La Jornada Semanal, 10 de diciembre del 2000 

(h)ojeadas
 

"Cangrejos al compás"
 

Guillermo Vega Zaragoza


Rafael Barajas (El Fisgón),
La historia de un país en caricatura.
Caricatura mexicana de combate  1829-1872,
Conaculta,
México, 2000.
 
 
 
En el país de segunda… perdón, de secundaria, que nos legaron siete décadas de régimen priísta, gran parte de los mexicanos han sido condenados al analfabetismo funcional (es decir, saben leer pero no ejercen esa habilidad), por lo que la mejor forma de comunicar las ideas políticas sigue siendo, sin duda, la caricatura, pues ha servido durante años para conformar la incipiente cultura política de los ciudadanos y corroborar con sardónica sonrisa sus fobias acerca de la situación política, económica y social predominante a la hora del desayuno. De ahí la trascendencia que tiene el género de la caricatura política en la historia del periodismo mexicano.

Se ha documentado, quizá en demasía, el papel de la caricatura en la prensa de la época revolucionaria, y desde principios del siglo XX hasta nuestros días es posible detectar una línea de continuidad que se conecta con esa rica tradición artística, que se manifestó con José Guadalupe Posada y El hijo del Ahuizote, pero ya ha sido bastante estudiada.

¿Qué pasa entonces con la investigación sobre la caricatura en la prensa del siglo XIX? Es casi nula la bibliografía que aborda este tema y cuando lo hace se remite a lo más elemental, apenas una descripción de lo evidente y la reproducción de las pocas ilustraciones que se pueden conseguir en las hemerotecas públicas, como sucede, por mencionar lo más reciente, con el libro de Esther Acevedo, La caricatura política en México en el siglo XIX, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a mediados de 2000.

Por todo ello, en un país como el nuestro, que lo tiene todo pero que le falla lo principal (la memoria histórica), no es un acontecimiento menor la aparición de un libro como La historia de un país en caricatura. Caricatura mexicana de combate 1829-1872, editado también por el Conaculta y realizado por Rafael Barajas Durán, mejor conocido por su nom de plume como El Fisgón, ya que viene a llenar un gran vacío historiográfico por lo que se refiere a una de las vertientes más significativas del periodismo nacional: la caricatura política.

En este libro, Barajas Durán ofrece una visión amplia, documentada y, en la medida de lo posible, completa de este género durante uno de los periodos más agitados de la vida nacional, compilando y analizando caricaturas e ilustraciones de dibujantes políticamente comprometidos con el bando liberal y que conforman lo que él llama "caricatura de combate". Aparecen así obras de Constantino Escalante, Santiago Hernández, José María Villasana, Joaquín Heredia y Jesús Alamilla, entre otros, publicadas en periódicos, revistas y hojas volantes de la época, tales como La Orquesta, El Gallo Pitagórico, Don Simplicio, El Calavera, El Telégrafo, El Padre Cobos y muchas más.

El Fisgón es identificado principalmente como el polémico e incisivo cartonista de La Jornada, colaborador de innumerables publicaciones, codirector de la extinta revista de caricatura política El Chamuco; autor de Cruentos policiacos y de la trilogía que documenta la tragicomedia del salinismo y el zedillismo: El sexenio me da risa, El sexenio ya no me da risa y El sexenio me da pena; así como de Me lleva el tlc y Cómo sobrevivir al neoliberalismo sin dejar de ser mexicano (todos ellos editados por Grijalbo). También se ha destacado como coautor e ilustrador de libros infantiles (publicados por el Fondo de Cultura Económica), tales como La peor señora del mundo y Amadís de Anís… Amadís de Codorniz, ambos al alimón con Francisco Hinojosa; Historia medio al revés, con Ana María Machado, y Los Casibandidos, con Triunfo Arciniegas; y en una dimensión menos difundida, como expositor de obra plástica "seria", con Xipe-Totec: nuestro señor el desollado, montada en 1999 en la Galería Pecanins de la Ciudad de México.

Sin embargo, era poco conocida una de sus más bajas pasiones: coleccionar papeles viejos, la cual sin duda le resultó de gran utilidad a la hora de desarrollar la investigación para esta obra, pues, como el mismo Barajas reconoce, la principal dificultad la encontró en el hecho de que está incompleto el acervo de periódicos mexicanos del siglo XIX que se encuentra en los archivos y hemerotecas de México y el extranjero, o que ejemplares de revistas con caricaturas de la época se han perdido o se encuentran en colecciones privadas de difícil acceso.

A este esfuerzo casi detectivesco de búsqueda y sistematización, se añade el trabajo de análisis desplegado por el autor. En la primera parte, mediante un ágil y documentado ensayo, ofrece el marco histórico en el que se desarrolla el periodismo de combate en sus diferentes etapas: en la Colonia, a la primera hora de la Independencia, en la etapa imperial, durante la guerra de Reforma y en la República Restaurada. En la segunda y sustanciosa parte del libro, describe e interpreta cerca de 250 caricaturas e ilustraciones, ubicando no sólo la autoría y procedencia de cada una de ellas, sino realizando el análisis estilístico de las obras, al identificar las corrientes y los modelos estéticos predominantes que en cada época sirvieron como fuentes de inspiración a los caricaturistas, quienes con frecuencia se colocan en el rango de verdaderos artistas. Sobresale el caso de los ilustradores de La Orquesta, Constantino Escalante, quien gustaba de recurrir a la lógica acumulativa del pintor manierista italiano Giuseppe Arcimboldo (1527-1593), y de Santiago Hernández, grandemente influido (hasta el plagio) por el caricaturista francés Grandville (quien en realidad se llamaba Jean-Ignace-Isidore Gérard y vivió de 1803 a 1847).

Cabe resaltar la dificultad que para el autor implicó, por ejemplo, la identificación de los personajes retratados en muchas de las caricaturas, que constituye un elemento fundamental para poder entenderlas, pues el recuerdo de muchos de estos personajes que fueron célebres en su momento se ha hundido en la noche de los tiempos, y nadie sabe dar razón de ellos. Señala el Fisgón: "Es curioso el destino de estos dibujos que un día fueron concebidos para que los comprendieran fácilmente miles de lectores y que hoy resultan difíciles de descifrar."

Esto le proporciona un carácter único a la obra, pues el autor nos ilustra sobre los símbolos y estereotipos ("arquetipos" les llama) predominantes de la caricatura mexicana de la época. Así como los historiadores del año 2100 padecerán para entender el significado de la figura del "tapado" (inmortalizado por Abel Quezada); para saber a qué se referían los caricaturistas con eso de "el dedazo", o para desentrañar la intrincada trama semántica establecida a últimas fechas por Leonardo "La Güera" (perdón, "El Periquín") Rodríguez Alcaine (por ejemplo, explicar por qué es "el cuñado de los periodistas"), El Fisgón nos ahorra el esfuerzo y nos presenta la galería de personajes que aparecen con mayor frecuencia en las caricaturas de la época, al "desentrañarlas como si se tratara de códices prehispánicos", para entenderlas en su justa dimensión.

Encontramos, por ejemplo, a los "cangrejos", que representan a los conservadores por su ánimo retrógrado. Incluso el autor le dedica un anexo a las coplas e himnos satíricos a estos personajes, siendo una de las más célebres la "Marcha de los cangrejos", inspiración de Guillermo Prieto, que a la letra dice: "Cangrejos, al combate,/ cangrejos, a compás/ un paso pa delante/doscientos para atrás." Aparecen también los "diputados pancistas", que en lugar de ocuparse del bien público sólo se preocupan por su panza; los "equilibristas y maromeros", políticos acomodaticios de primera hora; los "puros", mote con el que se identificaba a los liberales radicales por su actitud dogmática e inflexible; los "borregos", que eran los rumores y noticias falsas o dudosas publicadas por los diarios; las "carteras", que era como se les conocía a los ministros del gobierno juarista; la "jeringa", que simbolizaba las medidas económicas que afectaban a la población; los "paraguas" de las facultades extraordinarias que Benito Juárez solicitaba frecuentemente al Congreso para garantizar la estabilidad del país; "el Curato", que era como los liberales radicales llamaban al círculo más cercano al Benemérito. Y en esa época hace su aparición un arquetipo que todavía prevalece en la picaresca nacional como símbolo del poder omnímodo del presidente: "la silla", que en un principio fue manejada como un símil del trono del rey.

Otra de las virtudes del estudio realizado por Rafael Barajas es que logra conectar la tradición de la caricatura mexicana desde principios del siglo XIX, muy rica y poco valorada, hasta la moderna prensa de nuestros días. "Como los antiguos oficios, la caricatura se transmite de maestro a alumno (a veces esta relación es directa, a veces los pupilos aprenden y se inspiran en las obras publicadas por los maestros). No son casuales las grandes semejanzas conceptuales entre el trabajo de Constantino Escalante, realizado entre 1861 y 1867, y el de Rogelio Naranjo, activo a finales del siglo XX." Pero no sólo se trata de aspectos conceptuales sino de convicción crítica y política. Resulta interesante constatar, por ejemplo, que ante los vaivenes políticos de la época, los caricaturistas de combate se mantienen incólumes ante el poder: si al principio veían con buenos ojos las acciones de Benito Juárez al frente del bando liberal, en cuanto le detectan atisbos de autoritarismo, de inmediato lo hacen blanco de invectivas y socarronerías.

¿Por qué será que todo esto nos suena demasiado conocido? Una de las lecciones que se adquieren luego de la lectura de este libro es que, salvo los personajes, muy pocas cosas han variado en el imaginario colectivo que los caricaturistas se encargan de interpretar en sus dibujos a través de las páginas de las publicaciones combativas y críticas. Pues no resulta descabellado inferir que, ante los aires que soplan actualmente en el país, las coplas de Guillermo Prieto adquieren vigencia de nueva cuenta: "Cangrejos, a compás…" •
 
 


n o v e l a

México o el pozo de los deseos

Pablo Ortiz Águila


Francisco Martín Moreno,
México negro,
Joaquín Mortiz,
México, 2000.
 
La narrativa de Francisco Martín Moreno fluye a través de su pluma como la sangre fluye por el corazón; a través de los acontecimientos de la vida pública y política tras bambalinas, se fragua este consumado proyecto de novela histórico-política, las revelaciones del funcionamiento del sistema político mexicano y de los grandes emporios del poder industrializado, yugo bajo el cual vivimos hasta la fecha los países del subdesarrollo.

Partiendo de los restos de una dictadura de tres décadas, aferrada a mantener el poder y con aspiraciones afrancesadas, Francisco Martín Moreno inicia este recorrido histórico que da cuenta de las disputas por el oro negro, el breve periodo maderista que busca la reivindicación de los derechos de un pueblo, truncado por un golpe militar aún menos amable y de pocos encantos encabezado por el execrable Victoriano Huerta, que desayunaba un litro de coñac Henessy y que amenazaba con poner un agujero en la frente a quien lo contraviniera. Al mismo tiempo se conformaba el movimiento constitucionalista de Venustiano Carranza, luego el maximato de Calles y, finalmente, llega el reputado Cárdenas, muro contra el cual se frena (en la medida de lo posible) la política intervencionista de la Casa Blanca.

La extorsión y la usura en favor de las grandes industrias extranjeras en complicidad con el aparato gubernamental mexicano. El engaño vestido de argumento y el argumento vestido de compasión para desfavorecer a los indígenas y a la gente más pobre, despojándola de sus "cochinas milpas", parafraseando a Edward McDoheny, director de la Tolteca Petroleum Co., (una de las empresas petroleras más poderosas del mundo), y extraer libremente y sin impuestos millones de barriles. La burla en boca de los industriales, reyes del mundo, ostentosamente poderosos, hablando de esos "indios mugrosos" que dejan apestando las salas de espera de sus lujosas oficinas. La prostitución al interior de las altas esferas del poder, desde el Congreso hasta la silla presidencial: que se inyecte inversión, que se exploten los territorios ricos sin miramientos, que se pague únicamente derecho de timbre y que nuestros campesinos lo paguen con sus vidas, que las fortunas de los aristócratas mexicanos se agranden y que los capitales extranjeros engrosen sus arcas. Esa era la política. Ese fue el nacimiento de los cuarenta millones de pobres de hoy en día.

La contraparte es la lucha, comenzando por los primeros grupos organizados antirreeleccionistas, los constitucionalistas, los revolucionarios, Carranza, Villa y Zapata, caudillos de madera de roble, ardiendo hasta el final. Los que se opusieron y los que lo pagaron con la muerte.

La famosa novela México negro de Francisco Martín Moreno, publicada por primera vez en 1986 y ahora reimpresa, es una obra admirablemente documentada que debe leerse o releerse como uno de los materiales más importantes de nuestra literatura en materia política para entender los antecedentes del México que hoy vivimos •
 



n o v e l a

Habla más jerga y ninguno entenderá

Rubén Moheno

Mario Puzo,
Omertà,
Ediciones B,
Barcelona, España, 2000.
 
Antes de consultar a un experto como Federico Campbell sobre la definición precisa del término Omertà, creo entender que se trata de una ley no escrita para la mafia siciliana que prohibe informar a los agentes de la ley sobre las actividades delictivas de una banda (o familia) rival. Lo que en México llamaríamos ley del machín: no rajar; y a los que la practicasen, machitos de ley.

La novela nos dice que se trata de un "código de honor siciliano que prohibe informar sobre los delitos considerados asuntos que incumben a los implicados", y así nos informa sobre la deplorable traducción del libro (que por ahí incluye la palabra "tacos", como "mentiras", en una jerga muy local y transitoria).

Digamos que ese sería el tema del libro, aunque el héroe emplee toda su astucia para informar, de carambola, a la policía. Fraude parecido al de la película Ronin, que en japonés significa samurai sin amo, donde el héroe es un agente de la cia ya retirado que regresa de free lancer y recibe todo el apoyo de la agencia.

El tema musical de la película El Padrino (basada en otra novela de Puzo) no exigía silencio total, tan sólo hablar más bajo, así nadie comprendería. Y yo dudo mucho que Francis Ford Coppola pudiera repetir su hazaña fílmica con este libro; más aconsejable sería que practicara la omertà y se quedara al margen.

La trama de Omertà no es diferente a la de un culebrón típico: casi al final nos enteramos de que el héroe no es hijo de quien lo trata como tal, ni de su padre oficial, al que asesinó el primero, sino de otro señor ya muerto, respetado por todos y casi mítico.

La verdadera villanía corre a cargo (faltaba más) de traficantes de drogas sudamericanos (mezclados con siciliano-estadunidenses) que odian a Estados Unidos y se proponen desarrollar su propio arsenal nuclear robando cerebros estadunidenses de nivel medio (que suponemos fueron robados de otro lugar), para hacer su retaguardia en alguna selva del subcontinente. La verosimilitud de la historia también se va a pique con las decisiones del héroe, que renuncia a todas las prebendas del mafioso para mostrar su pureza siciliana y practicar su verdadera vocación: cantar con la media laringe que le dejó un balazo y disfrutar de Sicilia en compañía de una ninfómana que lo adora. Así tenemos que, en vez de practicar la omertà, él canta.

Hay muchachas hermosas, ejecuciones relámpago (frente a la catedral neoyorquina de San Patricio) y una detallada información sobre los atuendos de los mafiosos: muy elegantes, pero las descripciones no sirven para delinear la psicología de los personajes ni para la acción. Más bien parecen reservar un espacio al crédito en la futura película: "El vestuario de Astorre Viola y de la señorita su prima (putativa) son diseños de (la firma que contrate con los productores de la cinta)."

En su libro El Don, y la cinta correspondiente, Puzo ya mostraba poco gas; pero en este libro póstumo aparece totalmente desinflado. Un amigo experto me dijo, no sé si en broma, que Omertà lo había escrito el hijo de Puzo en realidad. Si es así, no heredará el respeto del que gozaba el padre ni será llamado Don. Son 350 páginas que no valen media de Leonardo Sciascia. Cierto es que usted podría preguntar sobre ese gran escritor a los numerosísimos Corleone de barrio y de negocios que surgieron aquí con la película, y vería que jamás habían escuchado su nombre. Ni desean hacerlo; sólo les encanta imitar las poses que vieron en Marlon Brando o en Al Pacino, y ser llamados Corleone por los amigos. Este libro tal vez les agrade, pero yo me atrevería a sugerir que esperasen la película; tal vez la prima del héroe sea encarnada por una bellísima italiana como las que ha dado esa cinematografía, ahora casi ahogada por la estadunidense, como todas las demás. O puede que el actor sea bueno; incluso los buenos actores deben trabajar para vivir. Ah, el libro tendría la dudosa virtud de descubrirnos, a nosotros los mexicanos, que el verdadero negocio mafioso de hoy no es propiamente la venta de protección y similares, ni siquiera el tráfico de drogas, sino el manejo bancario •
 



e c o n o m i a

Cuando la globalización nos alcance
 

Tania Martínez Cárdenas



 

Gabriela Correa, Víctor Soria, et al.,
Economía. Teoría y Práctica,
UAM,
México, 2000.
 
La globalización es un tema que ha generado visiones encontradas de filias y fobias. Mientras el Fondo Monetario Internacional (fmi) y el Banco Mundial (bm) consideran que representará mayores beneficios para la población, sus detractores han emprendido una serie de protestas cuyas expresiones más fuertes fueron las de Seattle el año pasado y las recientemente acontecidas en Praga. Los manifestantes denuncian que bajo este proceso serán los intereses de las grandes corporaciones, y no las necesidades de la gente, los que marcarán las pautas del desarrollo económico, político y social del mundo.

Al respecto, la revista Economía. Teoría y Práctica de junio pasado –además de dedicar espacio a temas de macroeconomía, econometría y economía institucional– abrió un apartado de economía internacional en donde pone bajo la lupa los planteamientos más importantes acerca del debate sobre la globalización y la regionalización.

De acuerdo con Víctor Soria Murillo –autor del artículo "Globalización, regionalización y su impacto en las estrategias de las empresas en México. Un enfoque regulacionista"–, la globalización en su forma actual se ha desarrollado, grosso modo, como un proceso mediante el cual las empresas trasnacionales operan con autonomía de los estados nacionales. El carácter que le imprimen quienes hegemonizan el proceso es "fundamentalista", porque sus impulsores sostienen que es irreversible y porque adopta una cultura eminentemente mercantil, bajo la ideología individualista liberal que enarbola el consumismo como valor supremo.

En América Latina y particularmente en México, el proceso globalizador también ha adquirido un enfoque fundamentalista, pero con características muy singulares debido a la cercanía con Estados Unidos. El esfuerzo de las trasnacionales en México por insertarse en la globalización ha favorecido más el proceso de regionalización, cuya directriz es la impuesta por el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN).

La globalización y la regionalización se han convertido en elementos contradictorios y complementarios a la vez. Bajo la regionalización se formaron tres grandes bloques (la denominada triada: Asia, Norteamérica y Europa) liderados por la nación más fuerte de cada región que busca incrementar su poder frente a los otros, no sólo en el ámbito económico, sino fundamentalmente en el político. La regionalización es una respuesta a los movimientos globalizadores, pero a la vez los refuerza.

El artículo "La propuesta hemisférica de integración económica: alca", de Gabriela Correa López, también publicado en este número de la revista, es coincidente y apoya la reflexión de Soria Murillo. La autora considera que el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que en principio concluiría su negociación en 2005, es la realización de un proyecto de Estados Unidos que no busca la creación de un sistema regional, sino la subordinación de las economías nacionales en crisis a su desarrollo productivo.

Es por ello que la inserción del país en la economía mundial estará sujeta a las limitantes que representa la gravitación de la gigantesca economía estadunidense. Soria Murillo advierte que la crisis estructural por la que atraviesa el país y la modalidad neoliberal del TLCAN refuerzan la integración silenciosa con Estados Unidos.

De este modo, la consolidación del proyecto regional del alca no es más que la trinchera de Estados Unidos frente a los bloques económicos de Asia y Europa. Correa López cree que no es casual que en el ALCA se proponga una zona de libre comercio sin compromiso de convergencia económica, ni avances hacia una integración más profunda o hacia un mercado común. Se trata de un acuerdo comercial que aprovecha la apertura unilateral de las economías latinoamericanas y congrega a socios desiguales.

El desafío pendiente de la integración vista desde los intereses latinoamericanos es propiciar la convergencia económica, incorporar las necesidades de desarrollo de sus países y, en la negociación del ALCA, eliminar la discrecionalidad con que Estados Unidos aplica su legislación proteccionista.

Si bien el trabajo de Correa fue escrito en octubre de 1998, tanto ella como Soria Murillo proponen una pausa de análisis académico que permita sistematizar las reflexiones más importantes sobre la globalización aplicadas a México y América Latina. Ninguno de los autores propone que la globalización sea un proceso negativo per se. No obstante, coinciden en que se trata de un proyecto parcial, ya que se observa una gran desigualdad en las relaciones comerciales, sobre todo entre las regiones desarrolladas y las periféricas, lo cual conduce a la exclusión de las segundas.

Aunque a muchos les parece como si la embestida de este proceso ya hubiera terminado, Correa dice que la globalización continúa siendo un proyecto más que una realidad. Menos mal, que será entonces cuando la globalización nos alcance •
 



 
 

Fichero
Los libros que llegan a nuestra redacción

ensayo

• Por el país de Montaigne, Adolfo Castañón, Col. Amateurs, Editorial Paidós, México, 2000, 204 pp.

ensayo (político)

• Chile-México. Dos transiciones frente a frente, Carlos Elizondo y Luis Maira (editores), Editorial Grijalbo/cide/Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, México, 2000, 464 pp.

narrativa

• El príncipe Siddharta. La fuga de palacio, Ferruccio Parazzoli y Patricia Chendi, traducción de Juan Vivanco, Editorial Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 2000, 222 pp.

• Manual del guerrero de la luz, Paulo Coelho, traducción Montserrat Mira, Editorial Grijalbo, México, 2000, 155 pp.

poesía

• La balada de la cárcel de Reading, Oscar Wilde, traducción de Hernán Bravo Varela, Acrono Producciones, México, 2000, 67 pp.

• Tesoro de poemas y reflexiones, Gibrán Jalil Gibrán, Serie Superación, Editorial Diana, México, 2000,

• Travesías, Armando Alanís, Víctor Alejandro, Sergio Alonzo, et al, Ximar Ediciones, México, 1999, 61 pp.

• Visitas guiadas. 36 poemas comentador por su autor, Gerardo Deniz, Gatuperio Editores, México, 2000, 156 pp.

revistas

• Archipiélago, núm. 29, julio-septiembre del 2000, año 5, textos de Luis Ramiro Beltrán, Carlos Véjar, Lauro Zavala, entre otros, Confluencia, México, 81 pp.

• Metapolítica, núm. 16, octubre-diciembre 2000, volumen 4, textos de Javier Campos Daroca, Israel Arroyo, Eduardo Zamarrón, entre otros, Centro de Estudios de Política Comparada, México, 186 pp.