La Jornada Semanal, 23 de julio del 2000
Item más, declaro y dexo toda mi librería que tengo en estas mis casas de mi morada, al dicho Colegio de San Nicolás de la cual tenga cuenta y razón del Deán y Cabildo de esta nuestra Santa Iglesia y los prebendados de ella se aprovechen de la dicha librería, habiendo siempre una persona que tenga cuenta con los libros que sacan...
Así dejaba su última voluntad, clara y generosamente detallada, el insigne Obispo y Oidor de Michoacán don Vasco de Quiroga, el 24 de enero de 1565.
Estos fragmentos de su testamento nos remiten a su paciente, decidida y visionaria labor a favor de los indígenas purépechas contra toda forma de esclavismo y mal trato por parte de los conquistadores, y de su gran interés por la educación y el mejoramiento integral de quienes podían aprovechar las bondades académicas de Colegio de San Nicolás fundado por él mismo.
Su ideario político-social y su aplicación práctica -no sin obstáculos, desde luego- en los pueblos-hospitales de Santa Fe son, hasta la fecha, un modelo ejemplar de organización comunitaria justa y respetuosa de las costumbres y tradiciones de sus integrantes. A la luz de los acontecimientos políticos más recientes, las bases organizativas -propiedad comunal, magistraturas familiares y electivas, y distribución de los resultados del trabajo de manera equitativa-creadas por Vasco de Quiroga adquieren una nueva dimensión respecto a los conceptos de justicia y democracia.
Igual validez tuvieron sus destacadas aportaciones e interés en las artes y oficios tradicionales de la región, que impulsó como parte complementaria de la educación integral que se propuso implantar en los pueblos-hospitales.
Es importante plantear una revaloración de su pensamiento humanista, no sólo como misionero y oidor, sino como jurista y abogado de los purépechas, es decir, como promotor de la justicia a partir de su visión reformadora de las comunidades de la Nueva España, en las que pretendía que prevalecieran "la fe y las buenas costumbres...", sin esclavos ni guerras, como modelos de utopías cristianas -aplicando sus apasionadas lecturas de Tomás Moro-, dando prioridad a los valores comunitarios por encima de los valores individuales o del Estado, cuando éste "actúa injustamente por las ambiciones políticas".
Desde esta perspectiva, sus postulados respecto a la justicia social, a la aplicación del derecho entre los indígenas, y a la educación y la enseñanza, cumplen una razón histórica que ha venido a conformar nuestra identidad y que, hasta nuestros días, las instituciones políticas no han podido igualar.
Sus empeños intelectuales perfilaron una conciencia humanista y solidaria que respetó -ante todo y contra todas las arbitrariedades e incomprensiones- el sincretismo cultural y religioso de las comunidades, mediante la aplicación de su profunda y seria asimilación de las corrientes humanistas y reformistas europeas del siglo XVI.
En su Información en Derecho (1536) "se define como el hombre práctico, el humanista y misionero pragmático, el político que trata de arreglar las cosas, de conciliar el provecho y los legítimos intereses de todos: indios, españoles, rey e Iglesia, mediante la administración de justicia y el establecimiento de lo que llamaba la 'mixta policía'", según nos dice el investigador Carlos Herrejón, y que realza el admirable apostolado que don Vasco llevó a cabo a favor de una parte de los indígenas mexicanos que, desde la ominosa Conquista, han estado marginados de las decisiones y apoyos de los grupos en el poder.
Fundador en 1540 del Real y Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo, igualmente dedicó su mejor esfuerzo no sólo a crear la reglamentación estatutaria de ese primer antecedente de lo que hoy es la Universidad Michoacana, sino que tuvo atento cuidado y preocupación por lograr y mantener el sustento económico y académico del histórico Colegio. Creado con el objetivo primordial de formar sacerdotes "de que estaba tan escaso el Reino por aquel tiempo, para lo cual se admitían gratis a todos los hijos de españoles que deseaban dedicarse al estudio de la Sagrada Teología, siempre que tuvieran más de veinte años de edad, y se les enseñaba en cuatro: latinidad, teología moral y cánones penitenciales, sirviendo de texto para esta última materia, la recopilación hecha por el mismo Sr. Quiroga. También se admitían, sin que pagaran ninguna cantidad al establecimiento, a los vecinos de Pátzcuaro y a los indios de los barrios de la laguna, por haber contribuido con su trabajo personal a la construcción del edificio [...], y a quienes se enseñaba a leer, escribir y todo lo demás que quisieran aprender lo que allí se enseñaba".(1)
El Dr. J. Benedict Warren, uno de los más serios y acuciosos investigadores y divulgadores de la obra de don Vasco de Quiroga, en la Introducción y en las Conclusiones de su valioso libro Los hospitales-pueblo de Santa Fe, define de manera precisa la importancia y el valor de su papel en estas tierras:
Si todos los reformadores sociales, de todas las épocas y todas las ideologías posteriores a Quiroga, hubieran asimilado la lección emanada de su ejemplo como reformador social, quizá sus esfuerzos hubieran fructificado y fructificarían con mayor éxito.
En estos días de neoliberalismo y globalización abrumadores, estas reflexiones tienen su continuidad en las oportunas y lúcidas palabras de Guillermo Bonfil Batalla:
La ideología dominante, la que define los caminos de la modernización, es hoy por hoy una ideología que ignora, excluye y niega a los demás, a los Otros. Por eso está condenada a un dramático fracaso histórico. Estamos obligados a buscar alternativas. Y a defenderlas porque en esa barca vamos todos"..
(1) Julián Bonavit, Historia del Colegio de San Nicolás, Editorial de la Universidad Michoacana, México, 1975, pp. 10 y 11.
(2) Ojarasca, revista mensual, número 7, "Por la diversidad del futuro", México, D.F., 1992, p. 18.