La Jornada Semanal, 3 de diciembre del 2000 

Alberto Blanco
 
 

El último dibujo de Remedios Varo
 
 
 
 

Alberto Blanco asistió a la sencilla ceremonia en la cual Walter Gruen y Alejandra Varsoviano, en memoria de su hija Isabel, entregaron al Museo de Arte Moderno de esta ciudad, su colección de cuadros y dibujos de Remedios Varo. Entre ellos figura su último dibujo que, según el maestro Blanco, "pudo haber dado lugar a un precioso cuadro". Se titula Música del bosque y es de 1963. Este ensayo nos proporciona una visión poética del hermoso dibujo y de toda la obra de Remedios Varo. Eliot, nos recuerda Blanco, dice en East Coker: "En mi fin está mi principio."



A la memoria de Isabel Gruen Varsoviano



El pasado 9 de octubre, en un sencillo y a la vez muy conmovedor acto en memoria de su hija Isabel, Walter Gruen y Alejandra Varsoviano entregaron al Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México su hermosa colección de cuadros y dibujos de Remedios Varo. En el acto de entrega Walter Gruen habló, entre otras cosas, de la última obra de Remedios: un dibujo inconcluso que muy probablemente pudo haber dado lugar a un precioso cuadro. Música del bosque, de 1963.

En este dibujo hecho a lápiz sobre papel mantequilla se puede ver a un personaje de pelo largo, tocado con un sombrerito y sentado en un tocón. ¿Se trata de un hombre? ¿De una mujer? ¿O se trata de un andrógino que nos recuerda al ángel de la Melancolía de Durero? Sea lo que sea, se trata de alguien absorto en sus pensamientos… o en algo que va más allá, mucho más allá de los pensamientos. Y más que mirar hacia afuera, este personaje está viendo hacia adentro; pero más que mirar hacia adentro –tal y como nos lo sugiere el título mismo del dibujo– este personaje está escuchando.

¿Y qué es lo que escucha? La música del bosque. Una música que proviene de un "disco" que tal vez el mismo personaje, en un rapto de melancolía, ha puesto a girar en un "tocadiscos" de viento. El "disco" es la delgada sección de un tronco de árbol cortado. ¿Se trata del mismo árbol en el que está sentado nuestro personaje? Tanto la forma del "disco", como su tamaño, así nos lo hacen suponer.

El "tocadiscos" es accionado por unas aspas que hace girar el viento del bosque, y se halla montado sobre otros dos tocones, sólo que de menor tamaño que el tocón principal. Y la "aguja" que recoge la música grabada en los surcos del "disco" es también de madera: una varita viva que sale de la base del tronco trunco que sostiene el vástago que gira con las cuatro aspas en el viento.

La máquina fantástica se mueve, pues, con energía limpia, en estado natural, y la música que brota de los surcos del "disco" –tal vez una canción– no puede sino relatar su propia historia: la historia de un bosque en vías de extinción… la vida de un árbol que ha sido de golpe cortado. Se trata de una historia que, como en el bello poema de W.S. Merwin titulado justamente "Una historia", nos enfrenta con el terrible drama del fin de la historia:
 

de tal forma que cuando ya no haya
historia esa será nuestra
historia y cuando ya no haya
bosque ese será nuestro bosque


Siendo la última obra de Remedios Varo, Música del bosque no puede menos que hacernos pensar en una coda, un recuento, una suma de toda su historia personal. Pero debemos reconocer también que se trata de una obra de arte que nos enfrenta a otro abismo –un abismo mayor– y con una advertencia de fuertes tintes ecologistas que tiene que ver con el final de otra historia: el final de la vida en el planeta. Pues por más que queramos imaginar otra cosa, los seres humanos no estamos separados del resto de seres que pueblan la Tierra. Para bien y para mal, su destino y el nuestro se hallan inextricablemente entrelazados. Somos, en última instancia, lo mismo.

Ya en sus palabras Walter Gruen aludía al anhelo de unidad que la obra toda de Remedios rebosa, y que le parecía muy singularmente notable en éste, su último dibujo. En este sentido hacía notar que los brotes al pie de los árboles cortados –uno de los cuales se convierte en la aguja que hace sonar la música del bosque– parecían hablarnos de una vida sin cesar renovada. Una vida que podríamos llamar, tal vez, "eterna", y que incluye, por supuesto, la vida misma de la artista vicariamente viva en la recreación de la obra por parte de cada uno de los espectadores, y en la presencia misma de la obra de arte en medio de nosotros como un talismán.

Y es justamente la "aguja" que hace sonar el "disco" lo que más me llama la atención en el dibujo: la punta de la varita toca apenas el primer surco grabado en el tronco del árbol cortado. Por supuesto que hablar aquí de un "primer surco" en un disco sólo tendría sentido si se tratara de una música "humana"; podríamos decir entonces que la aguja está colocada justamente en la posición correcta para que se inicie el disfrute de un acetato de larga duración, y que el disco, por ende, está apenas por ser escuchado.

Pero como en este dibujo no se trata de la música "humana", sino de la música del bosque, no tenemos más remedio que reconocer que la aguja está colocada no en la primera pista sino en la última del "disco": tocando el anillo más externo –y, por lo tanto, el más reciente– de un árbol que ha sido cortado y cuya historia vamos a escuchar por fin completa y por primera vez. "En mi fin está mi principio", dice T.S. Eliot al final de East Coker. De la misma forma la Música del bosque habrá de conducirnos desde el último día y la última obra de Remedios Varo hasta el origen del árbol de su vida.

Sólo me gustaría agregar una observación que, por más que parezca circunstancial, podría contribuir a una mejor apreciación de la Música del bosque: no hay que olvidar que Walter Gruen se dedicó durante buena parte de su vida a vender discos, y que del negocio de la música y los discos vivió en cierta medida Remedios Varo. La Sala Margolín –el negocio de Walter por más de cuarenta años– fue y sigue siendo una excelente tienda de discos de música clásica que durante décadas no tuvo competencia en México. Así pues, de alguna manera fueron los discos los que le permitieron a Remedios Varo contar con una atmósfera de seguridad económica que contribuyó a despejar el camino para poder dedicarse a la pintura sin estar preocupada por el dinero, y crear toda su obra de madurez en México. Me parece que es muy significativo el hecho de que la artista le haya dedicado a la música en general, sí, pero muy particularmente a los discos, su último homenaje.

Después de tanto tiempo, de tantos anhelos, proyectos y arduas negociaciones, la obra de Remedios Varo llega a su nueva casa. Y al gesto de generosidad extraordinaria de Walter y Alejandra Gruen se viene a sumar el gesto primero de generosidad de la pintora para que nosotros, los felices escuchas de la música de la Naturaleza en los cuadros de Remedios, podamos disfrutar ahora en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México de esta triste canción de amor.