Lunes en la Ciencia, 29 de enero del 2001



Metas, dificultades, obstáculos y demás vicisitudes para lograr una adecuada política de ciencia y tecnología

El Conacyt y otros retos

Juan Carlos Miranda Arroyo

Por fin, el presidente Vicente Fox designó al nuevo director general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Ahora los destinos de ese organismo serán conducidos por el ingeniero Jaime Parada Avila, quien desde del martes 16 de enero quedó al frente de la institución gubernamental más importante del país en materia de políticas de investigación científica y desarrollo tecnológico.

Entre los compromisos o retos que se enfrentarán durante la gestión de Parada Avila destacan, entre otros, los siguientes: incrementar la cantidad de científicos y especialistas de alto nivel en todas las áreas del conocimiento; fortalecer los programas de becas de posgrado y ampliar los intercambios internacionales; mejorar los estímulos al personal académico de universidades e instituciones de educación superior que dedican tiempo completo a las labores de investigación, así como ampliar la base de miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).

También tendrá que trabajar para que el sector de ciencia y tecnología ocupe una posición de mayor jerarquía en el esquema de asignación de recursos financieros (cuyo proceso involucra a los poderes Ejecutivo y Legislativo), como parte de "una política de Estado para impulsar las labores de investigación científica y tecnológica", y ubicarla en una condición sin precedente en la historia de México.

parada1 Debe saber el nuevo director del consejo que el sector empresarial, de donde proviene, ha colaborado marginalmente en los esfuerzos por desarrollar el aparato científico y tecnológico nacional (así lo ha revelado la historia de las políticas científicas), ya que el Estado mexicano es el que se ha ocupado de crear la infraestructura para emprender dichas actividades. Por ello, la labor del nuevo titular del ramo consistirá en promover un mayor volumen de inversión (de la iniciativa privada) en proyectos de desarrollo científico y tecnológico, y proyectarla hacia diferentes regiones del país. Así mismo, el Conacyt deberá propiciar condiciones para que los propios agentes económicos se conviertan en consumidores de los productos científicos y tecnológicos nacionales, y estimular agresivamente a las empresas grandes, medianas y pequeñas para que se incorporen a esa dinámica. A la vez, se habrán de buscar nuevas alternativas de financiamiento a la investigación, y se deberán consolidar las acciones antes realizadas para descentralizar a las instituciones de investigación, o procurar que aquellas que sean diseñadas de ahora en adelante no sean ubicadas en la zona metropolitana de la ciudad de México.

Aparte de discutir cuestiones más específicas (como la restructuración del propio Conacyt, o la normatividad vigente para el otorgamiento de apoyos a la investigación, y el reglamento de becas), la comunidad científica nacional exigirá a la nueva administración que encabeza hoy Parada Avila la adopción de políticas públicas definidas y debidamente fundadas acerca de cómo desarrollar efectivamente (y no sólo en el discurso) las actividades científicas y tecnológicas nacionales en un ambiente de autonomía frente a los cambios políticos y económicos. Actividades que se realizan con enorme esfuerzo, en medio de diversas carencias y limitaciones.

Paralelamente, se tendrá que relaborar el programa nacional de ciencia y tecnología del sexenio 1995-2000, a partir de criterios y bases más realistas, para que no ocurra nuevamente lo que todos percibimos en el pasado: persistente incumplimiento de metas y fuerte tendencia hacia la burocratización del sector.

El nuevo funcionario de la república empresarial también tiene la delicada tarea de emprender, en forma abierta, una amplia discusión sobre el proyecto que el mismo presidente Fox lanzó durante su campaña proselitista, en el sentido de crear la "secretaría de ciencia, innovación e informática". Por cierto que la propia comunidad científica ha dado a conocer, en distintos foros y momentos, apreciaciones divergentes a ese respecto. Conviene entonces retomar la discusión y tomar decisiones pertinentes.

Por último, aunque no de menor importancia, queda aún delinear las políticas que adoptará el Estado en torno a la preparación y apoyo a los jóvenes investigadores (aquí puede pensarse en un sistema nacional, algo así como el semillero del SNI), donde se permita a los profesores y académicos menores de 40 años iniciar o consolidar su carrera como investigadores para proyectar su potencial intelectual y aprovechar al máximo su talento creativo. El insumo natural de un proyecto de tal dimensión reside en la estructura misma del sistema educativo nacional, por lo que resulta indispensable poner en operación un conjunto acciones para ampliar la cultura científica entre los niños y los jóvenes mexicanos y, junto con ello, discutir la pertinencia de reformar los planes y programas de la educación prescolar, primaria y secundaria (por ejemplo, incorporar información sobre historia de la ciencia en México), con el fin de crear en los estudiantes el gusto por la investigación.

El reto no es sencillo, puesto que para alcanzar muchas de estas metas es necesario poner no sólo esmero y compromiso, sino también talento y lucidez. Esperamos que la la nueva administración de la ciencia avance con rapidez, con la concurrencia activa de la comunidad científica nacional, y no se quede como los camiones que andan por los pueblos "de parada en parada".

El autor es profesor titular de la Universidad Pedagógica Nacional (unidad Querétaro) y colaborador del área de Planeación y Evaluación de la Universidad Tecnológica de Querétaro

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