La Jornada Semanal, 9 de julio del 2000



Edmundo Font

Visiones de la transformación del hombre

El mural de Juan Sebastián en la nueva librería Gandhi cumplió, como nos dice Edmundo Font, "un peregrinaje creativo a las tierras de Sai Baba para descubrir otros mundos", el legado de los Vedas, vivo a través de Vishnú, del tercer ojo de Shiva y de "la propuesta estilística de Tamara de Lempika". Juan Sebastián recorrió los caminos de Barcelona, la India y México, y plasmó sus vivencias en un mural que el sol visita, triunfando a veces sobre el nublado y el smog, a través de un tragaluz optimista. Es de agradecer a los comerciantes del libro este afán por mejorar la apariencia de sus locales y de hacerlo con obras imaginativas y originales. Es buena idea buscar un libro en el maremágnum comercial y descansar la vista en unos senos prodigiosos y en unas "modernas cuevas de Altamira".

A través del ensamblaje de estos lienzos que nos revelan un paisaje móvil y veloz conoceremos los signos de una escritura pictográfica novedosa; son profusos ųpero no abigarradosų los elementos plásticos de un mural que pretende reflejar la experiencia de fin de siglo de un joven artista preocupado por el destino de sus semejantes. Y eso se palpa en las imágenes recompuestas de esta tela.

A Juan Sebastián le desvela existencialmente la revisión profunda de las ideas que se viven hoy en día, y no solamente las de orden estético; desde hace varios años la trayectoria de este artista de vigoroso impulso vital incluye un vivo interés por la transformación de nuestro tiempo y nuestro entorno; asimismo, he testimoniado la repercusión favorable de su obra gráfica, realizada en el mejor taller gráfico de Barcelona, y el interés que despertó en la comunidad artística de la India el montaje de su trabajo en Bombay.

Juan Sebastián ha estado varias ocasiones en la India, en busca de claves espirituales para enriquecer su trabajo, como uno más de esa riada de artistas e intelectuales occidentales que han bebido en las fuentes milenarias de aquella civilización. Sin embargo, no se ha contaminado con la visión de un falso esoterismo y ha terminado por afinar su "paleta" mexicana en su confrontación con el arte de nuestras antípodas. Lo suyo ha sido un peregrinaje creativo a las tierras de Sai Baba, para descubrir otros mundos. Allí ha encontrado manifestaciones contemporáneas del legado de los Vedas, a través de los seguidores de Vishnú, la deidad preservadora de los hindúes.

Esa exploración de mundos y la postura vital que mantiene Juan Sebastián no es ajena tampoco al ejemplo y al mensaje pacifista de Gandhi. Por ello es una coincidencia feliz que rinda un homenaje a esa figura única del siglo que termina, en la librería mexicana que lleva su nombre. Pero ese reconocimiento no se reduce a una referencia iconográfica, sino que parte de ella para plasmar la dinámica de un mundo en permanente transformación y lucha, incluida la erótica y amorosa.

Este mural, que encaja perfectamente entre las líneas arquitectónicas de la nueva librería Gandhi, inscribe su nueva propuesta estilística en la mejor tradición de Tamara de Lempika y rememora la audacia del futurismo. Eso leo en sus imágenes desmembradas, insertadas en un mundo geométrico y figurativo de gran intensidad. En él, transfigurados, están Mauricio Achar con una pieza de ajedrez, viajando de Biblos a Aleph; los rostros auténticos de las máscaras en que nos hemos ido convirtiendo; el tercer ojo de Shiva, su danza y sus alumnos de aplicaciones sagradas. Y todo ello visto a través de un tragaluz común, con la luminosidad que se produce, ya raramente, en estas tierras del Anáhuac. šAh!, y la mano, la que bendice y guía el curso de la brocha, ese pincel fálico que pinta y penetra a la mujer en gozo. Porque hay también una mujer, un cuerpo trajinado por la disciplina amorosa de sus múltiples amantes.

Más allá están los torsos con los senos prodigiosos y los pezones como dedos meñiques. Las plantas de los pies y la huella en los caminos de los hijos desperdigados por los cuatro rumbos de un universo de color, en donde pasta un centauro abandonado. Allí, en suma, hay una sinfonía silenciada con irreverencia, música en pentagramas prehistóricos y cuevas de Altamira modernas, sobreponiendo su huella memorable.