LUNES Ť 8 Ť ENERO Ť 2001

Leon Bendesky

El canto del cisne

ESTE AÑO APUNTA A UN ESCENARIO político y económico muy distinto al de 2000. En buena parte, esta condición estará marcada por lo que puede ser un cambio relevante en la dinámica económica de Estados Unidos, al tiempo que se inicia una nueva administración republicana que intenta modificar los términos de la gestión fiscal. En Europa sigue el proceso de consolidación de la zona del euro, que debe hacer compatible la continuación del crecimiento con la reestructuración de los programas sociales. Y en Japón se tendrán que sostener las pautas de la recuperación después de una década de crisis financieras y altos costos económicos. En México no quedará más que tomarse muy en serio la reconstitución del mercado interno, y dejar de seguir apostando todo a un sector exportador cuya expansión no podrá mantenerse al mismo ritmo.

La evolución de la economía internacional estará fuertemente asociada con lo que puede ser un cambio de tendencia en la ya muy larga expansión productiva de Estados Unidos. El vínculo está dado por el lado financiero en la demanda de dólares que se generó con el impulso de los mercados de acciones y, también, por el lado comercial, puesto que la misma expansión que mantuvo un dólar fuerte, amplió el déficit comercial alentando la demanda de productos de otros países, lo que benefició a Europa y Japón, y en no menor medida México.

La expansión de las economías no es permanente, y ese hecho no cambia con el canto de las sirenas de muchos analistas y, sobre todo, de quienes operan los fondos de inversión y cobran comisiones por cada transacción. En los noticiarios es ya posible oír otra vez a los expertos decir que las cosas podrían haberse llevado demasiado lejos, sin prevenir que muchas empresas no podrían sostenerse financieramente. Ahora veremos cómo se da el ajuste de eso que Greenspan llamó la exuberancia irracional de las bolsas y cómo es que se escucha el canto del cisne. El entusiasmo por la especulación puede estar llegando a su fin, aunque aun se van a dar algunos coletazos.

El mismo presidente de la Reserva Federal pareció aceptar en un momento que la gran demanda de acciones, especialmente de empresas ligadas con la alta tecnología electrónica, representaba el surgimiento de una ''nueva economía''. Y, sin embargo, el año 2000 terminó con un debilitamiento de las cotizaciones del mercado Nasdaq que concentra las acciones de dichas empresas. En el último día de transacciones ese índice cayó 3.6 por ciento, el registro más bajo de todo el año en el que la caída acumulada fue 39 por ciento. El año 2000 fue el peor para los mercados accionarios en toda la década y en el curso de los últimos 12 meses: el Dow Jones cayó 5 por ciento, el Estándar and Poor's 8.1 por ciento, el París CAC 15 por ciento, el FTSE de Londres 10 por ciento y el Nikkei de Tokio 27 por ciento, sólo se mantuvo con relativa firmeza el índice Extra Dax alemán, pero no así el Neuer Markt de acciones de alta tecnología que tuvo una merma de más de 50 por ciento.

En un tono lacónico, el gobernador del banco de Inglaterra, Edward George, advirtió sobre lo que todos saben y es que la prosperidad no puede darse por sentada. Ante la rápida desaceleración de la economía de Estados Unidos repitió una frase familiar: ''Creo que sigue siendo cierto que si ese país estornuda nosotros pescaremos un resfriado''. Y hasta ahí puede llegar la nueva economía sustentada en la formidable especulación financiera alentada por los propios bancos centrales. Ahora el mismo Greenspan responde de modo rápido bajando las tasas de interés para reducir las presiones adversas en el mercado accionario. Las cotizaciones respondieron, pero también todos saben que ese estímulo no será permanente. Otra vez el pragmatismo británico de George merece ser citado: ''Honestamente no podría predecir en esta etapa si lo que se requiere son menores tasas de interés. Podrían incluso necesitarse tasas más altas''. Es en este proceso inestable en el que debe centrarse la atención sobre el modo en que evolucionen las condiciones económicas.

En todo caso, y en una postura opuesta, algunos anuncian una etapa de expansión económica basada en Europa y sustentada en la recuperación del euro y la caída del precio del petróleo. Ambas condiciones devuelven poder de compra a la población, y junto con menores tasas de interés podrían constituirse en fuertes incentivos para la inversión. Se sugiere, así, que por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó el entorno institucional que hizo funcional la nueva hegemonía estadunidense, se podrían dar las condiciones para que la economía europea compense la recesión de ese país y mantenga la fuerza de la expansión a escala mundial. Eso todavía hay que verlo y ello requiere de condiciones financieras y productivas que no parecen estar a la mano en un espacio político y económico que está en proceso de formación.

Para nosotros es claro que el escenario tiene menos variantes y que la economía mexicana ha recreado sus formas de dependencia con Estados Unidos. En los pasados ocho años ella ha sido una fuerza de arrastre esencial y no estamos preparados para sustituirla.