La Jornada Semanal, 9 de julio del 2000



Angélica Abelleyra

entrevista con Jan Hendrix

De incógnitas y geografías internas

Angélica Abelleyra entrevistó a Jan Hendrix, el artista holandés autor de una fascinante Bitácora de viaje que contiene una serie de obra gráfica que ha viajado por Pekín, Indonesia, Sydney, Amsterdam, Galway, México y Oaxaca. Abelleyra conversó con "este pepenador selectivo de imágenes" en una terraza que "encara parte del inmenso Valle de Oaxaca". Ahí se enteró de que este viajero inveterado le tiene pavor al viaje y se cohibe cuando pisa tierra desconocida. Por eso prefiere los microcosmos al universo y se entusiasma con lo pequeño que, a la postre, es lo más grande.

Jan Hendrix alarga la mirada. Ve el bosque y lo aprecia, dirige sus ojos hacia el árbol, pero prefiere concentrarse en la rama. Las pequeñeces le parecen una mejor manera para saber cómo se configura el universo. Le permiten asentar sus ideas, volverse más concreto y trasladar aquel microcosmos al conjunto vastísimo de sus serigrafías, polaroids y collages donde ofrece sus impresiones de paisajista nómada.

Desde 1996 Hendrix viene desarrollando una Bitácora de viaje, serie de obra gráfica que se ha exhibido en Pekín, Indonesia, Sydney, Amsterdam y Galway (Irlanda). Retrabajada y aumentada, se presentó en México a principios de este año en el Centro de la Imagen del df y culminó su recorrido la primera semana de junio en el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca.

En ella, el artista holandés plasma el acoplamiento entre su paisaje interno poblado de recuerdos, primeras impresiones y sorpresa, con aquellos paisajes externos que recorrió en China, Calakmul, Australia, París, Xochimilco, Turquía, Oaxaca, Francfort y Yagul. Todo, con el único fin de registrar en obra gráfica un poco de su relación con cada lugar, su olfato de cada sitio, representado por la rama, el lago, el capullo, la montaña, la piedra, el espejo de agua o la espina irrepetibles.

Es la confluencia de lo visible/exterior que nos acerca el mundo y -como dice el escritor John Berger en su libro El sentido de la vista- el desarrollo de un ojo interno que guarda, une y ordena lo visto para que esté protegido "de la emboscada que nos tiende el espacio: la ausencia".

Situados en una casa que encara parte del inmenso Valle de Oaxaca, platicamos con este pepenador selectivo de imágenes, colaborador desde hace quince años del irlandés Seamus Heaney en varios proyectos editoriales como The Golden Bough (1992) y The Light of the Leaves (1999), libros de artista con poemas del Nobel de Literatura y serigrafías de Hendrix, apasionado de ese universo de la palabra escrita que le resulta vital en sus casi dos metros de estatura.

Siendo un eterno caminante, Ƒqué te provoca ahora la palabra viaje?

-Pánico, pues estoy seguro de que se desfigurará lo que estoy haciendo. También un gran gusto porque me situaré en una especie de limbo que me permite hacer mi trabajo. Viajar es pisar una tierra desconocida. La incógnita y la pérdida del contexto social pueden ser muy útiles para hacer mi obra. Me está gustando el proceso de saber que estoy solo en una tierra completamente nueva, de la cual no tengo referencia, donde no conozco a nadie, y para la cual me preparo muy mal, a propósito, para poder llegar a la primera reacción, que resulta la más importante. Es una especie de instinto animal con el que reaccionas directamente. Para mí esa primera impresión es lo que queda.

-ƑPor qué has optado por la naturaleza y no por las personas? ƑPor qué los lugares y no quienes los habitan?

-Porque el paisaje representa a las personas. El paisaje está surcado, infestado y lleno de una cantidad de acciones nuestras. Cometemos un error al pensar que el paisaje es algo propio. Desde Cícero se habla de dos cosas: de la natura, el paisaje intocado y salvaje, y de la naturata o paisaje intervenido por el hombre. Cícero dice que el momento sublime del control del hombre sobre el paisaje es el jardín, algo que los italianos tienen muy en su corazón hasta la fecha. Por eso reitero que nos equivocamos al tratar a la naturaleza como algo externo de nuestra geografía interna.

-Con la estancia en Oaxaca terminas Bitácora de viaje. ƑQué sigue?

-Me encuentro en un momento crítico porque termino un ciclo de trabajo y no sé si me tengo que concentrar en un mismo lugar dentro de los próximos diez años o si continúo viajando. Esas incógnitas se te plantean cuando en la obra aparecen las repeticiones.

-ƑEn tu obra hay constancias o repeticiones?

-Los rasgos constantes me representan; soy yo. Pero la repetición es la fatiga de sorprenderte a ti mismo. Y ya no estoy dispuesto a gastar energía en sorprenderme.

-ƑPor qué la hoja y no el bosque?

-Tú puedes ver un paisaje como el de Oaxaca, con sus valles inmensos y sus distancias profundas. Pero también te puedes concentrar en la rama. Y en la rama del árbol adviertes equivalencias. Un río es un mapamundi para un pez; incluso es una cantidad infinita de ríos en los que conoce los canales y las glorietas. Como dijo alguien por allí: el árbol es un paisaje para una hoja.

-ƑPor qué preferir los microcosmos al universo?

-Porque en estas pequeñeces entendemos mucho más cómo está configurado el universo. Y puedes volverte más concreto, asentar una idea más clara cuando te concentras en algo limpio en su forma.

-Para hacer tus bocetos usas la cámara. Esa es la primera impresión de la que hablas. Pero Ƒqué tanto hay de esa impresión y qué tanto de recuerdo?

-Siempre digo que la fotografía es el primer filtro entre lo que ve uno y lo que le sucede a uno. Si yo te veo y te tomo una foto, en ese momento hay un cambio porque te vas de la tercera a la segunda dimensión, te vuelves plana. Luego, con los elementos que tengo, redibujo la esencia del instante a través de una mirada o la forma de la oreja o del cabello. Lo que decido que es vital es lo que se refuerza como una especie de exageración de la realidad. Luego todo se convierte en un sueño mío. El resultado es un tríptico entre el momento, la transformación y una vida nueva.

"Con su ojo interior, el hombre experimenta el espacio de su propia imaginación y reflexión", escribe John Berger en su ensayo El lugar de la pintura. Como cientos de mapamundis en blanco y negro, impresos en papel tailandés y de Nepal, en hojas de oro y en fotos instantáneas, Hendrix recolecta esos paisajes visibles y los completa con su mutante geografía interna que, aunque él lo desee, nunca llegará a detenerse.