MARTES 29 DE AGOSTO DE 2000

Eterna necesidad imperiosa

 

* José Blanco *

Una de dos: o el equipo foxista no está comunicando claramente sus ideas, o sus ideas no están aún del todo claras. Si, como se dijo durante la campaña presidencial, Fox es ''un gran comunicador'', entonces, por reducción de opciones, el problema es lo segundo: las ideas no están claras. Uno entre varios temas de ideas oscuras es la reforma fiscal.

En el marco de un amplio consenso que comenzó a gestarse en los años šsesenta! sobre la eternamente urgente necesidad de una reforma fiscal integral, el presidente electo anunció la eliminación de la tasa cero del impuesto al valor agregado, en medicinas y alimentos. Ciertamente frente a la reforma fiscal integral, cuya ausencia amenaza con tornarse en un obstáculo formidable para la operación futura de la economía mexicana, la propuesta sobre el IVA tiene todo el aspecto de un parto de los montes.

La carga fiscal en la economía mexicana, 10.8 por ciento del PIB, sigue siendo una de las más bajas del mundo y, frente a esta vergüenza nacional, muchos empresarios se refieren a la revisión impositiva con el batiburrillo de una reforma que estimule la inversión, que a muchos analistas huele a reducción de impuestos, al tiempo que demandan equilibrio en las finanzas públicas; es decir, en una situación de un virtual equilibrio fiscal ya existente, la demanda implica una forzosa reducción concomitante del gasto público. Tal demanda de neoliberalismo salvaje conduciría al país directamente al desastre. De acuerdo con la Secretaría de Hacienda, la recaudación del impuesto sobre la renta empresarial (el impuesto más importante) es una de las más bajas del mundo: 1.8 por ciento del PIB, mientras en Chile es de 3.1, 2.5 en Estados Unidos, o 2.9 por ciento en la OCDE.

Eliminar la tasa cero del IVA en alimentos y medicinas, ciertamente significa suprimir un subsidio que favorece en mayor medida a los grupos de más altos ingresos; éstos, siendo muchas menos personas que los grupos desfavorecidos, en promedio, se dice, consumen más de cuatro veces más alimentos y medicamentos que los segundos.

Por tanto, eliminada esa tasa del impuesto al valor agregado, los grupos de altos ingresos pagarían un volumen sustancialmente mayor de impuestos por estos rubros que los segundos.

Sería factible, por tanto, devolver a los grupos de bajos ingresos, mediante los rubros de gasto público, un volumen mucho mayor de recursos que el que pagaran por la eliminación de la tasa cero.

El problema es que, eso factible, no está puesto en términos de proyectos específicos que redunden en beneficio tangible de los grupos desfavorecidos. Así, la propuesta al Congreso de la supresión de la tasa cero parece destinada al fracaso.

De otra parte, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) acaba de publicar un estudio estadístico sobre la economía informal. Se trata de otro item relevante en el diseño de una reforma fiscal integral. Según este estudio, la economía informal equivale a 12.7 por ciento del producto interno bruto (PIB) y, además, ha venido aumentando gradualmente desde 1995. En otros momentos, cifras también oficiales han referido números sustancialmente mayores a las que ahora se ofrecen y, como siempre, los resultados son dependientes de la metodología y las definiciones de partida. Como fuere, hay aquí un espacio amplio para el crecimiento de la recaudación fiscal.

Una fuente potencial más de recaudación lo constituye la que parece ser una base gravable angosta en las empresas, además de la evasión y la elusión fiscales.

La supresión del impuesto a los activos de las empresas es un buen criterio fiscal, pero uno malo es la liberalidad permisiva en los gastos deducibles.

Ampliar la base fiscal requiere revisar a fondo esos gastos, ateniéndose al criterio de hacer deducibles los gastos estrictamente productivos. La evasión y la elusión requieren tratamientos administrativos de supervisión que hasta ahora parecen navegar en la lenidad.

La evasión fiscal se ubica también en la amplia franja de la economía informal. Los agentes económicos que habitan este sector no van a atender nunca los llamados a la conciencia fiscal, y los mecanismos de coerción legal parecen limitados frente a la magnitud del problema.

Los agentes de la economía informal se volverán contribuyentes si hallan beneficios tangibles al pasar a la formalidad. Tres mecanismos parecen estar disponibles: las ventajas que pueden proporcionarles un sistema de salud, del que carecen, la oferta de medios eficientes de capacitación, y el acceso al crédito. Ello, a cambio de su regularización fiscal.

De otra parte, nada impediría sostener el criterio del equilibrio fiscal, con una carga fiscal, digamos de 30 por ciento del producto interno bruto, mediante un gasto público equivalente.

El criterio de este equilibrio no es obstáculo para la reforma. *