DOMINGO 1 DE OCTUBRE DE 2000




ƑBiopiratería o apoyo al desarrollo comunitario?

La guerra por los microorganismos


ƑDe quién son los recursos biológicos? ƑQuién debe dar el consentimiento para su apropiación y explotación? ƑCómo se deben distribuir los beneficios?
El convenio de colaboración entre una organización campesina oaxaqueña y la trasnacional farmacéutica Sandoz (ahora Novartis) estableció el derecho de la segunda a recibir "al menos 2 mil aislamientos de microorganismos anuales" y contar con el "uso exclusivo de la información" durante dos años. La trasnacional -defiende el modelo Francisco Chapela- "no podría reclamar patentes ni otros derechos de propiedad intelectual sobre las especies vivas".
El contrapunto es el testimonio de Aldo González, presidente municipal de Guelatao, Oaxaca: "Sin decir que están haciendo biopiratería o, más bien, diciendo que están haciendo investigación etnobotánica o que están capacitando, saquean los recursos naturales de las comunidades"
ƑSaqueo, o bendición? Aquí, el debate


Se debe detener la bioprospección


Aldo GONZALEZ

Tiempo después de que las comunidades de la Sierra Juárez comienzan a explotar sus recursos forestales llegan a la región, traídos por la Secretaría del Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap), una serie de compañías y de investigadores, principalmente extranjeros (algunos de ellos japoneses). Llegan también a través de organismos no gubernamentales interesados en hacer investigación etnobotánica.

Sin embargo, los resultados de sus estudios no son dados a conocer a las comunidades indígenas de la región. Son entregados a los financiadores, que normalmente son fundaciones internacionales interesadas en obtener el conocimiento que tienen las comunidades indígenas sobre los recursos que ahí se encuentran.

En el caso de los japoneses, ellos llegan a mediados de los noventa interesados en un hongo que se llama matzutake que, para ellos, según la información que proporcionan, es una especie comestible. Este tipo de hongo desapareció en Japón por el mal manejo que se hizo en su explotación. Entonces vinieron a México y se dieron cuenta de que había especies más o menos similares. Empezaron a comprarlas primero en el norte, en Durango, y en el estado de México y, después, en la medida que ese hongo también se fue acabando en esos estados de la República, se dirigieron más hacia el sur. Entonces llegaron a la sierra y dijeron: "Vamos a comprar el hongo".

En la región se comen varios hongos, pero este no se consumía. Los japoneses llegaron a comprarlo en 30 pesos. Finalmente una ONG de estudios rurales y ambientales se dio cuenta de que su precio internacional es por lo menos de entre 300 y 600 pesos. Cuando esto se dio a conocer, los japoneses se vieron obligados a multiplicar por más de 10 su precio.

Pero se da un fenómeno curioso. En el lugar que tenían como centro de acopio para la recolección del matzutake la gente llegaba con sus canastas de hongos. Los japoneses lo pesaban en básculas de precisión, y con una navajita le cortaban las partes que "aparentemente" no estaban en buen estado. Entonces colocaban la parte supuestamente en buenas condiciones en un recipiente y la "basura" la metían en otros cestos. La gente no se preocupaba, pues no tenía información de lo que era o no bueno. Finalmente, cuando lo japoneses se marchaban se llevaban tanto los hongos que estaban en buenas condiciones como la "basura". Esto fue provocando que las esporas que permiten la reproducción del hongo se fueran acabando. En muchas comunidades el hongo empezó a disminuir en cantidad en los siguientes ciclos. Hoy los japoneses tienen tecnología para poderlo reproducir en Japón y ha disminuido la compra del matzutake en la Sierra Juárez.

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Así como sucedió con los hongos, pasó con otros productos. A la región de Pueblos Mancomunados llegaron otros investigadores, algunos israelitas. Según su información la gente de estas comunidades estaba interesada en recibir capacitación para la producción de hortalizas. Ellos les ofrecieron: "Miren, les vamos a pagar cuatro salarios mínimos, durante cuatro años, para que ustedes se capaciten; o sea que van a estar aprendiendo y nosotros les vamos a estar pagando como si estuvieran ustedes trabajando. Al final de los cuatro años ustedes van a exportar al mercado internacional una serie de hortalizas que les vamos a decir cómo van a producir". Pero al mismo tiempo les dijeron: "Bueno, pero para eso necesitamos estudiar los recursos que ustedes tienen. Nos vamos a llevar muestras de tierra de distintos lugares de su comunidad". Entonces empezaron a tomar muestras de los suelos de las partes bajas y altas de estas comunidades.

Hoy sabemos que la tierra está llena de microorganismos. Que éstos son de interés para las compañías que se dedican a la bioprospección. Por supuesto no dicen que están haciendo investigación en este sentido. Nada comentan de que se están llevando elementos que son propios -y podríamos decir casi exclusivos- de estas comunidades, porque esos microorganismos no se pueden reproducir en otros lugares. Entonces, sin decir que están haciendo biopiratería o, más bien, diciendo que están haciendo investigación etnobotánica o que están capacitando a las comunidades en aspectos de producción agrícola, saquean los recursos naturales de las comunidades.

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Hay un caso que a nosotros nos llama mucho la atención, por la discreción con la que fue tratado. Más o menos entre 1996 y 1997 se firmó un convenio entre la Unión de Comunidades Zapotecas Chinantecas (Uzachi), y la compañía farmacéutica Sandoz. Lamentablemente el contrato no es conocido por muchas gentes de las comunidades de la región, no es abierto. Nosotros preguntamos a las autoridades municipales -incluyendo a algunas autoridades comunales que están ahorita en funciones- sobre el convenio y ellos nos respondieron que no tienen información. Sin embargo, aparecieron algunas firmas de las autoridades en la aprobación del mismo.

reportaje-oaxaca-1-jpeg El convenio establece la posibilidad de contratar la entrega de muestras de microorganismos, principalmente hongos, a cambio de que esta compañía apoye a la organización con algunos proyectos en que puedan hacer manejo sustentable de sus recursos. Algunos de los elementos que aparecen en el contrato establecen que dentro de las regalías que se otorgarán a la Uzachi está la de proporcionar un laboratorio para que en él se puedan hacer las investigaciones para la selección de los hongos que posteriormente tendrán que ser enviados a Suiza. El contrato habla de que se deben entregar alrededor de 2 mil muestras al año, durante tres años. Sin embargo, se entregaron muchas más de las 6 mil muestras que estaban pactadas.

El apoyo que le da Sandoz a la Uzachi consiste, en parte, en transferir tecnología destinada, solamente, a la clasificación de los hongos que se están llevando al exterior. También proporciona apoyo para establecer un orquideario, que actualmente cuenta con 80 especies; pero, aunque es un espacio muy agradable, no es una regalía significativa.

Dentro del convenio se establece que en caso de encontrar componentes activos dentro de algunas de las muestras que son llevadas a Suiza, se entregaría a las comunidades entre 1 y 2 millones de dólares por componente activo, pero solamente por una ocasión. O sea que no se fija un porcentaje para beneficiar a la comunidad mientras la empresa obtiene ganancias por el uso del medicamento que contiene el componente activo.

Esto nos plantea una situación bastante delicada. Las cuatro comunidades que integran Uzachi no son las únicas en las que se encuentran este tipo de organismos. Hay comunidades aledañas que tienen los mismos climas y cuentan con la misma biodiversidad pero que, por no pertenecer a Uzachi, no reciben las regalías que fueron pactadas con Sandoz. Esto coloca a las comunidades en una situación de confrontación. Si esto aún no ha sucedido es porque, en primer lugar, la información no fluye. Si la gente de las mismas comunidades que integran Uzachi no tiene información sobre el convenio, pues las comunidades vecinas menos.

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amoltepec-oax-8-jpg Además, el Banco Mundial tiene interés en establecer en la región un corredor de áreas naturales protegidas al que llaman: áreas comunitarias protegidas. Para promover su proyecto se usa como gancho la promesa de establecer un fondo para apoyar iniciativas sobre sistemas de manejo de recursos no forestales. Con ello se podrían realizar investigaciones para que, posteriormente, las comunidades tengan la opción de vender servicios ambientales como captura de carbono o de agua. A través de este gancho se está estableciendo la posibilidad de hacer investigación etnobotánica que abra las puertas a la biopiratería. Esto coloca a la región en una situación bastante delicada porque, cuando hablamos de áreas naturales protegidas o áreas comunitarias protegidas también hablamos de la posibilidad de que en un momento dado sean expropiadas o que puedan ser compradas.

Es necesario que se suspendan todos los proyectos de bioprospección en nuestro país. Esto debe tener la finalidad de que se provoque una discusión y que haga posible que fluya la información a las comunidades indígenas.


BIOPIRATERIA Y BIOPROSPECCION

México es una de las regiones de mayor diversidad biológica y cultural del planeta. Es, también, una de las capitales mundiales de la biopiratería.

La biopiratería consiste en la apropiación por parte de empresas trasnacionales -y también algunas instituciones públicas de investigación- de los recursos genéticos y de los conocimientos asociados a ellos, para su privatización y para fines de lucro. El término fue inventado por Pat Mooney, de la Rural Advancement Foundation Internacional (RAFI), premio Nobel alternativo, y popularizado por personalidades como Vandana Shiva.

Las compañías que se apropian ilegalmente de estos recursos -usualmente vinculadas a la producción agropecuaria o farmacéutica, o ambas- introducen manipulaciones genéticas a los recursos obtenidos y obtienen patentes que "justifican" derechos de explotación monopólicos. El material genético existente en los países del Tercer Mundo constituye para las compañías la materia prima central en sus proyectos. En sus investigaciones de prospección biológica frecuentemente obtienen esta información a partir del conocimiento de indígenas y campesinos.

Actualmente hay un intenso debate alrededor de la biopiratería. Las preguntas son muchas y los intereses en juego muy poderosos.

México no es ajeno a este debate. En abril de 1999 se otorgó una patente a Larry Proctor de frijoles que han sido producidos por agricultores mexicanos por años. Varios investigadores y ONG han denunciado tanto el proyecto UNAM-Diversa como el ICBG Maya en Chiapas como ejemplos de piratería (en el convenio se incluyen áreas protegidas, para extraer biodiversidad bacterial y patentar cualquier enzima que se aísle y se desarrolle de las bacterias sustraídas).

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La bioprospección se está volviendo una actividad muy lucrativa para algunas empresas especialistas en la explotación de bacterias y enzimas. Las empresas bioprospectoras dependen de su habilidad para tener acceso a la biodiversidad, controlarla y patentarla. Su objetivo es tener el derecho exclusivo para entrar a una zona de mucha biodiversidad (casi siempre en países del sur), extraer de ella microbios, bacterias, tejidos vivos, sangre, etcétera, realizar experimentos sobre este material y luego patentar cualquier producto útil resultante.

Se firman acuerdos generalmente con los gobiernos de los países con gran biodiversidad, que suelen incluir alguna compensación monetaria directa, más, a veces, una porción de las regalías que se generen de la explotación comercial de los productos resultantes. Las empresas buscan que los acuerdos les otorguen acceso exclusivo e irrestricto.

Las enzimas son un objetivo especial de atención de parte de estas compañías, ya que en el 99% de ellas existen microorganismos que no pueden ser cultivados en el laboratorio. Son especialmente cotizadas las enzimas "extremófilas" que prosperan en condiciones especialmente difíciles (mucho frío, calor o presión atmosférica), por su utilidad en procesos industriales. (Redacción de Masiosare e información de www.ciepac.org)


LA MUERTE DEL MAIZ

La región de la Sierra Juárez está ubicada al norte del estado de Oaxaca. Está compuesta por los distritos de Ixtlán y Villalta y abarca 51 municipios. Ahí viven comunidades indígenas zapotecas y chinantecas. Ahí existen ecosistemas de selva baja, selva alta, bosque mesófilo, bosque de pino, bosque de pino-encino y bosques secos a la orilla de los ríos.

Estas comunidades originalmente practicaban la tumba, roza y quema para la producción de maíz y frijol. Hace unos 50 años hubo presión para que en esta región se pudieran explotar los bosques; en la parte media y baja se introdujo el cultivo del café. Estas dos formas de producción, distintas a la original, cambiaron la forma de relacionarse de los habitantes de la sierra con la naturaleza. Los metieron en una dinámica de obtención de recursos económicos para poder sobrevivir y, en algunos casos graves, de dejar de producir el maíz y el frijol para la subsistencia. Esto acontece, sobre todo, en las comunidades forestales que tienen grandes extensiones de bosque y en algunas comunidades cafetaleras. Ello provocó la desaparición de variedades de maíces criollos que fueron conservados por miles de años en Oaxaca. Se habla de la existencia de semillas de maíz de por lo menos 7 mil años y de semillas de calabaza de hasta 10 mil años de existencia. Los pueblos indígenas que están asentados en ese territorio han trabajando estas plantas durante miles de años.

Cuando llegó la compañía maderera paraestatal de papel Tuxtepec con la intención de saquear los recursos forestales se produjo un cambio en las comunidades más altas de la sierra. Después de 25 años de tener concesionados estos bosques la empresa obtuvo, a finales del sexenio de José López Portillo, una nueva concesión por 25 años más. Las comunidades protestaron. Los supuestos beneficios que deberían haber llegado nunca llegaron. Se tenían que haber construido carreteras, clínicas, escuelas, y realizado la introducción de agua potable y drenaje. Estos servicios, convenidos inicialmente, no fueron del conocimiento de las comunidades sino hasta que terminó la concesión. Ante esta situación las comunidades dijeron: "ƑCómo es posible que el gobierno federal haya concesionado nuestros bosques? ƑCómo es posible que hayan saqueado la mejor madera y nosotros no hayamos recibido los beneficios pactados?" Lucharon entonces por derogar esta concesión. Finalmente la echaron abajo.

Ante esta situación se presentó una nueva perspectiva para las comunidades. Algunas de ellas, las que cuentan con territorios más grandes, empezaron a formar sus empresas para el aprovechamiento forestal. En un inicio elaboraron iniciativas para que de manera colectiva varias comunidades pudieran formar una empresa; sin embargo, también surgieron fuertes intereses que se opusieron a su organización. Finalmente lo que sucedió en la región fue que cada comunidad empezó a generar su propia empresa comunal para el aprovechamiento forestal. Esto las aisló.

Con los aprovechamientos forestales surgieron una serie de iniciativas de distintas secretarías de Estado para que las comunidades pudieran aprovechar sus recursos. En los últimos años fue la Semarnap la que promovió el aprovechamiento de los recursos en la región. (Testimonio de Aldo González)