DOMINGO Ť 25 Ť FEBRERO Ť 2001

Ť Hoy se presenta en el Salón 21, acompañado del violinista Stuart Gordon

"Para mí escribir una canción es descubrirla", dice Peter Hammill

Ť Transmitir mensajes sobre la búsqueda de uno mismo ha sido enriquecedor, señala para La Jornada Ť "Sólo tengo 52 años, no 80 como para detenerme", precisa el ex líder de Van Der Graaf

JOSE GALAN

Peter Hammill es un músico de culto, que ha logrado llevar de la mano a sus seguidores durante más de 30 años de poesía y de una música que, si bien tocó las profundidades del rock más pesado y progresivo en sus orígenes, ha evolucionado hacia una postura más personal, sin dejar nunca de cantar sobre la decepción y el conflicto de la condición humana.
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Líder del emblemático Van Der Graaf Generator, que dentro de los grupos de rock progresivo se destacó siempre por impulsar una vanguardia basada en la intuición y la improvisación, lo que influyó en agrupaciones de la talla de Génesis, Yes y King Crimson, Peter Hammill ha hecho de su carrera una oda al ser humano, impulsado por pasiones y ambiciones que sólo conducen a la caída y al aterrizaje en la realidad más dura.

Hammill se presenta hoy en el Salón 21 acompañado del violinista Stuart Gordon, con quien ha trabajado por lo menos en los últimos 12 años, luego de que el grupo italiano de rock progresivo Finisterre ?heredero de Premiata Forneria Marconi y Banco del Mutuo Socorso?, satisfaga las ansias de los roqueros más tradicionales.

A los 52 años de edad, con más de 30 discos en su catálogo, y un culto que se extiende hasta Japón e Israel, Peter Hammill ha hecho de la composición un ejercicio de alegría y pasión inteligentes.

"Nunca he dejado de buscar, de experimentar. No he parado aún. Nunca lo haré. Sólo tengo 52 años, no 80 como para detenerme", dice en entrevista con La Jornada. "Con mi escritura, con mi composición, siempre busco respuestas para mí mismo. Y es una suerte que está búsqueda sea compartida por todos a quienes les ha llegado mi trabajo".

Preguntas que yacen en el fondo de cada quien

Sencillo, en camiseta y con un chaleco impermeable, lía cigarrillo tras cigarrillo con tabaco que saca de una cajita de metal plateado. "No trato de mandar mensajes a nadie ni de guiar conciencias. Trabajo principalmente para mí, de enviarme mensajes sobre preguntas cuyas respuestas yacen en el fondo de cada quien".

Ligero y desenvuelto, acodado en una mesa esquinera en un restaurante de la plaza comercial Pabellón Altavista, reflexiona: "Yo no busco impactar, crear una sensación. Para mí, escribir una canción es descubrirla, y tratar de desnudar los misterios y extrañezas de la vida".

Asume con flema británica su papel de músico de culto, y se sorprende de que este culto haya durado más de una generación. "Curiosamente los miembros de este culto se parecen en todos lados. Son muy parecidos. Sean miembros de mi generación, de mi edad, y ahora más jóvenes. Pero siempre es un placer descubrirlos, y eso es una enorme responsabilidad. Siempre trato de no defraudarlos.

"Cuando empecé en esto, en 1968, la industria de la música ya existía. Y ahora se ha globalizado. Es realmente un fenómeno de masas, pero no me inquieta que mi música pertenezca a un nivel especial dentro de esa industria porque, ¿sabe?, nunca me interesó la fama. Nunca apunté mi destino para llegar a ser una gran estrella. Busqué siempre dar más sustancia a mi música, fuera de los circuitos comerciales. Pero tuve éxito. Y es un hecho de que hay nichos de música para todos".

La poesía y las letras

En un tono muy suave de voz, que disfraza la potencia de unas cuerdas vocales que han emocionado a sus seguidores a lo largo de los años, resalta la importancia que siempre le ha otorgado a la poesía y a las letras en su música. "Siempre pienso en mí. Y transmitir ese sentimiento sobre la búsqueda de uno mismo ha resultado una experiencia enriquecedora. Me doy cuenta que hay quienes comparten la incertidumbre sobre sí mismos y las cosas que le rodean".

Descarta cualquier tipo de reunión con los ex miembros de Van Der Graaf "porque ellos ya se dedican a otro tipo de cosas", pero concede la posibilidad de interpretar hoy "algunas cosas viejas y otras nuevas" junto con el violinista Stuart Gordon, quien ha participado en proyectos con grupos como XTC, Peter Gabriel y Massive Attack. "En este momento tenemos 40 canciones listas y podemos tocar cualquiera de ellas. Y otras 30 que podemos poner sin problemas. El programa lo decidiré una hora o cinco minutos antes del concierto. Depende de cómo me sienta. Eso sí, podremos interpretar entre 15 y 16 canciones.

"Pero no pretendo retroceder a los setenta en mis composiciones. Tampoco sigo grupos o corrientes. Cierto es que el estudio ayuda a la catarsis creativa, pero los mejores momentos los tengo cuando toco en vivo".

Y este es un concierto de un músico que vale la pena escuchar. Su más reciente disco, None the above, resalta las inquietudes que lo han motivado todos estos años, como la canción How far I fell: "I was the king of the mountain/ I had everything that money couldn´t buy/ At the summit of ambition, I was ready for the sky/ I viewed the world from this, my citadel.../ Oh, how I fell".

(Era el rey de la montaña/ tenía todo lo que el dinero no puede comprar/en la cúspide de mi ambición, estaba listo para el cielo/ veía al mundo desde aquí, mi ciudadela/ oh, cómo caí).