La Jornada Semanal, 12 de noviembre del 2000  
 
Ocho poemas arrumbados
Renato Leduc
 
 
 
 
Pequeña crónica de dos de noviembre

 

Estuvimos anoche en el bar "Camposanto"
brindando a troche y moche con los fieles difuntos
y aunque allí había difuntas que no lo fueron tanto,
ellas y sus maridos embriagábanse juntos.

Sobre el muerto –dijimos– las coronas pondremos...
y Manolo sirviónos una Corona fría;
pero el Muerto Palacios a quien no conocemos
gritó desde su tumba: Esa tanda es la mía...

Había gente decente pero también de trueno
cuyos huesos tronaban como cama de hotel.
Montado en una escoba llego Mario Moreno;
llegó también Palillo montado en un pincel.

Y allí fue Dios es Cristo, porque Arias Bernal
el rábano –parece– tomóse por las hojas.
Lo del pincel es –dijo– alusión personal...
Y el otro: Tú no eres pues pintor, di pues ¿por qué te enojas?

Luego Jorge Piñó, ya de vuelta de Francia,
a la moda de Londres, pidió cerveza tibia.
Y otra tibia mostrando de perfecta elegancia
Concha, la casta Concha nos ardió de lascivia.

Y al filo de las cuatro la cosa echaba lumbre.
Todo el concurso estaba por sus tibias obseso;
en las congas mostraba de su coxis la cumbre...
Y a curarnos salimos con un café de hueso.

Noviembre de 1944
 
  
 
 
De aquellos especímenes femeninos no recomendables para el peatón desmonetizado por causas diversas
Hay mujeres que no es dable tocar
para los altos fines de perpetuar la especie
o lo que es lo mismo, para
fundar el dulce hogar.
Mujeres, hay que son
–y cosa rara
nunca falta galán que las aprecie–
más peligrosas que una trampa-boba
porque por mucho que les dé usted coba
con estruendosa cólera restallan
a la menor provocación.
Lo malo es no saber en dónde se hallan.

Hay mujeres que son monumentales
y abiertas cual jardines o portales
o cualquiera otro público lugar
en que el peatón solázase y transita:
mujeres que es factible disfrutar
en vaca, en cuarto, o bien, en comandita.

Mujeres hay que no es dable tener
sino en cooperativa,
ya sea por onerosas
o ya porque se desnudan cuando no es menester
y se sueltan el pelo
como Lady Godiva.
O ya porque cual rosas
marchitas por el hielo
tienen la espina viva
aunque muerto el aroma.

Mujeres hay que embriagan como el vino
en cuanto se las toma,
mas no camina usted mucho camino
cuando vomita ya, cuando ya suda
sufriendo los horrores de la cruda.
Changas hay, en suma, que nunca han de saltar
–como suele decirse– en tu petate.
Y en tal caso, conviene musitar
parafraseando a conocido vate:

Pulga que no has de atrapar
déjala brincar... déjala brincar...

Julio de 1944
 
 

 
Oda poética y entusiasta al precioso puerto
de Acapulco

 

Acapulco, Acapulco divino...
Tu cerúleo y pujante océano
se comporta excelente vecino
del mosquito, el fangal y el marrano.

Tus cantiles ostentan casitas
–ay– tan monas que bañan las olas
y les quedan tan bien y bonitas
como a Venus un par de pistolas.

Y el paisaje –caray– tu paisaje
quien lo ha visto ya siempre lo alaba
pues turista o banquero de viaje
frente a él, desparrama la baba.

En Caleta las blondas bañistas,
en parrillas de sol y de viento,
condimentan su carne con listas
de bistec colorado y sangriento.

Del ceviche al volcánico influjo
el tarzán y la gringa fabrican
un monito entre rubio y cambujo;
y de arena y sudor se lubrican.

Y el oleaje en la playa cancela
del idilio la mancha y la huella...
Y al tarzán se le apaga la vela
y en el cielo hace un guiño una estrella.

Agosto de 1944
 

 
 
Grave problema de post-guerra que se
propone –aunque sea en dísticos– a la alta consideración del Comité respectivo

 

Cuando la otra post-guerra que ya es ante-post-guerra
cosas asaz curiosas sufrió la Madre Tierra.

En rostros cacarizos, los cráteres de obús
transformaron los campos, en un decir Jesús.

Y como es natural, se perdió la simiente
de todo cuanto come y digiere la gente.

Para los tontos hubo miseria y privaciones;
para unos cuantos vivos, negocios y millones.

Lo cual –entre nosotros– no debe de extrañar.
Si todos fueran ricos ¿quién iba a trabajar...?

Mas hubo cosas peores, porque allá en las trincheras
los hombres, sin mujeres, cambiaron de maneras.

(Dicen que ahora, del Fuerher las tropas belicosas
de impedimenta llevan alegres mariposas.)

Los hombres solitarios cambiaron de maneras
en las tristes –decíamos– y lóbregas trincheras.

Y se volvieron finos; tan finos, finos, finos
que, como dijo Barba, "confundieron los trinos..."

Y allí estuvo el detalle –recalcaría Cantinflas–
Como hombre ya no soplas, entonces ¿cómo te inflas...?

Y este problema el mundo en resolver se esfuerza:
Los volteados de la otra ¿meterán hoy reversa...?

Agosto de 1944
 
  
 
Coplillas en elogio de la buena vecindad, el buen despacho,
los malos apartamientos y otras cosas de ésas

 

Los buenos –dijo Romero–
los buenos somos nosotros.
Quien da al vecino el... brasero
no es bueno, ese es de los otros.

Hay cancilleres de yerro
también los hay de azabache;
los hay con cara de perro,
con cara los hay de apache.

Allá, un cherife despacha
a un prieto porque no es ario
y aquí otro negro se agacha
dando vuelo al incensario.

Para ciertos menesteres
la cara no es lo primero
pues cuenta en los cancilleres
más que la cara el... brasero.

Ya lo dijo Chemo Mena:
Al buen vecino le gusta
no el que se achica y apena
sino aquél que no se asusta.

Andar por otro camino
poniendo y dándolo todo
eso no es de buen vecino,
se llama eso, de otro modo.

Y luego que andar a gatas
no siempre rinde provecho;
cual Lindbergh, no te percatas
y el chico sueltas, de pecho.

Diciembre de 1944
 
 

 
 
 
Y puesto que la guerra no viene a nosotros, nosotros, al fin, vamos a la guerra...

 

El Senado dio al fin, razón a León García
haciendo, años después, lo que León proponía.

Pronto nuestros soldados irán hasta los frentes
a mostrar a los nazis cuánto somos valientes.

Y el asunto es plausible, pues de la vieja Europa
volverá muy más changa nuestra aguerrida tropa.

Experiencias, lecciones y modernos afanes
cosecharán, sin duda, los aguzados juanes.

La Democracia en Grecia les mostrará en acción
el principio sagrado de auto-resolución;

ese derecho excelso para los pueblos chicos
que Alemania y su Fuerher dejaron hecho añicos.

"No alimentes jamás al can que no te importa
pues perderás el perro y perderás la torta..."

Quizá tal cosa observen, en forma más que obvia,
si llegan a asomarse por la infeliz Varsovia.

Lo que en aquél es cuete, en éste es juerga fina...
Y no aludimos –claro– a Franco y la Argentina.

Al uno lo apapachan y a la otra la regañan
cuando el claro cristal de la Victoria empañan.

De los primeros, nunca te avientes, camarada,
porque corres el riesgo de irte mucho a... la nada.

Tal lección de heroísmo, lección un tanto extraña
aprenderán acaso, de los rojos de España.

Nuestros morenos juanes irán hasta los frentes
y allí las calaveras les pelarán los dientes.

Y a la hora del alegre banquete de la Paz
les echarán un hueso para roer quizás...

Enero de 1945
 
  
 
De cómo eso de meter la pata suele ocurrirle
aun a quienes presumen de tener chiquito el pie

 

Para corresponder la fina cortesía
con que nos honra el General Pattón,
instruir debidamente no estaría
mal, a los cachorros de nuestro escuadrón.

Y arengar, como Villa a sus soldados,
–de texano azote cual ninguno–
a los trescientos dos discriminados
héroes del Escuadrón Doscientos Uno.

"Agarrad a los nazis por la cola
y si os manchan la mano, no hagáis caso...
Recordad a los rangers que en la bola
espanté de Columbus hasta El Paso..."

Podríase hacer mención –tal vez nociva
para la confraternidad continental–
de la refriega que dio a la Punitiva
Félix U. Gómez, en el Carrizal.

No les tiréis –gritaba el General–
que son como nosotros y –oh dolor–
por cada yanqui había en el Carrizal
cuatrocientos soldados de color.

Y no ofenderse pues, por la alusión;
y sobre todo no ofenderse que
nada tiene de extraño que un Pattón
meta –aun a veces sin querer– el pie...

Churubusco, enero de 1945
 

 
 
De las cavilaciones en que lo mete a uno
la definición de las palabras cuatas,
tales como "padre-conscripto"

 

Los padres-conscriptos ¿de quién padres son...?
La pregunta es tonta y aun suele prestarse
a cierta capciosa, turbia confusión.

Conscripto es el joven todo corazón
que da por la patria cuanto es dable darse
en términos ¡claro! de la conscripción.

Es ya más difícil la definición
de padre. ¿Qué cosa es un padre? –Depende.
To be or not to be –como dijo Hamlet– esa es la cuestión.

El conscripto es joven –el padre es ya viejo.
Mas "padre-conscripto" la lógica ofende
cual si se afirmara que un sabio es... conejo.

El padre-conscripto ¿es un joven viejo...?
¿Es un viejo joven el padre conscripto...?
Tal es la maraña que tejo y destejo

pues es tan difícil cual la traducción
de los crucigramas de Uxmal o de Egipto
sin clave o roseta del gran Champolión.

No hay que hacerse bolas –nos dijo Obregón–
Un padre-conscripto es un diputado,
sobrino travieso del viejo barbado
Capi-Tiburón.
Y si usted tomare esto como afrenta
cambiemos: El padre-conscripto es el niño mimado
de una tía ya chocha y un tanto avarienta:
la Revolución....

 
Septiembre de 1944
 

 
Carlos Monsiváis
 
Renato Leduc y Don Timorato

 

 

Siguiendo la idea de Eliot sobre los poetas nacionales (memorizables, dadores de palabras para expresar sentimientos, testigos de su momento histórico y otros aspectos difíciles de desentrañar), Renato Leduc, al lado de Acuña, Nervo, López Velarde, Sabines y otros de méritos menores, reúne esas características aunque, por su propia voluntad, no ocupó su lugar en la historia de nuestra poesía y se salió por las bambalinas sacando la lengua al “respetable”. Dice Monsiváis que nos negamos a admitir el injusto desdén que Renato dedicó a su obra. Muy pronto, el Fondo de Cultura Económica publicará su poesía reunida. Esto, dice Monsiváis, “nos dará la oportunidad de revisar una obra admirable”. Por lo pronto entregamos a nuestros lectores estos ocho poemas arrumbados en las páginas de Don Timorato.

 

 

 

El 1 de junio de 1944 se inicia el semanario Don Timorato, el director es Jorge Piñó Sandoval y el director artístico es el caricaturista Antonio Arias Bernal. En la segunda etapa, que concluye en diciembre de 1945, dirige el humorista Carlos León. En los años del presidente Manuel Ávila Camacho, la sátira sólo puede ser leve, y la revista se propone convocar a los mejores caricaturistas y a lo que hay, no demasiado, de articulistas y escritores con “sentido del humor”. El resultado es más que desigual. Como suele suceder, el humor de la época nos llega muy maltrecho e incomprensible, excepción hecha de los versos satíricos. En cambio, los dibujantes son por lo menos decorosos y con frecuencia excelentes: Arias Bernal, un muy joven Rafael Freyre (tal vez el mejor de Don Timorato), Facha, Gonzalo Becerra, Audiffred, Bismark Mier, Abel Quezada, Alberto Isaac. El editorialista del primer número es Cantinflas: “La tercera fase es la alegría colectiva o sea la que se transmite por espejismo. Quiere decir si usted está riéndose se ve en su espejo y acto seguido transmitió usted esa alegría a un objeto triste y que no tendría modo de reírse por sí solo.” (El texto, muy probablemente, es de Carlos León, guionista de un buen número de filmes de Cantinflas.)

    El emblema caricatural de Don Timorato es un “viejo raboverde”, una suerte de presidente de la Liga de la Decencia que espía a las vedettes; el tono es el propio de una etapa despolitizada a la fuerza: culto a las celebridades (Cantinflas y María Félix, muy especialmente), entusiasmo por las corridas de toros, choteos discretísimos de la vida política, retratos de tipos populares, chismes transformados en noticias alborozadas. Desde el número 2 se incorpora al semanario Renato Leduc, al que la guerra expulsa de París, una leyenda urbana en ciernes que se dedica al periodismo, y que envía a Don Timorato textos hechos ex profeso, donde exhibe su habilidad para crear divertimentos idiomáticos. El primero, de julio de 1944, es “El misterioso caso de Orlamunda, sus siete ojos y los siete ojos de sus hijos”, que corresponde sin duda a la serie de poemas a modo de juegos o rondas infantiles, con crítica social y las vetas permanentes en el autor de machismo infligido a las mujeres y a los de “raras costumbres”. Leduc, de refinadísimo oído literario y de una versificación excepcional, obedece en demasía a los prejuicios de la época, y al aceptar tal circularidad lesiona en muy buena medida su desarrollo poético:
 

    Leduc no le presta demasiada atención a esos textos, del mismo modo en que no se siente “autor de una obra”: No tiene “de la mosca la voluntad tenaz”, ocasionalmente rescata alguno para un libro, pero no se fija en su desarrollo y olvida sus poemas inmerso en su idea del hombre libre y viril, tan ajeno a los “poetisos”, que menosprecia su propio trabajo porque se presta a la declamación: “Mi soneto ‘Tiempo’ es horrendo desde que lo agarraron los ‘mariconcitos cursis.’” Alguien tan claramente dotado para la poesía, renuncia a su ejercicio profesional en aras del personaje que construye, el telegrafista de Pancho Villa, el macró en París, el santuario de las anécdotas del México bohemio, es decir, el que no se toma en serio en la era del endiosamiento de la solemnidad. El machismo incorporado a la literatura le resta impulso a la obra, pero Leduc lo necesita para acentuar su adhesión a la sensibilidad distinta, la ajena a los cenáculos y los versos perfumados. Así en su “Grave problema de post-guerra que se propone –aunque sea en dísticos– a la alta consideración del Comité respectivo”, localiza lo más abominable de la primera guerra mundial:
      Lo anterior recuerda de inmediato otros versos de Leduc: “Hay gran copia de efebos cuya impudicia aterra/ y dicen que son males que trajo la posguerra.” Al usar los poemas como instrumentos de superioridad sobre los débiles morales, Leduc interrumpe el proceso poético mismo y se deja guiar por los prejuicios. Esto, sin embargo, no le resta ni eficacia ni calidad técnica a los versos en Don Timorato que, así no estén a la altura de lo más regocijante y valioso de su autor, sí dan suficiente idea del virtuosismo y los dones literarios de alguien que, definitivamente, “no anduvo en busca de pedestal”. Tan no se toma en serio que se presta a la campaña de Don Timorato a favor de la candidatura presidencial de Miguel Alemán, secretario de Gobernación, y en contra de su rival, el secretario de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla. Entre otros, Leduc y Salvador Novo colaboran gustosos en la demolición de Padilla, presentado como “entreguista, progringo, narcisista y feo”.

    Me interesó rescatar estos versos satíricos de Leduc, ahora que el Fondo de Cultura Económica publica su obra poética con algunas de sus crónicas. Por fin, se tiene la oportunidad de revisar una obra admirable, cuyo conocimiento tanto obstaculizó su propio autor, con el desdén injusto que hoy nos negamos a admitir.