LUNES 30 DE OCTUBRE DE 2000

Ť El origen del culto al apóstol se dio en Chicago, en los años 30


San Juditas, el santo de los hijos de la crisis

Ť Cada día 28, miles se congregan en el templo de San Hipólito para venerar al abogado de los casos difíciles Ť Trabajo, sanar a un enfermo y hasta ''un hombre que me quiera bien'', las peticiones

María Rivera Ť Los hijos de la crisis tienen su santo. Cuando todo parece perdido, cuando se agotan los caminos, cuando fracasan todos los intentos, siempre queda un último recurso: San Judas Tadeo. San Juditas, como le dicen sus creyentes. Quién más que él para hacerse cargo de los casos difíciles, de las causas desesperadas, de las enfermedades incurables, del marido que se fue dejándola a una con cuatro niños, todos chiquitos, del trabajo que no llega después de un año de tocar puertas. Para pedir, para dar gracias, o por si acaso, miles de los que componen el México abandonado, desprotegido, y necesitado de respuestas se dieron cita el pasado sábado 28, en el templo de San Hipólito, para festejarlo.

Desde el viernes, la víspera presagiaba el día de fiesta. El atrio resultaba insuficiente para contener toda esa fe. Los feligreses invadieron Paseo de la Reforma y Zarco. Los locatarios del Mercado de la Guerrero levantaban su pesada ofrenda, tratando de abrirse paso entre los congregados. A fuerza de insistir, y unos cuantos empujones, lograron entrar al templo. Otro grupo, este de vendedores ambulantes del primer cuadro de la ciudad, también buscaba acomodo para su inmenso arreglo de flores blancas. Pero no sólo las peregrinaciones querían estar presentes, también las familias, desde los abuelos hasta los nietos. Hombres y mujeres. Porque si algo tiene este culto es que atrae a todos. Y en particular a aquellos que necesitan con urgencia una ''palanca'' divina.

Oleadas de gente, demandas y gratitud

El sábado, desde la madrugada hasta la medianoche, el río humano no dejó de fluir. Las oleadas iban y venían a razón de una misa por hora. Tiempo suficiente para acercarse al altar, recibir la bendición de las imágenes, hacer las peticiones rapidito, y afuera, los que siguen, porque tampoco se trata de atosigar al santo. Vienen de Culhuacán, Pantitlán, Chimalhuacán, Neza. Emergen del Metro Hidalgo recién bañados y endomingados. Para unos la elegancia consiste en los Nike de tianguis y camiseta holgada con logo de los Raiders; para otras, en vestido largo floreado, con aire a campo y caminos de tierra. Las niñas van de princesitas, con vestidos de merengue rosa o azul, aunque no faltan a las que les pusieron lentejuelas fuscia.

Pero no sólo vienen de las orillas, también están los que han cambiado el rostro de la Alameda desde hace dos décadas, y que terminaron confluyendo en este santuario. Las trabajadoras domésticas, las sexoservidoras, los niños de la calle y los indígenas triquis y mazahuas de la calle de López. Todos aquellos a los que la ciudad les devoró las ilusiones, y que encontraron en este culto las respuestas para todo ese caos, desorden y desgarriate en que se han convertido sus vidas.

Lo cierto es que todos los caminos de las causas difíciles terminan en el templo de San Hipólito. Y si de ponérsela complicada a San Judas se trata, una de las peticiones más recurrentes es conseguir trabajo.

Los puestos de artículos religiosos que llenan las aceras no se dan abasto para satisfacer la demanda de veladoras verdes -especiales para encontrar empleo- y las oraciones para el mismo fin.

''La fábrica de sillas metálicas en la que trabajaba cerró hace un año. Desde entonces sólo he encontrado chambas por días, ahora vengo a pedirle a San Juditas algo de fijo'', explica Servando Vázquez, de 27 años.

''Sólo con la ayuda de mis hermanos he podido mantener a mi mujer y a mis hijos, si no, sabrá Dios que hubiera pasado''. Cuenta que desde hace cuatro meses, cada sábado viene al templo desde Culhuacán. ''Yo sí creo en él porque gracias a su ayuda mi familia ha salido de algunos trances. Sacó a mi cuñado del bote y mi hermano el más grande consiguió un buen trabajo: ahora es taquero''. Serva san-judas-tadeo-1-jpg ndo aprieta entre las manos su veladora y clava los ojos en la oración que acaba de comprar: ''San Judas Tadeo, intercesor de todo problema difícil, consígueme un trabajo donde me realice como humano, y que a mi familia no le falte lo suficiente en ningún aspecto de la vida''.

José Luis Hernández, de Tultitlán, estado de México, tiene quince años de ser devoto de este culto, y cómo no habría de serlo, si le hizo un gran milagro.

''Había una señora que nos platicaba de San Juditas, pero yo no le creía mucho, hasta que un día fui a visitar la sepultura de mi madre y ahí me encontré una estampita de él que decía: visítame cada día 28. Nosotros estábamos completamente muy mal: vivíamos en un cuartito de tres por tres con una cocinita de un metro. Vine a su templo y como al mes me empezó a salir mucho trabajo. Hasta que un día se nos presentó la oportunidad de comprar un terreno y pudimos fincar una casa muy grande, con tres recámaras, y aparte logré comprar otros dos lotes para mis hijos. Desde entonces le prometimos al santito que íbamos a venir seguido''.

La Morena vive en una vecindad cercana, en la colonia Guerrero. Es un travestido de flameante cabellera pelirroja y piel oscura. Va por los alrededores de la iglesia regalando flores a los feligreses con una gran sonrisa. El templo es como su segundo hogar, comenta, el sitio donde toma aire, antes de regresar a las calles donde trabaja. Su lista de peticiones al santo es larga y variada: ''un hombre que me quiera bien y me ayude con mis gastos, unas zapatillas de tacón alto porque se me rompieron las que tenía, y un pasaje de regreso para mi Veracruz''.

''Es el santo de moda''

El origen del culto por este apóstol y primo de Jesucristo nació entre fuego y metralla. En los años 30, en el Chicago de Al Capone, para más señas. Los personeros del jefe de la mafia creían que los libraba de las balas enemigas, tal vez por eso ahora se le encomiendan tareas particularmente complicadas y muchos judiciales lo tienen como santo de su devoción.

Se cree que en los 50, los migrantes trajeron esas creencias al país, lo cierto es que cayó en tierra fértil, y ahora es en México donde está su principal santuario.

''Es el santo de moda'', reconoce el padre Mario González, uno de los cuatro sacerdotes de la iglesia de San Hipólito. Porque no sólo en este templo -que sin estar consagrado a él se ha convertido en su santuario- se da esta creciente veneración, sino en cualquier capilla donde hay una imagen suya. También ahora es muy común ver altares callejeros dedicados a San Judas Tadeo solo, o acompañando la imagen de la Virgen de Guadalupe.

De San Hipólito Casiano, el santo que le dio cobijo en su iglesia, y que fue muy popular en siglos pasados, ni quién se acuerde. Este desplazamiento también abarca a San Martín de Porres, San Blas, o Santa Rita, que hasta hace pocos años eran los patronos de los desamparados. Los mismos sacerdotes reconocen que cada tanto hay una puesta al día de las creencias populares, debido a diferentes situaciones histórico-sociales.

En lo que la mayoría de los interesados por este fenómeno religioso coinciden es en que el sitio donde está ubicado el templo pesa mucho en el imaginario popular. La iglesia la erigieron los españoles en el mismo lugar donde murieron cientos de sus soldados, y miles de tlaxcaltecas, el 30 de junio de 1520, durante la llamada Noche Triste. No en balde, indican, a unos pasos se encuentra la llamada Virgen del Metro. Es un lugar sagrado, concluyen.

Otro aspecto a considerar para el padre Benjamín Bravo, maestro de la Universidad Pontificia, especializado en religiosidad popular, es que en los últimos años la Alameda, que está en contraesquina de la iglesia, se ha convertido en un sitio de confluencia de los marginados. Personas recién emigradas del medio rural a las que el medio urbano les cambio el panorama. Seres que no entendían el mundo que les tocó vivir. ''Pongámoslo de este modo: se juntaron el hambre con las ganas de comer'', indica el religioso.

Agrega que la ciudad vuelve caótica la vida de todo aquél que llega, y que eso lo obliga a encontrar algo que le ayude a resolver sus problemas familiares, personales o de cualquier tipo. ''Cuando todo este mosaico que conforman los hambreados del país se encuentra con San Judas Tadeo, su vida vuelve a tener sentido. Encuentran a alguien que puede todo con Dios: cosas difíciles, desesperadas, y hasta imposibles. Esta gente está tan solitaria, tan abandonada, tan necesitada de quicios -porque no tiene respuestas ni culturales, sociales o políticas-, que lo único que le queda es su explicación religioso-sacramental''.

Las clases altas nunca recurrirían a San Judas porque tienen resueltas las cosas en las que él está especializado. El pobre, en cambio, no tiene muchos medios para resolver sus problemas, y este ritual es lo último que le queda como recurso. ''Si uno desprecia este culto -indica el párroco- considerándolo una jugarreta, lo que hace es destruir una de las pocas cosas que le otorga valor a estas personas. Porque eso es lo que están diciendo a su modo con este ritual: yo valgo''.