La Jornada Semanal, 26  de noviembre del 2000 

 
 


CON BONIFAZ EN LA BIZARRA (II)


6. Rubén Bonifaz Nuño se acerca a otros clásicos diezmados, vejados y humillados por el eurocentrismo y por el descuido o el prejuicio de sus descendientes. Los mundos nahua, maya, azteca, mixteco-zapoteco-olmeca... son objeto de la inagotable curiosidad científica y lírica de un escritor que, siguiendo la tradición renacentista, se interesa por todo lo humano. Así, los cantos nahuas y los himnos aztecas han encontrado en Rubén a un estudioso que defiende sus puntos de vista frente a ciertos canónigos pontificales, y a un autor de versiones y de glosas enriquecidas por la belleza de su lírica. Nos habla del orgulloso pueblo azteca y de los tlatoanis conquistadores. "Sólo venimos a triunfar", deben haber dicho los señores de un imperio desaparecido. Estaban seguros de que ninguna fuerza prevalecería sobre México-Tenochtitlan y ante el señor Malinche y sus aliados, comprobaron la fragilidad de las humanas obras. En el número anterior hablé del señorío de nuestros padres procesales y del inicio del mestizaje. Ahora, sus himnos y su teatro, sus estatutos militares y sus comercios, son puntos aislados en el caos histórico. Por eso celebramos los ordenamientos que nos propone Bonifaz Nuño.

7. Es Rubén, sobre todas las cosas, un poeta amoroso que encontró sus caminos para celebrar, anhelar o para quejarse del amor que, como decía Federico García Lorca, "reparte coronas de alegría". En el bello combate se suceden las victorias y las derrotas. Por eso, Rubén dice a la amada: "Dependiente fiel soy de tus fármacos benévolos" y reconoce venerar sus caminos y respirar sus savias placenteras.

El niño iracundo, dueño de grandes reinos (Ovidio dixit) se apodera del ánimo del poeta: "abandonados mis escudos me tienes;/ vencido me convocas, inerme,/ a enfrentar lo que me vence..." Rubén es, al igual que López Velarde, un cazador furtivo y, tal vez, en sus excursiones haya sido objeto de la protección divina. Ramón así lo cree: "Dios que me ve que sin mujer no atino/ ni en lo pequeño ni en lo grande/ diome de ángel guardián/ un ángel femenino." En ambos poetas, las imágenes fluyen sin reticencias para celebrar el misterio de lo femenino. López Velarde ve con pena a las recatadas señoritas de sus rumbos, girando en una insatisfecha hoguera carnal, y sacando a los balcones sus sexos, "cual sañudos escorpiones", para que el aire los calme, pues la moral represiva impide que sean colmados. En Rubén, el elogio, digno de Catulo o de los feroces y delicados persas, brilla y aroma con inusitada intensidad lírica y biológica: "Las caderas móviles;/ la vulva de ensortijados atavíos: modesta entre los muslos juntos, ostentosa cuando sus carnívoros vestíbulos levanta en vilo." López Velarde imaginaba las fiestas amorosas y concurría a muy pocas. La amada ideal, Fuensanta, ve desdibujarse en la luna de su armario un puño esquelético y, unos años más tarde, se convierte en la "prisionera del Valle de México", resucitada y con sus guantes negros en el más dramático poema de nuestro padre soltero que tanto sabía de ironías y que con tanto ingenio se burlaba de sus ineptitudes y carencias. Bonifaz Nuño, gran maestro de ironía, despide así a la persona que la canción popular llamaría "ingrata": "Me ajusticiaron tus recuerdos de una pasión;/ tus malos modos me dieron el tiro de desgracia." Eso es, Rubén, como buenos hijos de esta tierra tan perdedora, cantemos el "Viva mi desgracia" y el "Ahora soy libre" vanamente compensatorio.

8. En la búsqueda amorosa que forma el meollo de la poesía rubeniana, el cuerpo es explorado con total y gozosa franqueza. Siguiendo el imaginario renacentista, el poeta ve los dos grandes polos del cuerpo humano: boca y ano, el Ártico y la Antártida. Este esoterismo no carece de sentido. Todo lo contrario: nos describe con una precisión tal que lo estrictamente científico resulta demasiado experimental y, por lo mismo, sujeto a comprobaciones interminables. En su asedio del cuerpo, prefiere los recuentos exhaustivos y, por lo mismo, ajenos al prejuicio y al escándalo de los puritanos. "La flor de cuatro pétalos, el ano./ La materia enérgica de fuego, de agua, de aire, de tierra"; los cuatro elementos de la vieja alquimia y, también, de la teología. Calderón, Sor Juana, Tirso y casi todos los dramaturgos del Teatro Nacional de España basan su idea del mundo, las ideas y el cuerpo en esos elementos que el Próspero de La tempestad de Shakespeare controlaba apoyado por Ariel, el genio del aire, y atacado por el retorcido Calibán, carcomido de envidia y frustración. Los "radares rústicos" detallan los perfiles del cuerpo "tendido y lánguido a la sombra del reciente placer". En el caso de Rubén, grecolatino y convicto pagano, el amor encuentra todos sus regocijos físicos, mientras que el padre soltero, asfixiado por la dualidad funesta de la cultura católica, fracasa en sus intentos: "mis peones tantálicos al rodearte a deshora,/ fracasan en sus ímpetus vandálicos". Para ambos (como para Paz y sus "misterios paralelos") el cuerpo es un templo en el que se ofician las ceremonias esenciales. En Ramón hay, en estos deleites, el recóndito sabor de los blasfemo, en el grecolatino que hoy coronamos lopezvelardianamente, el amor se consuma. Vendrán después los mil rumores de la noche y la imperfección de nuestros sentimientos a liquidarlo y a entronizar el olvido. Pero antes de que eso llegue: "en silencio, entre acordes convulsiones mudas,/ entre arpegios de espasmos tácitos,/ resucitado, me vacías..."

9. Por la Scriptorum, por sus alumnos, por su amor grecolatino, nahua y maya, por sus fundaciones (carmelita descalzo hasta el cuello para el bien de las palabras amorosas), por Imágenes, Los demonios y los días, Fuego de pobres (libro esencial de nuestra lírica), Siete de espadas, Del templo de su cuerpo, El manto y la corona, La flama en el espejo, As de oros, El corazón de la espiral y Albur de amor; por tantos ensayos que buscan, encuentran y provocan afinidades y desacuerdos, y por su cercanía con López Velarde, Rubén recibe este premio y nosotros lo acompañamos para testimoniar sus enormes merecimientos. Ramón quería un amor que descansara "en los cuatro cimientos de la fábrica de los universos". Rubén recibe del cuerpo amado "los santos óleos del postrer bautismo y la primera extremaunción" y ella lo absuelve. Para ambos y para nosotros digamos sursun corda en esta bizarra capital.
 

Hugo Gutiérrez Vega

 
 
 
 
 

 

ANTESALA

 
 
     

    Una pequeña aclaración. Con toda seguridad, el (la) amable lector(a) ha caído en la cuenta de que últimamente el eterno suspirante de esta Antesala ha ido alargando sus comentarios sobre cierta información, determinada actividad o, de plano, tirando rollo acerca de los temas universales del amor, la amistad, la familia y el trabajo. Alguna(o) de ustedes dirá: "¡Qué güeva con este maestro! Al principio, puro anuncio de presentaciones, exposiciones, carteleras de música y danza, cocteles y vinos de honor por todos lados, y ahora, un anuncio le lleva toda la columna y se ve que hasta le falta espacio porque se sale por peteneras y empieza a desvariar hasta que llena a reventar el vacío." En realidad, esa era mi labor (hacer anuncios). Lo que pasa es que en el nuevo diseño que fue concibiendo Marga Peña, diseñadora del suplemento, la escuálida columnita para los anuncios, pequeños comentarios y fe de erratas se convirtió en una especie de monolito tipo 2001. Odisea del espacio. Con pena y horror vi cómo las actividades culturales a veces eran demasiadas y otras demasiado pocas. También me di cuenta de que corría el peligro de convertirme en una especie de pequeño Tiempo libre o Cartelera de los viernes. En aquellas doradas épocas sobraban actividades para reseñar, así que podía darme el gusto de seleccionarlas. Además, como soy de naturaleza díscola y chocarrera, llevado y sin nada que perder (la ceniza no se quema), pensé que no me gustaba mucho eso de documentar espectáculos o presentaciones que serían suficientemente publicitados por otras vías más apropiadas y espectaculares que esta humilde (pero extensa, repito) columna. También tengo el handicap en contra de salir semanal y no diariamente.

    El know how y cómo lograrlo. El que esto teclea decidió entonces promover los pequeños eventos que no tenían recursos para publicitarse ampliamente, las cosas que hacían los y las amigas(os), así como aquellos actos que, por intuición o por publicidad de boca, parecían merecer más atención que otros con mayores recursos pero menos imaginación. Además, para qué negarlo, cuando se supera el terror escénico no desaparece el miedo pero se desencadena un gozo extraño, que se recrea al filo de la navaja. Al escribir una columna semanal sucede como en el futbol americano o en el basquetbol: el tiempo, o mejor, la cuenta regresiva genera una gran tensión nerviosa, una mayor producción de endorfinas y la famosa stamina hace acto de presencia. Como en el jazz, los segundos se alargan y se vuelven elásticos, y uno puede meter más y más notas, más palabras, más ideas en el mismo lapso. Si el arranque fue errático y doloroso por el terror a la hoja en blanco, cuando uno logra concentrarse en el texto, las ideas empiezan a fluir en catarata. En otras palabras, el acelere crea adicción. Para acabarla, nuestro día de cierre se ha ido corriendo con el tiempo: con Juan Villoro cerrábamos los jueves; ahora, en la era de Hugo Gutiérrez Vega, con nuestros eficientes editores y un equipo ya bien aceitado por el tiempo de colaborar juntos, hemos logrado cerrar los martes y entregar el suplemento completo los miércoles. El trabajo siempre ha sido el mismo (se trabajan un promedio de noventa cuartillas cada semana, con sus respectivas ilustraciones, lo que quiere decir que prácticamente hacemos un libro de doscientas páginas cada mes) pero el know how, como dicen los gringos, se ha perfeccionado. Sin embargo, este paulatino corrimiento del tiempo va en detrimento de la información de que esta Antesala puede disponer. La cosa es clara. Todo encargado(a) de comunicación social o de prensa está acostumbrado(a) a tratar con las secciones diarias de cultura, a las que se les suele avisar con dos o tres días de anticipación, a lo más una semana. Este antesalista requiere que las notas de prensa le lleguen con más de una semana de adelanto. Es decir: tienen que estar en mis manos, a más tardar, el martes de la semana anterior al evento. Cada lunes me paso recorriendo las invitaciones y notas de prensa que llegaron tarde (para mí). Esta es la mala noticia. La buena es que hay una especie de depuración natural. Las cosas se seleccionan por sí mismas, para decirlo de alguna manera. Como en novela de Paul Auster, la música del azar parece pautar el (des)orden y la calidad de las noticias.

    Publicidad rizomática. Esto hace que la difusión modestísima que aparece en esta columna adquiera una importancia casi cósmica para el reseñista. La divulgación se ha vuelto rizomática. Para los que no han leído a Deleuze y Guattari, le diré que la forma rizomática se contrapone a las formas piramidales o de corte vertical con que el poder se distribuye normalmente en las sociedades, democráticas o no. El rizoma tiene una forma tentacular cuya transmisión sucede de manera horizontal. La transmisión neuronal es un buen ejemplo de difusión rizomática. Así, el poder no se ejerce sino que la información se distribuye entre iguales, quienes deciden si además de distribuirla vale la pena retenerla. Por ejemplo, ayer sábado, nuestro amigo y director de teatro Eduardo Ruiz Saviñón estrenó la obra Oscar Wilde: el fantasma del Hotel Alsace, escrita por el poeta Vicente Quirarte. La puesta en escena se realiza en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz, ubicado en el corazón de Cultisur, cerca de la Biblioteca Central de la unam. Si usted consulta la cartelera de hoy, lector(a) teatrófila(o) y para colmo wildeano, podrá acudir a dicha sala y sobre todo sabrá lo que yo en este momento ignoro: a qué horas empieza la obra. Si se le ocurre darse una vuelta, escríbame para saber si valió la pena que redactara todo esto para recomendarla sin haberla visto. Se lo voy a agradecer porque no tenemos crítico de teatro. Órale, no sea ranchero, rizomatícese.
     

    CarlosGarcía-Tort