La Jornada Semanal, 23 de julio del 2000



Blanca Cárdenas Fernández

Pito Pérez desde el campanario

"Cuesta trabajo perder el pudor, pero cuando uno lo pierde, qué descansado se queda, como dicen que dijo uno de los sinverguenzas más famosos de México." El amigo lector tendrá la curiosidad de averiguar el nombre del autor de la frase. No vale la pena hacer el esfuerzo investigador, pues cualquiera de los políticos del ex partidazo recientemente enviado a calacas por el admirable pueblo de esta nación, hubiera sido capaz de proferir esa frase especialmente cínica. Recordamos a Pito Pérez y a don José Rubén, su padre putativo y literario, gracias a este ensayo de Blanca Cárdenas y, como en salmodia, decimos su poema de despedida: "¿Qué favor le debo al sol por haberme calentado, si de niño fui a la escuela, si de grande fui soldado, si de casado cabrón y de muerto condenado, qué favor le debo al sol por haberme calentado?"

La locura es la vida cuando la vida es dolor
Shakespeare

Una de las lecturas que más deja huella en la conciencia de José Rubén Romero es el Quijote, del que no sólo aprende sus primeras letras sino que también es para él lo que la Biblia para el cristiano. Repasando sus episodios, medita en el texto y la meditación reanima su espíritu cada día con la emoción renovada de todas las épocas: "Riendo como cuando éramos niños; soñando como cuando fuimos jóvenes; pensando y llorando como cuando somos viejos." La síntesis de las tres etapas evolutivas concentradas y expresadas en sentimientos disímiles en el presente, hacen vivir al lector del Quijote la propia existencia de la esencia humana definida en Romero como emoción: "Mi cerebro, que jamás ha cruzado el umbral de la metafísica, sólo alcanza a definirlo [al ser] como una emoción que corre de la risa al llanto."

El conocimiento del ser humano conceptualizado así, es el modelo que se apropia Romero para expresarlo en su narrativa. Con razón dice McKegney que "hay una mezcla de humor y tristeza que llenan los libros de Romero". El desencanto, la amargura y la tristeza, en conjunción con la picardía, propician los extremos de emotividad en la obra romeriana; y La vida inútil de Pito Pérez es la novela más representativa de la polaridad emocional, por las diversas condiciones en que se ve involucrado el personaje y por su origen marginal.

Sin embargo, el intento de Romero por definir al ser humano sin basarse en explicaciones filosóficas, sino en el conocimiento que del hombre adquiere en su relación y trato con éste, es semejante a la idea de la locura trágica del siglo XV -muy cercana ya a Erasmo de Rotterdam-, que, según Foucault, "no tiene tanto que ver con la verdad y con el mundo, como con el hombre y la verdad de sí mismo que él sabe percibir". Esta concepción se aleja de la razón y se une a la apreciación sensorial propia de la "estulticia [de] dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones", es decir, por el conocimiento no del "angosto rincón de la cabeza", sino "del resto del cuerpo al imperio de los desórdenes", como afirma Rotterdam. Hay concordancia entre algunos de los aspectos tratados por Romero en La vida inútil de Pito Pérez y ciertas observaciones erasmianas; por ejemplo, la locura vista por Erasmo como la liberación del alma de "sus penosos cuidados" es semejante a la presentación que hace Romero de la familia de Pito Pérez, la cual fabrica su propia existencia en un mundo imaginario donde encuentra la felicidad en comportamientos no concebidos en el mundo de los cuerdos.

Tales coincidencias no son casuales, dada la inspiración de Romero en el Quijote y la influencia decisiva de Erasmo en la Península Ibérica. Si l'Spagne n'avait passé par l'erasmisme, elle en neus aurait pas donné Don Quichotte, dice Marcel Bataillon; Menéndez Pelayo, por su parte, afirma que los críticos pierden el tiempo cuando intentan encontrar en Cervantes "ideas y preocupaciones de librepensador moderno", puesto que la verdadera filiación de éste se encuentra en la influencia erasmiana; y Antonio Villanova afirma que "la verdadera inspiración del Quijote de Cervantes procede del Elogio de la locura". Tal vez Romero no leyó esta obra de Erasmo, pero lo cierto es que la obra de Cervantes sí impregnó su ser y Romero la goza, embriagado por la conjunción de emociones pretéritas y presentes. Quizá por ello pudo crear a Pito Pérez, el estulto que divierte con la locura de sus actos, con las mentiras de sus relatos, con su comportamiento antiinstitucional; pero que también deprime con su despecho, burla, escepticismo, amargura y tristeza. La vida inútil de Pito Pérez es la obra de Romero que, por el conjunto de emociones contrarias que vive el personaje y que transmite al lector, lleva a quien la lee por el cauce de la locura representada por la "emoción que corre de la risa al llanto".

Pito Pérez no se queda loco en la meditación de un planteamiento filosófico que desea resolver, ni en la lectura intensa que le impide comer y dormir, como don Quijote. El aventurero que va por los pueblos de Michoacán haciendo alarde de la picardía del mestizo mexicano posee una locura que le ha sido heredada socialmente a través de su parentela; de ahí que su orientación nihilista emerja de la locura y la falta de respeto de que son objeto sus parientes, puestos por la mofa social en los límites de la racionalidad. Es este marco de demencia el que encuadra a Jesús Pérez Gaona en el mundo de vesania; aquí se pierde su inteligencia y naufraga su talento para dar vida al estulto que es escuchado por los demás sólo para divertirse y pasar el rato aplaudiendo sus hechos de locura en una fiesta, en una cantina o "sentado a la mesa de un ranchero pesudo".

Las hermanas del personaje no se encuentran tampoco en el mundo de las normas, el qué dirán se pierde entre las voces mismas que la emiten, no llega a sus oídos ni es tenido como precepto de conducta. En su mundo de felicidad se desvanecen los valores materiales y las falsas aspiraciones; ellas viven expresando en sus actos la concordancia de éstos con su mundo. Según Erasmo, "tal y como el caballo imperito en gramática no es desgraciado, así no es infeliz tampoco el estulto, porque al serlo es coherente con su naturaleza"; ser coherente con su naturaleza es ser uno mismo, y ser uno mismo es la felicidad, la satisfacción de ser y hacer lo que se desea sin tener en cuenta normas ni costumbres. En la lógica de Pito Pérez lo normal es ser consecuente con la locura, porque para él, lo mismo que para Erasmo de Rotterdam, es lo único que hace ser y vivir al individuo real que no necesita de poses ni simulacros. Dice Erasmo:

Como Erasmo, Pito Pérez elogia la locura en cuanto la identifica con la conducta real y, por tanto, con lo que debería ser lo normal; de tal modo que, para él, los locos son los que se conducen congruentemente con las normas establecidas por las instituciones sociales y no los que las violan. Así dice el personaje:

Pito Pérez es un opositor a las instituciones y sus reglas, y a los que se dejan conducir por ellas; esta oposición lo hace ganarse el desprecio de todos los que ostentan algún rango de autoridad o de poder. Realmente se necesita valor para comportarse fuera de las normas sociales y tomar conciencia de ser un escupitajo sobre el cual recae todo el peso de la sociedad que lo mira con asco y desprecio. El propósito de no balar al compás del rebaño es hacer rabiar a quienes sí lo hacen, rebelarse a las normas sociales es rebelarse contra la conducta asumida por milenios, contra la propia existencia humana que ha llegado a creer natural todo el conjunto de leyes y normas de conducta que la rigen.

Pito Pérez está consciente de su situación social y de que no es visto dentro de la normalidad, pero aún más, de que su comportamiento es el correcto; por eso le dice a su interlocutor: "Nuestra conversación podría titularse: diálogo entre un poeta y un loco", ironizando lo de poeta y haciendo hincapié en que la locura suele equipararse con el comportamiento veraz en tanto que la normalidad es una manera hipócrita de conducirse; tal apreciación delata las conducta anarquista de sobreponer la verdad a la hipocresía de las formalidades sociales. De ahí que Pito Pérez centre su crítica sobre todo en el clero y el gobierno. En este último critica el robo y el despotismo, que exponiendo las actitudes ineptas y las prácticas oportunistas que lo caracterizan: "Cuesta trabajo perder el pudor pero cuando uno lo pierde, qué descansado se queda, como dicen que dijo uno de los sinvergüenzas más famosos de México."

La primera "cualidad" de los gobernantes de la sociedad de Pito Pérez es el extremo del cinismo, la ignorancia y la degradación humana, que la perspicacia del personaje detecta en todos los ángulos de la deshonestidad del gobierno, y que es propia de todas las autoridades, desde el humilde alcalde de pueblo hasta el alto funcionario:

La ruptura con la autoridad terrenal lleva consigo el rompimiento con la autoridad clerical, puesto que el ardid de que toda autoridad viene de Dios es utilizado de común acuerdo por representantes estatales y religiosos para manipular la conciencia de las mayorías y apropiarse el derecho de mando y superioridad. Pito Pérez lo comprende y con su conducta anárquica defiende la libertad individual coartada por Estado e Iglesia, manifestando en sus actitudes su repudio pero, sobre todo, descubriendo los actos sutiles de los curas que esconden su ser de lobo con piel de oveja:

El juicio fascista de minimización hacia los marginados es un producto de la deshumanización de la burocracia política, que enmarca la vida del hombre desde antes de nacer hasta la muerte. Los menesterosos son ejemplo de lo que hace el Estado con quienes nacen pobres y crecen con todas las limitaciones sociales; por eso la lucha de Pito Pérez es la del individuo contra la sociedad y el reto es vencer o ser vencido; y lo aplastan las formas y las instituciones sociales hasta hacerle perder la identidad, Hilo lacre es el producto. Jesús Pérez Gaona deja de existir desde que se diluye en el ser que engendran las notas tristes de una flauta, cuya musicalidad da vida a Pito Pérez el estulto, el rebelde, el borracho, el presidiario irónico, en anticlerical cínico, el marginado...