La Jornada Semanal, 28 de mayo del 2000



Pablo Mandoki

Teatro

Cuentos chinos

Si se corriera la peligrosa aventura de rastrear el teatro de Hugo Hiriart en el vasto mapa de la literatura universal, probablemente se le podría localizar en algún punto, no muy lejano, entre las coordenadas de Verne y Salgari. Territorio vasto y exótico, es famoso por sus depósitos de resinas fosilizadas de singular transparencia, siempre resguardados por enormes tigres de Bengala; por lo que, si decide visitarlo, se recomienda lo haga a bordo de un globo aerostático para su mayor seguridad y disfrute.

Fuente de inspiración para hacedores de cine, el teatro de Hiriart se nutre, ahora, también de él y, en un acto de prestidigitación sin precedente, ha osado transferir desde la pantalla grande hasta el escenario al Doctor Caligari con todo y su famosa feria de portentos.

¡Pase usted a verlos -vivitos y coleando- sobre las tarimas del Teatro de la Paz! Déjese asombrar por su conocido sonámbulo (rebautizado como Tomasito) relatando su trágica historia personal, ejecutando virtuosos pasos de baile y transmitiendo intermitentes avisos urgentes del más allá -absolutamente dormido. Pero, además, en esta ocasión, podrá usted ser testigo de su más reciente adquisición (donada generosamente por la imaginación del autor y como una justa retribución al doctor Caligari). Se trata del único y sorprendente ``Ostión Chino'' (que no es realmente un ostión y lo de chino... pues será por los cuentos), el más extraño de los seres vivos que habitan la Tierra; no respira ni se alimenta, no se reproduce ni da muestras de envejecimiento (las últimas investigaciones científicas le atribuyen una edad de al menos 400 años). Por si fuera poco, esta ``cosa'', que aparenta ser un molusco, se mueve, piensa y se comunica por medio de sonidos ininteligibles. Afortunadamente, estos sonidos han sido descifrados gracias a la virtuosa capacidad de Tomasito, por cuyo conducto asegura que se trata de la mismísima esencia del Ser. ¿Será?

Pero mucho cuidado. Si su mente sagaz duda de la veracidad de los portentos de Caligari, mejor hágase de la vista gorda y evite la tentación de cuestionar sus argumentos. No vaya a ser que termine convertido en el Doble de la señorita Artemisia, quien, cayendo presa de la ira del Doctor, fue utilizada en sus temerarios y muy avanzados experimentos sobre la trasmigración de almas. Mejor quédese quietecito y, desde su asiento, dele seguimiento a tan extraordinarios acontecimientos.

La delirante libertad imaginativa del autor, convertido ya en prototipo del homo ludens, representa un enorme reto para cualquier intento de escenificación. En este caso, la conducción de tan arriesgada empresa ha corrido ha cargo de Antonio Castro, y si bien el montaje cumple correctamente con los requisitos del texto, por momentos no llega a habitarlo plenamente. Por ejemplo, en la personificación que hace Jorge Zárate del doctor Jacinto Caligari, se echa mano de una justificada grandilocuencia inicial que marca el paralelismo con el estilo expresionista de la película. Sin embargo, dicho tono permanece inquebrantable a lo largo de la obra, impidiéndole al actor acceder a una mayor riqueza expresiva en cuanto a matices e intenciones. Algo parecido sucede, pero en sentido contrario, con la personificación de Tomasito a cargo de Rodrigo Murray. Poseedor de una vis cómica sobresaliente, comprobada en trabajos recientes, en este caso se ha visto limitada por una falta de contrastes en la construcción de su personaje, debido quizá a un respeto innecesario hacia el sonambulismo de Tomasito, acercándolo peligrosamente al terreno de lo monótono. Sin embargo, el trabajo de Clarissa Malheiros, en el papel de Artemisia, logra equilibrar estos extremos y unificarlos con gran frescura y sentido del humor. Muestra de su gran capacidad histriónica es la personificación minuciosa que hace del Ostión Chino, del Doctor Caligari y, finalmente, de Tomasito, cuyas almas ocupan, momentáneamente, el cuerpo de Artemisia como resultado de la accidentada metempsicosis planeada por Caligari.

Por su parte, el escenógrafo Nicholas Locksmith logra evocar aquel ambiente plástico-expresionista que distingue a la película, por medio de una falsa perspectiva que culmina, en forma de esquina, al fondo del escenario y que, como una especie de embudo gigante, sirve de acceso al escenario.

Finalmente, cabe resaltar la brevedad esencial de El caso de Caligari y el Ostión Chino, atributo cada vez más raro y preciado como la perla en el ostión.



Norma Avila Jiménez

Artes visuales

Gabriel Orozco:
entre la turbulencia y el vacío

Entre los planteamientos que el artista Gabriel Orozco (Veracruz, 1962) ha vertido en su cuaderno de apuntes, está el siguiente: ``¿Qué pasa si abrimos la escultura y la ubicamos a nuestro alrededor? ¿Qué pasa si nos movemos adentro de una escultura sin base? (El centro en todas partes, la circunferencia en ninguna. El laberinto perfecto en el desierto.) El centro gravitacional de una escultura completamente abierta y sin base somos nosotros. Que la recorremos por todas partes, estamos en el interior y en el exterior al mismo tiempo.''

Porque para Orozco, el espectador puede ser el punto de fuga y al mismo tiempo ser arrastrado de un espacio a otro por la turbulencia, por el movimiento generado desde el interior de las esculturas. Y de eso podremos ser testigos a partir del 28 de septiembre próximo y hasta el 4 de febrero del 2001, en el Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, en donde se exhibirá el resultado de sus diez últimos años de creación. Antes, en junio, esta exposición estará en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles.

Al observar dos de sus esculturas, Pinched Stars o Estrellas pellizcadas, en la sala de su casa, se percibe por qué subraya en sus apuntes -publicados en el catálogo de su exposición ``Photogravity'', montada a fines del año pasado en el Museo de Arte de Filadelfia- que el interior de una escultura es ``un posible sistema de tensiones internas que (como estructura) soporta la corteza (o piel) de una cosa o evento'', sistema al que le agrega ``una noción de tiempo'' para generar movimiento. ``Con el movimiento de una cosa algo se pierde'', subraya este artista, pero en esta parte no destaca lo que se gana, que es, además de una nueva ubicación, la asimilación, por parte del espectador, de la energía desprendida, energía que se generó desde que Orozco pellizcó la pequeña bola de cera que daría lugar a sus Pinched Stars. Y al recorrerlas, al caminar alrededor y escudriñarlas por todas partes, el observador se transfigura, como él dice, en el centro gravitatorio de las esculturas.

Orozco explica cómo se gestan esas Pinched Stars. Después de pellizcar la cera y ``comprimir el espacio'', lo amplifica siete veces, centímetro a centímetro, lo que no es fácil ``porque al agrandar un gesto minúsculo puede perderse la espontaneidad''. El siguiente paso es el vaciado en aluminio. ``Lo que me interesa -enfatiza- es reproducir en metal un acto físico, es decir, esa fluidez que tiene relación con la turbulencia que hay en el Espacio, que se da en la expansión del Universo, que existe entre las estrellas y las galaxias.'' Porque aún cuando desconfíe de la total fusión entre la ciencia y el arte, reconoce que existe una relación ingenua y espontánea entre ellos, dando lugar a sustanciales momentos lúdicos.

Para Orozco, el arte ``se produce de un modo orgánico''; por ello no puede dejar de percibir un movimiento continuo y oscilatorio, y uno de ellos dio origen a su escultura Carambola con péndulo, en 1996. ``En el Museo de Artes y Oficios de París observé el péndulo de Foucault y de allí me vino la idea de colgar del techo una bola de billar que casi tocara el paño de una mesa de billar'', a la que, en este caso, el artista le dio forma oval. Al golpearla con otras bolas, esa esfera central se mueve como un péndulo, flota sobre y fuera de la mesa, entre el espacio-tiempo, entre el ``espacio (vacío)'', como lo denomina el joven creador.

¿Y qué hay en ese espacio (vacío)? A Gabriel Orozco le llama la atención la filosofía atomista gestada por los griegos Leucipo y Demócrito en el siglo v antes de nuestra era, que explicaba la existencia de los átomos, considerados por ellos como elementos indestructibles, sólidos y con propiedades físicas. ``Los plantearon antes de comprobar su existencia y, además, propusieron la idea del vacío en el cual se mueven, se unen para generar otras formas, otros cuerpos.'' Giordano Bruno, Pierre Gassendi e Isaac Newton -entre otros filósofos-, retomaron la teoría atomista para modificarla y reestructurarla, mientras que otros la atacaron.

A Orozco lo atrapa la idea del vacío -actualmente denominado vacío cuántico- del Universo en el cual se desplazan los átomos. Y esa fue la fuente detonadora de su exposición ``Empty club'' o Club vacío, presentada en un ``Club de caballeros ingleses'' en 1996. ``En cada cultura -puntualiza- se da una noción de lo que es el Universo y se representa en sus actividades, entre éstas, los deportes.'' Por ello en ``Empty club'' el escultor-fotógrafo-instalacionista-videoasta-filósofo hace una reflexión entre el movimiento de los átomos en el vacío y el que se da dentro de la geometría de las canchas. Además, analiza y plasma los conceptos de tiempo, espacio y gravedad, en relación con lo que hace un jugador de cricket o de futbol.

Formas y modos orgánicos, implosiones y explosiones de energía, fusiones y desprendimientos, puntos de fuga que se desplazan de la escultura al espectador, tiempo y espacio, gravedad y átomos.ÊConceptos que están a flor de piel en Orozco y en su obra. Que se puede observar en su escultura-elevador, o en su semi-completo automóvil DLS, o en la escultura Naranja sin espacio, o en sus Mixiotes, estructuras compuestas con piel de hoja de maguey, pelota de hule y bolsa de plástico.

Aun cuando detrás de sus creaciones hay conceptos, ideas, planteamientos, Orozco no se considera un artista conceptual. ``El arte conceptual de los setenta generó sistemas de trabajo que se llegan a utilizar en la actualidad, pero esto no quiere decir que sigamos siendo conceptuales. Esos artistas utilizaban mucho los textos en los muros, las palabras para definir los conceptos dentro de la obra y yo no hago eso, prácticamente nunca utilizo textos en mi trabajo. Obviamente, para realizarlo existen ideas, conceptos, así ha sido siempre.'' Señala que todavía no se sabe cómo denominar a la nueva generación de artistas y por ello los catalogan de conceptuales, ``como sucedió cuando a los artistas Warhol, Rauschenberg y Johns primero los llamaron neodadaístas y, años después, pop''.

Gabriel Orozco, sus turbulencias y espacios (vacíos). En México, pronto tendremos la oportunidad de apreciarlo y asimilarlo.