LUNES 18 DE SEPTIEMBRE DE 2000


* José Cueli *

Buscadores de algo que no existe

Verdea septiembre en los jardines húmedos y en la plaza torera un violento perfume a fiestas patrias ?pólvora, antojitos y chupe? sube por los tendidos. En el recinto tiembla una nube y otra nube y plomizo el cielo rutila en las barreras. Una alegría de coro canta entre los amigos de los novilleros y guapas manolas, luz que se esfumaba lentamente del coso. Desgarraron los parches y los metales, la soledad de la mole de cemento vacía y las notas de la española música, rayando el aire desde las alturas descolgaban su dejo triste. Y bajo el cielo gritaban los porristas su inacabable ¡porra de sol! En medio de la neblina.

Los cabales, bajo la frescura septembrina, contemplábamos el látigo plateado de las nubes, en espera de que los triunfadores novilleros del año asomaran la cabeza por encima del reloj torero. "Mientras, la única que se asomaba era la ausente morena, que dejó su sello en los tendidos de la plaza".

Como todos los domingos, sólo más desesperanzas de toreo y morena... Ambas en el recuerdo, por los canales de lo espontáneo, de lo inesperado, de ese ¡no! que no puede ser, porque lo que no puede ser es imposible, que decía el gitano cetrino, Rafael Gómez El Gallo.

Los novilleros triunfadores, Bernal, Lizardo y Zulaica, no asomaron la cabeza por encima del reloj, como se esperaba. Sin estilo, sin recursos, calca uno de otro, repetían más de lo mismo, de derechazo en derechazo, a novillos bien presentados, noblotes, en especial los tres últimos, de Paco Torre, y nos durmieron sin decir nada de nada y nos quedamos en espera de un torero luminoso ?¿Zulaica?? capaz de hacer vibrar, palpitar y estremecer a los cabales, en la plaza que es casa de pocos buscadores de algo que no existe.