La Jornada Semanal, 24 de septiembre del 2000

 

 
San Pancho, Bustos, la cristiada y los primeros coletazos ultramontanos

 
La lluvia, casi una pequeña tromba, empezó a caer a la entrada de León y no cesó hasta llegar a la plaza de armas de San Francisco, la antigua Estancia del Rincón unida, en los primeros años del Reino de Nueva Galicia, a la villa de Santa María de los Lagos. Se calmó por un rato y pronto regresó con el principal objeto de impedir que hubiera un público adecuado (cuatro o cinco, de acuerdo con mi actual poder de convocatoria) en la conferencia que, sobre López Velarde, debía asestar en la Casa de la Cultura de San Pancho. Esperamos una media hora larga y empecé a perorar ante un grupo de amables lugareños convocados por el Seminario de Cultura Mexicana. Los pobres enfrentaron la lluvia para caer en las garras de mi elocuencia torrencial.

De mi brevísima estancia, guardo algunos momentos muy interesantes y dos francamente deslumbradores que se dieron en la parroquia de Purísima de Bustos y en el templo del Señor de la Columna. Ambos los llenó el arte incomparable de Hermenegildo Bustos. En la parroquia se celebraba una boda y el sacerdote daba pésimos consejos a los jóvenes que en las notas de sociales de los diarios de provincia (y en dos de la campanuda capital) aparecen con el horrible nombre de contrayentes. Con la mayor prudencia posible, sabedores de que el levita aconsejador es del tipo iracundo, el historiador Jesús Verdín y el bazarista nos quedamos alelados frente al cuadro del ánima sola, pintado por el genial maestro Bustos, "aficionado pintor de este pueblo de la Purísima". Entre las llamas del purgatorio, las ánimas solas se purifican por el dolor. Muchas de ellas ostentan tiaras pontificias o arzobispales, y las femeninas se las arreglan para cubrirse los pechos con las pesadas cadenas. En lo alto se organiza la espiral dantesca en la que destacan San Francisco de Asís, Santo Domingo de Guzmán, profetas, ángeles y el Padre que todo lo preside. Hablar de la ingenuidad de Bustos es un lugar común que ya no debe repetirse. Era ingenuo como lo eran El Giotto o Cimabue y su trazo, la idea de la composición y el colorido, nos entregan la figura de un pintor fiel a la ideología religiosa, de un ortodoxo y, al mismo tiempo, de un humorista capaz de hacer un comentario irónico de esa ideología sancionadora de las más mínimas dudas. La catarata de consejos sacerdotales que, a esas alturas, ya nadie escuchaba, nos impidió acercarnos al retablo barroco adornado con pequeños cuadros, casi exvotos de don Hermenegildo. A prudente distancia del retablo, vimos volar ángeles de alas blancas y diablos de alas membranosas y vampirescas, un descendimiento de la Cruz y las alas multicolores de las criaturas fraangelicales. Prodigioso pintor de pueblo este señor Bustos, que alcanzó en el retrato sus momentos de mayor pericia y de más sorprendente representación de los abismos que marcan la superficie del rostro humano.

En el templo del Señor de la Columna (la leyenda habla de su misteriosa llegada a Purísima en un "gran cajón de madera bruta" cargado por dos arrieros vendedores y consumidores ?más lo segundo que lo primero? del "agua de las verdes matas, tú me subes tu me bajas, tu me haces andar a gatas..."). En la sacristía, pésimamente iluminada, está uno de los más perfectos retratos de Bustos, el del Sr. Pbro. Ignacio Martínez, bienhechor de la iglesia y de su feligresía menesterosa. Viste una sotana corta (tal vez su gran estatura tenga la culpa de la cortedad de la prenda religiosa) y todo el peso y la gracia del retrato giran en torno a una capa portada al desgaire y un tanto deportiva o mosquetera. Es difícil quitar los ojos del rostro del Pbro. Los rasgos duros e irregulares, la tenue raya de una boca hecha para las renunciaciones, el mentón de hierro forjado, las orejas un poco vampirescas, los ojos inquisitivos y bondadosos que siguen el movimiento de los pinceles y las manos como sarmientos de una vid, hechas para dar más que para recibir, retratan de alma entera al Pbro. y reflejan un talante a la vez endurecido y bondadoso. Pensamos en la colección de retratos que incluye el autorretrato uniformado y con pequeñas cruces en el cuello, caprichosamente expuesta en Granaditas, en la colección del inba y en la larga lista de obras adquiridas de las más variadas maneras por un coleccionista local y vendidas en Estados Unidos, México y Europa. Me cuentan que su señora viuda tiene en su poder algunos cuadros del maestro y un notable biombo hecho con exvotos y pequeños retratos de evangelistas y profetas. Todo lo que de Bustos pueda recuperarse hará bien al arte y nos otorgará momentos de total admiración.

Con Jesús Verdín y Jesús Zamora hablamos de la cristiada y vimos fotos de Lauro Rocha, los curas Reyes Vega y Aristeo Pedroza, el padre Navarrete (en esos tiempos, mayor del Ejército del Norte y asistente del militar profesional contratado por la Liga de la Defensa Religiosa, don Enrique Gorostieta). "La primera" fue muy fuerte por estos rumbos (Lagos, San Juan, Tlacuitapa, San Diego de Alejandría, Unión de San Antonio, Jalpa de Cánovas, Cañada de Negros, San Pedro Piedra Gorda, Comanja...); "la segunda" fue un relámpago que culminó con la muerte de Lauro Rocha. Después vinieron la lucha contra la educación socialista, los maestros desorejados y las masacres de agraristas hechas para evitar la formación de los núcleos de población que servían de base a los ejidos, obviamente financiadas, de manera subrepticia, por los hacendados. Los libros de De Anda, Goitortua, Rivero del Val, el canónigo Ramírez, Degollado, Navarrete, Lavín, Aceves, Alicia Olivera, Víctor Ceja y Meyer, recogieron algunos aspectos de esa contienda tan contrastada, de esa guerra religiosa ("Tropas de Jesús, sigan su bandera, no desmaye nadie, vamos a la guerra...") que mezcló los heroísmos populares con la marrullería de hacendados y de señoritos capitalinos (recuerdo que Vázquez Cisneros llamaba a Capistrán Garza, Presidente de México en el exilio californiano, René Sacristán Farsa), y el candor del martirologio con el oscurantismo mochador de orejas y enemigo de la libertad humana. En fin... los contrastes son tan brutales y las heridas están tan mal cerradas que vale la pena redoblar los estudios de la época y huir de las actitudes maniqueas. Ni beatos, ni santos, ni diablos, ni monstruos... ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre... lo que espanta es el integrismo, pues nos pone a andar para atrás como los cangrejos en el tema del aborto permitido en el caso de violación. Esta ley ha sido derogada por los ultramontanos legisladores panistas de Guanajuato. Cuidado, gente de bien, por ahí se escuchan los ecos del "Que viva mi Cristo, que viva mi rey, que impere por siempre triunfante su ley..." Señor Presidente Electo, detenga usted a la jauría integrista, por el amor de Dios. Este país dio un paso adelante derrotando a esa contradicción histórica que era el pri. Ahora no puede caminar hacia atrás. Frente a esos fundamentalistas enemigos de la libertad humana que Dios nos coja confesados.

Unos soldados hacían marchar a los conscriptos en el jardín de San Pancho, el Pbro. Martínez nos dirigía una mirada inquisitiva, la mañana tenía nubes no muy bonitas (este bazarista es de origen ranchero; por lo tanto, piensa que las nubes bonitas son las negras y cargadas de agua), y con el sabor amargo de la salvajada de los cavernícolas del congreso de Guanajuato, salimos rumbo a Silao. En el purgatorio se retorcían las llamas alrededor de las ánimas solas y un horrendo busto de Bustos (hecho por algún mediocre escultor panteonero) nos despidió de Purísima. El campo verde, el país alegre por haberse librado del viejo dragón, pero... otro más viejo aún anda ya meneando la horrenda cola. Deténganlo por favor, herederos de Gómez Morín y de González Luna. Detengan a esos inquisidores que intentan cobrar a Fox el precio de su apoyo electoral, imponiéndonos sus traumas, prejuicios y fanatismos. Por favor, que la atroz golondrina que aleteó en el congreso de Guanajuato no nos vaya a hacer un verano de descontento.
 

Hugo Gutiérrez Vega
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Antesala
 
 

¿Cuál es la naturaleza del Fondo? Esta no es una pregunta metafísica ni ontológica; tampoco una especulación sobre una de las doce tradiciones de Alcohólicos Anónimos. En esta última década los/las intelectuales, escritoras/es y artistas mexicanos/as se han visto obligados (ya sea por hambre o por prestigio) a tocar dos Fondos distintos: las becas y estímulos a proyectos que el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) generosamente (para algunos quizá demasiado generosamente ?diez años?) ha distribuido entre ciertas personas, sobre todo a través del famoso Sistema Nacional de Creadores (o becas mayores, como les dicen algunos). Ya he dicho lo que pienso sobre las becas en este mismo espacio, así que no lo voy a repetir. El otro fondo a tocar es el cada vez más inaccesible del Fondo de Cultura Económica (que con el ex presidente De la Madrid casi se volvió una Secretaría del Libro que Produce Dividendos). Gracias a la dificultad que implica publicar en él, el fce se ha vuelto una especie de meta que alcanzar, una medalla que ostentar, una montaña que conquistar. Desmenucemos, pues, ambos Fondos.

De becas y otorgantes. Mientras que la famosa “consulta” cumplía su perverso ciclo de “encuesta que algo queda” para dictaminar a las empresas culturales del Estado, el Fonca, como por acto de magia, desaparece del foro. Alguien puede decir, quizá con razón, que la institucionalización del Fonca se dio bajo principios tales que queda resguardado de los avatares del cambio sexenal, amparado en una figura que lo vuelve hasta cierto punto “independiente”. Sólo esto explica que no obstante la posibilidad real de que el gobierno cambiara no únicamente de manos sino de partido, apareciera ?antes de las elecciones del dos de julio? la convocatoria para el siguiente ciclo de becarios. (La pregunta es si seguirán ejerciendo el dedazo cultural los mismos que lo han hecho desde hace por lo menos siete u ocho años, o por fin se leerán las solicitudes y se evaluarán los trabajos y las necesidades de los solicitantes que no fueron a rendir incondicional pleitesía, a ofrecer publicaciones o a ejercer presión mediante su estratégica posición en la industria editorial.) Porque si por el partido de la victoria cultural fuera, el único merecedor de una beca sería el tristemente fallecido Carlos Castillo Peraza. (La otra pregunta es si existe otro sistema, menos injusto y centralista, para otorgar dichas becas ?reconozcamos que las de jóvenes creadores y las de estímulos y proyectos funcionan de una manera más expedita, generosa e imparcial.) Las becas del SNCA han caído en un fuerte desprestigio, pese a que los otorgantes piensen lo contrario, quizá cegados por los halagos y las muestras de admiración ?falsas o auténticas? que ahora los rodean (a ellos y a su escasa obra). Las becas deberían ser entregadas no sólo a los artistas o escritores que tengan una obra sólida o abundante (ambos términos no son complementarios), sino también a aquéllos que por diversas razones (sobre todo de índole económica; trabajar para vivir, no ser herederos de apellidos o fortunas, hijos de familia pudiente ni maestros universitarios) no han podido desarrollar su obra porque no han tenido tregua ni año sabático a la hora de talonear para la quesadilla; o para aquéllos que se han negado a deformarse la columna vertebral haciendo caravanas, cantando loas y poniendo veladoras a las diversas capillitas literarias que reparten el pastel. Hablo, en fin, de gente real que vive en el mundo real.

El otro Fondo. El FCE resulta un caso aparentemente distinto pero también primordial. La única editorial mexicana que tiene un prestigio cabal, formado no sólo por la administración de De la Madrid sino antes, mucho antes, por su generosa contribución a la cultura latinoamericana mediante sus famosos Breviarios y sus antológicas Lecturas mexicanas, así como sus diversas colecciones de poesía. Empresa editorial con sus altas y sus bajas (recordemos la salida de Arnaldo Orfila por atreverse a publicar Los hijos de Sánchez del antropólogo norteamericano Oscar Lewis), el Fondo posee un acervo bibliográfico impresionante, así como bibliotecas en Madrid y Buenos Aires. Si ahora posee un híbrido que conjuga las seguridades del búnker con la fastuosidad de la Pirámide del Sol y da trabajo a numerosos traductores, correctores y redactores (a quienes, por cierto, paga miserablemente), sus antiguas y modestas oficinas en avenida Universidad vieron desfilar a grandes autores de toda Latinoamérica, al igual que a grandes escritores que eran grandes traductores (para ejemplo basta el de Juan García Ponce, quien tradujo a Herbert Marcuse para el FCE). Pues no dude usted que el Fondo esté en la mira del Grupo Santillana o el Grijalbo Mondadori, grandes multinacionales que, como tales, deben expandirse constantemente so pena de morir (O tempora, O mores!) asfixiadas por sus propias ganancias. Buena presa, pues, para la inversión extranjera (aquí española, que, con el pretexto de que tenemos las mismas raíces, se siente con derecho a devorarse los mejores platillos de la empresa nacional a precios de ganga).

Colofón provisional. Así pues, la paranoia continúa. Ya habrá visto usted el desplegado de Radio Educación, perseverante empresa radiofónica de servicio público, que nunca ha podido ya no digamos extenderse a nivel nacional, como debería suceder con una radio de su experiencia, sino sobrevivir con dignidad y desahogo. Prácticamente toda su vida ha estado acogotada por un raquítico presupuesto y, pese a ello, sigue en el cuadrante gracias al entusiasmo de varias generaciones de trabajadores y generosos diyéis intelectuales que prácticamente han regalado su tiempo y su trabajo para dar una opción sedante en el dial de AM y FM asfixiado por la música de payola, los noticieros amarillistas y el dudoso ingenio de las estaciones rockeras. (Continuará.)

CarlosGarcía-Tort
 
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