Ojarasca, Lunes 14 agosto 2000

Mumia Abu Jamal

 Resistencia en el filo de la muerte

 Alice Walker

No escribiré más acerca de la inocencia de Mumia Abu Jamal. Millones de personas por todo el mundo creen en ella. No escribiré más de cómo le tendieron una celada: la evidencia habla por sí misma. No escribiré más de la necesidad de un nuevo juicio: eso es obvio. El Estado intenta quitarle la vida a Mumia para cumplir sus propios fines; pese a todo nuestro amor y nuestro trabajo, puede lograrlo.

 En toda generación hay un caso como el de Mumia: un joven negro connotado por su lucidez, por ser radical, por amar a su pueblo, en lucha contra la injusticia. Es frecuente que cuando aún es adolescente, como en el caso de Mumia, las ``autoridades'' decidan vigilarlo. De hecho, pueden intentar coartar su vida incriminándolo por delitos que no cometió, y encarcelarlo. Al tenerlo en prisión lo consideran algo conquistado, un magnífico animal salvaje que han logrado capturar. Se sienten entonces con un poder que no sentirían si estuviera libre. Encarcelar un espíritu así evita que conozcan el ser amoroso, natural e instintivo que han perdido, o se han dejado robar, a manos de padres que abusan, escuelas horrendas o una economía voraz. No se dan cuenta que han encarcelado su propia belleza masculina, su propia alma apasionada.

 Esto salta a la vista cuando uno penetra en la prisión donde tienen a Mumia. Los guardias, aprensivos, aburridos. Y en cambio a Mumia lo ve uno enfundado en su uniforme naranja, alerta a toda chispa de vida en el rostro de sus visitantes; interesado en todo. Sus ensayos demuestran toda la atención que despliega en torno a lo que ocurre en el mundo y su identificación con aquellos que actúan contra la injustica y que sufren. Su gran amor a la verdad y a lo que es correcto. Es su integridad, al analizar docenas de sucesos, lo que nos hace posible sentir que no es un asesino. Ciertamente no es un mentiroso. Tendrán que matar a Mumia para silenciarlo, porque ha perdido su miedo a la muerte, después de tantas amenazas. Es un hombre libre, al fin.

Un hombre que es libre, cuya vida está comprometida ya varias veces, es un hombre a quien puedo escuchar. Qué tiene que decir un hombre así, alguien que no se arrepiente de sus creencias. Qué rincones del alma de sus interlocutores se alimentan de sus palabras. Conforme transitamos a los próximos mil años, que en mi opinión serán estupendos, cuál es la voz fundamental que necesitamos escuchar para emprender el viaje. Es la voz de aquellos, como los zapatistas, como Mumia, cuyo amor sobrepasa su miedo.

 Así que les pido que lean por lo menos uno de los libros de Mumia, para empezar a sentir el camino que les toca en este nuevo milenio. Estando en la antesala de la muerte, ha escrito y publicado libros, lo que es una hazaña considerable, y por supuesto lo han castigado por ello. Los alentaría a que escuchen su voz. Perderla será como perder uno de los colores del arcoiris. Les diré que tenemos una razón para estar aquí, en América, y que Mumia nos la recuerda. Es porque habremos de continuar deleitándonos con lo que somos, porque quien somos es hermoso. Quien somos tiene poder. Quien somos es fuerte. Mumia es nosotros, esa nueva tribu que surgió de habitar América. Con amplia conciencia, harta belleza, vasta inteligencia y mucho pelo.

 Somos como los zapatistas del sureste mexicano en tantas formas: nos rebasan en número, muchos somos pobres, somos humillados cotidianamente por quienes detentan el poder y nos hacen sentir despreciados, invisibles, sin nombre. Mumia nos ayuda a saber qué tan profundamente y con cuánta devoción nos desean; qué tan aguda o amorosamente nos miran; qué tan honorable es nuestro nombre malhadado. Y como los zapatistas, que son los pueblos indígenas que aún confían en la Naturaleza, podemos regocijarnos de saber que no es tarde todavía para aprender de la Tierra.

 Por lo tanto: Océano me ha dicho que les diga esto: como Amantes de la Vida de Mumia Abu Jamal debemos estar preparados para tres cosas: ver a Mumia asesinado por el Estado; ver cómo se le deja languidecer en la antesala de la muerte por tiempo indefinido; verlo liberado. ¿Cuál es nuestra responsabilidad frente a estas situaciones, todas ellas diseñadas deliberadamente para provocar enorme emoción en nuestros corazones? Emoción que en el pasado nos ha enviado como locos a las calles, predeciblemente. Rabia y frustración que nos torna descuidados en nuestro dolor; de nuevo la celada para volvernos víctimas de nuestro pesar.

 Si Mumia es confinado a la prisión indefinidamente, debemos continuar intentando liberarlo. Pero si el Estado lo asesina o si lo deja en libertad, hay algo más que deberemos hacer.

 Océano dice: traigan su Espíritu y el de ustedes a mí.

 Por tanto: en la tarde de su liberación, sea que llegue a nuestro abrazo esperanzado, el de toda su familia global, o que se funda en los vastos e infinitos brazos del Universo amoroso, preparémosle una bienvenida al lugar de honor que su propia vida creó. Guardemos silencio. Esto será lo más difícil de hacer; pero al hacerlo, nos fortaleceremos. Podemos prepararnos para el silencio si de antemano hacemos algunos arreglos. Vistámonos, si podemos pagarlo, de blanco. Blanco, porque es el color de la potencialidad, del vacío, y porque en América, el blanco ha sido con frecuencia también el color de nuestro desamparo. Portemos velas de todos los colores del arcoiris, que representen a nuestra familia multicolor que encontró tanto gozo e inspiración en la vida de Mumia. Carguemos cuatro piedras, símbolo de los huesos de Mumia y todos sus ancestros, y que sean de los cuatro puntos cardinales. Llevemos salvia, incienso, flores y naranjas. Portemos también una pequeña fotografía de Mumia, una del juez Albert Sabo, el hombre que se mostró inclemente con Mumia y que lo sentenció a muerte, y otra más del gobernador Thomas Ridge, aquel que firmó la sentencia de Mumia al momento de asumir su cargo. La cuarta fotografía debe ser la del abogado de Mumia, Leonard Weinglass, cuya dedicación en salvar la vida de Mumia es intachable y de gran valentía. Estos cuatro hombres están ligados para toda la eternidad y debemos hacerle honor al hecho. Así, con nuestro amigos y nuestra familia, en especial con los niños pequeños --a cada uno debe confiársele una flor y una naranja-- emprendamos el camino a la mar. Cualquier océano. Si no hay océanos donde ustedes viven, vayan a los ríos, a los arroyos, a los riachuelos, a los hilos de agua. Eventualmente llegarán al océano, tal como ustedes, algún día.

 Formen su altar allí en la playa: la fotografía de Sabo a la izquierda, para que nunca traicionemos nuestro corazón. La fotografía del gobernador Ridge pónganla a la derecha, para que nos recuerde que la imposición no es nuestro camino. Coloquen las fotografías de Mumia y de Leonard al centro, para reafirmarnos en las posibilidades de la confianza, la amistad y la libertad. Usen las piedras, los huesos de los ancestros, para sujetar las fotos. Enciendan las velas y sitúenlas a cada lado de las fotografías. Quemen salvia o incienso y ahúmense unos a otros. Y ahora, sin importar la dirección que asuma el Espíritu, frente a Océano, hablen. La Madre Océano es tan inmensa que toca toda playa. Ella aceptará sus lágrimas, están hechas de su misma substancia. Ella podrá sostenerlas.

 Después de hablar, retornen al silencio. Quemen las fotos. Primero la de Sabo, por habernos evitado vivir su vida y su destino. Después la del gobernador Ridge, por el gozo de que nuestros descendientes no tendrán que recordarnos como alguien que deseara matar o haya, de hecho, asesinado al Amado. Luego quemen las fotografías de Mumia y de Leonard juntas, para que nos recuerden que aquellos que trabajan por la justicia casi siempre tienen aliados. Bendigan estas cenizas, todas ellas sagradas por acción de nuestro amor y nuestro comedimiento, y láncenlas a la mar. Pídanle a los niños que permitan a sus flores acompañarlas. Cuando terminen su ceremonia, de preferencia al atardecer, siéntense en la arena, de cara a Océano y compartan las naranjas, símbolo del sol que los prisioneros no ven casi nunca; un sol tan generoso en su naturaleza que los hombres tuvieron que levantar prisiones para ocultarlo a otros hombres. Vayan a casa, preparen una comida buena, ligera, nada que haya sido torturado o esclavizado. Contesten con profundidad y paciencia todas las preguntas que hagan los niños. Háblenles de Angelo Herndon, Hurricane Carter, Nelson Mandela y Malcom X. Lean en voz alta los comentarios radiales censurados de Mumia. Mediten juntos en torno a cualquier acción que necesiten emprender. En recuerdo de nuestro pueblo, de los miles que están en prisión, si hay alguien de nuestra familia que tenga necesidades, abandonen todo juicio y comprométanse a ayudarlo.

 El significado de nuestra vida es la Vida misma. Tan misterioso y preciado es Eso a lo que pertenecemos.

 Recuerden mirarse directo a los ojos unos a otros durante todo este largo día. Abrácense en toda oportunidad. Tóquense mucho.

 


En Estados Unidos existen 2 millones de presos usados en una economía subterránea y plena de corrupciones que cobra enormes dividendos por un trabajo esclavizado. Existe también la pena de muerte, y para sorpresa de las buenas conciencias una cantidad muy alta de prisioneros es inocente. Algunos son a todas luces presos políticos, como Leonard Peltier, cuya demanda de clemencia, después de apelar por años un juicio amañado, acaba de ser retomada por un senador, Ben Nighthorse Campbell, que urge al ejecutivo a hacer justicia y liberarlo.

 Otro caso absurdo es el de Mumia Abu Jamal, en la antesala de la muerte por un crimen que no cometió. Si el caso de Mumia parecía sólo una bandera más de la oposición radical en Estados Unidos, hoy múltiples sectores reconocen la injusticia cometida con motivaciones políticas y racistas que no es posible ocultar. La revista francesa de circulación mundial Le nouvel Observateur (en su número 1857, 8-14 de junio de 2000) dedica su portada y un amplio reportaje a Mumia con un encabezado que reza ``su condena a muerte acusa a la justicia americana''. Es también sintomático que Jacques Derrida, uno de los filósofos vivos más importantes, haya escrito el prólogo a uno de los tres libros que Mumia publicó desde la cárcel.

 Alice Walker es una renombrada escritora negra estadunidense. Autora de El color púrpura, obra que le valió el Pulitzer y el American Book Award --y que fuera llevada a la pantalla por Steven Spielberg-- se suma también a la lista de intelectuales que apoya la liberación de Mumia. El texto que presentamos de ella, es el prólogo al más reciente libro de Mumia Abu Jamal, All Things Censored. Este libro, publicado por una de las nuevas editoriales alternativas en Nueva York, Seven Stories Press, contiene todos los comentarios radiofónicos que le fueran censurados a Mumia, y que se tomaron de su programa Desde la antesala de la muerte, de la afamada serie de National Public Radio, All Things Considered, y que Mumia transmite en vivo desde la cárcel para rabia del sistema.

 Haciendo eco de una resistencia civil que crece en Estados Unidos y otras zonas del mundo capitalista, Alice Walker tiende un puente que también Mumia ha tendido en varios de sus programas: una admiración y una identificación con el movimiento zapatista mexicano. Walker eligió como epígrafe parte del discurso de bienvenida que la comandancia del EZLN leyó en el Primer Encuentro Intercontinental, en Oventic, Chiapas, el 27 de julio de 1996: ``...Por eso nos hicimos soldados. Por eso seguimos siendo soldados. Porque no queremos más muerte y engaño para los nuestros, porque no queremos el olvido. [...] Esto somos nosotros. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La voz que se arma para hacerse oír. El rostro que se esconde para mostrarse. El nombre que se calla para ser nombrado. La estrella roja que llama al hombre y al mundo para que escuchen, para que vean, para que nombren. El mañana que se cosecha en el ayer...''

 

Traducción y nota: RVH

 

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