Jornada Semanal, 4 de marzo del 2001 

 
 

Víctor Flores Olea
el estado de las cosas

Marcos: hoy y mañana
 
 

Tiene razón Víctor Flores Olea cuando afirma que el conflicto de Chiapas, el EZLN y, especialmente, el subcomandante Marcos, ocupan abrumadoramente los medios de comunicación en estos días. No podía ser de otra manera, cuando la marcha zapatista ya comenzó a recorrer el país y en una semana más llegará para decir su palabra en la capital. El autor de estas líneas identifica con gran claridad las coincidencias y las discrepancias entre los dos principales actores del conflicto, y desemboca expresando la necesaria revisión que la izquierda en México, a la luz de esta nueva realidad, debe hacer de sí misma.



Desde el punto de vista “mediático”, estos últimos días han sido ocupados abrumadoramente por el conflicto de Chiapas y por el ezln y el subcomandante Marcos. Y, claro está, por un sin fin de declaraciones sobre el problema que van desde lo muy sensato –Luis H. Alvarez y la cocopa– hasta lo desaforado, como la de ese señor gobernador de Querétaro que pidió la pena de muerte para los zapatistas que cruzaran la República.

Después de los meses de silencio que guardó el subcomandante, del 2 de julio electoral hasta el 2 de diciembre en que inició el nuevo gobierno, ahora ha decidido ser abundante en entrevistas y presencia pública, seguramente como una manera, razonada y razonable, de preparar su recorrido por el país. Y de resguardar políticamente una gira que no deja de ser problemática en vista de tantas opiniones, manos e incluso gatillos que andan sueltos en los últimos tiempos.

Parte sustantiva de las entrevistas de Marcos a periódicos y otros medios, tiene que ver con su explicación de los motivos del levantamiento zapatista hace ya siete años, y con la situación actual del movimiento, sobre todo respecto a las negociaciones de paz, que es el punto primero de la agenda del ezln y también, por lo que se ve, del gobierno de la República.

Situación primera que llama la atención: tanto Vicente Fox como Marcos insisten a plenos pulmones (o detrás del susurro que permite la pipa) en su disposición a arreglar políticamente el conflicto. Y sin embargo, sin embargo..., parece puesta allí y no fácil de remover una gran piedra (o una multitud de piedras) en el camino de la paz negociada. Marcos insiste en que se cumplan cabalmente sus condiciones antes de sentarse a la mesa de negociación: el desalojo de siete puestos militares de avanzada y la liberación de todos los presos políticos zapatistas en varios estados de la República. Y, claro está, la aprobación por el legislativo del proyecto de ley de la cocopa. Vicente Fox, por su lado, considera que su remoción de cuatro de los siete puestos y el envío de esa ley al Congreso muestran plenamente su buena fe y su franca disposición al diálogo, y pide que ahora el ezln exhiba una pareja disposición no sólo con palabras sino con hechos.

Hay un abundante compromiso político de Vicente Fox, dentro y fuera del país, de concluir el conflicto por la vía negociada. Este compromiso, si las palabras tienen un significado objetivo (si son también hechos), debiera ser considerado seriamente por la comandancia del ezln. No seguramente para abandonar de entrada sus condiciones sino, por ejemplo, para establecer contactos “iniciales” e “informales” con Luis H. Alvarez y aun con la cocopa, que acreditarían no sólo la real intención del ezln (sobre la que no tenemos duda alguna: las también abundantes palabras de Marcos a la prensa en los últimos días representan igualmente irrefutables hechos políticos), sino que servirían para discutir, por ejemplo, las mejores condiciones posibles, para ambos lados, del recorrido político que efectuará el ezln. Realizados esos primeros contactos “simbólicos” o “discretos” (públicos o no, de preferencia públicos), Fox debería entonces satisfacer por entero las condiciones del ezln.

No olvidemos que ambas partes (y no debiera olvidarlo cada una de las contrapartes) reciben fuertes presiones: es verdad, de diferente alcance y modalidad. Por parte del ezln, podemos imaginarlo: la desconfianza de principio de las comunidades indígenas, de Chiapas y de todo el país, tan maltratadas y engañadas durante siglos. Desconfianza hacia la “palabra” venida de fuera, respecto a promesas que son después rotas con toda facilidad, prepotencia e indiferencia. Esta desconfianza de principio debiera ser entendida cabalmente por Vicente Fox, quien evidentemente vive a su turno y en carne propia surtidas presiones y opiniones que se oponen a la negociación con el zapatismo, y que siguen insistiendo en la liquidación del movimiento antes que en un acuerdo negociado.

Son en efecto claras las presiones que ejercen la clase empresarial, ciertos círculos clericales y conspicuos integrantes de la clase política, que no sólo se oponen a la gira zapatista sino que consideran excesivas las concesiones ya hechas por Fox
al ezln. Por supuesto, debieran agregarse eventualmente a estas presiones las del ejército mexicano. En el fondo de la cuestión, y como una variante, se anida un análisis altamente discutible: el país puede seguir adelante con el grupo levantado sin que se afecte realmente su estabilidad y tersura. La prueba es que hemos vivido siete años con un movimiento rebelde confinado que sólo muy relativamente ha perjudicado las inversiones al país. Antes de cualquier necesidad de las inversiones sin las cuales nos hundiríamos abismalmente.

Razones morales, pragmáticas o programáticas: el hecho es que Fox ha hecho su apuesta política, urbi et orbi, en favor de la negociación, y que el costo de un fracaso sería intolerable para su régimen. En el ámbito nacional e internacional. Ambas partes han orientado objetivamente su política hacia la paz, y para ambas sería ahora grave detenerse a la mitad del camino y fracasar. Ambas partes están obligadas entonces a facilitarle a la contraparte el logro de ese objetivo coincidente. Sin que transcurra demasiado tiempo, porque el simple paso de los días tiende no a simplificar el problema sino a embrollarlo y dificultarlo más.

Desde luego, la demora crea al stablishment gubernamental complicaciones adicionales, como las desaforadas declaraciones de ciertos “personeros”, según vimos antes, pero que también se originan en preocupaciones legítimas, por ejemplo, en el temor de que pudieran cometerse actos de grave provocación durante la gira zapatista, que no serían convenientes para ninguna de las partes, con eventuales ecos internacionales también desfavorables. Estas legítimas razones harían pertinentes (y urgentes) los contactos “previos” entre el Comisionado para la Paz en Chiapas y/o la cocopa con el ezln. Éste último que –según confesión de Marcos– tanto ha aprendido a escuchar en su larga batalla, no debiera ahora cerrarse ante estas sugerencias consistentes.

La gira del ezln –según declaraciones del propio subcomandante–, tiene como fin explicar a la opinión pública el alcance de la iniciativa de ley de la cocopa (sobre derechos y cultura indígenas), que recoge los acuerdos de San Andrés. Explicaciones que servirían de prolegómeno a las aclaraciones que el ezln y Marcos harán directamente ante el poder legislativo, buscando la aprobación de ese proyecto con el cual han coincidido esencialmente. Pero esa “gira” tiene también, inevitablemente, una connotación proselitista –en el mejor sentido de la palabra– a que tiene pleno derecho todo mexicano y grupo de mexicanos actuantes en política. Y aquí surge la cuestión verdaderamente interesante, no aquella de las “chicanas” legales o de las capuchas en que han insistido tantos obtusos.

Ahora que se discute otra vez acerca del futuro de la izquierda mexicana, se pone el dedo en la llaga: el personaje, y
la organización, que se afirman como real posibilidad de desarrollo futuro de la izquierda en México, se concentran en alto grado en Marcos y en el ezln. Basta con leer atentamente los escritos y declaraciones de Marcos, no sólo de ahora sino en la perspectiva de siete años, para concluir que tienen una actualidad, una inteligencia y una universalidad sorprendentes. Y una amplitud de miras, por su complejidad “resuelta” (las comillas porque jamás se “resuelve” enteramente esa complejidad), que resulta incomparable con otras expresiones “tradicionalistas”, limitadas y elementales a estas alturas, acerca de la función, las perspectivas y el “tono” de una izquierda realmente moderna en México, capaz de ser un factor fundamental de movilización de la sociedad mexicana. De operar un cambio profundo en México y de construir una civilización alternativa capaz de frenar definitivamente la espuria e interesada que han confiscado el neoliberalismo y la globalización neoliberal.

En alguna de sus recientes entrevistas, Marcos decía que una vez lograda la paz se dedicaría a “otras cosas”. Esas “otras cosas” no podrían ser sino en la esfera de la política (sin desmerecer las aficiones literarias, como complemento atractivo de su personalidad), concretamente en la esfera de la política de izquierda, y precisamente en la construcción de una nueva izquierda mexicana, una izquierda que no sea simplemente organismo de Estado y que no se conforme con repetir los más trillados slogans del progresismo de hace cuarenta, cincuenta años o más. Y, como decíamos, que sea capaz de construir una real alternativa al universo neoliberal que se nos ofrece tramposamente como un hecho consumado y único.