La Jornada Semanal, 3 de septiembre del 2000 
De París 1900 a Hannover 2000
 
Judith Moreno
 

Las exposiciones mundiales ?o ferias, como solía llamárseles?, ya no son lo que eran: si antes dejaban su impronta en construcciones tan emblemáticas como la mismísima torre Eiffel, ahora ya nadie recuerda qué pieza arquitectónica simbolizó, por ejemplo, la Expo Sevilla de 1992, y la Expo Hannover 2000 ni siquiera cuenta con una huella de ese tipo. Como apunta Judith Moreno, “las pantallas son la pieza más recurrente a lo largo de todos los pabellones, en todas las salas temáticas y en todos los espacios públicos de la Expo”. Nuestra colaboradora ve en esto un doble signo: aunque hoy es su rasgo más notorio, la tecnología internet también puede convertirse en el enterrador de las expos.

Corría el año 500 a.C. cuando el rey Jerjes de Persia, fanático de los avances técnicos, los viajes y las rarezas, ordenó la realización de una feria comercial a la que invitó a los pueblos vecinos. Los asistentes, entre quienes había muchos miembros de tribus nómadas del cercano Oriente, trajeron todos sus productos, junto con su música y su cocina. Ya en la era moderna fue otro rey, Alberto, esposo de la reina Victoria, amante de las ciencias y patrono de la industria, quien concibió la primera exposición universal en Londres en 1851, que estaría inspirada en el pensamiento positivista de Augusto Comte y se realizaría bajo el manto racionalista del dueto industria/progreso. Sin embargo, la exhibición más recordada no es la muestra industrial del Palacio de Cristal en Hyde Park, sino la realizada para celebrar los cien años de la Revolución francesa. En su primera gran feria internacional, los galos añadieron algo que sería inherente a las posteriores expos: la inclusión del entretenimiento y del arte. La expo de 1889 dio a París la torre diseñada y construida por monsieur Eiffel, que desde entonces preside el Campo Marte galo, y superó a la feria británica en afluencia y repercusión. Fue tal su éxito, que once años después, en medio del trasiego por la construcción del Metropolitan ?el Metro de la capital francesa?, el triunfo del impresionismo y el art nouveau; con la opinión pública dividida por el affaire Dreyfuss y la sede de los juegos olímpicos, París recibía la última centuria del segundo milenio. Cuatro años después, Saint Louis repetiría la hazaña de organizar simultáneamente una expo universal y los juegos olímpicos. Las sucesivas conflagraciones hicieron que las ferias mundiales quedaran en el olvido hasta que se llevó a cabo otra, ahora en la ciudad norteamericana de Seattle, en 1962, aunque formalmente no se le consideró mundial, como sí fue llamada la de 1967, realizada en Montreal.

Sin duda la huella más honda en la memoria colectiva fue la dejada por la Feria Mundial de París en 1900. En las 500 hectáreas del quartier Gros-Caillou, entre las exhibiciones del quinetoscopio, los globos aerostáticos y los automóviles, la expo glorificaba a la industrialización y al comercio como heraldos de un futuro de bienestar para toda la humanidad.

Cien años más tarde, el espíritu ha pasado de celebratorio a reflexivo. Mientras en París reinaban augurios de bonanza, en Hannover el énfasis está en el encuentro humano y la necesidad de pensar en un futuro global. ¿Qué objeto tiene llevar a cabo la costosísima puesta en escena que significa una expo universal en la era de internet? Al parecer, no importa que casi todo se pueda tener o saber por la red; lo fundamental es verse, saber cómo es el otro de viva voz, qué come, cómo viste, cuáles son sus dioses posmodernos.

Eurodisney o Epcot Center

Una expo mundial es también una inversión y un negocio. Las sedes son asignadas por el bie, un comité internacional. En la elección se toman en cuenta principalmente factores históricos y logísticos. En el caso de la penúltima feria, la de Sevilla en 1992, la principal razón fue el 500 aniversario del descubrimiento de América. En el de Alemania tuvo mucho que ver
el décimo aniversario de la reunificación germana y su influencia para la apertura de los países de Europa del Este. Sin embargo, a pesar del tono festivo de la publicidad, debido a su millonario costo, la Expo 2000 ha sido un juguete caro para Alemania. La revista Der Spiegel cuestiona dos aspectos de la expo: el gasto y la sede. Para la mayoría de los alemanes, Hannover, la capital del estado de Baja Sajonia, con sus 700 mil habitantes, sólo cuenta con los atractivos aledaños de la Ruta romántica: castillos, pueblitos pintorescos y algunos museos. A pesar de que la ciudad está “cerca” de las principales capitales europeas, al mismo tiempo está lejos: ni el tren rápido Berlín-Hannover, ni los puentes aéreos con París y Londres han podido aumentar la afluencia. Se preveían cuarenta millones de visitantes, pero esta cifra ha bajado a veintiséis. En contraste, la expo de 1900 en París tuvo una afluencia de cincuenta millones de personas.

Al principio se contemplaba la participación de 190 países y al final sólo asistieron 173. La ausencia más notable es la de Estados Unidos, cuyo domo blanco, al final del área de los países europeos, permanece vacío. Existen distintas versiones sobre su declinación, pero todas coinciden en afirmar que Estados Unidos no ve con buenos ojos el creciente liderazgo de Alemania en la Unión Europea. Un diplomático asegura que los norteamericanos estaban muy molestos por las restricciones que les impuso la municipalidad de Berlín en la construcción de su nueva embajada, y que el agua se derramó cuando quisieron cerrar una calle y el gobierno no se los permitió. Sin embargo, el Tío Sam está presente a través de la exclusividad para la venta de Coca-Cola, y los McDonalds operan como “pabellones sucedáneos”.

Todos los que son…

A pesar de las buenas intenciones de incluir a todos los países del orbe, de los 173 presentes, noventa tuvieron que recibir ayuda técnica y financiera del Ministerio de Economía y Tecnología del gobierno federal alemán para poder asistir, particularmente treinta y nueve países de África. En el centro de la disyuntiva asistir o no a una expo mundial están las preguntas: ¿para qué estar?, ¿qué beneficios reporta a un país hacer el esfuerzo? Tal parece que es un acto tan superfluo como necesario de afirmación de identidad: estoy-soy. Hoy en día, teóricamente, a partir del lema de la respectiva exposición, en este caso “Humanidad, Tecnología y Naturaleza: un nuevo mundo”, cada país hace una metáfora de su posición consigo mismo y con el mundo. Se explica ante los otros. Sin embargo, en el “cómo se presenta” lo que más influye es cuánto dinero se tiene para hacerlo.

La arquitectura como medio ambiente

A pesar de que un documental de cine o de televisión puede mostrar mejor lo que es un país, uno de los aspectos más interesantes de la Expo Hannover 2000 es la visión que cada nación quiere proyectar de sí misma y cómo quiere hacerlo. El pabellón nacional más atractivo por su visual exterior es Finlandia: cuatro pisos sostenidos con enormes troncos transversales. El símbolo de la urbe, el edificio, albergando y atravesado por un bosque. Después del de Finlandia, reconocido de manera unánime como el mejor, las opiniones se bifurcan: el de Japón, una sofisticada y leve oruga de papel reciclado y madera, aloja una propuesta concreta para tratar el bióxido de carbono. El de Hungría es un barco de madera abierto a Occidente. Mientras las superpotencias financieras hacen despliegues tecnológicos, países como Nepal optan por lo mejor de su mano artesanal en una construcción de madera cuya elaboración tomó tres años y el trabajo de 800 familias. Venezuela y México, los dos países petroleros, se encuentran uno al lado del otro frente a la puerta sur. Sus propuestas arquitectónicas son totalmente divergentes aunque igual de llamativas: Venezuela presenta una orquídea y México una arquitectura abstracta con reminiscencias del Bauhaus.

Sólo cuarenta países construyeron pabellones ex profeso, los demás utilizaron los halls ya existentes. Entre aquéllos sobresalen Brasil, por su propuesta lúdica y antisolemne; Alemania, que se representa a sí misma como una sociedad en transición a través de puentes y una actitud afirmativa sobre los aportes alemanes a la humanidad, desde los muñecos de peluche hasta la imprenta de tipos móviles; y, finalmente, Francia pone el acento en el movimiento, desde el primer travelling en el cine filmado por Lumière subido en la torre Eiffel, hasta sus proyectos espaciales.

Una torre Eiffel del espíritu

Casi todas las expos universales están marcadas por algún testimonio arquitectónico: el Palacio de Cristal, Londres 1851; la torre Eiffel, París 1889; el Gran Palais, París 1900; la aguja de Seattle 1962; el atómo de Bruselas; el puente a la isla La Cartuja, Sevilla 1992. La Expo Hannover 2000 no cuenta con un signo arquitectónico de esta naturaleza, por  lo que Helmut Werrer, uno de los organizadores, la ha llamado “la torre Eiffel del espíritu”. Para ser más que un parque de diversiones, un alarde tecnológico o una feria folclórica la expo creó la Global House. Este edificio alberga 770 proyectos de distintos países en vías de desarrollo. La Global House es la otra cara de los pabellones oficiales y el punto de encuentro supranacional son los pabellones temáticos sobre las problemáticas que afectan a todo el mundo. Otra actividad al margen los gobiernos es el “Diálogo global”, un encuentro de pensadores de distintas partes del mundo sobre el futuro real. Estas mesas redondas son trasmitidas vía internet en www.expo2000.de. En esta misma dirección hay cuatro webcams.

Todo cabe en una pantalla  sabiéndolo editar

París 1900 fue el despliegue del cinematógrafo. Hannover es la constatación del mundo en un rectángulo. Las pantallas son la pieza más recurrente a lo largo de todos los pabellones, en todas las salas temáticas y los espacios públicos de la Expo Hannover 2000. Las hay de video, cine, 3D, computadora, y su medida va desde escasos centímetros hasta los diez metros. Tantas pantallas parecen confirmar que las ferias mundiales serán enterradas por la tecnología internet.

La expo concluye el 31 de octubre del 2000. La siguiente será en el 2005 en Japón. Por los lugares en que se ha realizado, principalmente Europa, Estados Unidos, Canadá y Japón, es una expresión de los países desarrollados. Por lo que cuestan, quizá la humanidad futura bien vale el sueño.