La Jornada Semanal, 25 de junio del 2000



cinexcusas

Luis Tovar

Los Cannes y los perros

Una de las mejores cosas que le podían haber sucedido al cine nacional es el hecho de que Amores perros, la ópera prima de Alejandro González Iñárritu, haya ganado la Semana de la Crítica en el más reciente Festival de Cannes. Para decirlo llana y rápidamente, es el premio internacional más importante jamás ganado por un largometraje mexicano.

Cabe recordar que, hace algunos años, El héroe, de Luis Carlos Carrera, obtuvo la Palma cannesiana para cortometraje, pero es tan habitual el ninguneo a este género cinematográfico, que ni el citado El héroe ni En el espejo del cielo, multipremiado cortometraje de Carlos Salces (para mencionar sólo dos de varios ejemplos), tuvieron, ni de lejos, la resonancia de la que Amores perros goza en este momento. La extinción de dicho ninguneo no será fácil ni rápida, pues no importa cuántos premios más ganen los cortometrajes made in mexico, lo más seguro es que continúen siendo materia muerta para distribuidores y exhibidores, en virtud de que pasarlos en las salas no es redituable. Al cortometraje se le sigue -y durante mucho tiempo se le seguirá- viendo como la antesala obligada para que todo cineasta haga un trabajo ``de verdad'', como si la extensión de la cinta fuera la única o la mejor prueba de que sí se sabe hacer cine (ya hablaremos más extensamente del tema).

La calidad y el éxito

Desde luego, Amores perros no tiene ninguna culpa de lo anterior; muy por el contrario, con seguridad el premio obtenido será fundamental para que la labor cinematográfica mexicana, ya sean cortos o largometrajes, reciba mayor atención en el plano internacional. Pero más importante que eso es el hecho de que el reconocimiento en Cannes puede tener la virtud de lograr que muchos cinéfilos locales, desencantados (con razón o sin ella) de nuestro cine, tornen de nuevo sus ojos a una propuesta fílmica que, por lo menos en el caso de Amores perros, no le pide absolutamente nada al mejor cine mundial.

Estrenada el pasado viernes 16 de junio en más de 200 salas de todo el país, esta película de González Iñárritu tendrá que vérselas en cartelera -como lo señalamos recientemente- con los blockbusters norteamericanos, encabezados esta vez por Misión imposible 2 (Mission: Impossible 2), por la cual se dice que Tom Cruise, su protagonista, va a embolsarseÊla bonita suma de cien (sí, cien) millones de dólares. Hablando de costos, ese dinero alcanzaría para filmar algo así como cincuenta películas como Amores perros. Así las cosas, misión imposible no es tanto la que enfrenta el esposo de Nicole Kidman, sino la que tiene ante sí la trilogía de historias urbanas sobria y eficientemente entrelazadas por González Iñárritu. Misión imposible 2 fue estrenada el pasado viernes en un número de salas similar al otorgado a Amores perros, y las dos han sido convenientemente promocionadas (quizá esta última con cierta premura, pues la distribuidora decidió adelantar su estreno), con lo cual se da el hecho insólito de que una superproducción estadunidense y una producción mexicana típica (en términos de costos) se presentan en virtual igualdad de condiciones. Esta puede ser la única oportunidad en mucho tiempo para que todos -directores, guionistas, productores, distribuidores, exhibidores, publicistas, críticos cinematográficos, etcétera- le tomemos el pulso a un público del que, aparentemente, sabemos mucho menos de lo que estamos dispuestos a aceptar. En otras palabras, y para seguir con los paralelismos entre una cinta y otra, ahora podremos ver si la calidad narrativa, técnica y formal de Amores perros es coronada por el éxito comercial, o si, por el contrario, Misión imposible 2 y su predictibilidad remendada con efectismo y reforzada con su reparto taquillero se lleva las palmas (que no la Palma). No es que, temática o argumentalmente, las dos cintas en cuestión tengan nada en común. Al contrario, el hecho es que todo estreno fílmico obedece a una lógica de mercado y cada distribuidor tomó su decisión, con vistas a que el público tome la suya. Aquí es donde se verá qué puede más: la reiteración de planteamientos, personajes y soluciones a la trama que inevitablemente conlleva una cinta de acción de las características de Misión imposible 2, o la eficaz, novedosa y nada complaciente narración de la historia de al menos seis personajes sacados directamente de nuestra realidad urbana.

Garbanzos de a libra

Decíamos al principio que el premio obtenido por Amores perros es una de las mejores cosas que podían pasarle a nuestro cine. Esto, que es evidente, cobra mayor importancia dado el contexto en el que ocurre: era indispensable que, ante la debilidad relativa de cintas nacionales como Ave María, El último profeta (cinta que se ubica en las antípodas de lo que González Iñárritu ha demostrado que se puede hacer) y En el país de no pasa nada, se presentara una película de incuestionable calidad como Amores perros, para que nuestro cine no pierda el nuevo aliento que -crucemos los dedos- parece estar tomando.

Al respecto, no es asunto menor que una película de género dramático logre una aceptación similar o cercana a la que han tenido las comedias ligeras nacionales de éxito reciente, como Todo el poder o La segunda noche. Lo fundamental para que nuestro cine evite caer de nuevo en los nocivos encasillamientos, es no poner todos los huevos en la misma canasta. Hay quien deplora el hecho mismo de que se produzca una película de comedia, como si dijera: ``¿para qué reírse si podemos ser serios?'' y, del otro lado, están los que no son capaces de abandonar el gag. Pero en las circunstancias actuales, lo que más cuenta es filmar un poco de todo (sin que esto signifique, desde luego, producir con deficiencias guionísticas, técnicas, etcétera). Sólo así podremos crear la base de una cinematografía que por fin deje de valerse, para no morir, de los providenciales garbanzos de a libra.

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