La Jornada Semanal, 20 de agosto del 2000

Dos Poemas

Pedro Garfias
 
 
Cuando me tiro de noche 
en el ataúd del lecho 
que es menos duro que el otro 
porque ya sabe mis huesos, 
me pongo a mirar arriba 
los astros de mis recuerdos. 
Aquél que se abrió de pronto 
cuando todo era misterio. 
El otro que se apagó 
antes de sentirse abierto. 
A veces grito iracundo: 
aquí me falta un lucero, 
aquí me sobra una estrella. 
¿Quién hizo este firmamento? 
Una voz piadosa dice 
que no es cielo sino techo. 
?Por mi vida, grito yo, 
dejadme saber mi sueño. 
Donde yo pongo los ojos 
todo es cielo?. 
Cuando me levanto viene 
lo bueno. 
Me comienzan a sonar 
todas las cosas por dentro. 
La sangre me duele más 
que los huesos, 
los huesos me duelen más 
que los sueños. 
Y el incorporarse a penas, 
y los órganos obscenos 
y todas las demás cosas 
que le humillan a mi cuerpo. 
Todos gritan a la vez. 
Yo de un grito hago el silencio. 
A qué quejarse de qué 
si yo me levanto muerto, 
si a mí todo se me duele 
y no me quejo. 


Pedro Garfias
(1901-1967)

Pedro Garfias (1901-1967) nació en España y murió exiliado en México. En Guadalajara, Torreón, Guanajuato y Monterrey muchas personas recuerdan su talante amistoso, sus ojos desorbitados y llenos de desasosiego, su voz ronca de sed, sus memorias de la lucha republicana y su poesía dicha de memoria en las noches de la taberna, una poesía “ajustada a la regla de la íntima concordia”, decía Arturo Rivas Sáinz.

El ala del sur, Poesías de la guerra española, Héroes del sur, Primavera en Eaton Hastings y Río de aguas amargas son algunos de sus libros principales. Escribió además reflexiones sobre la poesía y, junto con Gerardo Diego, los textos fundamentales del movimiento ultraísta.

Su vida nómada, la sensación de desarraigo, el menosprecio de algunos líderes de opinión del exilio y la nostalgia fueron la materia de su trabajo poético enriquecido por un personalísimo humor negro, un profundo autosarcasmo y una idea absolutamente original del ritmo y de los significados polivalentes de la palabra.

En 1981 su poesía regresó a España y fue objeto de un homenaje en el Centro Cultural de la Villa de Madrid y de múltiples estudios en universidades de España y el mundo.

Garfias conoció a un árbol que lo quería bien, “a él le dolía el tronco. A mí el tronco y la sien”, y en medio de la desolación afirmó, con su poesía urgente y desasosegada, los valores de la sobrevivencia.

Hugo Gutiérrez Vega