La Jornada Semanal, 21 de mayo del 2000



Rafael Vargas

El estilo griego: una pequeña
historia editorial

Rafael Vargas nos hace una pequeña historia editorial en la cual los personajes centrales son Yorgos Seferis, Selma Ancira y Jaime García Terrés. Roberto Levesque y Lawrence Durrell figuran también en esta crónica de lecturas, admiraciones, traducciones, trabajo arduo, papeleo, correo electrónico, capturas, correcciones y ruido de máquinas que culmina con la publicación de El estilo griego por el Fondo de Cultura Económica. Rafael Vargas nos regala un poema de García Terrés en el que se explican las razones de su amor y admiración por la poesía de Seferis: ``Chispearán los afectos y vencerá la voz humana: entonces nos diremos lo debido.''

Los libros, como las personas, tienen una historia sentimental. Son hijos de afectos que se incuban y multiplican de manera más o menos misteriosa, y que rara vez traslucen cuando las obras por fin llegan a manos de sus lectores.

La historia de los tres volúmenes de ensayos de Yorgos Seferis que el Fondo de Cultura Económica ha publicado entre 1988 y 1999 interesaÊporque cuenta la relación entre un poeta mexicano y un poeta griego, y porque nos permite ver que, en el mundo de la poesía, los libros suelen ser una especie de quintaesenciación de la amistad.

Es una historia que empieza en 1953, cuando Jaime García Terrés -que entonces tenía veintinueve años de edad y estaba en vísperas de publicar su primera plaquette de poemas: El hermano menor- hojea un número de The London Magazine y lee por vez primera un poema de Yorgos Seferis, ``Helena'', en traducción de Rex Warner, autor de la introducción de una breve selección de poemas de Seferis editada en 1948 y traducida por Lawrence Durrell.

``Mi conocimiento del griego -habría de recordar en la Revista de la Universidad- era entonces nulo, pero aun filtrado así el poema, éste no pudo menos que impresionarme; a tal grado que me prometí realizar, en día no lejano, su traslado directo al español.''

En 1948 la obra de Seferis, aunque ampliamente reconocida en Grecia, apenas comenzaba a ser vertida a otros idiomas. De hecho, sólo existían la traducción de Durrell -impresa ese mismo año- y otra un poco más amplia y más temprana, al francés, realizada por Robert Levesque. De manera que en aquel primer momento Jaime García Terrés lee al poeta griego sin el prejuicio de la fama. No hay más intermediación que la de una lengua ajena al autor y al lector del poema. Por fortuna, como ocurre siempre, la gran poesía resiste el trasegamiento, y gracias a esa virtud la posterior lectura de las versiones de Durrell y de Levesque refrenda la admiración de García Terrés hacia Seferis.

En 1960 García Terrés visita Grecia por segunda vez (había estado en Atenas diez años antes), en viaje de bodas. Es entonces que compra los libros de poemas de Seferis en su lengua original:

Un año después, tras lecturas asiduas y con ayuda de diccionarios y gramáticas, publica sus dos primeras versiones de Seferis en español: Gymnopedia, que aparece en el suplemento de Novedades, México en la Cultura, y ``Helena'', incluido en el número de octubre de la Revista de la Universidad. García Terrés sintió siempre especial orgullo de que esas hubiesen sido las primeras traducciones de poemas de Seferis a nuestro idioma, pues desde el primer momento reconoció en él el timbre de la gran poesía. Ya para 1962, en Grecia 60. Poesía y verdad (Ediciones Era) lo define como ``uno de los mayores poetas de nuestro tiempo'', y es indudable que el otorgamiento del Premio Nobel a Seferis en 1963, y la consiguiente atención sobre las versiones que García Terrés había dado a conocer, le hayan producido íntima satisfacción. Justo en diciembre de ese año publica su versión de ``El rey de Asina'', en la que trabajaba cuando escuchó la noticia del premio, a finales de octubre.

No es claro si la admiración por Seferis llevó a García Terrés a leer a otros poetas griegos, o si el camino fue el inverso, pero el caso es que la poesía griega lo condujo a estudiar más sobre Grecia, y ese interés, pocos años más tarde, derivó en su nombramiento como embajador de México en ese país, entre 1965 y 1968.

En el curso de esa estancia el trato entre los dos poetas -sólo epistolar anteriormente- se hace constante y más profundo. Y García Terrés traduce, bajo la mirada amistosa de Seferis, Tres poemas escondidos, el último libro de poesía de éste. (Por esos mismos años García Terrés lee Dokimés, el primer volumen de ensayos de Seferis -el segundo se publicó en Atenas hasta mediados de 1968).

En febrero de 1968, sin ánimos suficientes para alternar con los militares que pocos meses antes han asaltado el poder, García Terrés renuncia a su cargo y emprende el regreso a México, pero antes hace escalas en París y en Londres. En esta última ciudad, como lo muestra una papeleta de préstamo de la British Library, lee la selección de ensayos de Seferis que Rex Warner había publicado un año antes bajo el título de On the Greek Style, y muy probablemente nace entonces en él la intención de ver esos ensayos vertidos al español. (On the Greek Style, por cierto, recoge solamente once ensayos, a diferencia de los casi cuarenta que se reúnen en los volúmenes editados por el Fondo.)

Dieciséis años más tarde, gracias a Alba Rojo, llegó al Fondo de Cultura Económica -en ese entonces bajo la dirección de García Terrés- quien tenía la capacidad de cumplir esa intención: Selma Ancira, una entusiasta traductora de escritores rusos y griegos que, tan pronto trabó amistad con García Terrés, empezó a formular con éste un plan de trabajo para traducir a Seferis.

Más allá de los doce años que acusan los sucesivos pies de imprenta del trío de volúmenes de El estilo griego, transcurre casi medio siglo entre el momento en que un joven poeta mexicano inicia, sin saberlo, una honda amistad con un distante poeta griego, y el momento en que aparece el último volumen de una obra traducida por, valga decirlo así, una descendiente literaria de ambos poetas.

Quisiera terminar este apresurado recuento que, si bien se mira, no es más que una glosa de la solapa que Jaime García Terrés escribió para esta edición de El estilo griego, con un par de señalamientos. El primero, sobre la traducción de Selma Ancira, impecable e inteligente (una cosa por la otra), y el otro, sobre ese afecto que dio origen a esta obra en castellano. ¿Qué fue lo que atrajo a García Terrés a la poesía y a la obra de Seferis?

Se me ocurre pensar, en primer término, en el sosegado pesimismo con que ambos contemplaban el mundo contemporáneo. Un talante -si se le puede llamar así- que no se elige, sino que crece parejamente con la inteligencia y que, llevado con elegancia, como era el caso en esos dos poetas, puede transformarse en una virtud y no estorbar a la esperanza.

De maneras muy diferentes, desde luego, Seferis y García Terrés compartieron una visión trágica del mundo, que ambos paliaban -y en eso reside su afinidad más honda- con una profunda fe en el poder restaurador de la poesía. Esa es la lección que (me parece) García Terrés aprendió en la poesía de Seferis e hizo suya. Eso es lo que alcanzo a leer en las estrofas finales de ``Versos a un poeta griego'', el poema que García Terrés dedicara a su querido y admirado amigo:



Variaciones sobre la
Helena de Seferis


Hugo Gutiérrez Vega

No te dejan en Platres
dormir los ruiseñores.

Yorgos Seferis

Itaca, verano de 1989