La Jornada Semanal, 11 de junio del 2000


Bazar de asombros

HJALMAR EN SU LABERINTO PEQUEÑO

Es difícil enfrentar los momentos fundamentales y las cosas cotidianas que forman parte del mismo río y a veces se encierran en esos pequeños laberintos de los que se puede salir diciendo los conjuros de la poesía, las palabras de nuestra tradición y los neologismos indispensables para ubicarse en el mundo moderno y agregar fuerza expresiva a la escritura poética.

El puertorriqueño Hjalmar Flax es un poeta de rupturas en los procedimientos y de fidelidades a los temas constantes en la vida de los hombres. Por eso su visión del mundo es ``humana''. La alegría, el amor, la caída, el encuentro, el desencuentro, la vida social, la injusticia, las injusticias... todo es poetizable, todo forma parte del patrimonio cambiante de la poesía concebida como conjuro, como constatación de la realidad y como misterio nacido en los territorios del sueño, en la caverna de las ideas platónicas; en los símbolos y emblemas de la vida diaria, la que gira en las calles, los hospitales y las funerarias, las academias, los burdeles, los campos, las luchas por la libertad y la justicia, los mercados, los alimentos terrenales y las palabras para expresar sentimientos o para expresarse a sí mismas y exprimir todas sus esencias y significados.

Por otra parte, Hjalmar sabe que toda poesía auténtica tiene una sustantividad independiente. En la defensa de su carácter singular debe empeñarse el poeta. El simbolismo nos enseñó que ``la verdadera originalidad poética es la de las sensaciones''. Esa originalidad es ``el sexo mismo del poeta'' (ambas frases son de un López Velarde ya con Baudelaire, con rima y con olfato).

La primera edición de este libro apareció en Madrid en 1978. Ahora se publica en Ponce una nueva edición respetuosa de la primera, pero mejorada con correcciones, adiciones y otras maneras de refrescar el poema conservando el aliento original, la tensión del alma y de la forma en el momento preciso de su creación.

El libro está dedicado a las palabras concebidas como compañeras de la emoción y como la única manera de hacer circular el pensamiento. Díaz Mirón, excelente poeta, definía su trabajo de manera un tanto ampulosa, pero sorprendentemente precisa: ``Pugna sagrada, radioso arcángel de ardiente espada. Tres heroísmos en conjunción: el heroísmo del pensamiento, el heroísmo del sentimiento y el heroísmo de la expresión.'' Eliot, por su parte, evita las sacralizaciones y hace del poeta un actor de reparto que entra en escena dos o tres veces y es cauto y meticuloso. Algunas veces hace el papel de ``tonto'' (se refiere al bufón isabelino). Este papel es ideal para el poeta. Rafael Alberti, al hablar de los frutos de la experiencia, escogió el título de uno de sus libros de poesía: ``Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.'' Esta lección de modestia y sentido de la realidad pone en su sitio a tantos pretenciosos profetas literarios dueños de las palabras mágicas y de las verdades reveladas.

Hjalmar se ve en los ojos de los demás; el aislamiento lo mata y siempre está buscando compañía y arreglando el intercomunicador de su departamento. Un aparato obsoleto por cierto y, por lo mismo, incapaz de poner en contacto a dos seres de nuestro brave new world (Huxley dixit).

Hay en este libro una paciente antirretórica que pone en entredicho a cierta poesía amorosa y a las campanudas palabras de la poesía política. Con un verso desarma la fábrica brillante y al mismo tiempo periclitada del trabajo hecho en el tono mayor característico de una generación cultivadora de las viejas fórmulas y de la pompa y circunstancia de la poesía con mayúscula, coronada de laureles o de toga y birrete, marmórea y alejada del mundo para poder cumplir sus obligaciones proféticas.

La poesía de Flax se pega a la tierra y al ambiente espiritual de su tiempo, y siempre encuentra su expresión novedosa y original, su manera de enriquecer los sustantivos con el adjetivo preciso y nuevo (Lugones y López Velarde son sus maestros en esta olvidada empresa).

``Pas de Deux'', ``En el acuario'', ``Humo y polvo'', ``Miramar 709'', ``Bar restaurante'' y ``Ultimo poema'' constituyen el conjunto de este libro diverso, divertido, a veces triste de la manera profunda que tiene el humorismo de aire anglosajón. Oscila entre ``la cárcel cósmica donde el espacio apesta'' y las caravanas de carros saliendo del Estadio Hiram Bithorn ``tocando bocina''. Son los fanáticos del vencedor y del perdedor, los jugadores de pelota que meten jonrones, viven,

La princesa que se equivocó de sapo, los amantes parapetados en el sesenta y nueve y sus variantes formas, las penetraciones que penetran el recuerdo, y las festividades del doce de octubre realizadas en los accidentes geográficos de la mujer deseada, forman la esencia misma de su itinerario amoroso y lo mejor de su estilo irónico y a la vez bromista, como una pareja bien avenida.

Como homenaje a Wordsworth, en Los pequeños laberintos prevalece el esplendor tan encendido antaño, el splendor in the grass de los milagrosos contactos humanos.

Hugo Gutiérrez Vega
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Antesala

Lo dijo el CPT. La fortaleza y la miseria de la industria de las Artes Gráficas se ha venido gestando a lo largo de los últimos veinticinco años. Con la aparición de las famosas máquinas Composer desapareció el linotipo y con la llegada de los programas de diseño (Ventura, Page Maker, Quark) y los diversos procesadores de palabras (Word Perfect, Xi-Writer, Write, el Word en todas sus versiones), perdieron su oficio miles de formadores, diseñadores y correctores de galeras y de estilo. Claro que por el lado de los dueños de las imprentas y las editoriales la revolución computarizada fue una maravilla: la producción del libro abarató al menos diez veces su costo, mientras que los precios del producto subían. Pero el problema no quedó allí. Ahora, la moda es que los administradores, los contadores y los auditores manejan prácticamente el proceso editorial. En los aparatos públicos de cultura, con el pretexto de que los editores y jefes de departamento ``cobraban'' una iguala que iba del 15 al 20 por ciento a sus talleres y hasta empleados favoritos, llegaron los administradores. ¿A qué?, pues a cobrar ellos las igualas y, peor aún, a determinar sin el menor conocimiento de causa (al menos los editores y los jefes de departamento sabían del oficio y escogían a quienes también podían realizarlo), llevados por la mejor oferta, quiénes debían realizar los trabajos. Se dio así el caso del editor de una revista y escritor que, al entrar a concurso para hacer la tipografía de los libros del Conaculta, abarató tanto el precio de página formada con todo y correcciones, que se llevó de un tirón diez o más libros. El susodicho tenía -O tempora, O mores!- una computadora y se le hizo fácil contratar a una mecanógrafa (también desaparecieron las capturistas especializadas), corregir él mismo los textos y ganar un dineral. El único problema es que la captura era tan mala, los saltos de líneas tan frecuentes y las supuestas correcciones tan torpes, que hubo que repetir todos los libros, con la correspondiente pérdida de tiempo y dinero, para terminar contratando a alguien que sí sabía hacer su trabajo (y que, claro, también se mochó con los contadores). Así están hoy las cosas: para que no haya corrupción ni fugas de dinero, los CPT mandan. ¿Quiere decir esto que el trabajo es mejor o más barato? Pues no, porque los CPT también tienen sus retorcidas maneras de sacarle jugo a su pequeño poder, y los libros quedan peor, porque lo más fácil para ahorrar gastos (se supone, porque, como vimos arriba, ``lo barato sale caro'') es el recorte de salarios de los pocos trabajadores que conocen su oficio y de los cuales no pueden prescindir. Y el trabajo especializado cuesta más. Pero los CPT han llegado al grado de contar, en una corrección de estilo o una nueva redacción, si se cambiaron completamente ``las palabras del autor o investigador'' o si se repiten. Por supuesto que estos dignísimos abanderados de la libre empresa son analfabetas funcionales, es decir, que con trabajos pueden leer sus propios informes. En consecuencia, no conocen el valor de cambiar, por ejemplo, las comas de un párrafo lleno de ellas por los otros signos que la sabiduría del idioma proporciona, para dar cierto ritmo y aire a la narración; tampoco saben de la eliminación de párrafos u oraciones completos, ni del trabajo de hacer que con sólo una o dos palabras el sentido se conserve y la redacción sea más clara. Cierto es que todo se puede reducir al lenguaje numérico, pero la cualidad no la arroja la mera suma de cantidades. ¿O sí? Ya seguiremos repasando este desmantelamiento del noble oficio de hacer libros, revistas y suplementos por medio de los afanes administrativos de hacer más con menos, o si se puede, con nadie.

Yomira John anda en el Bataclán. Esto no es un chisme, aunque suena así. Usted, lector(a) que goza la vida nocturna a pesar de la supuesta inseguridad que reina en esta babilónica ciudad, ya sabe quién es Yomira John y dónde está El Bataclán. Los que no saben ni lo uno ni lo otro, deben ponerse al día: Yomira es una extraordinaria cantante panameña que ya tiene un buen rato de estar en este país, pero moviéndose en los círculos underground de la cultura caribeña. Su voz potente y dulce a la vez, sus expresivas manos e interminables brazos, que forman catedrales góticas en el aire, su orgullosa negritud que nos extrae al mulato que todos llevamos dentroÉ Todo esto y más es Yomira John. Para comprobarlo, sólo tiene que asistir algún jueves de junio -quedan el 15, 22 y 29, con diferentes acompañantes, a la guitarra o al piano- a las 21:30 hrs., al Teatro-Bar El Bataclán, que está en La Bodega (Amsterdam 10, esq. Popocatépetl, col. Hipódromo Condesa). Puede usted reservar al 5525-0022. Vaya y después agradézcamelo.

El instante de la letra. Este es el título que le puso nuestro colaborador y amigo, el fotógrafo Barry Domínguez, a la exposición de retratos de poetas y narradores que se expondrá en la Casa-refugio Citlaltépetl (Citlaltépetl 25, entre Amsterdam y Campeche, col. Hipódromo Condesa). La inauguración fue este viernes 9 pero la muestra permanecerá hasta fin de año, así que tiene usted tiempo para ir con calmita a (re)conocer a sus autores favoritos.

Carlos García-Tort
[email protected]