La Jornada Semanal, 17 de septiembre del 2000   
(h)ojeadas
Equino equilibrio
Enrique Héctor González
 
  De un tiempo a esta parte, los artículos, estudios, reflexiones, aproximaciones al calce, demostraciones de alta estima o baja estofa, apostillas en torno a la sociedad globalizada y su deplorable difuminación en el mundo conocido, se han multiplicado exponencialmente y sin que parezca evidenciarse un presumible fin en la tendencia, toda vez que este año de cambios (de transición, le llaman algunos), y los que le anteceden y persiguen, convocan de suyo la idea de un plazo que se cumple, la promesa de una esperanza o la vecindad de la catástrofe. Bajo el título de Un mundo desbocado (¿prosopopeya hípica de ascendencia gongorina?), Giddens consiente en publicar, en forma de libro, cinco charlas que preparó para sendas Conferencias Reith (edición 1999), prestigiosas disertaciones producidas anualmente por la bbc y pronunciadas ese año por el autor frente a públicos de Londres, Hong Kong, Nueva Delhi y Washington, lugares desde donde se transmitieron las ponencias en coberturas de gran alcance. El formato supuso, asimismo, la generación de una conversación electrónica sobre la globalización en internet y, en fin, un alcance aldeano en el sentido de McLuhan: el mundo inundado por la sabiduría doméstica de Giddens –sin ironías: el autor, como lo indica el subtítulo del texto, se propone traducir los efectos de la globalización en nuestras vidas de una manera accesible al gran público, propósito al que quizá se deba que aparezcan al final, y como culpígeno guiño a lectores cultos, varias páginas de referencias a libros especializados.

La tentación de glosar cada una de las conferencias del autor de La tercera vía (quizá la obra más reconocida de Giddens), de por sí breves, implica la doble curiosidad de rastrear las sutiles reglas de funcionamiento del texto (algo como excavar al pie de un generoso yacimiento para ver qué más oculta), así como la de ronronear alrededor del hedor malsano de la globalización, haciéndose eco de la gracia y el donaire con los que trabaja Giddens, quien, al revés de muchos futurólogos del apocalipsis, no blasfema ni anatematiza sino que trata de entender el fenómeno, denuncia sus contradicciones pero también festeja las puertas que deja abiertas al ejercicio de una nueva manera de vivir en el mundo. Transitar despacio por las inmediaciones del torbellino de este orbe atrabiliario es mantenernos alerta y, sin embargo, aprovechar la coyuntura, examinar de cerca el descontrol para reconocer en el caos la fuerza generosa de la imaginación, una íntima posibilidad de sobrevivencia en la libertad que aún no nos ha sido arrebatada por completo.

Giddens, en primer lugar, no cierra los ojos ni le llama caída inminente a lo que sólo es una restructuración, aunque considerablemente profunda, de nuestra manera de entender las cosas. Si bien reconoce que la mundialización económica es de origen occidental y en particular “lleva la fuerte impronta del poder político y económico estadunidense”; si no se le escapa que es un fenómeno de consecuencias altamente desiguales, también avizora que se trata de la gestación de una complejidad cultural que sólo los fundamentalistas pueden encontrar peligrosa. Giddens destaca en la instauración de este modelo económico (éticamente amoral) una previsible educación en la tolerancia que serviría para sanear el necio nacionalismo de ciertas culturas intravenosas.

La primera charla (“Globalización”) subraya que –aun cuando va emergiendo de un modo más o menos caótico– una sociedad cosmopolita mundial está en la punta de lanza entre los efectos consustanciales a la globalización, hibridez comunitaria que, no por sus ya señalados perfiles norteamericanizantes, puede soslayar la co-presencia de lo que Giddens llama “la colonización inversa”, un efecto de rebote, inesperado pero real, en virtud del cual países no occidentales por fuerza influirán en pautas de vida de Occidente. Cierto: en principio y sin excepciones, la sintaxis de la vida en el planeta se despedazará entre concordancias abusivas y convergencias forzadas por la mínima necesidad de sobrevivencia; las instituciones concha –la nación, la familia, la tradición, la naturaleza– seguirán llevando los mismos nombres, pero justo es reconocer que desde hace algún tiempo, y de manera irreversible, se han articulado de manera muy distinta a la que propiciaba su funcionamiento en décadas pasadas. Giddens se pregunta si este fenómeno es en sí mismo condenable o si merece la pena verlo como una variación (antes que como un desvarío) con la que hay que aprender a convivir. (La antropóloga Helen Fisher, por su parte y en reciente visita a México, asume que se olvida con frecuencia la circunstancia de que, al mismo tiempo que ha aumentado el número de divorcios en las últimas décadas, también es mayor el número de matrimonios como consecuencia de esas rupturas, lo que habla no de la muerte de la familia sino de la concreción de otra forma de entenderla y revivirla.)

En “El riesgo”, segundo capítulo del libro, el autor reconoce que la incertidumbre es un elemento esencial de la economía dinámica. Así como, frente a la globalización, se ha generado una oposición natural entre escépticos (que la condenan en bloque) y radicales (que certifican a ciegas sus beneficios), la dialéctica del riesgo nos hace vivir cautelosa (al modo de quienes lo controlan hasta lo imposible) o peligrosamente –como quería Nietzsche. La sintonía con la segunda forma de vida se impone sin excepciones en la ética globalizada, de acuerdo con el economista inglés.

Y un riesgo que están corriendo las nuevas sociedades es el del desapego a la “tradición”, tema de la tercera charla. Giddens explica que el acto compulsivo en que se fundan el alcoholismo y la farmacodependencia (define a la adicción, casi escultóricamente, como “autonomía congelada”) tiene que ver con una búsqueda más o menos ciega de algo a lo que asirse, de una base de sustentación vital. Desechada la tradición, o trastocada en formas paganas de escaso poder de convocatoria, la sociedad globalizada alienta una condición de ansiedad que sólo se sacia en la invención o simulación de tradiciones provisionales. Lejos de proponer una vuelta a las raíces (el árbol de la modernidad se ha desbaratado en el aire), el autor anticipa ya que esta otra institución concha (deleznable envoltura de un contenido que ya no es) sólo sirve para solidificar fundamentalismos funestos que se autoproponen como la única lectura posible de determinado credo. La tradición, ritual de tautologías colectivas, es con frecuencia un fantasma infatuado de autenticidad que –como se ha dicho hasta el cansancio– a la luz del mínimo análisis resulta una práctica más o menos nueva que, al revés de lo que ocurre con la sesentona insensata, presume una vejez de la que carece: hasta las más genuinas tradiciones se revelan como carcoma de utilería cuya existencia apenas se remonta a uno o dos siglos.

En un relato de Susan Sontag publicado en Vuelta hace unos quince años, se describe con gran destreza narrativa una de las formas agónicas de la modernidad: sin osar decir el nombre del padecimiento y mediante la yuxtaposición de voces cercanas al enfermo, asistimos a la metamorfosis que se apodera de un grupo de amigos jóvenes cuando éstos se enteran de que uno de sus miembros ha contraído sida. Llaman la atención muchos perfiles literarios y estéticos de este relato, pero sobre todo la constitución de una verdadera familia alrededor del hecho irremediable, formada por mujeres comprensivas y amigos temerosos. “La manera como vivimos ahora” se intitula el texto, y esta nueva forma de convivencia alrededor de la vida en pareja y el peligro latente de llamar a la fatalidad mediante el acto amoroso explican una de las certidumbres que, en “La familia”, el cuarto aspecto estudiado por Giddens, prevé su transformación radical en una sociedad donde la democratización de las emociones no puede sino enarbolar la igualdad de los sexos y la libertad sexual de las mujeres, rasgos irrenunciables de la globalización social. Las relaciones interpersonales tienden a volverse democráticas; de hecho, son las relaciones y no las instituciones las que han cobrado más importancia para los jóvenes, entre quienes va cobrando más realidad, anota el autor, la pregunta “¿tienes una relación?” que la de “¿estás casado?”.

Sin duda los fundamentalismos de toda especie seguirán saltando a la palestra pública, como ha ocurrido recientemente en nuestro país a partir de la activación de una ley provinciana en el estado que hasta hace poco gobernaba Vicente Fox. Pero por cierto, como observa Giddens, la revolución en las comunicaciones, efecto de una mundialización vertiginosa de la información (que ya no es patrimonio de casi nadie), ha producido una cultura cívica –si bien incipiente– más activa y reflexiva que nunca. De inmediato se dejó escuchar la voz de movimientos sociales que sencillamente están revirtiendo lo que en otras épocas pudo ser una forma de la imposición. De estos grupos depende, en gran medida, que la pluralidad y la voluntad de inclusión que ha pregonado el presidente electo sean el punto de partida de una nueva convivencia y no una sospechosa fórmula de utilidad electoral.

“La democracia”, tema de la conferencia que cierra el libro, es una “flor frágil”, un “principio político activo”, un chaleco de fuerza que todos se ponen pero que a nadie le queda bien, una tendencia natural que, en sí misma, debe democratizarse. Es un ejercicio menos partidista que participativo, lleno de desacuerdos sanos antes que de cohesiones rasposas. Sea como fuere el mundo globalizado que nos espera en el siglo xxi, el autor admite con Barber que una democracia real necesita regulación del gobierno y del sistema financiero pero, sobre todo, una base sólida en la esfera civil. Si pretendemos evitar el hamburguesamiento social del que habla Savater, una uniformidad alimenticia impuesta por la democratización gástrica de apetitos transnacionales, es inadmisible argumentar que de todos modos el taco bell es sabroso a su manera. La responsabilidad a propósito de las consecuencias de un mundo desbocado, de acuerdo con Giddens, recaerá en quienes, incapaces de detenerlo –las líneas que siguen, descontextualizadas, son versos de Alberto Blanco– “en su loca carrera hacia el abismo”, dejaron que la fuerza del caballo fuera controlada por el jinete “que [siempre] lo conduce a casa”. “Más bien”, concluye el poeta, “habría que animarse a apostar por un difícil, humano, equino equilibrio: el de ‘la belleza del centauro’” •


E n s a y o
De moshes y barneses
Tania Martínez
  Por el título del libro, El secuestro de la unam, no es difícil adivinar que esta obra constituye un duro cuestionamiento a quienes durante poco más de nueve meses mantuvieron en huelga a la universidad. Este volumen de Raúl Trejo Delarbre recopila sus artículos de opinión publicados en el periódico La Crónica de Hoy, la revista Nexos y el semanario Etcétera, medio del cual es director.

El núcleo central de la crítica del autor apunta al rechazo a la huelga y a las causas que, de acuerdo con su diagnóstico, la generaron y mantuvieron cerrada la universidad por el periodo más largo que se recuerde en su historia. La argumentación con que Delarbre sostiene su oposición al paro estudiantil resulta polémica, especialmente porque al principio el autor rechaza la entrada de la policía como forma de dirimir el conflicto y al final, contraviniendo sus propios principios, termina justificando el “necesario y triste desenlace” del uso de la fuerza.

Sin embargo, si bien el autor trae a debate problemáticas claves para el análisis sobre la unam, a lo largo del texto parece andar a la búsqueda de “culpables” que se esconden tras el “pequeño grupo de ultraizquierda o pseudoizquierda” que mantuvo como rehén a la unam durante tanto tiempo.

Los artículos de opinión periodísticos, por su características, están atados a la coyuntura y a la premura del tiempo. Por ello es comprensible que el autor pudiera hacer afirmaciones que a simple vista parecen verdad. Sin embargo, la oportunidad de editar un libro obliga a “mirar más allá de la huelga” y por ello se vuelven necesarios no sólo datos certeros y precisos con el fin de hacer más sólidos los argumentos, sino también un lenguaje que permita acercarnos a una problemática con mayor rigor y objetividad.

Por ejemplo, no deja de asombrar que el autor sólo se dedique a descalificar cuando se refiere a los huelguistas o a protagonistas que, según él, posibilitaron la huelga universitaria. Aunque no constituye la tónica principal de su trabajo, Delarbre llega a decir que los cronistas, cartonistas, escritores e incluso editorialistas de La Jornada son “cría ultras”. De los diputados pertenecientes al prd asegura que tienen una “patética incapacidad” para hacer una política de avanzada y que son “majaderos”. A los huelguistas los llama “grupito de rencorosos gritones”, “bravucones y quejicosos” (sic), “patanes” y “pelafustanes”.

Al lector le saltarán varias interrogantes, por ejemplo, cómo entender que un “grupito” de estudiantes haya movilizado “a varios miles en contra de las cuotas”; o si resulta suficiente la explicación del autor de que quienes secundaron al minúsculo grupo de ultras tenían escasa cultura política y por ello fueron presas fácilmente influenciables; o si eran “teorías conspirativas” (nuevo sic) las afirmaciones de estudiantes y analistas que señalan que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional condicionan el otorgamiento de préstamos a México a la reformulación de políticas educativas; o si la entrada de la Policía Federal Preventiva al campus universitario fue el último recurso de solución.

Estas preguntas sobre la huelga, cuyas diversas respuestas polarizaron a los distintos sectores de la unam, permearán la futura vida universitaria. De ahí la importancia de nuevos enfoques.

En una perspectiva más amplia, seguirán latentes los puntos de reflexión sobre la reforma educativa en la unam, ejes temáticos que Delarbre aborda en el último capítulo. Los planteamientos acerca de cómo hacer de la educación superior un derecho efectivo para los estudiantes de menos recursos, cómo proveer de fondos a la unam, cómo establecer el papel del Estado en el financiamiento educativo y cómo redefinir el significado de la autonomía universitaria son, entre otros, los puntos básicos que el autor pone en la mesa de discusión •
 



 
FICHERO
Los libros que llegan a nuestra redacción

Artes plásticas

• Roberto Ruiz. Maravilla del mundo, Josefina Estrada, Editorial Colibrí/Dirección de Educación y Cultura /Ayuntamiento Constitucional de Nezahualcóyotl, México, 2000, 126 pp.

Cine

• El ojo con memoria. Apuntes para un método de cine documental, Carlos Mendoza, Centro Universitario de Estudios Cinematográficos/unam, México, 1999, 113 pp.

• Esculpir el tiempo, Andrey Tarkovski, unam, México, 2000, 284 pp.

Ensayo (literario)

• Junta de sombras. Estudios helénicos, Alfonso Reyes, Col. Popular, 557, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 400 pp.

Entrevista

• Emiliano Pérez Cruz. Biografía. La vida: función sin permanencia voluntaria, Josefina Estrada, Editorial Colibrí/Dirección de Educación y Cultura/odapas Nezahualcóyotl/Ayuntamiento Constitucional de Nezahualcóyotl, México,
2000, 95 pp.

• Arte de Nezayualcóyotl. Creadores de teatro y música, t. I, Josefina Estrada, Editorial Colibrí/Dirección de Educación y Cultura /Ayuntamiento Constitucional de Nezahualcóyotl, México, 2000, 108 pp.

• Arte de Nezayualcóyotl. Creadores visuales, t. I, Josefina Estrada, Editorial Colibrí/Dirección de Educación y Cultura /Ayuntamiento Constitucional de Nezahualcóyotl, México, 2000, 128 pp.

Ensayo (político)

• El fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico, Heinz Dieterich, Enrique Dussel, Raimundo Franco, Arno Peters y Hugo Zemelman, Col. El ojo infalible, Editorial Océano, México, 2000, 176 pp

Ensayo (sociológico)

• Por los rincones. Antología de métodos cualitativos en la investigación social, Catalina A. Denman y Jesús Armando Haro (compiladores), El Colegio de Sonora, Sonora, México, 2000, 362 pp.

Filosofía

• El misterio de la conciencia, John R. Searle, traducción de Antoni Domènech Figueras Col. Paidós, Studio 141, Editorial Paidós, Barcelona, España, 2000, 196 pp.

Narrativa

• Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, Nellie Campobello, prólogo de Jorge Águila Mora, México, 2000, Editorial Era, 171 pp.

• El tiempo distante, José Emilio Pacheco, Ediciones Era, México, 2000, 133 pp.

• Encendida, Patricia Gaxiola, Col. El día siguiente, Editorial Océano, México, 2000, 112 pp.

• La visita. Un sueño de la razón, Agustín Ramos, Col. El día siguiente, Editorial Océano, México, 2000, 217 pp

• Las gatas, Ignacio Flores Calvillo, Editorial Colibrí/ipn, México, 2000, 132 pp.

• Los deseos y su sombra, Ana Clavel, Editorial Alfaguara, México, 2000, 306 pp.

Poesía

• El sentimiento del sentido, Saúl Yurkievich, Ediciones Era, México, 2000, 71 pp.

• Exilio en mi tierra. Antología poética (1965-1995), Frida Lara Klahr, Secretaría de Difusión Cultural/Editorial Universitaria, México, 1998, 150 pp.

• Nuevo cantar de Isolda, Frida Lara Klahr, Serie Maestro en la cultura 2,
Gobierno del Estado de Michoacán/Secretaría de Educación en el Estado, México, 2000, 73 pp.

• Obra entera. Poesía y prosa (1958-1995), Rafael Cadenas, Col. Tierra firme, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 724 pp.

Psicología

• La esquizofrenia. Psicopatología de los esquizoides y los esquizofrénicos, Eugène Minkowski, Biblioteca de Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis,  traducción de Eliane Cazenave Tapie Isoard, Fondo de Cultura Económica, México, 2000, 230 pp.

Teatro

• Por no ir a Michigan. (Ocho piezas teatrales), Norma Barroso, Col. Fondo Editorial Tierra Adentro 220, Conaculta, México, 2000, 145 pp.