LUNES Ť 8 Ť ENERO Ť 2001

¿LA FIESTA EN PAZ

Leonardo Paez

ANTIEMOCIONES

HAY TARDES de toros en que lo más interesante ocurre en el tendido, al lado de uno, cuando se disfruta la compañía de seres sensibles y pensantes, con la suficiente perspectiva para no angustiarse o aburrirse, que es una versión frívola de lo primero, sino, a lo sumo, ironizar ante el tedio irremediable.

POR EJEMPLO, luego de comprobar la paupérrima entrada al decimosegundo y multiparchado festejo de la empequeñecida temporada grande, sentenciar: "Es una entrada digna... de un partido de ping pong en gimnasio".

O: "ESTE pinche encierro de Vistahermosa debió haberlo lidiado Florencia Nightingale, especialista en atender inválidos y desahuciados".

O: "LA modernidad de la fiesta consiste en ver toreros echados pa lante, frente a toros echados pal piso".

O ESTE OTRO: "A ver si Fox Quesada o López Obrador crean una Procuraduría Federal del Aficionado Taurino, donde demandar a empresarios ineptos, ganaderos sin idea, jueces triunfalistas, autoridades negligentes y críticos lambiscones".

SIN EMBARGO, en México día con día la llamada fiesta brava se desmorona por la fragilidad del único principio que puede sustentarla: el toro bravo, no el novillo bobo o el torote débil.

ENTRAMPADOS EN la idea torpe de hacer dinero fácil a cambio de espectáculos predecibles ?chicuelinas y derechazos a novillotes mansos? e inequitativos ?"nomás al toro le sale sangre", como dijo una niña de 10 años?, los taurinos, los que dicen que sí saben cómo hacer las cosas, los enemigos de toda reglamentación porque su avidez centavera requiere de la autorregulación irresponsable, están a punto de acabar con una tradición que, en su ignorancia, creyeron que les pertenecía.

LO QUE NO hace mucho era todavía posibilidad de emoción intensa, descendió hace más de una década al nivel de diversión sanguinolenta y, en las últimas temporadas, al rango de bostezo caro para masoquistas y neoespectadores.

LA GENTE no sabrá exigir el toro bravo ?hace mucho que sólo es aficionada a toreros? pero se acuerda de cuidar su dinero y de gastarlo en espectáculos que valgan la pena, no en pobres caricaturas de lo que pretende ser un arte de jugarse la vida frente al peligro real.

Y LUEGO los infames criterios del empresario para confeccionar carteles.

¿DE QUE le vale a Rafael Ortega cortar orejas cada vez que viene a la Plaza México si nunca lo van a poner con los figurines por ser un alternante sumamente incómodo?

¿O DE QUE le sirve a Jerónimo poseer un sello personalísimo y una tauromaquia intensa si invariablemente lo anuncian con ganado de pocas o nulas garantías para su toreo?

¿HABRA QUIEN ponga orden en el espectáculo taurino o de plano esperamos sus exequias?