La Jornada Semanal, 30 de julio del 2000



BABELARDO Y ELOêSA EN LA CIMA DEL DELEITE

CABEZA

El largo poema de Luz Elena Cabrera, ``Arte de la pasión'', nos entrega otra vuelta de tuerca de la historia calamitatum de Abelardo. Otra vuelta de tuerca a mil años de distancia. En el bello poema palpita el ambiente espiritual de la Edad Media que enmarca los avatares de una pasión amorosa en particular, la de Abelardo el filósofo y la bella e inteligente Eloísa.

Abelardo sufrió el asedio de las luchas por el poder académico, de las envidias e inquinas que dividen a los miembros de los sectores intelectuales y artísticos, así como el de las obsesiones de la Iglesia católica centradas en el pecado de la carne, la supresión de las libertades individuales y la afirmación de que nuestros cuerpos no nos pertenecen y, por lo mismo, tienen un conjunto de dueños, desde los padres hasta los confesores y, en el caso de la mujer, el macho atrabiliario y salvajemente posesivo.

El paso del tiempo mitificó a los amantes y mantuvo viva su leyenda. Por eso, la autora del acertado prólogo, la señora Aline Petterson, considera que el título del poema de Luz Elena sintetiza los aspectos esenciales de la trágica y luminosa historia de los amantes, mientras que el poema en sí se convierte en una refundación de la historia calamitatum del deslumbrado y horrendamente destruido Abelardo. Esta refundación tiene la virtud de colocar la historia de una pasión ubicada en pleno medievo ante los ojos contemporáneos.

El ``Arte de la pasión'' se divide o, para ser más exacto, se desdobla. De un lado está la carne y sus glorias y momentos dorados. Del otro están la culpa (``el silencio agrio de los recuerdos''), la mortificación y el latido premonitorio de la venganza del orden y sus feroces ``valores''. En el poema de Luz Elena prevalecen los deslumbramientos y la sensualidad reina sobre la sospecha del castigo. Es decir que su centro es la delectatium (``Pero en el principio el alma y los sentidos oficiaron, con mayor gloria que el ángelus, su copa de cristal/ a la luz de la aurora sobre un horizonte de vanidad y gozo''), y la certeza de la calamitatum palidece en los momentos de la gloria carnal.

Todo lo preside la belleza juvenil y la madura sabiduría de Eloísa. Bajo su imperio se mueve la biografía de su amante, desde la primogenitura sacrificada en Bretaña, pasando por el amor a la filosofía, especialmente a la dialéctica, así como a la poesía; hasta llegar al aula de Guillaume de Champeaux, el retorno a la casa materna, el refugio de ``La Pallet'' y el nuevo enfrentamiento con la Academia y su fascinante perípatos.

En el poema aparece con toda su fuerza la fe de Abelardo y su búsqueda de los universales guiada por Recelin de Compeigne (``la fe inmóvil empaña el cristal de mi razón y atempera la desnudez de Dios''). Al llegar a este punto es preciso reconocer la valentía de Luz Elena, patente en su proyecto de interpretar el lejano texto de Abelardo para construir un poema nuevo. En él se recuerdan la habilidad dialéctica del filosofo y su aproximación al misterioÊde la fe (``mi fe vasalla de las verdades de la revelación conturba mi pecho''). Se habla además de sus especulaciones sobre los peliagudos universalis (``vox, vox, flatus vocis, Intellectus universalis est nomen universale. ¿Universale est sermo?''); de su medida elocuencia, su amor por los discípulos y por la verdad (``amicus Plato...'') y, más tarde, su entrega a la teología guiado por Anselmo de León; su apego a las escrituras, su admiración por el más humano de los profetas, Ezequiel, y, por último, su riesgosa aventura con el Apocalipsis y las interminables interpretaciones de sus ardientes metáforas.

Poco después hace su milagrosa aparición la voluptas y el deseo invade todos los momentos y muestra fragmentos de carne temblorosa en medio de la cátedra. Ahí aparecía la promesa de unos senos generosos, un vientre liso y un sexo cálido y trémulo. Todo esto se concentra en Helloise, Helwis, Hellwides... la adolescente de gracia intacta (``floración recién brotada, crisálida de risas y juego,/ se baña bajo un cielo planetario de vida nueva'').

La voluptas lleva aparejados el insomnio y el deseo intenso provocado por un dolor que crece ante la ausencia de la persona amada. ``La dolencia de amor que no se cura/ sino con la presencia y la figura'', decía San Juan de la Cruz en el ``Cántico Espiritual''. En el inmenso poema del padre de nuestra poesía amorosa, el alma del Cantar de los cantares recorre temas y palabras. Esta tensión espiritual es comentada por Luz Elena: ``Como el rey me introduciré en tu aposento y beberé las caricias de las corzas que se ofrendan a mi esponsal de regocijo/ bajo la torre de David: en la Sulamita florece mi corazón...'' Indirectamente, la autora está recordando a una de nuestras grandes poetas místicas, Concha Urquiza (``puso cerco a mis pies, fuego a mi techo/ y sitió mi ciudad amurallada'', dice la poeta que está urgiendo un estudio a profundidad de su obra. Algo han hecho los (as) vigilantes investigadoras (es) de la UNAM, pero hace falta más, mucho más).

Abelardo alaba la armonía de la amada y tiembla ante los primeros roces, ante las miradas, la aproximación de las manos, la lentitud, la delicada morosidad que enmascaran la urgencia interior. Las lecturas en común son propicias para los escarceos.

Como el Paolo y la Francesca de la Commedia, dejaron de leer y el libro cayó de sus manos. Recordemos que Dante es compasivo con los lujuriosos. En su círculo sopla un viento infatigable, pero no hay sangre ni fuego ni hielo. Sólo un viento que hace volar a las parejas sin separarlas, pues aún en el castigo siguen juntas. López Velarde nos dice: ``oigo en tus quejas/ crujir los esqueletos en parejas''.

Abelardo va construyendo su camino hacia la consumación del amor sexual: el pelo, el cuello, la boca: ``tu carnoso panal se entrega en arroyos agridulces, al oscuro abandono de los alientos...'', los pechos: ``dos ovillos duermen con la leche de la luna...'', hasta llegar al rosetón que: ``se hace trama cerrada de pliegues encendidos, bajo el vaivén de mi contacto''. Todo culmina en el extravío: ``Perdimos el piso y la mirada del espacio.'' No es preciso indicar que en estos momentos dorados la culpa palidece, pues son un ``extasis delectatio donde tiende su manto la eternidad''.

El poema de Luz Elena se detiene en lo más alto de la pasión. Sabemos lo que vendrá después. Abelardo lo anuncia: ``Termino esta carta en la cima de aquel deleite'' adelanto del principio calamitatum. Ahí, en la cima del deleite. Por eso Abelardo ruega a Dios ``que nos absuelva de creernos en la gloria sus iguales''.

Hugo Gutiérrez Vega
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Antesala

Circo erótico. A partir de este miércoles 9 y hasta el 20 de agosto se presentará en el Teatro de las Artes, en el Cenart, un espectáculo que fusiona actuación y circo, habilidad y expresión: Erótica de fin de circo, ``un espejismo de frontera'', como lo llama Bruno Bert. Si ya el famoso Cirque du Soleil ha convertido la función circense en una experiencia estética, casi onírica, donde una concepción total del fenómeno (maquillaje, vestuario, máscaras, música, escenografía, iluminación y coreografía) alcanza vibraciones exquisitas de alta densidad; si ya la compañía catalana Fura dels Baus también incorporó las rutinas circenses al espectáculo teatral, teniendo como finalidad conmover a un público que parecía estar acostumbrado a todo, y haber perdido su capacidad de asombro; si ya el Teatro Butho había abandonado prácticamente la palabra para centrarse en la viñeta inmóvil en donde la progresión dramática correspondía a la contorsión inverosímil del cuerpo actoral torturado; si podemos, en fin, rastrear estos y otros tan ilustres como brutales antecedentes, debemos así esperar de Erótica de fin de circo un espectáculo que explore posibilidades inéditas que nos conmuevan profundamente, ahora por la vía del deseo y el erotismo. Las funciones serán, de miércoles a viernes, a las 20:30 hrs.; sábados, 17 y 19 hrs., y domingos, 18 hrs. El costo del boleto no parece excesivo: 100 refoxilados en preferente y 80 blindados en galería. Apresúrese a ir porque a lo mejor -¡Dior no lo quiera!- no vuelve a ver una teta o una nylon al aire y en vivo durante los próximos seis años. Y de los genitales masculinos, ¡olvídese!

Para hablar de Coyoacán. Hace mucho que no se anunciaba en esta columna un evento en el Centro Histórico de Coyoacán. Como ya me cambié y aunque vivo todavía en el mismo rumbo, los avatares del mero Centro ya no me afectan, les digo desde aquí: vayan al Lugar de Coyotes y hagan lo que quieran menos prenderle fuego. Es más, vayan y abarroten la exposición fotográfica de Lucero González que se inaugura el miércoles 9 y que se llama De pelos, y que debe estar ídem, porque Lucero es una de mis fotógrafas favoritas y qué. La exposición se llevará a cabo en Loo estudio, situado en plena calle Higuera 22-C, adelante de La Guadalupana y cerca de la oficina de correos. La expo durará hasta el 14 de septiembre y estará abierta de lunes a sábado de 13 a 20 hrs.

Del ``usted puede ser empresario de sí mismo'' salinista al ``tele, vochito y changarro'' foxista. Uno de los grandes mitos del periodo salinista no fue sólo la salvaje apertura de fronteras a los productos extranjeros, la cual provocó que muchos consumidores de clase media y media alta sintieran, no que el Primer Mundo había llegado para invadirnos, sino que nosotros habíamos pasado a formar parte del Mundo Desarrollado (pero el orden de los factores sigue alterando el resultado); también provocó la ilusón de que, en este país y con el PRI gobernando, podíamos vivir fuera del presupuesto (es decir, fuera del ámbito económico del Gobierno) sin vivir en el error. No obstante que la apertura dejó la puerta abierta para que se pudiera imprimir fuera de México (en los Estados Unidos, Italia o en cualquiera de los dragones de la Cuenca del Pacífico) y, con todo y la distancia y la diferencia de idiomas, dicha impresión saliera a un costo cincuenta por ciento más barato y cien por ciento mejor que cualquier imprenta mexicana, por muy picuda que ésta fuera. Al abrirse indiscriminadamente las fronteras, la diferencia tecnológica se reveló abismal. Nadie en el país podía competir con la calidad y eficiencia de las imprentas extranjeras. Ellos ya habían pasado por los ajustes brutales dentro de las Artes Gráficas: despidos masivos, obsolescencia de oficios, actualización de la planta productiva, capacitación tecnológica de cuadros de élite (¿quién es el mero mero en una superrotativa que tira cuatro colores de una sola vez, con doblado y empacado automáticos, con ajustes autorregulados y central de mandos digital? Pues ni más ni menos que ¡el que pone el papel! Sí, el que alimenta de papel al monstruo, el que sabe darle aire a los pliegos para que no se peguen y vigilar que las pinzas funcionen bien y estar al pendiente de abastacer con más resmas el hambre eterna de la rotativa antes de que tengaÊque parar, que es como el morir), etecé, etecé. Pero algunos de nosotros pensábamos que por lo menos el cuidado de edición, la tipografía, el diseño y el trabajo de preparación del texto hasta su salida a negativos y preprensa todavía estaba en nuestras manos. Necesitábamos actualizarnos, adquirir más y mejor tecnología, echar a perder algunas cosas dentro del proceso, cometer errores, pero aprender sobre la marcha. ¡Uta!, me cae que dimos la pelea pero trabajamos como idiotas, hasta la extenuación. Hicimos un libro de arte (o de mesa, como también les dicen) en tres meses, pero el tiempo real que invertimos fue equivalente al trabajo normal de catorce meses. Quisimos probar que sí se podía subsistir en calidad de pequeña empresa que provee una parte de la cadena de servicios... y fracasamos. El esfuerzo sobrenatural y los impuestos nos ahogaron. Nosotros financiamos las nuevas grandes fortunas, los superricos exprés crecieron abonados por nuestra sangre, sudor y lágrimas. Nuestra única recompensa fue el buen humor, que todavía conservamos. Aunque a veces dan ganas de decir lo que Cuauhtémoc Cárdenas en 1994, cuando le preguntaron que por qué siempre salía adusto en las fotografías y en los medios. El hijo del Tata dio la mejor respuesta que le he oído (y que incluía un gran sentido del humor, si bien se fijan): ``¿Y de qué me río?'' (Continuará.)

Carlos García-Tort
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