miercoles Ť 21 Ť febrero Ť 2001

Carlos Martínez García

De los cristeros a Fox

Sólo una investigación amplia y profunda del pensamiento y acciones del conservadurismo mexicano podría dotarnos de una perspectiva histórica, y sus conexiones contemporáneas, sobre los alcances y presencia en la actualidad de propuestas político-culturales que buscan revertir la pluralidad de nuestra sociedad. Tal pesquisa ya fue realizada por Edgar González Ruiz; sus hallazgos y análisis están contenidos en el libro La última cruzada. De los cristeros a Fox.

La mayoría de quienes apoyaron en las elecciones del 2 de julio a Vicente Fox desconocen las redes ideológicas conservadoras que apoyaron al guanajuatense. El bien calculado estilo populachero foxista, combinado con críticas al régimen priísta compartidas por amplios sectores ciudadanos, fue lo que le atrajo al guanajuatense el caudal de votos que ahora lo tiene en la Presidencia de la República. Los anhelos de cambio político de millones de mexicanos que sufragaron por el candidato del PAN y el PVEM, dejaron en segundo plano el ejercicio informativo y analítico sobre el proyecto con el que se iba a reemplazar a los gobiernos que usufructuaron a la Revolución Mexicana. Para comprender la permanencia y vastedad de esas redes, la obra de González Ruiz, recientemente puesta en circulación, es una herramienta insustituible y muy oportuna por la visión panorámica que nos brinda sobre el ser y quehacer de la derecha en el país. La continuidad ideológica y presencia en el equipo de Fox de personas y agrupaciones añorantes de un México restituido a la homogeneidad política, cultural y religiosa queda bien documentada en esta investigación.

En el triunfo de Vicente Fox confluyeron distintas corrientes de pensamiento. Una de ellas, la más compacta y poderosa en términos económicos, es la que tiene sus orígenes en el conservadurismo del siglo XIX. Nos referimos a la creencia hispanófila y defensora de la Colonia, que concibe a México como un bastión de la catolicidad romana y, en consecuencia, la necesidad de normar la vida pública con principios emanados de esa fe. Lo que estuvo a debate y en lucha durante la gesta de los liberales mexicanos en el siglo XIX, contra la Iglesia católica y sus huestes conservadoras, fue precisamente el proyecto que como nación debíamos adoptar: uno que secularizara el poder y reconociera la pluralidad de cosmovisiones de la ciudadanía, o el que afirmaba la superioridad de la Iglesia católica en todos los aspectos de la vida nacional. Esta última pretensión sigue vigente en documentos tan recientes como el dado a conocer por el Episcopado mexicano poco antes de las elecciones presidenciales del año pasado, que lleva por título Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos.

Es muy de agradecerse el tiempo que pasó Edgar González Ruiz hurgando en archivos de los cristeros, publicaciones de aquella época y el seguimiento esmerado de la producción literaria de los herederos ideológicos de quienes se autoerigieron en defensores armados del catolicismo. El resultado que nos ofrece el autor disiente de ejercicios recientes en los que se sacraliza a los guerrilleros que creyeron estar defendiendo la fe cristiana con sus ajusticiamientos de herejes, atentados con bombas en los que murieron civiles ajenos al conflicto con el gobierno, desorejamiento de maestros rurales y hasta magnicidios provocados por supuestas órdenes divinas. Es el caso de José de León Toral, asesino de Alvaro Obregón, que tiene un apologista en su sobrino Jorge Toral y un convencido de que el homicida debe ser canonizado porque su acción la realizó "para liberar al catolicismo de la opresión en que se vivía, fue un héroe, porque con la ofrenda de su sangre desconcertó y humilló a la revolución ensoberbecida... después de escuchar una voz que lo llamaba a cumplir con su deber el 17 de julio de 1928... Antes de cometer el magnicidio le pidió a Dios que si era su voluntad que matara a Alvaro Obregón le concediera dos cosas como señal: que nadie le impidiera entrar al lugar donde había de efectuarlo y que siquiera una bala le diera en el corazón, y esto se le concedió". ƑEs conmovedor, no?

De los cristeros a Fox es un verdadero who is who de la derecha que busca una revancha histórica, que se moviliza por imponer sus particulares convicciones y valores a una sociedad que, aunque mayoritariamente se dice católica, norma sus relaciones personales y sociales con criterios ajenos a las doctrinas eclesiales. En la obra desfilan los propósitos autoritarios de organizaciones que combaten el laicismo, que buscan hacer de las escuelas públicas extensiones del púlpito. Por derecho propio tienen espacio en el libro magnates clericales como Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval Iñiguez y Onésimo Cepeda. Y por supuesto, es diseccionada la administración de Fox en Guanajuato, su campaña por la Presidencia y el gabinetazo. El mesianismo foxista convertido en cruzada que busca rescatar los lugares sagrados de la nación mexicana, mancillados por la diversidad fruto del laicismo secularizador.