Ojarasca  noviembre 2000


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Relato chipewa
Los primeros europeos

Antes que esta historia ocurriera mi gente vivía en el Lugar del Poblado Antiguo.

Una noche uno de mis abuelos, profeta de 1a tribu, tuvo un sueño que le afectó de manera extraña. Durante días estuvo muy ocupado y muy serio debido a su sueño. Ayunó y tomó baños para sudar todos los días y se encerró en su cabaña.

Su penitencia era tan dura, tan poco frecuente que la gente del poblado sentía gran curiosidad ¿Qué iba a suceder? ¿Iba a haber gran hambre o una gran temporada de caza? ¿Iba a haber guerra con los sioux? ¿O algo de importancia iba a tener lugar?

Por fin el profeta consideró las señales cuidadosamente, y una vez que hubo visto claro en su mente toda la historia de su sueño, convocó a otros profetas y jefes de su tribu. Y les dio noticias asombrosas.

--Hombres de aspecto extraño vendrán a través del agua sin fin. Su piel es blanca como la nieve y en su rostro nacen barbas. Esta gente ha venido a través del agua sin fin en maravillosas canoas muy grandes, que tienen grandes velas blancas, como pájaros gigantes. Tienen grandes machetes, muy afilados y tubos negros y largos, con los que apuntan a animales y pájaros. Estos tubos producen humo que sube al aire como el humo de nuestras piñas. De ellos sale fuego y un gran ruido, tan fuerte que en mi sueño me llegué a asustar.

Durante medio día el profeta estuvo contando su sueño. Describió las telas y mástiles de los "barcos", sus armaduras de hierro, las armas de fuego y el cañón. Los otros profetas escucharon con gran excitación. Cuando acabó de hablar todos estuvieron de acuerdo en que tenían que preparar una flotilla de varias canoas y mandarlas hacia el este, a través de los grandes lagos, con mensajeros que debían ir al encuentro de esa gente extraña, y de vuelta a casa, hacer un informe a la tribu.

Se prepararon canoas para un largo viaje y se eligió gente de confianza. Durante varios soles y algunas lunas viajaron sobre las aguas de los lagos hasta el Gran Río, a través de tierras de tribus amigas. Estas tribus no sabían nada todavía de los extranjeros blancos, pues no tenían un profeta iluminado entre ellos.

Una tarde encontraron un claro en el bosque donde incluso los árboles más grandes habían sido derribados limpiamente.

Los indios acamparon allí y examinaron con atención los tocones de los árboles derribados. Sierras gigantes con grandes y afilados dientes habían hecho el trabajo, pensaron ellos.

--No --dijo el profeta--. Estos árboles es probable que hayan sido cortados con los grandes machetes que vi en mi sueño. Los hombres blancos deben de haber acampado aquí.

Sus compañeros quedaron despavoridos y con gran terror. Usando sus propias hachas de piedra no podrían haber cortado árboles tan grandes y tan limpiamente.

Luego encontraron largas virutas enrolladas, que les extrañaron y trozos de tela de brillantes colores. Colocaron estas virutas en su pelo y orejas y las telas que encontraron las enrollaron en sus cabezas.

Con estos ornamentos, los viajeros continuaron avanzando. Pronto llegaron al campamento de los extranjeros. Tenían las caras blancas y barbas floridas como dijo el profeta; tenían largos machetes y tubos de fuego y trueno, y canoas gigantes con velas blancas, como dijo el profeta. Ahora sabemos que estos primeros blancos eran franceses.

Cuando los viajeros chipewas acabaron su visita hicieron un largo viaje de vuelta a casa en el Lago Superior y contaron lo que habían visto. Estaban emocionados y su historia emocionó a todo el poblado.

Todos se juntaban para ver las cosas que los hombres habían traído: las virutas, los trozos de tela cortada con instrumentos afilados, el color alegre de esta tela. La tela fue cortada en pedazos para que todos pudieran tener un trozo.

Para impresionar a los jefes de otras tribus, los chipewas siguieron su antigua costumbre. Anteriormente colgaban las cabelleras de sus enemigos en largas varas y las paseaban de una tribu a otra.

Ahora sujetaron retazos de una tela de percal a las varas y las enviaron con mensajeros especiales.

Y así, estos artículos extraños fueron pasando de mano en mano por todo el lago. Y así las gentes del Lago Superior tuvieron conocimiento de la gente blanca procedente de Europa.
 
 
 

Relato recogido por Ella Elisabeth Clark en Leyendas de los indios de Canadá. José J. de Olañeta, Editor, Palma de Mallorca, 1989.
Traducción (ligeramente adaptada por Ojarasca) de Carmen Bravo Villasante y Alvaro Ruiz.

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