Jornada Semanal, 17 de diciembre del 2000 

Eduardo José Tello Solís
 
 

Homenaje a Ermilo Abreu Gómez
 
 
 

Don Ermilo Abreu Gómez, yucateco en la capital de los huaches, mucho nos dio de su sabiduría y de su buena prosa y nosotros, huaches irredentos, le pagamos poco y mal. No buscaba reconocimientos o halagos, pero bastante le dolieron las burlas que, por otra parte, se ganó a pulso con su lengua larga y su actitud insobornable. Eduardo José Tello Solís, desde su hermosa península, nos envió estas palabras de asombro y afecto por el autor de Canek, novela emblemática del indigenismo profundo. "Hay que tocar la carne y el espíritu del nuevo hombre, del mestizo, para percibir la realidad verdadera no sólo de sus orígenes sino del carácter peculiar que la anima", decía el maestro Abreu, siempre preocupado por la "realidad verdadera" de su país y de su tiempo histórico.



 
 
 

Gran parte del quehacer literario del autor de
Canek se sitúa en un México dominado por los
Contemporáneos, el "grupo sin grupo" que señoreó
las letras mexicanas desde los treinta hasta los sesenta del siglo XX.
De Ermilo Abreu Gómez –sin dejar a un lado el temor de las exageraciones y los eufemismos– podemos decir que es uno de los principales escritores yucatecos del siglo xx. Era de corta estatura y mirada muy vivaz. Tuvo una gran visión de lo que es el aula escolar y, sobre todo, su característica especial fue la sencillez. Un hombre con estilo claro, digno de los grandes maestros de la prosa.

Nació cuando el siglo xix declinaba (en 1894, y murió en 1971), en Mérida, por el rumbo de Santa Lucía, cementerio de negros en el remoto pasado colonial. En sus memorias habla mucho de esta capilla; incluso en el mismo Canek menciona a un padre Matías que, según su propia confesión, era el padre Ávila, capellán de esa iglesia.

Abreu Gómez tuvo una niñez propia de la época social a la cual representaba. En sus libros autobiográficos nos describe los diálogos, las conversaciones de los indios que había en su casa, del servicio doméstico, como se le llamaría después. Él buscaba siempre el refugio de la cocina para oír a los trabajadores charlar de sus cosas, de sus angustias, de sus miedos, de sus secretos, de sus leyendas. Pronto, a través de esta convivencia se identificó con el alma del pueblo maya.

Permaneció en Mérida durante los primeros veinte o veinticinco años del siglo. Emigró joven a la ciudad de los palacios. En La del alba sería nos relata cómo eran los viajes de los yucatecos de antes a la capital de la república: "Esta era la primera vez que iba a emprender un viaje largo y, para más señas, por mar y a tierras lejanas. Y así una mañana de septiembre, lluviosa y fría, salí de mi casa y tomé el tren en la estación de Mejorada. Al pasar por la aldea de Itzimná me dijo adiós Gustavo Río. En Progreso me embarqué en el vapor Morro Castle. A los dos días llegué a Veracruz. Me hospedé en el Hotel Diligencias, el viejo. Allí pasé la noche. Al día siguiente partí, muy de mañana... En una travesía por barco nos comunicábamos con el altiplano en un periplo aventurero. En los años cuarenta todavía alcancé a viajar en el vapor Emancipación y en los pailebotes de casco de madera de la flota Mosquito, cuyos navíos salían de Chicxulub. Atracaban los barcos en un muelle de madera, que un ciclón destruyó parcialmente. El trayecto en estos últimos era más proletario, más para la gente popular, por supuesto más económico. Las embarcaciones zarpaban de este puerto de cabotaje en pleno desafío a los vientos y marejadas que dejaban los ‘nortes’ del Golfo de México. Recuerdo que La flecha no soportó los embates de estos meteoros y naufragó en medio de un viaje. En cambio, el Emancipación era ‘un trasatlántico’. Salía de Progreso, considerado casi desde su fundación como puerto de altura."

La llegada a Veracruz y el consiguiente viaje al df por "el Mexicano" constituía sin duda un agradable viaje que mucho tenía de aventura. En México se hospedó cerca de la estación Buenavista. En estos días, muchos de ellos de carencias, fue un visitante frecuente de los cafés de chinos, donde eran más económicas las viandas. No fueron pocas sus angustias por tratar de abrirse paso en la capital del país. La enfermedad que imposibilitaba trabajar a su padre le impide recibir ayuda económica del hogar. Modestos trabajos desempeñó para subsistir lejos del terruño: velador, mozo de librerías e inspector de teatros. Siempre fue de muy modesto vivir. No lo conocí personalmente, pero lo vi de lejos en alguna ocasión. No tuve el privilegio de su amistad, ni mucho menos de su tutoría docente.

Muchas cosas pueden decirse de Ermilo Abreu Gómez: fue uno de los primeros galardonados con la medalla Eligio Ancona, máxima presea que Yucatán otorga a sus hijos destacados. Académico de la lengua, ocupó la silla décima que tras su muerte dejara vacante don Artemio del Valle Arizpe. En la ceremonia de ingreso, el 26 de abril de 1963, tituló así su intervención: "Discurso sobre el estilo." Había merecido la distinción de entrar a la Academia Mexicana de la Lengua como correspondiente el 17 de junio de 1955, cuando se encontraba en Washington d.c. en la Unión Panamericana.

Su vasta obra está fundamentalmente dedicada a la prosa. Recuerdo ahora su San Francisco, libro exquisito lleno de regios diálogos, como el que supuestamente sostienen el pobrecito De Asís y Santo Domingo. En su narrativa encontramos otras cosas importantes y raras como La vida milagrosa del venerable siervo de Dios Gregorio López, con prólogo de Valle Arizpe. Debe recordarse que don Ermilo militó en el Partido Comunista Mexicano y, por lo tanto, no era muy proclive a la Iglesia católica; empero, hablaba con respeto de los valores morales y religiosos.

Mención aparte merece Canek, su obra más conocida, traducida a más de veinticinco lenguas. No creo que exista otra obra de autor yucateco con mayor número de ediciones en lengua extranjera. El gobierno cubano hizo una bellísima edición ilustrada para niños. Y aunque su autor no fue poeta, o al menos no está definido como tal, ¿quién niega que Canek es un libro de abundante belleza lírica?

Destacan los trabajos de don Ermilo sobre Sor Juana. Sus investigaciones son un parteaguas en los estudios sobre la poetisa mexicana. Huelga la opinión de los padres Méndez Plancarte, autoridades en la poesía novohispana del siglo xvii que desacreditan la crítica literaria que hizo Abreu Gómez sobre la monja literata. Como sea, antes de él sólo existían algunos estudios aislados. En Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Octavio Paz reconoce en Abreu Gómez a un sorjuanista importante.

Dentro del quehacer literario de Ermilo Abreu Gómez debe recordarse su participación en el movimiento inicial del teatro regional yucateco, junto a Alejandro Cervera Andrade, Enrique Hübbe, José Talavera y otros. Este teatro costumbrista nace con la revolución mexicana y en la Península conserva todavía hoy algunos destellos histriónicos regionales con Héctor "Cholo" Herrera.

Viene a la memoria una simpática anécdota que Abreu Gómez relata en su libro autobiográfico La del alba sería: trabajaba y hacía cotidianamente un entremés, un sainete o una comedia de uno o dos actos, muy breves, para las empresas en las que se había ya metido. Su primer matrimonio es con una actriz de origen italiano de nombre Francesca de Chiara, que trabajaba en una de estas compañías que llegaban a Mérida. En una noche célebre, en el teatro Peón Contreras se armó un sanquintín. Se estrenaba la comedia de don Ermilo titulada Los caciques cuando, sin decir agua va, dos personajes en escena se desnudaron después de cubrirse de improperios. Podrá imaginarse el lector que a principios del siglo xx, para ser más exactos en 1919, aquello fue un escándalo. Más de uno se levantó a protestar por el atrevimiento, todos sacaron de ahí a sus esposas y en un segundo se vació el teatro. En medio de insultos, gritos y bajo una lluvia de proyectiles, intervino la policía. Poco a poco se calmaron los ánimos caldeados. Los actores se defendieron diciendo: "No, no, nosotros no somos los culpables de esta situación. El causante es aquel señor que está en el rincón. Es el autor del libreto..." Ante esta acusación es detenido don Ermilo, junto con los artistas. Todos sin excepción son conducidos a los separos de la policía municipal. Empiezan las averiguaciones y Ermilo Abreu se declara, por supuesto, inocente. Los comediantes insisten en la culpabilidad del autor. Ante el embrollo, alguien pide que se traiga el libreto. Efectivamente, en la escena del conflicto hay una advertencia que a la letra dice: "los personajes, entonces, se desnudan de palabras." Pero el colmo es que, al día siguiente, con teatro lleno, terminó la temporada. En esta ocasión la escena del desafío causante de tal alboroto se representó ortodoxamente, es decir, como lo señalaba el script. El público se inconformó pues quería que se escenificara como el día anterior, con los actores sin ropa. "¡Como ayer!, ¡como ayer!" Volvieron los platos, los jitomates, los insultos, los gritos exigentes: "¡Sin ropa!, ¡sin ropa! ¡Que se desnuden!" Alejandro Cervera Andrade comentó en su columna periodística
–que firmaba como "Alcerán"–: "No entiendo a mis paisanos. Ayer en el Peón Contreras la obra de Ermilo Abreu se suspendió por inmoral y hoy se suspende por moral. No hay quien entienda a la justicia."

Es importante señalar que del repertorio teatral de don Ermilo sólo se han rescatado algunas obras. Bien vale la pena hacer una invitación a los teatrófilos y a las autoridades correspondientes para que investiguen dónde quedaron las puestas en escena de Abreu Gómez. La más conocida es Un loro y tres golondrinas. Las demás, incluidas las piezas cortas, son prácticamente desconocidas y no se han vuelto a representar nunca en los foros peninsulares, ya no digamos fuera de Yucatán.

Gran parte del quehacer literario del autor de Canek se sitúa en un México dominado por los Contemporáneos, el "grupo sin grupo" que señoreó las letras mexicanas desde los treinta hasta los sesenta del siglo xx. Según Emmanuel Carballo, "los aproximaba más el modo de vivir la vida que la posición ideológica desde la cual la enjuiciaban, más el rigor profesional que el cuerpo de ideas estéticas que practicaban". Ermilo Abreu Gómez vivió con intensidad este fenómeno literario. Frecuentaba las tertulias, como la que se reunía en la librería Biblos de Francisco Gamoneda. Sin embargo, prefería apartarse de ellos. Emmanuel Carballo recoge unos comentarios de don Ermilo sobre este grupo de fisonomía propia: "Han pretendido, sin capacidad de cultura suficiente (no digo de información), sin hombría cabal, sin relación eficaz con la tierra en la que se vive, regir la eficacia de las letras que maduran fuera del predio alquilado para su debate."

Fue más lejos en las relaciones personales que sostuvo con alguno de ellos. Del dominio público es su enfrentamiento con Salvador Novo. Este incisivo epigramista le endilga varios sonetos vejatorios y furibundos. Lo llama, entre otras cosas, pigmeo, enano, pobre diablo, huevo de pájaro sin yema. Hace burla de su sorjuanismo: "Aqueste sorjuanete grafococo..." El que fuera cronista de la Ciudad de México remata sus maldiciones
al decir que la única enemistad de Abreu Gómez "fue con el talento". Sin embargo, al bautizo de Carmen, la hija de don Ermilo, Salvador Novo y su hermano asisten como únicos invitados ajenos al clan familiar. En ese entonces (1925) todavía no se liaban a golpes estos dos genios de las letras nacionales.

No podemos pasar por alto el hecho de que, pese a las diferencias que tuvo con los Contemporáneos, Abreu Gómez es el tercer colaborador de la revista del mismo nombre en cuanto al número de entregas, después de Jaime Torres Bodet y Bernardo Ortiz de Montellano.

De su obra en prosa, actualmente la mayoría de los títulos constituyen volúmenes de difícil adquisición. Son ediciones antiguas y agotadas, la mayoría en manos de bibliómanos.

En 1994, con motivo del centenario de su nacimiento, pretendí realizar una investigación profusa sobre la vida y obra de este gran narrador peninsular. Me dediqué por ello a leer la mayoría de sus libros. Sería bueno que las autoridades hagan un catálogo general clasificado de su producción literaria. Por ejemplo, caudillos (Canek, Quetzalcóatl, Zamná, Cocom), los libros que hablan de las cosas de su pueblo, sus relatos autobiográficos, sus obras de investigación sobre Sor Juana, Juan Ruiz de Alarcón y otros clásicos, sus comedias y piezas teatrales, su discurso sobre el estilo, sus obras de teatro, etcétera. Aun mejor sería una edición de sus obras completas, que en mucho reivindicaría la deficiente y pobre labor editorial del Instituto de Cultura de Yucatán de estos días.

Su pasión por Sor Juana fue tal, que una hija suya, bellísima, de ojos verdes y morena clara, se llama Juana Inés. Hace algunos años, con motivo del aniversario del nacimiento de Abreu Gómez, se publicó una revista titulada Canek dijo: y hoy decimos… A la celebración asistió su hija Juana Inés, como testigo de sangre.

Tantas cosas se pueden decir de Ermilo Abreu Gómez. He tenido la oportunidad de conversar con algunos hombres que tuvieron la dicha de ser sus alumnos. Todos me han recordado su bonhomía, su carisma didáctico, su sabiduría, su conocimiento del hecho educativo. Sus clases en diferentes niveles fueron por demás memorables, como pueden testificarlo sus estudiantes de la Escuela Normal Superior de México.

Ermilo Abreu es un personaje plural: narrador, crítico, investigador, periodista, autor de teatro, maestro y, aunque no se le considera poeta, insisto: Canek es más poesía que muchos poemas.

Cada año, con bombos y platillos y con el ruido épico de atabales, los yucatecos recordamos a Mediz Bolio. ¡Enhorabuena! Don Antonio, entre otras cosas, metafóricamente le ha dado nombre a Yucatán. Su etapa como hombre de teatro es innegable. La ola, primera obra con sello revolucionario, merece el reconocimiento de la dramaturgia peninsular. Pero Mediz Bolio alcanza más trascendencia cuando su vida se inclina hacia la acción política. Abreu Gómez fue un hombre austero, ajeno a pompas. No compuso letras de canciones, poemas a la madre o cantos épicos con influencia catalana. Su lenguaje, su sintaxis, su estilo, se caracterizan por la sencillez y la claridad, al igual que su vida. Fue un hombre de dulce mirar, dedicado a los libros, al estudio, a la investigación. Vivió en Estados Unidos muchos años como profesor en las universidades de Vermont, Nueva York e Illinois. Estuvo en la onu y en la oea, lo que le permitió viajar por toda América y no pocos países europeos. Recogió todas estas experiencias en un libro de viaje titulado Andanzas y extravíos. Pero no tuvo trascendencia política y nosotros, ingratamente, no le reconocemos la altura que alcanzó.

Siempre son odiosas las comparaciones. No me atrevo a decir que sea mejor que Mediz Bollo, Mimeza Castillo, o Rosado Vega, por mencionar a la tríada de autores peninsulares de más representatividad indígena. Pero insisto, las más de veinticinco traducciones de Canek, así como el total de su obra, lo ubican en un sitio muy alto de nuestra literatura.

La obra de Abreu Gómez, a excepción de Canek, realmente ha trascendido poco. Canek debería ser lectura obligada en el nivel educativo de primaria. Es un cuento tierno, dulce y lleno de un profundo contenido social. En algunos pasajes de sus obras nos habla de las costumbres del pueblo; por ejemplo, yo desconocía los valores medicinales atribuidos al agua serenada. Los antiguos la dejaban en tinajas u ollas toda la noche a la intemperie para tomarla al día siguiente. Tenía, según la sabiduría popular, propiedades terapéuticas, sobre todo para males del sistema nervioso. Tampoco sabía cómo se elaboraban los guisos de la variada cocina yucateca, recetas culinarias que hoy están perdidas a causa de la intrusión de la tecnología de las microondas.

Leer las narraciones de Abreu Gómez es una forma amena de acercarnos a las costumbres de la gente sencilla. A las cosas del yucateco de ayer, heredadas en el devenir de los tiempos de nuestros ancestros mayas. A los usos, costumbres y tradiciones de un pueblo que hoy más que nunca lucha por su independencia, su reconocimiento y soberanía, ante el acoso de una modernidad y una dominación cultural injusta y apabullante.

Pero volvamos al meollo de la personalidad de Abreu Gómez: la sencillez, la claridad. Nos preocupamos por el ámpula, nos preocupamos por las cosas oropelescas, siendo tan hermosa, tan bella la sencillez. Ermilo fue sencillo en su trato y sencillo, sobre todo, en su literatura. Ejemplo de la buena sintaxis y del buen escribir.

A manera de corolario, ofrezco un fragmento del claro estilo del que hace gala Ermilo Abreu Gómez:

Son muy pocos los hombres que se sitúan en la vida y en la cultura con un sentido de perspectiva para poder explicar, aunque sea un poquito, el mundo y el tiempo a que pertenecen. Todo queda en el aire. De todas las maneras aún conservo en los ojos y en el recuerdo la sensación de una imponderable riqueza de los tiempos idos; dije idos y no muertos, porque la cultura indígena nunca murió. Anda viva, palpitante, infiltrándose en la cultura española que nos invadió y en la cultura mestiza que se ha producido. Hasta que América no logre interpretar este sentido mestizo no tendrá una expresión propia y legítima, en arte, en ideas y en conducta. Nuestros hombres se dividen en bandos ariscos; unos en el bando español y otros en el bando indio y desde sus trincheras se andan espiando y diciendo sus cosas de orgullo y desatino… No es así como podrán entender lo que somos ya. Hay que tocar la carne y el espíritu del nuevo hombre, del mestizo, para percibir la realidad verdadera no sólo de sus orígenes sino del carácter peculiar que la anima.