JUEVES 28 DE DICIEMBRE DE 2000

Ť Demanda también la intervención del canciller Jorge Castañeda

Pide justicia hijo de argentino y mexicana ejecutados por Pinochet

Ť Ernesto Yoliztly Ledjerman se querelló contra el ex dictador por los asesinatos de diciembre de 1973

Stella Calloni CORRESPONSAL /II Y ULTIMA

Buenos Aires, 27 de diciembre.

También Ernesto Yoliztly Lejderman ha reconstruido lentamente su historia. El pasado 6 de diciembre cruzó otra vez la cordillera de los Andes, para comenzar en Santiago la querella contra el ex dictador Augusto Pinochet, con el apoyo de su abogado Héctor Salazar, de la Fundación de Asistencia de la Iglesia Cristiana, por el asesinato el 8 de diciembre de 1973 de sus padres, María del Rosario Avalos Castañeda (mexicana) y Mario Lejderman Konujowska, argentino, ejecutados cuando él tenía dos años y medio en unas cuevas situadas en Gualiguayca, comuna de Vicuña.

argentina-chilenos-pinochet-jpgPero no sólo mira hacia Chile para lograr justicia. También espera que el nuevo gobierno de Mé-xico haga algo en el caso de su madre, motivo por el cual le escribió una carta al nuevo canciller mexicano, Jorge Castañeda:

"Esta vez no volví al lugar don-de sucedieron los hechos, como lo hice la primera vez. Me vi ahora con gente que yo no conocía, compañeros de militancia de mis padres. Se emocionaron mucho al conocerme. Todos habían estado exiliados en Francia, en México, en Cuba. Estuve con Sergio Ma-jul, que ahora trabaja como co-rresponsal de un periódico y al cual había conocido hace nueve años, porque él era un gran amigo de mi padre, y los ayudó mucho. Y conocí a otros amigos que me contaron detalles de sus vidas, algo que necesito mucho.

"Me contacté con gente de los organismos humanitarios que me ayudaron mucho, gente maravillosa que me dio cariño. Conocí cómo mis padres habían llegado a Santiago para trabajar con el gobierno de Salvador Allende y después se fueron al norte".

Ernesto sabe ahora cómo llegó el ejército chileno hasta las cuevas donde estaban refugiados sus pa-dres y cómo el testigo Ramírez, que los había llevado hasta allí y al que no llevaron hasta las cuevas, fue trasladado por un sargento para cavar una tumba.

A unos 150 metros de las cuevas estaba el cuerpo de María del Rosario. Ramírez no vio entonces el cadáver de Bernardo, pero al día siguiente, cuando ya se habían ido los militares, lo encontraron y lo sepultaron allí mismo".

Cuando se retiraron del lugar, los uniformados llevaban el niño en brazos, relató el testigo.

Ernesto no puede imaginar aún aquel momento de su viaje, dejando atrás a la madre muerta, cuando fue llevado seguramente en un camión militar y entregado en el convento Casa de la Providencia, de La Serena, donde hace un tiempo conoció a la hermana Cecilia, que lo cuidó hasta el 8 de enero de 1974, cuando fue rescatado por amigos de su familia paterna.

Exhumados los cadáveres 17 años después, se comprobó que el matrimonio había sido ejecutado.

"Pero ahora yo siento que algo muy fuerte ha pasado en mi vida. Cuando entré por primera vez a las cuevas de Gualiguayca en La Serena --eran tres, una al lado de otra que semejan iglúes de tierra-- no podía sentir muchas co-sas, estaba como paralizado, co-mo lejano, todavía frío, relacionándome, asustado sentimentalmente con todo eso", dice.

Durante mucho tiempo había creído que sus padres murieron en un accidente, "y después debí co-menzar a mirar la verdad. Ahora siento que esta historia me pertenece, es mía, como que comienzo a tocar a mis padres, a conocerlos. Me ayudó el trabajo en (la organización humanitaria) HIJOS, porque me di cuenta que no estaba solo, y también en Madres Fundadoras de Plaza de Mayo. Entendí lo importante que es para una persona, y para un pueblo, recuperar la historia, como lo es para mí, sin lo cual no podría ser coherente con mi vida".

Ernesto, quien sueña con volver a ver en México a su familia ma-terna, que conoció hace un tiempo atrás, vive con su abuela de 88 años, que está "algo perdida" y que le dedicó su vida.

Cuando supo que su hijo había sido ejecutado en Chile y le trajeron a su nieto, en un rescate como de película, dejó atrás la grave depresión para dedicarse al niño. "Sólo mi presencia la salvó de dejarse morir", dice Ernesto.

Tres décadas de miedo

Ahora él reconstruye detalles y entonces es importante lo que al-guna vez le contó una amiga de la familia: "Me dijo que un día me habían llevado los abuelos a la plaza, cuando estaba recién llegado de Chile, y vi a unos policías uniformados y en ese momento me prendí de los pantalones del abuelo y gritaba 'los pacos (policías) matan'. Y lo mismo sucedió cuando vino una persona de Chile y hablaba con el acento chileno y algo debió moverse en mi memoria y nuevamente comencé a gritar lo mismo. Entonces ahora me doy cuenta que hace 27 años que tengo miedo de todo, que viví con el miedo en mi cuerpo".

"Dicen que yo he visto que los mataban por lo menos a mi madre y entonces entiendo el miedo que estaba en mí. Siempre caminaba como pensando que me seguían. Al comenzar la querella sentí que pude avanzar, que pude desprenderme del miedo que no sabía de donde llegaba. Y también rearmar la historia que me ha permitido ponerme de pie y seguramente aquel recuerdo de los dos años y medio estaba en mí muy adentro, hasta que ahora, al hacer el camino que mis padres hicieron, todo cambió", dice Ernesto.

Tuvo necesidad de luchar por la verdad y por la justicia, porque "no era consciente de cómo me había afectado esto. Porque no es lo mismo que los padres mueran en un accidente, como me habían dicho, que saber que fueron asesinados y que estaban luchando por lo que ellos creían justo".

Son dos historias que se juntan. En 1973, mientras José Poblete llegaba a Buenos Aires, María del Rosario Avalos y su esposo Bernardo Mario Lejderman eran asesinados en Chile.

Ahora la hija del primero co-mienza a reconstruir su verdadera historia y tiene un largo y difícil tiempo por recorrer, donde, como dice su tío Fernando Navarro, "só-lo el amor puede salvar", y Ernesto conoce la causa del miedo que lo hacía solitario, el terror que se-guramente quedó en sus ojos de niño desde hace 27 años.