La Jornada Semanal, 16 de julio del 2000


LAS ARTES SIN MUSA

Héctor Perea

Internet

La biblioteca cibernética

En mi artículo anterior refería las ventajas que brindan las nuevas tecnologías, y en particular internet, para el trabajo académico. Ya alguna vez enfoqué el asunto hacia el campo de la docencia. Ahora quisiera acercarme, dentro del ámbito digital y así sea muy por encima, a lo que algunas dependencias universitarias que arrastran problemas de todo tipo podrían utilizar como apoyo a los distintos pasos del proceso que sigue la investigación en el área de las humanidades. Asimismo, quisiera mostrar con unos cuantos ejemplos cómo el uso inteligente de la red de redes puede agilizar de veras la difusión de los trabajos de rescate y consolidación literaria.

Más allá de la puesta en línea de los catálogos generales de una biblioteca -hecho ya de por sí extraordinario-, los nuevos medios resultan inmejorables, entre otras cosas, para la conservación y proyección de los fondos documentales que muchas instituciones académicas resguardan. Prueba de esto es el sitio de la incipiente y especializada Biblioteca digital de ciencias de la salud, en el que se reproducen facsimilarmente algunos de los volúmenes contenidos en sus fondos y pertenecientes a los siglos xv y xvi. Esta forma de captura, cuidado y exhibición de los materiales es útil sobre todo cuando la imagen del texto vale tanto o más que su contenido. Sería el caso, por ejemplo, de los archivos epistolares o artísticos. En relación con estos últimos quiero destacar el trabajo llevado a cabo por un equipo universitario para, con apoyo del conacyt, clasificar y montar, en una suerte de exposición virtual, las obras plásticas realizadas y coleccionadas por José Juan Tablada y su mujer, Nina Cabrera. Pero esta forma de digitalización de materiales, que exige demasiado peso digital, resultará impráctica cuando sólo el contenido de los materiales o volúmenes resulte importante.

En relación con la circunstancia anterior, y desde el punto de vista de los textos, la forma de captura seguida por proyectos como el de la Biblioteca virtual Miguel de Cervantes Saavedra, de la Universidad de Alicante, será mucho más adecuada; por medio de ella se presentan los libros completos, aunque sin ningún alarde de diseño ni aparato crítico. La Cervantes Saavedra contiene además un archivo de voces, propuesta que podría resultar adecuada para instituciones no lucrativas -o al menos, que no ven en esto su finalidad última-, del corte de la unam, y que cuentan con acervos ricos en autores mexicanos e hispanoamericanos. Como lo han concebido las autoridades de la Universidad de Alicante, al contrario de significar un juego tecnológico morboso o vacío, la proyección acústica de los libros -leídos en muchos casos por sus autores- sería, entre otras cosas, la solución para aquellos lectores discapacitados que, impedidos de una lectura directa de las novelas, tratados o poemas, están sin embargo interesados en el conocimiento y gozo de la literatura.

Por último quisiera referirme al terreno estrella en la aplicación de las tecnologías de punta dentro del trabajo académico. Me refiero al horizonte sin límites que la escritura hipertextual abre a la edición crítica de obras de autores antiguos y contemporáneos. En el caso de la preparación de clásicos, y dentro de los criterios filológicos más exigentes, una de las mejores muestras en cuanto a posibilidades reales de explotación de este medio multidimensional es el primer capítulo que se muestra en red del Quijote, en edición preparada por un amplio equipo de colaboradores del Centro para la Edición de los Clásicos Españoles y coordinada por el profesor Francisco Rico para el Instituto Cervantes de España y la Editorial Grijalbo Mondadori. Como se podrá concluir sin dificultad después de una primera ojeada en pantalla, tanto la edición electrónica del texto como el acceso a todos los apartados complementarios del trabajo terminarán siendo mucho más fáciles y adecuados en este medio que en la edición crítica en papel. La enorme ductilidad aportada por el entramado hipertextual y el casi ilimitado juego de pantallas accesorias permiten el despliegue rápido y preciso de todos los elementos informativos opcionales para el lector.

Desde luego, el valor fundamental de una obra de estas características y envergadura radica en que, a diferencia de la edición en átomos, podremos acceder de la forma deseada al volumen original, y que en cualquier instante la arquitectura filológica, base del acercamiento erudito al material, puede ser obviada sin merma alguna para la comprensión y disfrute plenos de la experiencia literaria. En su doble versión electrónica, como cd-rom y -cuando esté instalado por completo- en internet, la sofisticada pero discreta intromisión de la tecnología digital permitirá al lector una apreciación limpia y llana del Quijote, lo mismo que, gracias al estudio filológico multimedia, el acercamiento fluido y riquísimo a los pliegues más íntimos, a los universos ocultos que dan cuerpo a la obra de Cervantes.

ƑNuestros clásicos no merecerán un trato similar?

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