LUNES 18 DE SEPTIEMBRE DE 2000

Africanización de la música cubana

Ernesto Márquez Ť Para nadie es un secreto que los ritmos bailables de Cuba tienen su origen en la diáspora africana. Lo que sí ha de extrañar a muchos es que estos ritmos hayan viajado de regreso a la madre Africa para ser redimensionados por una cauda de músicos que combinan los ya tradicionales soukous, suahilli y mbalax a las descargas rumberas y temas de charanga.

Todo empezó cuando las grabaciones de algunos grupos cubanos, como el sexteto Habanero y el trío Matamoros, empezaron a gozar de extraordinaria popularidad en Africa en los aún recordables treinta; gusto que se extendió al terminar la Segunda Guerra Mundial, cuando los modernos medios de comunicación empezaron a fraguar una conexión más continua y el fuego de la música cubana sopló por medio de la extensa distribución de grabaciones clásicas de la RCA. Los sones, las guarachas y las rumbitas que contenían estas grabaciones les resultaron un tanto familiar a estos públicos, así que empezaron a frecuentar los lugares donde incipientes agrupaciones africanas interpretaban melodías cubanas con arreglos comedidos y letras que nadie entendía. Ese "otro" estilo de hacer música africana empezó a establecerse con base importante en Dakar, Bamako, Abidjan y Kinshasa.

Poco después, charangas como la Riverside y Aragón de Cuba, la Típica Ideal de Nueva York y la Orquesta Broadway visitaron esas tierras y embullaron lo suficiente para que músicos locales se guiaran en ese estilo. Así, en 1965 el flautista Boncana Maïga, un estudiante Malian que estuvo becado en La Habana, formó las Maravillas de Mali, agrupación musical que modeló a partir de la Orquesta Aragón, de la que dio a conocer suficientes éxitos como para que la charanga cienfueguera se convirtiera, pronto, en un grupo de culto entre los aficionados afros.

Los sairenses no se quedaron atrás y muy pronto aparecieron las orquestas Baobab y Etoile de Dakar -en la que comenzó cantando Youssou N'Dour- que con gran espíritu siguieron los ejemplos charangueros hasta imponerlos en moda.

Mientras tanto la rumba habanera, que tenía más proximidad con el elemento afro, se imponía entre el sector más avangard y Franco, un controvertido guitarrista, experimentaba con ella fusionándola con ritmos nativos, voces rituales y una enérgica sección de guitarras creando una música frenética que más adelante se conocería como soukous.

Con tales experiencias a cuestas, Le Grand Kalle, otro importante músico senegalés, marchó a París y junto con el saxofonista camerunés Manu Dibango y el flautista cubano Don Gonzalo formó un combo de intenciones multirraciales que tuvo como hegemonía la música afrocubana, la cual dimensionaron a niveles insospechados al incluirle los suficientes elementos afros como para incendiar las pistas de baile de todo el mundo. A partir de ahí muchos músicos y cantantes africanos emigraron hacia Estados Unidos con la ilusión de grabar con las personalidades de la salsa que allí radicaban. Ese fue el caso de Medoune Dialla -uno de los principales compositores de Baobab-, Pepe Seck -pionero y pilar de la música senegalesa- y Nicholas Menheim -joven grito que regularmente abría los conciertos de la Super Etoile de Dakar- quienes coincidieron en Nueva York y con la ayuda de Boncana Maiga lograron consolidar el proyecto de salsa más importante del Africa: Africando, un combo que resume toda es intencionalidad de panafricanismo musical.