La Jornada Semanal, 18 de junio del 2000



CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Artistas callejeros (I)

Introducción

Tuve miedo porque temí que fueran locos disfrazadosAnónimo medieval

La expresión mexicana ``estar en la calle'' equivale a estar en penuria, en ayunas, desorientado, ``estás en la calle en álgebra'' quiere decir ``no sabes nada de álgebra''. En España se reconoce sólo ``quedar en la calle'' como ``quedarse sin nada''. ¿Por qué se da esta equivalencia verbal entre ``calle'' y ``privación''? Bueno, cuando pierdes todas tus posesiones y estás sin nada, te queda, sin embargo, la calle, ésa nadie puede quitártela. A menos, claro, que sufras la desgracia grande de verte reducido a prisión. La calle es la expresión misma de la libertad.

La calle, el espacio público, común, casi única cosa sin dueño en un mundo de propietarios avisados, tenaces y agresivos. Por eso a nadie puede extrañar que la calle sea el lugar natural del pueblo. Usé adrede ``pueblo'', palabra ilustre, aunque cada día se use menos, con resonancias románticas. ``Pueblo'' es palabra de historia (Michelet) y de poesía romántica (vox populi, vox Dei), mientras que la palabra ``proletariado'' es económica y política, por eso prefiero la primera a la segunda. El pueblo, en todos los sentidos de la expresión, ``esta en la calle''. Así dice Guardini del pueblo tal como lo concibe Dostoievski: ``El pueblo es la esfera primordial de lo humano, esfera poderosa y venerable en que el hombre está arraigado. Así, al propio tiempo es el pueblo el hombre en su total desamparo, agobiado por el destino, explotado por los hábiles y los listos, oprimido por los poderosos. Pero precisamente porque esa forma de lo humano que es el pueblo cercano a las cosas eternas. Lo que lo caracteriza es que no tiene ninguna posibilidad de sustraerse al destino, mas tampoco se siente impulsado a hacerlo.'' Por eso, según Dostoievski, el pueblo es el hombre tal cual es, sin deformaciones, artificios ni ruido, sino esencial, nítido.

Ahora bien, la calle, el lugar público, común, tiene una historia y una sociología. La calle ha sido, hasta hace muy poco, espacio indiferenciado y múltiple: en la calle no sólo se transita sino se come, se compra y vende, se pasa el rato a manera de club social, se galantea y liga, se canta y se hacen circos y juglarías diversas, objeto estas últimas actividades de las reflexiones de este escrito.

Pero esta cálida y vivaz indiferenciación y variedad tienen un enemigo: la modernidad planeadora. En efecto, esta modernidad quiere un espacio bien diferenciado para cada cosa: compras dentro de los malls, comida en fondas y restaurantes, circo en las carpas, cada chango en su mecate y ``circule, circule, joven, no se detenga'': la calle es sólo para transitar. Y la calle abigarrada, pintoresca, llena de voces y vida, con sus vagos de esquina y miscelánea, su ``te acompaño al pan, Lupita'', su comal caliente donde se fríen sopes y quesadillas, la plaza colonial, herencia de la Edad Media, versión criolla del Agora ateniense, llena de voces, perseguida, desecados sus jugos vitales, va desapareciendo. Se evapora según la ley, que puedes verificar tú mismo, y dice: en tanto mayor es el poder económico de un barrio, menor número de gente verás en la calle, e inversamente.

Si la calle indiferenciada es, como dijimos, lugar del pueblo y espacio de sus apariciones, el artista callejero, el más desamparado de todos, ha de ser, por inferencia, artista popular. En México, la expresión ``arte popular'' significa, grosso modo, ``artesanía del proletariado urbano o rural'', en Estados Unidos, no significa eso, sino ``arte al alcance de todo mundo, de masas'', por ejemplo, ellos consideran el rock o las telenovelas, arte popular, nosotros, no, porque eso ni es artesanía ni es proletaria. El momento crucial y de mayor trascendencia en la historia del arte mexicano del siglo XX fue cuando, a raíz de la Revolución se descubrió y revaluó el arte popular y el del pasado prehispánico. Sus repercusiones fueron enormes en todas las artes, excepto quizá en el teatro.

¿Cómo es el arte del artista callejero? Este librito está destinado a dar algunas respuestas a esta pregunta sobre cirqueros, merolicos, payasos, perros sabios, muy entonados cantantes que pasan el sombrero y poco más de la variedad de estas manifestaciones, algunas respuestas nada más, unos cuantos apuntes, porque las aguas del tema tienen fosas de inesperada profundidad que no podremos explorar.

Así que, atrasito de la raya que estamos trabajando, la función va comenzar.



Fabrizio Mejía Madrid


TIEMPO FUERA

B.Traven: la fama del anonimato

El 27 de marzo de 1969 los restos de B. Traven se esparcieron a lo largo del Río Jataté, en Ocosingo, Chiapas, desde tres avionetas del gobierno federal. De regreso a Tuxtla Gutiérrez y llevado por el entusiasmo de verse acompañado por funcionarios estatales y federales, el presidente municipal de Ocosingo prometió: ``Desde hoy mi municipio se llamará B. Traven.'' Con seguridad, los funcionarios que aplaudieron la propuesta desconocían que, además de novelista de la selva lacandona, B. Traven había sido también un actor vagamente anarquista llamado Ret Marut que, durante la República Bávara de los Consejos de Trabajadores, Soldados y Campesinos (1918-19), había sido el encargado de censurar a los ``periódicos burgueses'' como presidente de una Comisión Preparatoria del Tribunal Revolucionario, y que había escapado de milagro a una corte marcial, el 1 de mayo de 1919, cuando la República Bávara fue aplastada por las tropas que llegaron desde Berlín. Antes de ser Ret Marut, B. Traven había sido alguien más: un silencioso hombre que nunca logró averiguar los apellidos de sus padres, que parecía esconder su verdadera identidad pero que, en realidad, nunca recordó cuál era. Los nombres sucesivos que usó encubrieron su anonimato esencial. Los que trataron de desenmascarar el ``secreto'' de Traven cometieron siempre el mismo error: asumir que el escritor sabía su propia identidad. En su última casa en la Ciudad de México, Traven conservaba los papeles de identidad de un herrero bávaro nacido en 1882, de un almirante del ejército prusiano, de su amigo Anton Raderscheidt, y de un tal Gotz Ohly, junto con un libro sobre la aristocracia de Gotha en el que había subrayado varios apellidos como buscando alguno que él pudiera reclamar. No recordar quién era nunca fue un juego para Traven: en julio de 1948, cuando Luis Spota descubre que el afanador de un hotel en Acapulco es el mismísimo B. Traven, el escritor le envía una carta breve: ``Si usted continúa en su empeño, me mataré.'' Y cuando, en 1963, el periodista Gerd Heidemann Stern publica la hipótesis de que Traven es Marut, el escritor sufre un ataque de ceguera nerviosa y, tras reponerse, quema casi todos sus archivos en la chimenea. A su primera esposa, Elfriede Zielke, le había dicho que, parido en un barco cerca de San Francisco, no tenía padre, y que su madre se había suicidado cuando él era un niño de ``diez o doce'' años. A su segunda esposa, Rosa Elena Luján, le confesó: ``Viajé mucho con mi madre que era actriz. Estuvimos en China, India, Australia, Indochina y Mazatlán. Cuando muera, te autorizo a que digas que B. Traven y Ret Marut fueron la misma persona.'' Por su parte, el fotógrafo Gabriel Figueroa aseguró que Traven le confesó que era el hijo ilegítimo de Emil Rathenau (un industrial multimillonario, padre del ministro de Relaciones Exteriores de la República de Weimar) con una actriz irlandesa. Pero Traven nunca repitió la misma versión a dos personas. De hecho, cuando Irene -la hija que tuvo con Elfriede- le escribió preguntándole si él era su padre, B. Traven le respondió (junio de 1948): ``Es increíble la cantidad de artimañas que la gente usa para acercarse a las personas que tienen un nombre. Usted es la novena hija ilegítima en busca de un padre que me ha escrito.''

Marut, anagrama de traum (sueño) y de armut (pobreza), era el nombre con el que este actor, al estilo de Karl Kraus, firmó sus artículos en el periódico que él mismo dirigió, editó y distribuyó de 1917 a 1921, El quemador de ladrillos (Der Ziegelbrenner), cuya declaración de principios era: ``No esperaré a las masas porque yo soy las masas. No esperaré la Revolución porque yo soy la Revolución. La democracia es mayoría y la mayoría es dominación. ¿Debemos abolir la propiedad privada de los medios de producción? No, estúpidos charlatanes: ¡abolan la propiedad privada de sus calzones!''

El nombre Marut también era un juego con el de su amante y auxiliar de edición, Irene Mermet, en cuya imprenta (Mermet Press), Marut publicó una novela (A la honorable señorita S) contra Elfriede Zielke, la madre de su hija, quien también se llamaba Irene. Abandonado por Elfriede y huyendo de los soldados, Marut se fugó con Irene Mermet ``por sesenta pueblos de Bavaria, demostrándole a los campesinos la gran mentira que es la democracia''. Miembro del círculo de intelectuales de izquierda alrededor de Carl Oskar Jatho y su esposa Kathe, Marut fue gran amigo del pintor Franz Wilhelm Seiwert (1894-1953). Ese grupo, conocido como la Comunidad Kalltal, apoyó, más tarde, la resistencia contra los nazis. Sin embargo, de ese círculo Traven sólo conservó en su última residencia en México, en Río Mississippi 61, algunos dibujos de Seiwert que Rosa Elena Luján donó al Ludwig Museum de Colonia en 1978. A pesar de los dibujos, es como si el Ret Marut de Bavaria y el B. Traven de México no fueran la misma persona: en los años treinta, cuando México recibió a los exiliados alemanes del nazismo, Traven se mantuvo al margen, a pesar de que el mismo Thomas Mann le envió una carta fechada el 15 de diciembre de 1936, en la que le pedía ayuda para los compatriotas recién embarcados. Tal parece que Traven jamás entró en contacto con la Liga Pro-Cultura Alemana de México, porque entre los exiliados venían personas como Franz Pfemfert, que había colaborado para el periódico de Marut en Bavaria. De hecho, cuando uno de ellos, Heinrich Gutmann, fue encontrado muerto en las calles del centro de la Ciudad de México, Traven escribió en su diario, en inglés: ``Gutmann circuló la maliciosa versión de Traum/Traven/Marut, contándosela a todo nuevo emigrante. Ahora ha terminado.''

No hay consuelo en esta frase. Sólo constata que la angustia del anonimato le perseguiría hasta su muerte. Enfermo y en cama, le dijo a su esposa mexicana: ``Cuando muera, te autorizo a aceptar que B. Traven, El Noruego Tórsvan y Ret Marut fueron la misma persona.''



Naief Yehya

Las dos Microsofts

Los amos de la invención

Tras ser arrollada en el tribunal por el juez Thomas Penfield Jackson, Microsoft ha lanzado una campaña masiva de relaciones públicas y una ofensiva de cañonazos de millones de dólares en contra de las arcas de ambos partidos, el Republicano y el Demócrata, con el fin de cambiar la perspectiva de quienes finalmente son capaces de tomar decisiones y evitar que la empresa sea partida en dos como castigo a sus prácticas monopolísticas. En las últimas semanas, a todas horas por las cadenas ABC, CBS y NBC, se transmite un comercial en el que el mismo Gates anuncia que pronto Microsoft nos ofrecerá más maravillosos juguetes para hacernos la vida más sencilla si tan sólo impedimos que se limite la capacidad de innovar de su empresa. ``Lo mejor está aún por venir'', afirma enfundado en un doméstico suéter azul. Resulta hasta cierto punto irónico que Gates recurra al argumento de la innovación y la capacidad de inventar, como si esa fuera la fortaleza del gigante de Redmont. Como es bien sabido (y hemos comentado en este espacio en otras ocasiones), el imperio Microsoft no fue erigido sobre sus logros tecnológicos ni con base en la habilidad de Gates y sus asociados para escribir códigos. Nadie discute que el fundador y ex director general de Microsoft es uno de los hombres de negocios más brillantes de la historia, pero su habilidad ha radicado en sus estrategias despiadadas para lidiar y aniquilar a la competencia. No debemos olvidar que Microsoft domina el ochenta y seis por ciento del mercado de los sistemas operativos y el 94.9% de las aplicaciones para oficina, además de que su visión de una computadora en cada escritorio se convirtió en la obsesión cultural más relevante de la década de los noventa. El origen de las ``invenciones'' de Gates ha sido ampliamente documentado: el sistema operativo dos fue comprado a Seattle Computer por setenta y cinco mil dólares; Windows fue copiado descaradamente del sistema que a su vez Apple robó de Xerox PARC; MsWord tiene el mismo origen; Excel es una variante del programa Visicalc de Software Arts y, por supuesto, Explorer es una copia -con relativas mejoras- del navegador Netscape de Marc Andreesen.

Lo malo no es que sea grandota

Históricamente, no hay un caso con el cual se pueda comparar el dilema de partir a Microsoft en dos empresas, una dedicada al sistema operativo y otra al resto del software. Se han mencionado continuamente como antecedentes de esto las acciones antimonopólicas en contra de la Standard Oil y AT&T. No obstante, la situación es otra, ya que esas dos empresas estaban constituidas por otras pequeñas compañías que habían sido fusionadas, integradas o devoradas. En cambio, Microsoft es una especie de monolito, que si bien ha comprado a numerosas compañías de software pequeñas, no ha dado lugar a que éstas conserven su identidad o cultura corporativa. Desde un punto de vista, esta severísima sanción parece una especie de venganza no contra el carácter monopólico de Microsoft, sino, como escribe Thomas Friedman en el New York Times, contra la actitud arrogante y déspota de una empresa que desprecia a los gobiernos, a las leyes e incluso al consumidor. ``Microsoft no es una amenaza por ser grande. General Electric es grande. Intel es grande. Cisco es grande. Microsoft es una amenaza porque es grande y sorda a algunos de los valores fundamentales del sistema americano.'' Esta actitud se reflejó perfectamente en las deposiciones en video de Gates, quien descaradamente negó todo, evadió las preguntas y se irritó más que Clinton al ser cuestionado al respecto de su affaire con Mónica Lewinsky. Además, mientras era investigada, Microsoft trató de sabotear a la misma comisión que conducía la investigación al ``cabildear'' a algunos congresistas para que recortaran el presupuesto y, de esa manera, asfixiaran a la División antimonopolio del Departamento de Justicia.

El castigo

Penfield es un juez republicano conservador, nombrado por Reagan, que siempre se había puesto del lado de las corporaciones; no obstante, las montañas de evidencia en contra de Microsoft y sus prácticas monopolísticas, sus amenazas a la competencia y sus nada veladas formas de chantaje y extorsión lo convencieron. El castigo parece extremadamente grave, pero es previsible que las dos Microsoft impondrán su hegemonía en sus respectivas áreas de mercado, y conservarán y atraerán a muchos nuevos inversionistas, además de que la compañía no será objeto de una diáspora de personal de alto nivel. Aunque tanto Gates como el nuevo presidente y director general de la empresa, Steven Balmer, aseguran que no han considerado siquiera la posibilidad de la partición de la compañía, es obvio que se preparan para lo peor y han optado retrasar -por todos los medios posibles- que la ley siga su curso, especialmente al transformarse súbitamente en víctimas de las acciones del big brother, un gobierno al que presentan como enemigo de la innovación y el capitalismo. Paradójicamente, este mismo gobierno ha presidido felizmente sobre una nueva era de megamonopolios u oligopolios de diversas industrias: farmacéuticas, automovilísticas, petroleras, de aeronavegación y de telecomunicaciones.

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