MARTES 4 DE JULIO DE 2000

* Coloquial, conversó con el rey Juan Carlos


Bajo los candiles presidenciales, Vicente Fox ya no era el ranchero

* Durante la mañana atendió varias llamadas de jefes de Estado

Blanche Petrich * En una hora, a solas y frente a frente, en el despacho Benito Juárez de Los Pinos, el presidente Ernesto Zedillo y el próximo mandatario, Vicente Fox, tomaron acuerdos precisos para dar los primeros pasos en firme para la transferencia del poder a manos del panista.

Minutos después, en el salón Venustiano Carranza, de Los Pinos, ensayando una imagen de político pragmático y ejecutivo, el propio Fox detallaba el contenido de los acuerdos en una concurridísima conferencia de prensa, en la que fue escudriñado con atención por muchos corresponsales extranjeros, quienes en sus despachos periodísticos han manejado todo tipo de metáforas sobre lo ocurrido el 2 de julio, la cuales van desde calificarla como "la segunda Revolución de México", un episodio de la magnitud de la caída del Muro de Berlín y hasta la extinción total del prinosaurio.

Hablando ahí, bajo los candiles presidenciales, no era ya el ranchero de los albures, ni el panista con acendrado discurso antigobiernista, sino un sobrio empresario camino a convertirse en estadista. Algunos de los reporteros que lo acompañaron en sus frenéticos trotes de su larga campaña electoral, y que lo tutean campechanamente, miraban incrédulos: "ƑEs el mismo? ƑEra pura pose?, Ƒproducto de la mercadotecnia?"

Fox reconoció que "el que hayamos cruzado el puente de esta transición con total estabilidad" ha causado verdadera sorpresa en muchos países. Y es que, precisamente, en el transcurso de la mañana había escuchado de viva voz de muchos gobernantes esas expresiones de asombro.

Chente y el rey

Durante la mañana, cómodamente en el sofá de la salita de la suite que aún ocupa en el hotel Fiesta Americana, pero con el saco puesto y sin arremangarse su impecable camisa, atendió, una tras otra, las llamadas de los jefes de Estado: el español José Aznar, el venezolano Hugo Chávez, el colombiano Andrés Pastrana, el argentino Fernando de la Rúa:

ųšQué gustazo, Fernando! ųle contestó a este último, salpicando su plática con "école" y "órale".

En una de esas levantó la bocina:

ųƑRey? Nƀhombre, pues agradecidísimo porque ha sido un día muy feliz para México.

En el otro lado de la línea hablaba el rey Juan Carlos, desde La Moncloa.

ųPues sí ųseguía el guanajuatense, totalmente ajeno a tratos tales como de "su majestad" ųel compromiso rápido y pronto del presidente Zedillo con la democracia y la transición ha facilitado enormemente las cosas, al grado de que todo lo que fue deseable ha resultado realidad.

Le comentó también de su conversación con Aznar y de su intención de viajar a España "para hablar con José y sus ministros, a ver sus experiencias", antes del 1o. de diciembre, fecha de la toma de posesión.

ųAsí lo haremos, rey. Adiós ųse despidió.

Acto seguido entró un telefonema más. Era Gilberto Rincón Gallardo, el del partido de la rosa, felicitándolo y pidiéndole audiencia para una próxima reunión. El tono de Fox ya no sonaba tan amistoso.

ųCómo no, Gilberto, déjame desahogar algunos asuntos esta semana y yo te llamo la próxima semana.

Al menos hasta esa hora, aún no habían llamado para felicitarlo sus contrincantes Cuauhtémoc Cárdenas y Francisco Labastida.

Sin su viejo filo antigobiernista

Muchos foxistas habrán pensado, a lo largo de la campaña, cómo amanecería el día del 3 de julio en este lugar. Pues amaneció desolado, cubierto de basura y colillas de cigarro, con los restos del jolgorio de la madrugada y con un pequeño ejército de técnicos retirando las varias toneladas de material que ocuparon las televisoras para instalar sus equipos.

Por la tarde el lugar recuperó cierto decoro, aún con la desnudez de la construcción inconclusa. La cúpula panista, rasurada y fragante, apareció poco a poco. Tenían cónclave para inaugurar su nueva era como partido en el poder. También llegó el jefe Diego Fernández de Cevallos, anunciando una oportuna "operación cicatriz" con su rival Fox, ambos dispuestos, dijo, a hacer las paces. Fox ya iba rumbo a Los Pinos.

Llegó cinco minutos antes de las seis a Los Pinos en un auto blanco, que cruzó invicto la tacleada de fotógrafos y camarógrafos. La charla privada en el despacho presidencial, en la segunda planta, sin testigos, duró tres cuartos de hora. En la terraza cubierta de la primera planta, en el Salón Blanco, empezaban a trabajar espontáneamente en las pláticas de la transmisión de experiencias el secretario particular del presidente, Liébano Sáenz, y Marco Provencio, de Comunicación Social, con su homóloga del equipo foxista Martha Sahagún, el asesor de logística Juan Hernández y el secretario particular del candidato ganador.

Cuando Fox salió del despacho presidencial los bordes más filosos de su antigobiernismo habían desaparecido. Aseguró, por ejemplo, que "en este país de instituciones, hay garantías" de que en el periodo que falta para la toma de posesión no ocurran "los cinco meses de Hidalgo". Ahí mismo invitó a todos los trabajadores, empleados y funcionarios de la actual administración a que continúen en sus puestos si lo desean, salvo secretarios y encargados de dependencias, y quizá algún subsecretario".

Dio cuenta de su filosofía gerencial cuando habló de la forma como integrará su gabinete, "con un mecanismo de selección rigurosa, como en las empresas" para obtener "el mejor hombre o la mejor mujer para el perfil del puesto". Precisó que no integrará su gobierno "con cuates".

Al dar a conocer sus acuerdos con Zedillo, perfiló lo que en los próximos meses será su agenda de trabajo, que incluye reuniones con cada uno de los miembros del gabinete saliente para la transmisión del "sentido estratégico" de cada dependencia, el análisis de las ternas que le serán presentadas para de ahí, al estilo empresarial, seleccionar a quienes serán sus secretarios de Estado, el diseño de su plan nacional de desarrollo y su presupuesto.