos y formas en que se imparte el conocimiento en CyT a todos los niveles de educación, pero sobre todo en primaria y secundaria; VIII) Aumentar el número de científicos activos (en un factor de 10) y tecnólogos profesionales (en un factor de 30), mediante campañas más agresivas de motivación y reclutamiento de estudiantes potenciales; y IX) Poner especial atención en mejorar la calidad de las escuelas de ingenierías tanto a nivel de licenciatura como de posgrado e inculcar "la cultura de patentar" entre los estudiantes.

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El autor es director del Instituto de Física y Matemáticas de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo


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