LUNES 11 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Ť Astillero Ť

Ť Julio Hernández López Ť

Los medios de comunicación se convirtieron en importante noticia la semana recién pasada. Principalmente a causa de la enigmática muerte del subsecretario Raúl Ramos Tercero, quien dedicó buena parte de su producción epistolar de última hora a criticar lo que a su entender hay de irresponsabilidad en el ejercicio periodístico mexicano. Pero además, en esa misma semana se produjeron serios encontronazos entre periodistas y los equipos y estilos de comunicación de los dos presidentes actuales, el electo y el que está en funciones.

Las cartas envenenadas

En el caso del subsecretario Ramos Tercero, es de lamentarse que sus argumentaciones contra la prensa formen parte de expedientes de nota intensamente roja y no blancamente académica. También resta valía a esas quejas el que procedan de un estado de ánimo alterado y una circunstancia política altamente crispada. Pero a pesar de todo, conviene reflexionar sobre algunas de las tesis de las cartas envenenadas de Ramos Tercero (a pesar de que la estela criminal del Renave contamine todo lo que con ese escándalo se relacione, a pesar de que ha resultado infundada la fúnebre pretensión de ligar el trabajo de investigación de Reforma con intereses de baja estofa o alta delincuencia).

La voracidad mediática

En efecto, la sociedad mexicana está inerme ante algunos de los abusos y excesos del poder de los medios. Suelen darse casos en los que fama, honra y dignidad de los ciudadanos son avasalladas por la voracidad mediática. Dada la premura con la que se realiza en lo cotidiano la labor periodística, y los naturales márgenes de error que toda actividad tiene, podría entenderse la comisión de errores e injusticias. Pero no es ese el punto grave, sino la reticencia empedernida de medios y periodistas a reconocer tales equívocos, y la vocación autoritaria de zarandear aún más a quienes llegan a quejarse o protestar, para que con ese ejemplo zaherido no haya más muestras de insubordinación ciudadana ante la prensa.

Responsables Ƒante quién o quiénes?

Bajo tales condiciones de minusvalía, los mexicanos han aprendido a retraer sus derechos en relación con los medios. Todo político o funcionario sabe que resulta más costoso, en términos de imágen pública, entablar un litigio con un periodista o un medio que, en todo caso, dejar pasar el agravio o la falsedad. Lástima que Ramos Tercero lo haya escrito (por sí o por inducción) y por tanto le haya inoculado el virus del desprestigio, pero ciertamente, Ƒante quién respondemos los medios y los periodistas por nuestros errores?, Ƒcuál es nuestra responsabilidad?, Ƒante qué autoridad respetable e imparcial se puede recurrir cuando se es víctima de un abuso periodístico?

Otra víctima del cutter

Porque así se hubiera buscado, o de manera impensada, pero lo cierto es que el cutter que terminó con la vida de Ramos Tercero pareció también sesgar o cortar el curso que llevaba uno de los proyectos más arriesgados que elabora un segmento panista con la intención de que Vicente Fox lo abrace e impulse. Se trata de la idea de reglamentar el ejercicio periodístico y sujetarlo a reglas que reduzcan el imperio del criterio comercial, fortalezcan el de índole social y pública, restrinjan los abusos tradicionales de los medios y ofrezcan al público la capacidad sensata y digna de defensa de sus intereses y dignidad.

El linchamiento de Javier Corral

El senador panista Javier Corral Jurado (que acaba de dejar su asiento como diputado federal) ha protagonizado los principales momentos de esa lucha por modernizar los medios y su relación con la sociedad. Ha debido pagar altos costos por navegar en aguas cargadas de intereses económicos y políticos. De hecho, se le ha querido convertir en varios medios en una especie de villano y verdugo. Justamente los grandes empresarios que maniobran entre negocios, concesiones, contratos y exenciones de toda índole gracias a sus maquinarias editoriales han sido los primeros en levantar la voz contra lo que simplista pero efectistamente han llamado "la ley mordaza". Si el público mexicano tuviera la suficiente información sobre quiénes son algunos de los empresarios y periodistas que gritan a voz en cuello contra los peligros de la tal ley, se daría cuenta que muchos de ellos defienden ingresos ocultos, negocios hechos al amparo de tráfico de influencias, presiones y chantajes (desde luego, como en todo, hay opositores genuinos, honestos, limpios, a esta ley, unos por convicciones y otros inclusive por ignorancia).

El beso del diablo

Pues bien, dado que Corral Jurado fue destinatario de una carta de Ramos Tercero en la que le desea éxito en sus proyectos legislativos (como el de la reglamentación periodística, es de entenderse), se han extendido las dudas, críticas y fobias del Renave-Ramos Tercero al senador panista y, sobre todo, de manera oportuna y certera, al proyecto que se maduraba respecto al comportamiento de los medios. En delante, se buscará asociar este proyecto de ley con los oscuros episodios del subsecretario que, así (por decisión propia o inducida) le dio el beso del diablo a la pretensión multicitada.

De esa manera ha quedado libre el camino en el ámbito panista-foxista para que avancen los criterios pragmáticos, frívolos y superficiales con los que se pretenden corregir las perversiones históricas de la relación medios-gobierno-sociedad. El foxismo quiere cancelar privilegios y abusos de los reporteros, de los periodistas de campo, pero no necesariamente de los grandes empresarios que han hecho de la información un negocio manipulable.

La primera dama (en ser vocera presidencial)

Por ello, el equipo de prensa de Fox, a cargo de la primera dama vocera, Marta Sahagún, ha ido restringiendo de manera ofensiva los servicios de organización y logística que tradicionalmente se otorgaban a los periodistas que cubrían actos presidenciales. Nada de malo habría en cancelar cuanto fuese derrochador e innecesario. Nadie con autoridad moral defendería la sobrevivencia de sobres, embutes, giras pagadas, lujos a todo tren y demás sarta de inmoralidades con las que el régimen priísta mantuvo satisfechos durante largas décadas a periodistas cuyo agradecimiento era legible en sus envíos de trabajo.

La postura de El Economista

Pero tampoco se trata de convertir a la prensa en blanco de iras políglotas como las de Jorge Castañeda, o de maltratos como los del Estado Mayor asignado al presidente electo, o irresponsabilidades logísticas como las mostradas en giras internacionales anteriores y en la que hoy inicia por Centroamérica. A este respecto, ha sido llamativa la negativa pública de El Economista, diario especializado que dirige Luis Enrique Mercado, a enviar periodistas que intenten seguir comercialmente los vuelos de la nueva ruta de Fox. No es el de Mercado capricho ni irreflexión. Ha explicado claramente los graves errores de concepción y operación que ha producido el equipo foxista. Y junto con la suya hay una amplia producción de quejas y protestas de periodistas que sienten que a Fox ha comenzado a incomodarle no sólo la prensa crítica, sino inclusive aquella que comete el pecado de tratar de realizar su trabajo con acuciosidad profesional.

El que se va, también desdeña

El presidente Zedillo anda en las mismas. Ahora que viajó a Nueva York para participar en la Cumbre del Milenio, su equipo de prensa hizo todo lo posible para no ayudar a los periodistas según narró, por ejemplo, Marta Anaya en Milenio. Nunca hubo información oportuna ni conocimiento directo de lo que los periodistas necesitaban saber.

El tema merece reflexión profunda, más allá de los incidentes sangrientos relacionados con las ráfagas epistolares de Ramos Tercero, de la impericia y tozudez del equipo de Fox y de las desidias de fin de sexenio de Zedillo (quien, por cierto, se tomó libre el fin de semana en Nueva York). En el marco de la transición democrática mexicana (sea esto lo que sea, vaya en el grado que vaya), es totalmente imprescindible la modernización de la actividad de los medios y su sujeción a leyes claras y justas.

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