La Jornada Semanal, 26 de noviembre del 2000


 

Marcela Sánchez

CUATRO GENERACIONES
 

Rossana filomarino (1945)

Bailarina y coreógrafa, originaria de Italia, llegó a México en 1966 invitada por el INBA para formar parte de Ballet Nacional. Dirigió la Compañía de Danza Contemporánea de Jalapa y fundó el grupo Quasar en los años setenta. En 1991 inició su trayectoria independiente con la Compañía Drama-Danza. En la actualidad forma parte del Sistema Nacional de Creadores.

Dentro del Festival de Danza y Escena, Rossana Filomarino presentó un programa conformado por obras de cámara, en el que la autora asume la necesidad de un contacto íntimo con intérpretes y público. Del programa destaca Reminiscencias de Ofelia–con música de Giacinto Scelsi–, sin duda por su referencia literaria. Interpretada por Amada Domínguez, Ofelia, víctima inocente de la tragedia shakespeariana, atrapada por la locura, navega por el agua que la hundirá hasta la muerte. Rossana Filomarino ha seguido un camino donde el movimiento surge de las emociones intensas de sus bailarines. Músculos y nervios ejecutan gestos con una conciencia que va de la contención a la explosión profunda, una danza obsesiva que se repite largamente en torno a lo que quiere expresar.

Lidya Romero (1955)

Se inició en la danza contemporánea con el Ballet Nacional de México y más tarde fue becada para estudiar en Nueva York, donde se familiarizó con las técnicas de Cunningham, Nikolais, Falco y Graham. En 1977 fundó el grupo Forion Ensamble, con el que inició una carrera de experimentación, bajo la influencia de las corrientes que se gestaban en Estados Unidos y Europa; esta experiencia propició una renovación en la danza mexicana. Desde 1982, Lidya Romero funda y dirige Cuerpo Mutable.

Inspirada en un texto de Rosa Martha Jasso, Lidya Romero presentó dentro del Festival Danza y Escena la coreografía Altorrelieve, Lilith en Bloomingdale’s. En la literatura rabínica, Lilith representa la parte perturbadora de la mujer que imagina la verdadera igualdad erótica con el hombre, búsqueda que la convierte en un ser desterrado que se empeña en la venganza. Representa a la mujer que fue suplantada por Eva, por el símbolo de sumisión. Rica en imágenes visuales, de impecable manufactura, esta danza de mujeres posmodernas despliega un muestrario extenso de las mujeres del siglo: la mujer-objeto con toda su frivolidad, la mujer punk, la mujer inmersa en la naturaleza: el mar y la arena, o bien la mujer que vive a plenitud su lado oscuro y perverso. Estas mujeres, que poseen una vitalidad y una energía escénica poco usuales en la danza mexicana, son interpretadas por Lena Díaz Ortiz, Lidya Romero, Judith Zacarías y la colaboración especial (sin duda) de Lorena Glinz. Lidya Romero rescata el eterno carácter perturbador de las mujeres.

Tatiana Zugazagoitia (1967)

Inició sus estudios de danza con Farahilda Sevilla. Fue becada por la Secretaría de Relaciones Exteriores para realizar estudios en la Escuela Baganova de la antigua Leningrado. Participó en distintas compañías, como Teatro del Cuerpo, Cuerpo Mutable, U.X. Onodanza, Óscar Rubalcaba y la compañía Dances we Dance, de Betty Jones. A su regreso, Zugazagoitia se inició como coreógrafa con Tarde en Mogador (1998).

En el terreno de la danza infantil, Tatiana presentó una obra para el público más difícil: pequeños de dos años en adelante, y en menos de un mes tenía teatro lleno. Buscando el camino me encontré ...o la dulce Nina, es un trabajo de imaginación que emplea numerosos elementos. La música seleccionada refuerza con creces cada uno de los momentos de la historia. Un juego de espejos ejecutado con precisión milimétrica por la misma Tatiana y su reflejo, interpretado por Patricia García. Voces en off bien actuadas. Tatiana cuenta con un entregado grupo de ejecutantes que representan originales topos, changos y peces, y para un buen rato de deleite estético cuenta con la belleza y talento de Gabriela Tavera, que ejecuta una sensual Señora Araña.(Sala Miguel Covarrubias, 25 de noviembre, y 2 y 9 de diciembre.)

Tania Pérez Salas (1971)

Joven coreógrafa, alumna de Xavier Francis, obtuvo en 1993 una mención como ejecutante en el Premio Nacional de Danza. Fue becaria del Fonca en 1994, y ese mismo año ganó el Premio Nacional y Continental de Coreografía. En 1996 fue becada por el Fonca como ejecutante de Danza Contemporánea y recibió el premio San Luis Potosí de Coreografía. Desde 1994 funda y dirige a la Compañía Mnemosine.

Dentro de la temporada Milenium en el Centro Nacional de las Artes, Mnemosine ofreció un programa de tres obras, entre ellas el estreno de Anabiosis. Como en trabajos anteriores, el grupo resalta por la pulcra ejecución de sus bailarines y la impecable escenografía e iluminación de Víctor Zapatero. Anabiosis significa “vuelta a la actividad vital tras de un periodo de suspensión accidental de ella”. Pérez Salas plantea la necesidad de renovar los principios que rescaten la concepción de los amantes. Aunque la reflexión de la coreógrafa gira en torno al amor como detonador de un nivel espiritual distinto, el trabajo adquiere otra dimensión al desarrollarse en dos planos fundamentales. El primero, ubicado en un tiempo y un espacio fuera de la realidad, crea una atmósfera indefinida donde seres que parecen muertos vivientes nos invitan a la irrealidad, a la ficción, a otro mundo. Es el plano más interesante de la obra y, sin embargo, el menos desarrollado; el segundo plano, el terrenal, nos muestra una danza frenética con pocos matices, que contrasta con el primero. Es una obra donde la reflexión de la autora pasa a un segundo término.