La Jornada Semanal, 8 de octubre del 2000 
 
 
 

LAS GLORIAS DE SAN GORDIANO (II)

San Gordiano fue conocido en sus tiempos de gloria ("tiempos en que era Dios omnipotente y el Señor Don Porfirio presidente", decía el graciosísimo Renato Leduc) como la Atenas del Centro-Derecha. Otras ciudades del mismo Estado y de otras regiones del país le disputaban el título, pero nunca reunieron tantas glorias vivas y coleantes en el mismo tiempo histórico. El libro de homenaje a San Gordiano nos propone la lectura de otras biografías de próceres y nos recuerda que, a principios de siglo, el Pbro. Don Atilano Paniagua de la Cisterna creó el Ateneo Gordianense y consiguió los fondos suficientes para becar a los creadores de la región. Doña Carmelita, la digna esposa del héroe-presidente, hizo un importante donativo, el Sr. Obispo de Mochilopolis aportó una cantidad respetable y los representantes de las fuerzas vivas organizaron, con resultados notables, una serie de colectas, rifas, kermeses y jamaicas. En una de esas rifas el primer premio consistía en una semana de vacaciones con todos los gastos pagados en Mochilopolis. El segundo premio era de dos semanas.

Los primeros ateneístas fueron el Pbro. Don Atilano, el Señor Lic. Don Fulguencio de la Reguera, el inspirado bardo Avelino Cienfuegos, la maestra Doña Cuquita de la Regla y Enhiesta (oradora elocuentísima y grecolatinista de mérito) y el Doctor Don Floriano De la Hoz, médico cultivador de las bellas letras y acuarelista especializado en escenas bucólicas.

Apenas fundado el Ateneo se lanzó la convocatoria de un concurso de becas para creadores de la región. Integraron el jurado Don Atilano, Don Fulgencio, Avelino, Doña Cuquita y Don Floriano. Deliberaron arduamente sobre los méritos de los candidatos propuestos y, en una ceremonia celebrada en el Teatro Municipal, otorgaron las becas. Los agraciados fueron Don Atilano, Don Fulgencio, Avelino, Doña Cuquita y Don Floriano. Esta sabia forma de premiación ha sido imitada por otras regiones y por la misma capital de la República y, sin duda, es muy acertada, pues siempre se va sobre seguro y se evita el riesgo de otorgar apoyos a quienes no los merecen, a los arribistas, a los desconocidos y, en el más peligroso de los casos, a los detractores y críticos del proyecto ateneísta.

Gracias a las becas, Don Atilano escribió un enjundioso opúsculo en el que fustigaba a los modernistas y defendía los valores de la tradición y la moral; Don Fulgencio dictó un ciclo de conferencias que fueron muy sonadas, pues en ellas señaló con índice de fuego a los liberales partidarios de la desamortización de los bienes de la Iglesia (nada dijo sobre los píos feligreses que se quedaron con los muebles e inmuebles que la Santa Madre puso a su nombre para burlar las corruptas disposiciones de los Gómez Farías, los Juárez y los Ocampo, con el objeto de no crear malestar social) y añoró los tiempos de la unanimidad católica. No se dejó en la faltriquera los ataques a las sectas luteranas que, apoyadas por los vecinos del norte, destruían la concordia producida por una sola fe que, ¡ay, Jalisco, no te rajes!, es la única verdadera. Avelino Cienfuegos terminó su poema, que empezó como oda y acabó como soneto, dedicado a su ciudad natal. Algunas rimas resultaron un poco estrambóticas (Atenas con sirenas y fueros con huevos), pero el poema respetó las reglas de la preceptiva e hizo justicia a la ciudad víctima de la sorna vulgar de los envidiosos pueblos vecinos que ni cultura tienen. Doña Cuquita pronunció un bello discurso grecolatino en la entrega de premios a las señoritas del Colegio de las madres adoratrices. Sus metáforas sobre urnas, cráteras, vasos y mosaicos aparecieron convenientemente arropadas y los aspectos escabrosos de aquellas culturas (paganas, debemos reconocerlo) fueron soslayados. Los filósofos ya cristianizados y el Virgilio de las Églogas (traducidas por "Ipandro Acaico" y "Clearco Meonio", los santos obispos mexicanos y árcades de Roma) ocuparon gran parte de la atención de la erudita maestra siempre pletórica de buenos consejos y de frases de advertencia ante los peligros del proceloso mar del mundo. El Doctor De la Hoz no logró terminar su poemario amoroso y, por lo mismo, propuso que las becas fueran renovadas por un año. Así lo acordaron los ateneístas, los jurados y los becarios, que eran los mismos como ya lo hemos constatado. A raíz de esta decisión se soltó el cuchicheo de los resentidos (poetas modernistas, pintores de monotes, viciosos y enfermos sociales) y se escuchó por las calles la palabra "mafia". Don Atilano tronó desde el púlpito; Doña Cuquita lamentó la envidia y la incomprensión que corroía a los fracasados; Avelino, dedicado a la observación de la tensión espiritual que flota en las pulquerías, ni cuenta se dio de los ataques y cuchufletas, y Don Fulgencio y Don Floriano aseguraron encontrarse por encima de esas pequeñeces. Nuestros lectores deben saber que el Ateneo sobrevive y sigue cultivando los viejos y sanos métodos para el otorgamiento de becas y estímulos. Por eso San Gordiano sigue siendo la Atenas de San Gordiano.

 
 
Hugo Gutiérrez Vega
 
 
 
 
 
 
 
 
Antesala
 
 
 
    Nostalgias del porvenir. Este enorme y anticlimático paréntesis que se abre entre las elecciones de julio y la toma de posesión en diciembre es una de las nuevas realidades que hay que afrontar con la transición a la democracia. Por lo menos ahora logramos captar lo absurdo de dicho lapso; en los sexenios anteriores, sin embargo, este periodo era el de mayor especulación y quizás el más divertido de todo sexenio por entrar. Corrían apuestas y especulaciones sobre quiénes formarían el gabinete del nuevo tlatoani y, de paso, ver si algún pariente o amigo de la infancia había sido elegido para dirigir alguna secretaría; este es uno de los grandes sueños que poblaban nuestro imaginario priísta: "No quiero que me den, nomás que me pongan donde haya", decía el priísta que todos llevamos dentro. Donde haya ¿qué? Lana, influencias para traficar, concesiones archimillonarias, poder arbitrario y ciego, justicia con la venda levantada y cerrándonos el ojo, poder que sólo tiene el señor de horca y cuchillo, el cacique que rige por la transminación del poder absoluto en sus poderes analógicos.

    Imago priista mundis. ¿Ha desaparecido esta incertidumbre de las emociones que tanto nos asemejaba a las reglas azarosas de la lotería babilónica de Borges? La chiripa del fuego nuevo y no la rueda de la historia era la ley no escrita que nos regía. "¡Ya chingamos! ¡El tío segundo de mi mujer es el nuevo secretario de Salud! Ya le dije a mi vieja que nomás le pida la concesión de las etiquetas de los medicamentos del Seguro Social. ¿Te imaginas? Monto un pinche taller a toda madre, porque todo el mundo te fía o te presta si tienes en la bolsa ese bisnes, y a imprimir trillones de etiquetas, chiquito, ¿eh? Con seis años tengo. ¿No quieres ser mi socio, maestro?" Palabras más o menos, discurso dicho con tono socarrón, alburero o solemne ("Bueno, hemos sido envueltos en la fortuna de ser nombrados por nuestro amigo de muchos años, el hoy secretario de Comunicaciones y Transportes, agentes aduanales. El secretario ha tenido a bien depositar en nosotros su íntima confianza y no queremos defraudarlo. Así que ya sabe, amigo, cualquier cosa que se le ofrezca, sobre todo del Otro Laredo [sic up], nomás búsquenos y nosotros se lo resolvemos"), este era el juego que provocaba fantasmales esperanzas y bajos deseos de levantarse en la escala social por la vía que nosotros mismos decíamos odiar ("¿Ya viste a esos nuevos ricos? Hace dos años él vendía carros usados y su mujer hacía quesadillas por las noches –por cierto bastante buenas–. Míralos ahora. Cinco carrazos en la puerta y adentro dos salas y dos comedores comprados tal cual en los Hermanos Vázquez. Todavía los ceniceros tienen la etiqueta con el precio… Es sobrino del primo de una hermana del gobernador de M. La transa, hermano [suspiros], la pura transa").

    La punta del iceberg. "¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?" La contestación sería: "A estar aunque sea un rato en el Paraíso priísta… sin ser priísta, desde luego." Este ¿era? (¿es?) el espejismo que veían todos los estamentos de la clase media, urbana y rural, y que mantuvo en el poder al tricolor durante más de setenta años. (Exagero, claro, hubo causas más profundas y poderosas, hubo [y hay] personas de clase media honestas y trabajadoras, pero la caricatura, en sus trazos gruesos, deja ver los rasgos singulares de cada fenómeno.) En mis peores pesadillas, en mis sueños más oscuros, descreo de la explicación racional de los economistas y politólogos, y me río de la autoridad con la que hablan los editorialistas y opinadores profesionales. Pienso, presiento, temo que el sistema se quebró no por el ansia democrática de los (las) mexicanos(as), sino simplemente porque el juego se agotó, porque los premios y los castigos por igual se terminaron; porque, en fin, los multichorromillonarios se convirtieron en una elite, los happy few, que se subió a un barco majestuoso e inabordable parecido al Titanic, que zarpó dejando en el muelle a los pobres apiñados y diciendo adiós con sus pañuelos percudidos y llenos de mocos.

    ¿Dónde está la mejor gente de México? ¿Cambiará esto el nuevo gobierno, la novel administración? Ver para creer. Mientras tanto, la diversión que nos proporcionan es más complicada: pasa por la elaboración o, en su caso, lectura de abundantes curricula que para no decir nada abarcan treinta cuartillas. ¿Dónde está la mejor gente de México? Seguramente la mayoría pertenece al género femenino, no está elaborando ningún curriculum, tiene el dinero suficiente para ir sobreviviendo porque nunca cambió a dólares su dinero para salvarlo, ni especuló en la Bolsa de Valores tratando de hacerse millonario(a) de un solo golpe, ni le gusta hacerle la barba a su jefe que no sabe nada del trabajo pero se apellida muy bonito y muy largo y nomás por eso gana veinte veces más que ella (él). La mejor gente del país no tiene confianza en sí misma(o) porque se la han ido robando a fuerza de despreciarla, minusvaluarla y hacerle creer que sólo el (la) pobre y la (el) pendeja(o) merecen trabajar ("Un político pobre es un pobre político"). Yo conozco algunas(os) de ellos(as). Si este régimen sirve de transición para que esta gente adquiera valor, aleje el racismo de las castas y tome el mando de esta nave a la deriva, habrá hecho más que setenta años de corrupción y ninguneo en México. ¿Será?

    Reparando olvidos. Sí. Muchas porras que le eché al portal de la Embajada de Francia en México pero se me olvidó darle a usted, francófilo(a) y francófona(o) lector(a), la dirección en internet. Pues ahí le va: www.francia.org.mx. Úselo y busque ¿Cómo cambiar el mundo?

     CarlosGarcía-Tort